Como a todos los argentinos, diciembre de 2001 les partió la vida en dos. Las restricciones sobre los depósitos bancarios que impuso el gobierno de la Alianza los puso al frente de un movimiento que hizo temblar al poder político
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Hace 20 años, un humorista en el pico de su popularidad y un futbolista retirado se convirtieron en los líderes de un grupo espontáneo que, desde los medios de comunicación, fue bautizado como “Movimiento de ahorristas”. De repente, casi sin proponérselo, Eugenio “Nito” Artaza y Hugo “Perico” Pérez encabezaron marchas multitudinarias, se volvieron visitantes frecuentes de la Casa Rosada y, sin saber una palabra de inglés, se presentaron ante el FMI, el Banco Mundial y la Organización de Naciones Unidas para exponer las atrocidades que sucedían en la Argentina. A dos décadas de aquel diciembre trágico, LA NACION los reunió para recordar cómo ambos se convirtieron en los paladines de los derechos de los ahorristas.
Habla ”Perico” Pérez: “Yo sentía que algo malo iba a pasar, estaba en el aire. Veinte días antes de que Cavallo anunciase el corralito, fui a Capital del Plata, la financiera donde tenía mis ahorros y los de mis padres, para saber si estaba todo bien. No fui a sacar la plata, solo quería saber qué pensaban ellos sobre lo que se veía en la calle y lo que se decía en los medios. Me dijeron que me quedara tranquilo que, pase lo que pase, mi dinero y el de los demás ahorristas estaba asegurado. Y me fui a mi casa confiado. Tenía la cabeza en otra, me estaba por casar... A los pocos días entré en la misma que todos: me agarró el corralito. Por eso digo: el problema mío fue confiar”, asegura el ex futbolista de Racing e Independiente, integrante de la Selección Argentina que participó en el mundial de Estados Unidos 1994.
-¿Volviste a la financiera cuando salió la medida?
-Sí volví. Me senté y les pedí que me devuelvan mi dinero, pero no hubo caso. Después vino toda la discusión legal. Me enojé mucho porque era el fruto de mi trabajo. Hay mucha gente ignorante que dice “peleaban por la platita”, pero no saben la vida que uno tiene, ni a quién ayuda. El ahorro es trabajo acumulado. A mí, como a todos los argentinos, nos dijeron “un peso es lo mismo que un dólar”. Y lo pusieron por ley. Encima, poco antes del corralito habían sacado la ley de intangibilidad de los depósitos... ¡¿para meterme el queso y robarme dos meses después?! Eso fue una traición al pueblo.
Artaza recuerda como si fuese ayer aquellos días. “Cuando se anunció el primer corralito yo estaba cenando con unos amigos. Al principio no le presté demasiada atención, pensé que eran restricciones temporarias. Pero me sublevó cuando sacaron el cambio de la moneda. Ahí empecé a acompañar a los ahorristas en Mar del Plata, donde estaba haciendo temporada de teatro. Me sumé a las marchas porque yo también era un damnificado”, dice.
-¿Cómo es que llegan a liderar el Movimiento de los Ahorristas?
Artaza: -Una noche escuché en la televisión al economista Miguel Ángel Broda decir que ‘los ahorristas perdieron’. Esa noche convoqué por mail a una marcha frente al Congreso. En esa marcha iba a hablar otro muchacho, pero llegó más tarde que yo y no me quedó otra que subir a dar un discurso. Ese fue el principio para mí. Después, no paré más. Siempre digo que toda la movida que hicimos evitó que a todos los argentinos les den directamente bonos que era lo que pedía el Fondo Monetario.
Pérez: -Yo me acuerdo que fui caminando a la primera marcha. Estaba indignado. Era un día de lluvia, diluviaba. Cuando llegué al Congreso, los periodistas me reconocieron y me empezaron a hacer notas. Yo no quería liderar, me pusieron ahí porque era una cara conocida. Había mucha gente sufriendo. Por eso a mí me da mucha bronca que el Gobierno nunca haya reconocido que, directa o indirectamente, hubo 20.000 muertos con el corralito. Hay estudios que demuestran que la gente se enfermó con lo que pasó. A mi viejo le agarró un infarto cerebral y mi mamá, que falleció el año pasado, se enfermó del corazón. Ellos sufrieron mucho porque, además de no poder disponer de sus ahorros, se sentían culpables por mi situación. Decían que yo había ido a esa financiera, Capital del Plata, siguiéndolos a ellos, por una cuestión de confianza... ¡Como si la cosa hubiese sido diferente en otro banco!
