Tres piezas únicas. La colección de joyas de Liz Taylor que solo superaba Isabel II y que se vendieron por cifras millonarias
La estrecha relación entre una de las mayores divas de Hollywood con las joyas, que luego de su muerte se subastaron a altos precios
- 5 minutos de lectura'
Sus ocho matrimonios, sus ojos color violeta y su extensa carrera actoral, que arrancó en la época de oro de Hollywood, la hicieron tan famosa como su importante colección de joyas que, dicen, era solo superada por la de Isabel II de Inglaterra. De su numerosa selección, hubo tres piezas pertenecientes a Elizabeth Taylor que fueron emblemáticas: el diamante Taylor-Burton, la perla Peregrina y el diamante Krupp. Cada una tuvo su historia y, claro, un marido que pagó cifras abultadas para obtenerlas. ¿Prueba de amor? Tal vez, teniendo en cuenta la relación especial y estrecha que una de las mayores divas de Hollywood mantuvo desde siempre con las joyas.
“Liz Taylor tenía una relación con las joyas que era muy especial. En su libro My love affair with jewelry, publicado en 2002, le dedica un capítulo entero a una de sus preferidas, el diamante Krupp. Allí les habla a sus destellos y cuenta lo que le comunican a ella los diamantes”, detalla a LA NACION revista Miriam Testorelli, vicepresidente, cuarta generación y bisnieta del creador de la joyería Testorelli. Consumidora de las mejores casas de joyas, tales como Tiffany & Co, Bulgari, Van Cleef & Arpels, Boucheron y Chopard, la actriz de los ojos violetas no solo las coleccionaba, sino que las usaba en toda ocasión.
“Antes era habitual que hubiera más ocasiones de uso y no solo en las alfombras rojas. En todos los eventos se llevaban importantes joyas. En algunas de sus películas ella suma sus joyas particulares. Por ejemplo, en la película Ana de los 1000 días, donde interpreta a Ana Bolena, usa la perla Peregrina”, apunta Testorelli. Otras divas del cine, como Sofía Loren, también contaban con valiosas colecciones. Sin embargo, ninguna tenía un perfil tan alto ni las exhibía tanto como Taylor. “Su colección es tan magnífica por la relación que ella tenía con las joyas. Ella no hacía distinción entre ocasiones especiales y días comunes. Creo que su atracción hacia las joyas se debía a lo que ella disfrutaba de los diseños. Y de tanto usarlos nació su obsesión por ellas”, sostiene la joyera argentina.
De las piezas que pertenecieron a Elizabeth Taylor, hay tres que fueron emblemáticas. Se trata, justamente, del diamante Krupp, del diamante Taylor-Burton y de la perla Peregrina. En cuanto al diamante Krupp, de 33 quilates, su tamaño rompe todo molde. Está cortado en talla Asscher, que lo vuelve particular y único porque no es redondo sino escalonado. “Pertenecía a una familia alemana, los Krupp, que se dedicaban a la fabricación de municiones de armas de guerra. Cuando se subasta la piedra, ella se entera y dice: “Qué perfecto sería que una linda chica judía como yo tuviera ese anillo”, cuenta Testorelli.
Taylor se había convertido al judaísmo al casarse con su tercer marido, el productor Michael Todd, quien le obsequió en su momento sus primeras joyas de alta gama. Sin embargo, el más famoso de sus maridos -el quinto- Richard Burton, fue quien más joyas le regaló a la actriz. Cuando se subastó en 1968, Richard Burton pagó 300.000 dólares por el diamante Krupp para su amada. La gema está engarzada en un anillo de platino, obra del joyero norteamericano Harry Winston.
Otra alhaja destacable de la colección Taylor es el diamante Taylor-Burton, que el actor le compró a Cartier para su esposa. “Cartier da la posibilidad de bautizar una pieza al comprarla”, explica Testorelli, motivo por el que recibe el nombre de la famosa pareja en el momento de adquirirla, en 1969, por 1.100.000 dólares. El diamante, de 68 kilates y con forma de gota, tallado por el joyero americano Harry Winston, originalmente estaba montado en un anillo, pero Taylor consideró que era demasiado grande para un anillo y con tal motivo le encargó a Cartier la confección de una gargantilla de rubíes y diamantes en el que la gema Taylor-Burton era central.
La estrenó en la entrega de los premios Oscar de 1970. También fue vista con esta joya en el cumpleaños número 40 de Grace de Mónaco. Cuando la pareja de actores se divorció, el diamante se subastó. El joyero americano Henry Lambert pagó por él 5 millones de dólares. Una parte de lo obtenido fue donado para construir un hospital en Botsuana, Africa. En 1980 la pieza fue comprada por el joyero libanés Robert Mouawad.
La otra joya con la que más se identificaba a Liz Taylor fue la perla Peregrina. “La perla Peregrina era muy especial por su tamaño -de 2,55 centímetros de largo-. Además, había pertenecido a Felipe II de España como parte de las joyas de la Corona de España”, detalla Miriam Testorelli. Perteneció a la Corona durante ocho generaciones.
En 1808 José Bonaparte partió a París junto a la perla y Napoleón III la vendió, por problemas económicos, en 1848. El periplo llegó a su fin cuando salió a remate en 1969, en Nueva York y Richard Burton pagó 39.000 dólares por ella. La perla colgaba de un collar con diamantes y rubíes. La glamorosa actriz lucía la perla en todo tipo de eventos y no la descartaba, incluso, entre sus accesorios diarios. Prueba de esto es que un día “estando en su habitación, la perla se le despegó del collar y no la podían encontrar. Finalmente, apareció en la boca de su perro caniche”, asegura Miriam Testorelli.
Hacia el final de sus días la actriz había donado varias piezas a obras de caridad y, luego de su fallecimiento, en 2011, fueron subastadas muchas más por la casa de remates Christie’s, recaudando 137 millones de dólares. Antes de salir a la venta, las piezas se expusieron en Moscú, París, Londres, Ginebra y Madrid. La perla Peregrina, que había sido adquirida en 39.000 dólares, se remató en 2011 en 11,8 millones de dólares a un comprador anónimo. El diamante Krupp, por el que habían pagado 300.000 dólares, salió en 8,8 millones de dólares.