10 consejos para aprender a tener menos ropa
Lo ideal sería tener un placard en el que sólo esté lo esencial , lo que nos resulta práctico y gastamos de tanto usar, sin ropa amontonada. Lo frecuente es que las prendas que usamos con frecuencia convivan con las que usamos una vez y nunca más, o peor, con las que ni siquiera estrenamos. Están ahí abandonadas, recordándonos que hicimos una mala elección. Dedicarle alguna vez un poco de estrategia a nuestro guardarropa nos puede resultar un ejercicio muy útil para mirarnos a nosotros mismos como consumidores, y aprender a no caer una y otra vez en las mismas trampas que hacen que tengamos mucho y, a pesar de eso, sintamos que no tenemos nada para ponernos.
Muchas veces pensamos "tengo que usar este sweater que me compré pero no sé cómo combinarlo", o también nos pasa que cada vez que lo encaramos sumamos una vez más la justificación de "hoy no es el día". Es más común de lo que parece tener prendas sueltas en el placard que no combinan con nada, que no tienen sentido en el esquema de nuestro estilo, pero que por alguna razón terminaron ocupando lugar en nuestras vidas. Aprender a tener menos ropa es un desafío y más lo es no volver a cometer errores que nos hacen desperdiciar plata, tiempo y sentir un compromiso incumplido porque no logramos usar algo que tenemos.
Los consejos
1- Admitir que tenemos más de lo que necesitamos y que incluso tenemos muchas cosas que nunca vamos a usar o a volver a usar
Todos tenemos ropa que está constantemente en circulación, ropa que tenemos para ocasiones especiales y ropa que no sale del perímetro del placard desde hace un año o más. Hay ropa que, como nos queda bien, solemos comprarla una y otra vez; muchas veces sin darnos cuenta.
Separá por tipo de ropa todo tu placard y todo lo que tengas duplicado (¡o triplicado!); archivalo hasta que gastes lo que decidas dejar en uso. Sincerar esto es un gran paso para darnos cuenta de que no hay por qué tener un armario apretujado si usamos siempre lo mismo.
De entre lo que juntes en la pila de "esto lo usé una vez y nunca más" o "no lo usé nunca", hay que identificar prendas y accesorios abandonados y encontrarles un patrón de error para aclarar de una vez por todas cuál será un buena compra en el futuro y cuál no deberíamos volver a repetir.
2- Comprar sólo lo que necesitamos (o ¡no comprar!)
Para tener menos hay que manejarse con una regla casi de oro que es no entrar en tiendas a ver qué tienen sino solo cuando tengamos una necesidad concreta.
Las prendas que se compran para una ocasión de uso determinada, serán prendas que sí nos van a rendir en el tiempo. Cuando uno compra sin agenda, se excede.
Si saliste a pasear y caíste en la tentación y de todas formas entraste a ver qué había y te encontrás a punto de ir a la caja a pagar, frená. Planteate volver otro día para tantear tu deseo, es probable que no vuelvas, y si volvés, es porque a pesar de que se te generó una necesidad que antes no estaba, quizá tengas un nuevo favorito que ocupará un lugar de privilegio en tu placard.
En países en los que podés devolver la compra y te reintegran lo que pagaste, es útil dejar "enfríar" la compra: dejá la bolsa tal cual la trajiste de la tienda en algún lugar de tu casa y si no usaste su contenido por varios días, es porque no lo necesitabas y peor: ni siquiera te apasiona.
Y cuidado con la trampa de ir a una tienda porque realmente necesitás algo y al final te llevás eso y dos o tres prendas que no planeaste.
Algo más: no vayas a comprar lo que creés que necesitás sin primero pasar por el ejercicio de revisar todo lo que tenés, a veces la prenda que buscás está en tu casa.
3- Apegarse a los clásicos
Los colores neutros son los mejores aliados porque sobreviven a las modas y son una apuesta segura. Negro, blanco, gris, marrón (en sus diferentes matices hasta el beige) y azul oscuro, son una paleta básica e ideal de fondo de armario para tener un guardarropa combinable y clásico y así también, reducido. Por supuesto que sumar algo de color o un animal print que nos guste sirve para salir de la monotonía.
Entre las prendas infaltables están los jeans, las remeras y camisas blancas, sweaters de lana en gris, negro y crudo, alguna chaqueta americana, un abrigo largo también de lana, pantalón de vestir, falda y un vestido versátil, de esos que te salvan siempre.
En cuanto a calzado: zapatos negros y marrones para los que necesitan cumplir con un código de vestimenta en el trabajo (pueden ser botines, mocasines, oxford, stiletto, cada uno sabrá) y a eso, como sugerencia, sumamos zapatillas de deporte y otras urbanas.
4- Elegir calidad por sobre cantidad
Parece obvio pero muchas personas no saben cuáles telas o materiales serán duraderos en el tiempo y cuáles no, tampoco se enteran de sus propiedades y más aún, ni de casualidad miran la etiqueta de composición.
