Fue el primer golpe profesional de su vida. Cuando recibió la noticia estaba en el auto que había comprado a medias con su hermano. Era de noche y no recuerda cómo llegó a su casa. Lo que sí conserva intacto en su memoria es la sensación de aferrarse al volante y llorar a lágrima viva. Y de seguir llorando toda la noche, hasta caer rendida. Tres días más se sintió vencer por la impotencia y la angustia. Hasta que decidió cambiar el final de esa historia.
Desde pequeña supo que era una nerd. Así se autodenomina hasta hoy Marian Sanchez Carniglia (48) y no le avergüenza hacerlo. Lectora ávida desde los 8 años, solo pedía libros para cualquier festejo. "Léelos despacio porque no hay más cuando los termines", le advertía su madre. A esa misma edad, de la mano de Star Wars, La Guerra de las Galaxiasa su vida llegó el cine y fue amor a primera vista. "En el cine Monumental de Bernal, donde crecí, durante el año pasaban dos películas seguidas. Nuestros padres, buscando un momento de tranquilidad y descanso, nos dejaban en el cine después de almorzar, junto con los amigos y con los vecinos del barrio. Éramos una banda enorme, de 15 o 20 chicos todos entre 7 y 13 años, amigos, hermanos, vecinos que iban juntos a disfrutar del cine. Nos sentábamos todos juntos ocupando 3 o 4 filas completas. La sesión comenzaba con la primera película a las 15 h.. Luego había un intervalo en el que merendábamos en el cine mismo, atiborrándonos de alfajores y bebidas de chocolate que llevábamos de casa y compartíamos. Estar solos en el cine nos hacía sentir grandes".
Con el tiempo comprendió que todo se trataba de contar buenas historias. De crear personajes inolvidables, y se dedicó a estudiar cómo conseguirlo. El camino la llevó primero a tomar contacto con lo que estaba a mano, cerca y que podía pagar con lo que ganaba dando clases de inglés para niños. Así, a los 16 comenzó a estudiar dramaturgia clown, improvisación y teatro antropológico.
Dedicada de lleno a su formación, descubrió pronto dos cosas: que era demasiado activa para quedarse en ámbitos académicos y que, definitivamente, el escenario no era su lugar. Se volcó entonces a la producción de radio y teatro independiente y, con 24 años, se hizo un lugar en Masterclass de Terrence Mc Nally protagonizada por Norma Aleandro. Pero el cine ya era una obsesión, una vocación que crecía en su interior y a por ello fue. Solo que era el año 1997, plena época menemista, y la cuota de la única universidad de cine en la que podía estudiar en el país costaba tanto como la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) o la Escuela de Artes Tisch en Nueva York.
El camino de las becas
Pasó días y noche evaluando cómo llegar a lograr su cometido. ¿Qué hacer? ¡Becas! Allí estaba la respuesta. Fulbright, un programa de ayudas educacionales patrocinado por la Oficina de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado de los Estados Unidos, parecía la solución más apropiada. Sin dudas Marian cumplía los requerimientos e iba a insertarse en el área de desarrollo de proyectos. Aún conserva un duplicado de la carpeta que armó para presentarse a la beca. La carpeta era enorme, se había gastado un dineral en su diseño y confección en forma de libro. Las cartas de recomendación de Norma Aleandro y Julio Bocca completaron una presentación impecable que, a su criterio, no tenía resquebrajaduras. Estaba en lo cierto. Tenaz, ganó la segunda de las tres que se entregaban por año. Pero, en plena época menemista, cuando la cultura no era prioridad, el gobierno que entregaba el dinero a través del Fondo Nacional de las Artes, decidió cortar la segunda y tercera beca.
Una bofetada de suerte
Esa fue la noticia que recibió en su auto aquel día. Y su mundo se desmoronó. ¿Qué iba a hacer ahora? Habían pasado ya cuatro días desde que el llanto desconsolado se había apoderado de ella. Al quinto día se abofetó. Si estaba viviendo una pesadilla, era hora de despertar. "Ese era el momento. Podía renunciar a todo, quedarme en Buenos Aires, seguir trabajando como productora de teatro o dejar Fulbright atrás y seguir buscando mi camino. Me decidí por la segunda opción y ese fue el momento en que cambió completamente mi vida. Iba a viajar y formarme para trabajar entre los mejores. Y lo iba a hacer contando mi historia".
Así empezó su camino. Contó su historia a los departamentos de recursos humanos de las productoras americanas que quisieran escucharla. Necesitaba que la escucharan para buscar una oportunidad. Comenzó a enviar faxes, a gastarse el sueldo en llamados para darse a conocer: estaba convencida de que necesitaba hacer una pasantía en la productora. El objeto mayor de deseo era Ligthstorm, la productora de James Cameron. Allí apuntó y también a Digital Domain. Pronto todos allí sabían de la argentina que quería sumarse al equipo de trabajo que ellos formaban. "En 1997 James Cameron había detonado el mundo con Titanic y mi deseo era formarme y trabajar con él".
Los vientos soplaron a su favor. Fue un 3 de agosto de 1998 cuando una importante cadena vinculada a Digital Domain, el estudio de post producción de Cameron desembarcó en Buenos Aires de la mano de Scott Ross, actual socio de Cameron, gran contador de historias. "Avisé al estudio que iba a ir. Tomé coraje y me presenté en el evento con con alrededor de 100 faxes impresos en una carpeta. Allí contaba todo mi camino y expresaba todos los motivos por los que quería ir a trabajar allí. Eso era determinante para mi futuro y lo que hiciese después, porque el momento para mí era ese".
