1938: Periódicos, tangos y Walt Disney en la Penitenciaría de Palermo
La sorpresa invadió a gran parte de la población carcelaria de la Penitenciaría Nacional de Palermo, en la mañana del domingo 2 de enero de 1938. Al despertar, en el piso de cada una de las celdas se encontraba el ejemplar número uno del tabloide El Domingo, impreso en los talleres de la penitenciaría, con una variada oferta de textos. No existía la posibilidad de recibir diarios o revistas. Estaban prohibidos en las cárceles porque se consideraba inconveniente que los reclusos leyeran sobre delitos o crímenes. El periódico se ocupaba de temas internacionales, más los referidos al ámbito nacional, divididos en espectáculos, sociales, educación, cultura y deportes. Podría decirse que, salvo por la falta de la sección policiales y los asuntos de la política, ilustrados con alguna foto o grabado, contenía bastante de lo que ofrecía un clásico semanario de aquellos tiempos.
Incluso hubo suplementos literarios y hasta una edición especial de ocho páginas dando cuenta de la asunción presidencial de Roberto M. Ortiz, el 20 de febrero.
El periódico del penal: El Domingo
Este había sido un proyecto impulsado por el director de Institutos Penales, José María Paz Anchorena, quien, siguiendo los ejemplos de Europa, emprendió la tarea. El Domingo no fue el pionero. Antes de su aparición hubo periódicos que no lograron afianzarse. El primero fue "Vida Nueva", que se publicó en 1906 durante seis años. Reapareció en 1924 y continuó hasta 1928. También tuvieron vida efímera la revista mensual Nuevos Rumbos (presidio de Ushuaia, 1921-1922), "La Verdad" (Penitenciaría Nacional, 1930) más algunos números sueltos en la cárcel de Devoto y, una vez más, en la capital de Tierra del Fuego.
Anchorena Paz conocía esos antecedentes que no habían logrado sostenerse, pero consideraba que era fundamental intentarlo una vez más. Sostenía que aquellos que completaban su condena, no podían salir al mundo sin estar al tanto de los cambios naturales por el transcurso del tiempo. Por lo tanto, debían estar informados.
En sintonía con su denominación, El Domingo se repartía ese día, en forma gratuita, en todas las instituciones carcelarias de Buenos Aires y alrededores, aunque recién llegaba los lunes a las prisiones nacionales del resto del país (Rawson, Ushuaia, Neuquén, Río Gallegos, entre otras).
Cabe señalar que el nombre de la publicación fue un homenaje a la feminista española Concepción Arenal. Si bien en su biografía se la reconoce por ser una abanderada de los derechos laborales de la mujer (planteaba que si ellas tenían los mismos deberes que los hombres, entonces también gozaban de similares derechos), también se destacó por mejorar las condiciones de vida y promover la formación de los privados de su libertad.
Arenal planteaba que el trabajo y el estudio eran la mejor solución para encausar a quienes cumplían condenas. Entre sus propuestas -formuladas en 1885- figuraba la creación de un periódico denominado El Domingo porque, según explicaba, era el día indicado para que los internos tuvieran esparcimiento intelectual, además de estimular la voluntad en la jornada que provocaba cierta depresión por la culminación del fin de semana.
La prensa local aplaudió el emprendimiento periodístico. Los colegas de La Razón y Noticias Gráficas ofrecieron los textos de sus ediciones a disposición de El Domingo.
Puertas adentro, la buena aceptación entusiasmó a las autoridades que pronto advirtieron que los cuatro mil ejemplares de la tirada semanal -la población carcelaria en prisiones nacionales ascendía a 3.700 internos- podían dar algo más que la información del exterior. Fue entonces cuando sumó breves notas de interés local o "avisos parroquiales"; por ejemplo, nombrar a los internos que se hubieran distinguido por una buena acción. Se sumó la sección Buzón, que reproducía la correspondencia con preguntas formuladas por los presidiarios.