“Fuimos al FMI, al Banco Mundial y a Naciones Unidas”
Por la crisis de confianza que padeció el gobierno de Fernando de la Rúa, en los primeros once meses de 2001 se retiraron 18 mil millones de dólares de los depósitos bancarios. Ante la falta de liquidez y la acelerada fuga de capitales, el 2 de diciembre, Domingo Felipe Cavallo anunció las medidas económicas (“temporales, por 90 días”, dijo) que la prensa pronto bautizó como “el corralito”. La nueva disposición limitaba la extracción de dinero en efectivo: “Sólo se podrá hacer por cifras de 250 pesos semanales, el equivalente a mil pesos mensuales”, decretó el ministro de Economía. En definitiva, desde entonces, ya nadie podía disponer libremente de sus ahorros.
Se sucedieron las marchas, los cacerolazos y los saqueos. Y una semana trágica, con 30 muertos en las calles, que precipitó la renuncia de Fernando de la Rúa. El 21 de diciembre de 2001, abandonó la Casa de Gobierno en helicóptero. Lo sucedieron, en apenas once días, cuatro presidentes. Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Camaño sólo alcanzaron a sacarse la foto con la banda presidencial y hacer algunas designaciones apuradas. El país les quemaba en las manos. Detrás de ellos, el 1 de enero de 2002, Eduardo Duhalde asumió como presidente de Argentina.
-También llevaron el reclamo de los ahorristas a Washington.
Artaza: -Sí, armamos una agenda internacional. Fuimos al FMI, al Banco Mundial y juntamos 5000 firmas que entregamos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que, después de nuestra visita, mandó una comisión a investigar lo que sucedía en la Argentina. Todo lo hicimos a pulmón, pagando nuestros pasajes. Fue una locura. ¡Denunciamos al FMI ante Naciones Unidas! Los acusamos de interferir en las políticas públicas de la Argentina, porque querían desconocer un derecho constitucional que era el amparo. Yo estoy convencido de que eso evitó que la Argentina se hiciera cargo de toda la deuda de los bancos. Hicimos tanto ruido que a Duhalde no le quedó otra que invitarnos a Casa de Gobierno.
“Ustedes pudieron ahorrar, pero aquellos de allá no me comen”
Artaza recuerda la primera vez que visitaron al presidente Eduardo Duhalde. “Cuando nos recibió, nos dijo: ‘Ojo que son doce, pero son poderosos’. Se refería a los bancos, claro. Siempre nos decía que hablemos con Roberto Lavagna, su ministro de Economía, para ver qué idea le podíamos dar para ir soltando los ahorros”.
-¿Les hizo algún reproche, Eduardo Duhalde, por el “ruido” que estaban haciendo con el movimiento de ahorristas?
Artaza: -Me acuerdo que Duhalde nos invitó al balcón de Perón, nos hizo pasar y desde ahí pudimos ver la plaza llena: estaban los 5.000 ahorristas que nos acompañaron, pero además había como 80.000 piqueteros. Ahí nos dijo: “Ustedes pudieron ahorrar, pero estos no me comen”.
Pérez: -Yo le dije: “Eso no tiene nada que ver con nada”. Después nos sentamos alrededor de una mesa, para hablar. Yo insistía: “Usted tiene que devolver los dólares, son el fruto de nuestro trabajo”. Lo exigía con vehemencia, mientras que Nito me pateaba por debajo de la mesa. Porque yo le decía: “¿Me escuchó Presidente?”. Y Duhalde me pedía: “Por favor, decime Eduardo”. Y yo, recontra caliente, insistía: “No, Presidente”.
Artaza: -Claro, yo trataba de calmarlo a Perico.
Pérez: -Nosotros le sugeríamos al Gobierno que hiciera lo mismo que Uruguay. Nuestra propuesta era que a los que tenían menos de 10.000 dólares depositados, se los devolvieran de inmediato. Que a los ahorristas de “hasta 30.000 dólares” les pusieran un plazo de cuatro meses. A los que tenían entre 100.000 y 500.000, le devolviesen su dinero en dos años, pero con un interés razonable para que los tipos no perdiesen. Y, por último, que a los que tenían más de medio millón, se los devolviesen dentro de siete u ocho años, también con intereses, pero siempre en dólares, como hizo Uruguay. Y nos decían que no: “Pesos o nada”.
-También se reunieron con Domingo Cavallo, el ideólogo de la medida.
Artaza: -Una vez me preguntaron si me podía llamar Cavallo, dije que sí y hablé con él. Me invitó a su departamento. Ahí me pidió que salve a la convertibilidad a través de la Justicia, que insista con los amparos. Me mostró una carta que le había enviado a Duhalde para que no pesifique porque él creía que aún la convertibilidad se podía salvar.