Hay ropa o calzados que visualmente son muy atractivos pero cuando los queremos usar, por alguna extraña razón, nunca se amoldan a lo que necesitamos.
Por ejemplo: te compraste unos pantalones de verano fluidos que se ven súper frescos y cuando los usás te morís de calor. Es probable que sean de poliéster, que es una tela a la vista luce liviana, pero que en sus versiones baratas no deja respirar a la piel (hay versiones de poliéster como las que se usan para deporte que sí logran transportar la humedad hacia afuera).
Otro ejemplo: ese sweater que te encanta y que iría ideal con aquél abrigo que tanto te gusta, no te abriga lo suficiente y además te hace transpirar y tomó mal olor. Esto es porque seguramente es un sweater de acrílico y no de lana que es una fibra que sí retiene el calor a la vez que evacúa la humedad.
Un ejemplo más: esos zapatos tan onderos que compraste a buen precio te hacen doler o transpirar mucho los pies. Casi seguro que están hechos en algún sintético de mala calidad (P.V.C. o P.U.) que no deja respirar a la piel y tampoco deja escapar a la humedad y como básicamente lo que estás usando es plástico, te lastima con su rigidez.
Es momento de mirar la composición, buscar en Google las propiedades de la fibra o material y tratar de entender por qué no funciona como debería. Descartarlos es una sabía decisión. Y no volver a comprar nada del estilo también.
Los ítems que sean de fibras como algodón, lino, cáñamo, lanas o seda o los artículos de cuero, son las que vale la pena guardar.
Y a partir de ahora, aprender que no sólo la prenda nos tiene que sentar bien y gustar: tiene que ser de los materiales que hacen que esa prenda sirva para la ocasión de uso que se le quiere dar.
5- Abstenerse de comprar por un tiempo considerable y establecer un presupuesto limitado
Si sos de los que salen a comprar seguido, ponete un plazo que sientas que te va a costar cumplir y cumplilo; aprovechá mientras para usar todo lo que está estancado en el placard, con nada o muy poco uso, o descartalo para siempre. Pero aguantá, te vas a sacar el hábito y vas a por fin, disfrutar de lo que ya tenés.
Una vez que lo lograste, planteate un presupuesto que te puedas permitir y cada cuánto podés usarlo, de esta forma, vas a comprar mejor. Tener un límite se puede sentir como una maldición, pero su parte positiva es que ponemos en práctica un proceso de negociación con nosotros mismos que es enriquecedor.
6- Huir despavoridamente de las ofertas
No tentarse con ofertas o descuentos de bancos, terminás comprándote cosas sólo porque querés "aprovechar" pero terminás comprando cosas que seguro no necesitás y peor, te vas a llevar el descarte que los negocios no le vendieron a nadie.
7 - Poner en orden la casilla de mail
Desuscribite de todos los mails de marcas que te avisen de ofertas, te van a empujar a consumir si te agarran débil de voluntad.
8- Comprar en función de lo que ya tenés
No compres nunca pensando en que ya vas a ver cómo lo combinás, no te compres un talle menos porque ya vas a bajar ese kilo de más, las prendas "motivacionales" lejos de motivarnos nos generan culpa: y mucho menos compres si es una prenda que tiene unas instrucciones de lavado imposibles tales como limpieza en seco para, por ejemplo, una prenda de uso cotidiano. No compres para vestirte en escenarios que no suceden casi nunca. Sé realista.
9- Encontrar tu estilo
Es muy probable que ya sepas qué te sienta bien y qué tipo de ropa, una vez que te la ponés, te hace olvidar que la tenés puesta. Buscá siluetas que te favorecen y te hagan sentir bien con vos mismo.
10- Hacer cuentas
Desperdiciamos mucha plata en cosas por si acaso. Hagan la cuenta en horas de su vida que usan para comprar algo y si les sigue cerrando lo que quieren comprar, probablemente es una buena compra.
Hay un método muy útil que es el "costo por uso". Si lo que querés comprar sale mil, dividí ese monto por una cantidad realista de veces que creés que vas a usarlo. Si es una, pensalo mil veces. Y no lo compres.
Es un poco abrumador darse cuenta de que para tener menos cosas hay que hacer tanto trabajo. Pero a lo que no cuesta no le damos valor, y en el proceso de simplificar el placard y por qué no, el resto de las posesiones, se gana a futuro porque cada vez que tengamos ganas de sumar algo más, ya no va a ser lo mismo, vamos a ser más reflexivos y mesurados. Quizás incluso nunca lleguen a ahorrar plata porque encuentran un placer especial en gastarla, pero en el afán de mantenerse al mínimo de lo necesario, probablemente sumen ítems de más calidad que verdaderamente disfruten por años.
Hay algo muy atractivo en tener poco y bueno, en tener casi una relación de afecto con las posesiones, de alguna forma dejan de ser posesiones y pasan a ser una extensión de nosotros. La ropa que nos viste debería ser memorable, no descartable.