Viñedos en la tierra más antigua del mundo
Un tesoro geológico, ecológico y cultural de Tandil reúne a una docena de productores de vino, que comenzaron hace 20 años y hoy cuentan con exponentes embotellados que se encuentran en reconocidas vinotecas
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Desde las extremas alturas norteñas hasta las patagónicas estepas, incluidos mares y lagos, en el terroir local surgen nuevas experiencias. Proyectos más grandes o pequeños, que suman a la hora de crear la identidad del vino argentino. Pero hay uno que, sin estridencias y paso a paso, desde hace 20 años que se abre camino entre las sierras de uno de los suelos más antiguos de planeta.
Matías Lucas es el hacedor de los vinos Cordón Blanco y su viñedo tiene una vista única. Desde allí comenzó un recorrido con degustación incluida para conversar sobre la producción de uvas en Tandil, que da lugar a los vinos del centro de la provincia de Buenos Aires. “Empecé a meterme en el tema de hacer vinos en 2008, a raíz de un profesor de Enología que había conocido cuando estudiaba Gastronomía. Siempre me había interesado el tema del vino y estaba trabajando en una vinoteca”, explica. Matías se entusiasmó y mientras estudiaba en la Escuela Argentina de Vinos conoció a gente a la que le contó su idea de plantar viñedos en Tandil. “Me decían que no iba a funcionar por el clima, por la humedad, pero Juan Valle, que era un enólogo de Mendoza, me dijo que para saber realmente si se podía, tenía que hacer un estudio climático. Así que empecé a hacerlo con su ayuda y la del departamento de meteorología de Tandil.
En su investigación obtuvo informes de heladas, lluvias y temperaturas medias de los últimos 40 años y, con esos datos, se acercó a reconocidos enólogos hasta que dio con Paul Hobbes, que leyó el estudio y le dijo que no estaba acostumbrado a la humedad, pero que podía ser. Así fue que en 2008, Matías arrancó con mil plantas.
Sin embargo, Tandil ya venía con una experiencia vitícola de dos décadas, cuando un ingeniero de la zona había plantado un viñedo en lo que era la Posada de los Pájaros, y que hoy está abandonado. “Al mismo tiempo en el que comencé, hubo otros proyectos, en general todos más como hobby que con intereses comerciales. Ellos fueron Leonardo Felman, con Jorge Casanova, o Ernesto Paniguetti, con su viñedo al ingreso de Cabaña Las Dinas. Todos por esta zona, la de Don Bosco. Le buscamos la vuelta e hicimos la primera vinificación. Hoy hay un movimiento en ciernes del que somos parte una docena de productores de la zona y sus alrededores”.
Como explica el productor tandilense, hacer vinos en la zona es una empresa viable, pero hay que tener en cuenta que los proyectos son a muy largo plazo. “Hoy tengo dos viñedos, este de Don Bosco y el primero que hice, en La Elena, donde estamos construyendo la nueva bodega cerca del viñedo”, comenta con un botella de cabernet franc en la mano. “Comenzamos con el primer viñedo en La Elena, donde plantamos las primeras estacas injertadas, eligiendo las variedades que mejor se desarrollaron, después de haber probado con muchas de las cepas conocidas”. Para 2011 llegaron a la zona de Don Bosco, frente a la salesiana Villa Don Bosco, donde probó otras variedades, investigando el suelo muy distinto al de su otro viñedo.
A la hora de elegir qué plantar hubo mucho ensayo y error para dar con variedades que tuvieran perfiles que representaran el lugar con la mayor identidad. Una zona que alberga uno de los suelos más antiguos del mundo. Plantó unas nueve variedades y luego dejó solo el merlot, el sauvignon blanc y el syrah. Dos años después plantó cabernet franc porque descubrió que era originario de Burdeos, una región que tiene un clima parecido al de Tandil, y justo fue cuando la variedad arrancó hacerse más conocida.