También se difundían concursos para entretener a los lectores. La primera convocatoria fue que, celebrando el Día del Idioma (23 de abril, aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra) enviaran "diez barbarismos de los más usuales en la conversación diaria" (como podrían ser "fermacia", "comisería" o "beneficiencia"), más otras diez frases y expresiones habituales del lenguaje que contuvieran incorrecciones de sintaxis: tiempos verbales o falta de concordancia entre el género o el número ("la primer oportunidad" o "hubieron personas"). Los ganadores (el primero de la Penitenciaría, el segundo de Tierra del Fuego y el tercero de Viedma) recibieron coquetas ediciones del Quijote de Cervantes.
Otra de las propuestas consignadas en el periódico fue la convocatoria a sumarse en el coro de la Penitenciaría. De un total de 684 reclusos alojados en Palermo, 226 se presentaron al casting. Fueron seleccionados 166, divididos en cuatro rangos vocales: bajos, barítonos, tenores y contratenores. El maestro José Corralini, prócer de los arreglos corales, acompañado por Francisco García Canedo, condujo los ensayos. La primera canción que interpretaron fue el Himno Nacional Argentino que ejecutaban en las fiestas patrias. El repertorio del coro, que debutó en marzo, contaba con canciones patrióticas y obras de folclore, tanto nacional como sudamericano.
Blancanieves y los siete enanitos
A comienzos de noviembre, siempre de 1938, el "diario penitenciario" (así lo llamaban) anunció una proyección cinematográfica en el salón de actos de la Penitenciaría Nacional. A sala llena en dos funciones, con equipos provistos por la Western Electric y material de la compañía Walt Disney, los internos vieron "Blancanieves y los siete enanitos", doblada al castellano en la voz de la actriz panameña Thelma Hubbard. La vista se había estrenado el lunes 23 de mayo en el cine Gran Ideal, de Suipacha 378. Y sus primeros agradecidos espectadores habían sido los chicos del Patronato de la Infancia.
Risas, aplausos y hasta abucheos a la bruja acompañaron a la trama de la bella princesa hostigada por la madrastra del espejito. Según explicaron las autoridades, la función de cine cumplió con el propósito de "hacer conocer a los asilados los adelantos logrados por la cinematografía en cuanto a la técnica del dibujo, colorido y sonido. Debe tenerse en cuenta que uno de los talleres que se dictaban en prisión era el de dibujo humorístico y publicitario, Por lo tanto, la proyección tuvo un interés particular para los aprendices.
La guitarra de Andalucía y el pericón
La convocatoria del viernes 11 fue un éxito. Pero fue superada quince días después por una nueva invitación. El sábado 26 se presentó el periodista Oscar Beltrán, quien disertó sobre "La importancia de la música nativa". El orador explicó que la producción musical argentina se basa en cuatro pilares: los aportes "del conquistador español, el indio nativo, el gaucho y el hombre de ciudad". Señaló que "el instrumento predilecto de nuestros campesinos, la guitarra, llegó de Andalucía y bajo nuestro cielo se entregó al gaucho como una novia". Para luego agregar: "Y él se abrazó a ella que, no en balde tiene en su forma alusiones de mujer".
Beltrán también se explayó sobre los orígenes de una danza nacional: el pericón. Pero, más allá de lo ameno de la charla, el público convocado aguardaba el plato fuerte de la tarde. Se trataba de la presentación de Juan de Dios Filiberto y la Orquesta Típica Porteña.
Clavel del aire, El pañuelito (también conocida como El pañuelito blanco), Canción del Carretero, Preludio Sinfónico y, por supuesto, su celebrada Caminito, formaron parte del repertorio que el maestro ofreció a "los penados", retomando el nombre con que la sociedad los llamaba.
El periódico perduró hasta 1947. Con nueve años ya cumplidos, el director de Institutos Penales, Roberto Pettinato, siguió adelante con el proyecto, pero le cambió el nombre. Aunque mantuvo la numeración, pasó a llamarse Mañana, como un guiño hacia el futuro, el porvenir. Dio más importancia periodística a las novedades relacionadas con la actividad carcelaria. Recuperó la denominación original en 1955, luego de la caída de Perón.
La colección, incompleta, de ambas publicaciones, puede consultarse en el Museo Penitenciario Antonio Ballvé, del barrio de San Telmo.
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