“Me ofrecieron ser candidato a presidente de la nación”
Frente a una sociedad que bramaba “¡Que se vayan todos!”, la popularidad y la imagen positiva de la que gozaban los líderes del movimiento de ahorristas enseguida atrajo las miradas de los oportunistas que vieron en ellos prometedores candidatos políticos. Les llovieron propuestas, de todo tipo y color. A Nito lo tentaron con ser candidato a presidente de la nación.
Artaza: -Un grupo de empresarios me acercó una encuesta de Mora y Araujo que decía que yo medía 12 por ciento a nivel nacional. Creían que era un buen candidato.
Pérez: -Cuando me enteré, me volví loco. Me tomé un avión a Mar del Plata, adonde él estaba haciendo temporada. Fui a su casa y le pateé la puerta: “¿Qué estas haciendo? ¿Vas a ser presidente de qué?”, le decía.
-No fue la única vez que los invitaron a participar en política, imagino.
Pérez: -A mí me convocaron mil veces. Yo entiendo que todo lo que hacemos es política, pero el movimiento de los ahorristas no me parecía el trampolín correcto. Mirá, un abogado nos organizó una jornada de trabajo en un hotel del centro. Ese día nos vinieron a ver todos, de todos los partidos políticos, uno detrás de otro. Yo le dije a Nito: “Yo no sé qué vas a hacer vos, pero yo me voy a tomar mate con mi mamá”.
Artaza: -Hasta vino un director de la SIDE y me dijo que Duhalde quería que yo fuese su candidato a Jefe de Gobierno.
Pérez: -Yo no lo quería ni escuchar.
Artaza: -El abogado que había organizado todo nos dijo “muchachos el tren pasa una sola vez”. Podíamos subirnos a cualquier tren... Pero yo agarré el camino difícil, le dije que era radical (ríe). Ojo, Macri también nos ofreció sumarnos a su partido.
“Miguel [Cherutti] estaba enojado y tenía razón: yo le armaba marchas adentro del teatro”
Diciembre de 2001 les partió la vida en dos. En el caso de Nito Artaza, la participación en el movimiento de los ahorristas despertó su vocación política. Sin aquél sacudón inicial difícilmente hubiese alcanzado, ocho años después, en 2009, una banca como senador nacional por Corrientes, su provincia natal.
-¿A qué se dedicaban cuándo sucedió todo esto?
Artaza: -Estaba haciendo “Cantando bajo la deuda”, con Moria Casán y Graciela Alfano
Pérez: -Yo había dejado el fútbol a los 29 años. Vine de España, después me fui a Estudiantes de La Plata y después largué. En ese momento estaba tratando de organizar mi vida y me agarraron justo cuando estaba planeando mi casamiento.
Hugo “Perico” Pérez concretó su boda en 2002. Pero a Nito Artaza su nueva vocación le costó la separación de su entrañable compañero teatral, Miguel Ángel Cherutti: “Estábamos en un gran momento y Miguel no comprendía lo que me pasaba interiormente. Estaba enojado y tenía motivos: hice marchas adentro del teatro, entraban los ahorristas... No fue fácil para él, tampoco para mi familia: yo había armado el Partido de la Gente, pero mi mujer me dijo que si yo seguía con eso se iba”, cuenta.
Durante su primer y único mandato como senador, Eugenio se tomó revancha: “Mi desquite fue promover una ley para que las ‘cuentas sueldo’ sean gratuitas, porque los bancos se llevaban 900 millones de pesos mensuales de la gente y ahora no te pueden descontar más. Eso sí, no pude con el impuesto al cheque que es de lo más injusto porque la paga solo el cliente, el banco no”, dice.
-¿Pudieron recuperar el dinero que les atrapó el corralito?
Artaza: -A través de los amparos, tres años más tarde recuperé mi dinero. Pero tuve que pagar abogados y gastos.
Pérez: -A mí me lo devolvieron después de cuatro años. Podría haber retirado el dinero un año antes, gracias a un fallo de primera instancia, pero me negué porque quería que la Corte Suprema de Justicia de la Nación me diera la razón. Al final, más que la guita, quería que me dijeran que tenía razón. Y lo conseguí: tengo el fallo definitivo firmado por todos los jueces, hasta por Zaffaroni que siempre decía que había que devolver “solo hasta 70.000 dólares”.
-¿Hoy cómo es su relación con los bancos? ¿Tienen ahí sus ahorros?
Artaza: -Necesito mis cuentas para trabajar, pero siempre tengo cuidado de los bancos.
Pérez: -Como dice el refrán: “El que se quema con leche…”
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