—Yo soy Marian— le dijo a Scott Ross mientras lo miraba fijo a los ojos y se acercaba lentamente.
—Ya sé quién sos— respondió él. —¿Qué buscás?
Por fin estaba frente a quien podía decidir su destino. Y le contó su historia, su camino, sus sueños, el pueblo del que venía, sobre Fulbright. Cuando terminó, Scott le preguntó si podía estar en un mes en Los Ángeles: estaba por empezar un proyecto y tenía la posibilidad de incorporarla. Sin dudar un segundo dijo sí. Scott le dio su tarjeta y le dijo que lo llamase si estaba decidida, la oportunidad era para ella. "El proceso que se detonó cuando me quitaron la beca fue una ganancia mucho mayor que haberla recibido. Gracias a que me quitaron la beca encontré la fuerza para abordar el verdadero camino que me dio los recursos incunables que me permitieron conseguir lo que luego tuve y en lo que me convertí. Ese hecho, perder esa beca, fue fundacional para que yo pusiera en marcha mi verdadero destino".
Volver al escenario
Marian llegó a Los Ángeles el 4 de Septiembre de 1999, sin conocer absolutamente nada de la ciudad. Al taxista que la dejó en Venice Beach donde está Digital Domain le preguntó dónde estaban los edificios. Imaginaba tontamente que Los Ángeles era como Buenos Aires o Nueva York. El hombre se rió un buen rato. La dejó en el hostel en el que su presupuesto le permitía hospedarse.
Se iba a gastar los 8 mil dólares que había ahorrado en su vida profesional en el Maipo en esa aventura. El 5 de Septiembre de 1999, cuatro días antes de su cumpleaños número 27, se incorporó en Digital Domain como asistente de producción y pasante de desarrollo para trabajar en la película The Grinch Who Stole Christmas, primera que haría con Ron Howard.
En el estudio por entonces se usaba hacer una reunión semanal para presentar a las nuevas incorporaciones. Scott Ross subió al escenario y la llamó para presentarla. Contó su historia tal y como ella se la había contado a él. Solo que esta vez la escucharon 3500 personas. "Scott es alguien impresionante, encarna el arquetipo del soberano y como tal sabía todo lo que ocurría. La curiosidad de la chica argentina que quería ir a hacer la pasantía gratuita no le había pasado desapercibida. Cuando lo conocí en la presentación de la cadena de cines que lo trajo a Buenos Aires sabía que yo iba en serio, que no era un capricho y la última prueba fue cuando me preguntó si podía estar en Los Ángeles en un mes. No pensé en lo que significaba dar de baja un departamento, un trabajo, cerrar una vida en un país para mudarse al otro en un tiempo récord. Le dije que sí, sin dudarlo. Y cuando me presentó dijo que vio tan claro que mi propósito era inamovible que se sintió llamado a ayudarme".
James Cameron estaba ahí y fue la primera vez que escuchó el nombre de Marian. Pero no sería la última. A los tres meses, le ofrecieron cambiar la pasantía por un contrato pago de 18 meses que era lo que le quedaba de su primera visa. Y desde entonces, puertas adentro, fue conocida como la argentina de 1.58 de estatura y 2 metros de pura actitud.
¿Cómo consiguió trabajar con Cameron? Le puso congruencia y coherencia a su historia y a su propósito. Trabajó en todo lo que pudo, más horas, más tiempo, más proyectos, de día en la producción. De noche leía proyectos para el departamento de desarrollo y escribía la cobertura de puntos flacos y fuertes para aprender a escribir en Hollywood. Pero también tuvo que esforzarse al extremo para ser elegida entre 250 postulantes y cruzar caminando la frontera hacia Ciudad Juárez, el lugar en el mundo donde en los años 90 se mataban más mujeres al día que en ninguna otra parte de la tierra. Esa era la única chance para que pudiese conseguir una visa.
Un jueves por la tarde de 1999, cruzó la frontera desde Ciudad Juárez, México, hacia El Paso, Texas, visa en mano. Propósito y objetivo cumplidos. "Lo que no sabía en ese momento y se hace cristalino ahora es que esa visa que me había costado sangre, sudor y lágrimas abría la puerta a la experiencia profesional mas impresionante de mi vida. La que catalizó y aún cataliza todo el conocimiento que tuve y sigo acumulando. La que transformó mi carrera y me proporcionó la herramienta de la que soy fundamentalista. La vida profesional cobra sentido en retrospectiva pensando en aquel momento".
Hoy, a sus 48 años, reflexiona sobre ese salto de fe siguiendo su intuición más profunda. Esa decisión la convirtió en Curadora de Pitching & Storytelling y le dio la posibilidad de trabajar, entre otras figuras con los hermanos Cohen, Juan José Campanella y en la productora de Darín en La Odisea de los Giles. En medio de la crisis, Marian sacó su libro Entrenamiento para Aurigas. Storytelling para una Gestión de Carrera de Éxito, un manual de instrucciones que permite aplicar de manera inteligente, estratégica, efectiva y efectista la técnica de storytelling a los proyectos, carrera y a uno mismo como proyecto principal.
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