Veranear como en Europa. Las mansiones de la aristocracia porteña que se construyeron como réplicas del Viejo Continente, pero en la costa argentina
En 1900, Los Troncos se convirtió en el destino preferido de las familias más emblemáticas, y luego le sumaron características de la construcción local sumáron color local. Entre las tradiciones más reconocibles en la arquitectura se encuentra la incorporación de la Piedra Mar del Plata, la madera, las teja y las cerámicas que fueron componiendo lo que se conoció más tarde como expresión del llamado “chalet” marplatense. Las mansiones de la aristocracia porteña que se crearon como réplicas del Viejo Continente, pero en la costa argentina
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Cuando viajar era un privilegio en disponibilidad de dinero y tiempo, la experiencia turística de las fortunas más acomodadas era Europa. Siguiendo la migración del Viejo Continente para los meses de verano en el norte, el objetivo era la costa mediterránea. Los argentinos que viajaban lo hacían casi en manada: una gran familia, con acompañantes de servicio incluidos, y muestras del exotismo en el vestuario.
El destino era la Costa Azul. Niza, Saint-Tropez, Antibes, Montecarlo, Cap-Ferrat, incluso pequeñas locaciones en ese entonces casi desconocidas como Cagnes-sur-Mer, eran foco del interés por poner los pies en la arena, ataviados casi por completo de blanco o nude, mudándose cada día a la costa para sentir el murmullo del mar, esconderse en las casillas blancas y azules a rayas que guarecían el momento de trocar traje de calle por el de playa, muchas veces menos capaz de exhibir piel que el primero.
Con el afán de mantener esa costumbre y con deseo de mimetizarse con esa bohemia adormecida por el run run de las olas y el sopor del calor, la aristocracia argentina empezó a buscar sitio posible donde replicar aquellos horizontes. Para ello, a principios de siglo, la costa de Mar del Plata se convirtió en el talismán posible de crear fronteras dentro una posible Costa Azul.
No solo se trataba de visitar la playa y de imponer las costumbres en la costa, sino de poder instalarse durante todo el verano, tal como hacían en Europa. La aristocracia, que llegaba en diciembre y se quedaba hasta Semana Santa, comenzó a construir sus segundas viviendas más allá de La Perla y la Loma de Santa Cecilia.
Nacen así las suntuosas residencias que aún hoy pueden verse en el barrio de Los Troncos en Mar del Plata. Con inspiración traída del Mediterráneo y con los requerimientos necesarios para cobijar a la familia extendida y a todo su personal de servicio, las mansiones se convirtieron en castillos modernos que replicaron estilos constructivos y materiales de todos los rincones de la vieja Europa, especialmente de Italia y Francia.
Si para 1900 la idea que primó fue esa, avanzado el siglo, comenzó la transformación ecléctica de la estética, sumándole color local. Entre las tradiciones más reconocibles en la arquitectura se encuentra la incorporación de la Piedra Mar del Plata, la madera, las teja y las cerámicas que fueron componiendo lo que se conoció más tarde como expresión del llamado “chalet” marplatense.
Más allá del deterioro y la mano del hombre, aún se conservan hoy en Mar del Plata más de 300 construcciones que fueron declaradas como Bienes de Interés Patrimonial por sus valores históricos, arquitectónicos y paisajísticos. Este emblema ha sido reunido por el EMTUR (Ente Municipal de Turismo de Mar del Plata), sugerido para los visitantes como un nuevo atractivo turístico.
Una ruta actual
Los Troncos se originó es esa experiencia aristocrática de aquellos que querían veranear como en Europa, pero sin cruzar el Atlántico. Fue bautizado así por un chalet de estilo pintoresquista suizo construido en la década del 30 y denominado “Casa de los troncos”.
Fue construido a base de madera hachada de quebracho y lapacho, traída de Salta. Se encuentra en Urquiza 3440. Esta vivienda es de influencia Suiza, data del año 1938 e impuso el uso de la madera hachada, que luego sería copiada en la mayoría de los chalets de la zona. Declarado patrimonio municipal, aún puede visitarse en la intersección de las calles Urquiza y Primera Junta. A pesar de esta tendencia que terminó dando nombre al barrio, en él se puede encontrar una mixtura diversa de materiales nobles traídos especialmente por los arquitectos desde el antiguo continente.
En un recorrido se pueden detectar construcciones coloniales, inglesas, vascas, francesas y el propio estilo marplatense que conviven en la extravagancia del barrio. La coincidencia de todas las obras se produce en el interior: ambientes grandes, muchos baños y vistas verdes, desde un balcón, una terraza o un banco puesto en los parques que, por lo común, se eligieron para que bordearan las propiedades.