Hoy tiene unas cuatro hectáreas en total, de las cuales la mitad son sin riego, dependen del clima sobre la sierra, como en Francia. El viñedo de Don Bosco está al sur de la ciudad de Tandil, en medio del circuito turístico. Debido a los suelos, las raíces de vid se abren camino entre las rocas ante la búsqueda inminente de nutrientes. Las variedades que sobresalen son syrah, sauvignon blanc y carmenere. En el viñedo de La Elena, al noroeste de la ciudad, se cultiva el cabernet franc, merlot y sauvignon blanc. Ambos viñedos están a 260 metros sobre el nivel del mar. Cordón Blanco se relaciona con las piedras de cuarzo blanco de la zona.
Las primeras micro vinificaciones fueron en 2012, logradas de forma natural, casi artesanal y sin ningún tipo de correcciones, y que estaban aptas para salir al mercado. Fueron 200 botellas de sauvignon blanc y 400 de merlot. Así surgió el primer vino de Tandil.
Los productores tandilenses se agrupan en una asociación que comparte problemáticas y necesidades. Sin embargo, Matías aclara que “tenemos que trabajar en conjunto y definir objetivos comunes respecto a la finalidad de la actividad”. Esto se debe a que algunos piensan en exportar mientras otros siguen haciéndolo de manera más artesanal. Entre los asociados figura el exfutbolista Bernardo Romeo, con un viñedo en Sierra del Tigre.
El esfuerzo de los viticultores tandilenses por hacer que sus viñedos se transformen en ricas botellas de vino, hizo que comenzaran a llegar algunos enólogos más conocidos a investigar y querer plantar. “Hace poco vino Matías Michelini a ver la zona”. El partido tandilense del vino incluye a las localidades de Gardey, Vela y De la Canal, donde también hay algunos emprendimientos y proyectos vitivinícolas.
“Este es un lugar muy complicado por el clima, los suelos y la humedad; por eso, hay que conocer muy bien la planta, tener dedicación y especializarse en investigar el lugar –explica Matías Lucas–. Tuve que investigar especialmente esta zona, porque aunque estudié en Mendoza y me conecté con agrónomos, en general tienen la mirada de que yo ya estudié sobre Valle de Uco, que está buenísima. Pero las cosas que pasan allá no se pueden trasladar. Acá es muy complicado. Por ejemplo, tenés un verano con una seca de un mes y con 42 grados de calor y de repente en una semana llueve 200 milímetros. Si bien no es un impedimento, tenés que ver cómo solucionar los problemas que generan los cambio climáticos”.
Como en cada suelo y terruño, tampoco se puede comparar la concentración o la intensidad de los vinos “Nosotros tenemos un cielo, no tan diáfano como Mendoza, pero no podemos contar con la graduación alcohólica que tienen allá, ni con la estructura de sus vinos, ni con su carácter. Todo depende de la zona. Nuestros vinos son sutiles y funcionan con variedades muy distintas a las más producidas en el país”. Otra característica que le da la zona a los vinos es el aroma de los montes de eucaliptos que se impregnan en la plantación.
Sus antiguos suelos también dieron cuenta de fósiles que revelan su pasado marino en el Paleozoico, hace 550 millones de años, cuando aún formaba parte de Gondwana. Las mesetas que caracterizan hoy el sistema, se formaron en el momento de separación del megacontinente, en el período jurásico, hace 200 millones de años. Hoy, el paisaje serrano de Tandil no todo es cultivo de trigo y soja, sino que la producción de vinos brota de las rocosas sierras bajas, aquellas que nunca interesaron a la agricultura extensiva de la zona.
Vinos que se producen sobre el cordón serrano que corta la monotonía de la llanura pampeana bonaerense y que asientan sus vides sobre suelos que tiene una antigüedad geológica de 2200 millones de años.
Tandil es único por su geología y biodiversidad, pero además de escalar sus rocas, recorrer sus caminos y conectarse el paisaje singular es posible disfrutar un salame con denominación de origen, junto a un vino nacido en el mismo terroir.