La primera gran residencia para visitar es la Villa Emilio Mitre, hoy museo y archivo histórico. Ubicada en Lamadrid 3870, data de 1930 y es de estilo neocolonial. Los marplatenses la conocieron como “la quinta”. Perteneció al ingeniero Emilio Mitre, hijo del ex presidente de la Nación. En su origen abarcaba ocho manzanas, rodeada por las calles Tucumán, Sarmiento, Matheu y Almafuerte, en el corazón del barrio residencial conocido como “La loma del piro a la paloma”.
La más alejada hacia el sur fue donada para levantar allí una capilla y una escuela: es la llamada manzana del Divino Rostro, de las Hermanas de los Pobres de Santa Catalina de Siena. Su altar mayor fue traído de Perú. El tallado de los altares, púlpito, marcos de cuadros y el vía crucis están realizados en cedro y laminados en oro de 18 quilates.
La obra de la Villa estuvo a cargo del ingeniero Guillermo Fernández Haitze, pero en los planos presentados a la municipalidad local, el 14 de septiembre de 1929, figura también el nombre de Amancio Williams. Realizada sobre una planta en L con dos niveles, posee una torre mirador que aporta asimetría al conjunto. Desde allí la vista panorámica es formidable.
En la fachada adyacente se destaca un balcón cerrado de madera de tipo limeño y un portal de piedra tallada que enmarca la salida al jardín desde el comedor. Villa Mitre perteneció a Angiolina Astengo de Mitre, viuda del ingeniero Emilio Mitre, hijo, a su vez, del general Bartolomé Mitre. En 1979 la casa principal y el predio donde está implantada fueron donados por María Delfina Astengo de Moores (sobrina de Angiolina) a la Municipalidad de General Pueyrredón, alojando desde el 10 de febrero 1981 la sede del Archivo Museo Histórico Municipal.
A media cuadra, por la calle Matheu, se llega a la residencia de veraneo de estilo inglés que perteneciera a la escritora Victoria Ocampo. Hoy es el Centro Cultural que lleva su nombre y que se conoce popularmente como “Villa Victoria”. Su propietaria, Francisca Ocampo de Ocampo, tía abuela y madrina de su futura propietaria, la compró en Inglaterra a la firma Boulton & Paul Ltda. Íntegramente de madera y definido por sus creadores como bungalow, era producido por esa compañía, que fue proveedora de la corona para sus colonias y empresas en América del Sur.
Fue construida en 1912 y trasladada en barco. A su arribo fue armada sobre una estructura de hierro. El conjunto se completaba con la casa de los caseros de estilo francés y una tercera construcción de estilo italiano, destinada a vivienda para el personal de servicio, ambas construidas en 1913 por el Ingeniero Manuel Ocampo, padre de Victoria.
Originariamente, el parque tenía dos hectáreas, una de las cuales ya no es parte de la estructura. Victoria la heredó en la década del ‘20, convirtiéndola en un lugar de puertas abiertas para escritores y amigos, del país y del exterior. Estuvieron en ella, entre otros, figuras como: María Rosa Oliver, Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges, Bioy Casares, Waldo Frank, Roger Callois, Gabriela Mistral, Saint-John Perse. Esta mansión fue donada en vida por su propietaria a la UNESCO.
A principio de 1981, la Municipalidad de General Pueyrredón la compró y, desde entonces, en ella funciona el Centro Cultural Victoria Ocampo. Apenas a una cuadra de distancia, en Quintana 1949, se encuentra Villa Silvina. La propiedad se construyó en 1908. Fue ocupada por varias décadas por los escritores Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, y su invitado de honor, Jorge Luis Borges.
La residencia de estilo pintoresquista francés ocupa toda una manzana (Saavedra, Tucumán, Arenales y Quintana) y fue una obra del arquitecto inglés Basset Smith y el constructor de origen italiano, Pablo Carabelli. Rodeada por un jardín inglés, la edificación posee ventanas inglesas y mosquiteros guillotina, bow windows, barrales y grifería de bronce, pisos de roble de Eslavonia, puertas corredizas con espejos de dos caras, ascensor y claraboyas de vitrales. El paisaje que la rodea está repleto de robles, cedros, castaños de indias, olmos, ginkgos biloba, palos borrachos, heliotropos, caquis, lapachos y petiribíes. Bioy Casares escribió allí Dormir al sol, publicado en 1973.