Sigourney Weaver: “Me consideraban una rareza”
Con Alien abrió un camino para las heroínas y devino símbolo de la ciencia ficción. Acostumbrada a cambiar de piel y de géneros, le cuenta a LA NACION revista por qué huye de lo convencional
- 14 minutos de lectura'
Para varias generaciones, Sigourney Weaver es la indestructible Ellen Ripley, la astronauta guerrera de Alien, el octavo pasajero (1979). Única tripulante humana que sobrevivió a la masacre de la nave Nostromo, en una secuencia hipnótica descubre, junto al hermoso gato naranja Jonesy, que no están solos. Que el monstruo humanoide de enorme cabeza fálica se coló y camufló en la cápsula de escape; le queda una última y dura batalla que enfrentar. En esa escena, además, se convierte en un sex symbol inesperado.
Aquellas imágenes volaron las cabezas de tantos espectadores y Alien se convirtió enseguida en un hito de la ciencia ficción. Y aunque Weaver hizo luego decenas de películas, la mayor parte de ellas en otros géneros, varias muy prestigiosas, perfectas para su lucimiento y que le valieron nominaciones al Oscar (entre ellas, dos simultáneas de 1988, por Secretaria ejecutiva y Gorilas en la niebla), un puñado de personajes centrales en relatos fantásticos la elevaron para siempre en el reino de los nerds, donde hoy se ha vuelto una figura mítica e inevitable. Tan inevitable que, aunque su doctora Grace Augustine, “exobióloga”, se murió hace 13 años en Avatar –la superproducción que se mantuvo como la película más taquillera de la historia durante más de un lustro–, ella vuelve ahora en la primera de cuatro secuelas, Avatar: el camino del agua. No podía no estar: como dice su director, James Cameron, Sigourney nunca muere.
Esta continuación de Avatar que acaba de estrenarse es apenas una de las cinco nuevas películas que completó recientemente Sigourney Weaver, quien a los 73 años parece estar más activa que nunca. “Me gustaría que todas llegaran a los cines de la Argentina, porque son todas muy buenas”, dice la actriz a LA NACION revista por Zoom. Y hay que creerle: entre ellas están El maestro jardinero, dirigida por el legendario Paul Schrader (“donde tengo un triángulo amoroso con Joel Edgerton y Quintessa Swindell”), y Call Jane, un drama sobre el movimiento de Chicago, The Jane Collective, que gestionó los abortos gratuitos de más de diez mil mujeres a fines de los 60, cuando aún era una práctica ilegal en EE.UU. y que coprotagoniza junto con Elizabeth Banks.
-A Elizabeth Banks le dijiste [en una larga entrevista entre ambas que publicó Interview en septiembre pasado] que Kiri, tu nuevo personaje en Avatar, es algo torpe y medio gracioso, “goofy”. ¿Por qué?
-El personaje tiene 14 años, y cuando yo tenía 14 ya era tan alta como ahora, es decir, 1,80 metros. Mi estrategia era tratar de hacerme la payasa y burlarme de mí misma antes de que alguien más lo hiciera. Porque era un poco rara, algo torpe y muy autoconsciente; estaba todo el tiempo tropezándome con las cosas y chocándome con la gente, y siempre en problemas en la escuela: cada vez que pasaba algo, los maestros me miraban a mí; creían que yo era la que había hecho algo, porque yo ocupaba más espacio. Siempre me echaban la culpa. Así que creo que hay una enorme torpeza en este personaje, pero también una gran sinceridad, y Kiri también porta un gran sentido de la injusticia, como creo que les pasa a muchos chicos. Los chicos ven a través del mundo con mucha claridad; ven todo eso que ocurre en Pandora; Kiri ve esas cosas que están haciendo mucho daño.
Avatar: el camino del agua retoma, en palabras de Weaver, la historia acerca “del peligro que acecha a este planeta hermoso y los temas de codicia y la insensibilidad de las corporaciones y la situación de las poblaciones indígenas”. Azul y creada virtualmente mediante un procedimiento de captura de movimiento, la púber Kiri es la hija adoptiva de Jake (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldaña). Cameron dijo que, durante el rodaje, “Sigourney se volvió más joven y nunca se salió del todo del personaje. Tenía un brillo en su rostro y ligereza en su paso y un espíritu divertido”.
-No parece algo fácil de hacer: es común que en la adultez olvidemos quiénes y cómo éramos de chicos o adolescentes. ¿Es una dificultad de la que hayan hablado con James Cameron?
-Antes de empezar a escribir el guion, me contó que tenía esta idea sobre una chica muy joven y fue muy gracioso. Me dijo: “Vos tenés 14 años, en verdad, en tu corazón, así que no va a ser difícil”. Pero sí fue un gran desafío interpretar a Kiri, que es un espíritu único y la vamos a ver mucho en las próximas cuatro películas. Fue increíblemente divertido para mí trabajar con todos estos chicos que coprotagonizan la historia y fue muy amable de parte de ellos haberme recibido como si fuera una más, haber dado la bienvenida a esta actriz vieja. Traté realmente de mantenerme a su ritmo.
-En varias ocasiones mencionaste esta característica física tuya que marcó tu adolescencia: tu estatura. ¿Creés que tus cualidades físicas moldearon de alguna manera tu carrera, que podría haber sido otro tu recorrido en el cine si no hubieras sido tan alta?
-Creo que definitivamente esto moldeó mi carrera; soy demasiado alta para la mayoría de los productores. Siempre entré a sus oficinas con el objetivo de hablar por alguna película romántica y ellos no toman asiento porque no quieren verse muy bajos a mi lado. Pero de alguna manera creo que esto terminó por ser una gran ventaja, porque impidió que trabajara en un montón de proyectos convencionales con directores convencionales, así que en cierto modo tuve que construir mi propio camino, saltando de un género a otro, de papeles protagónicos a otros secundarios, haciendo comedias y también dramas. Y me mantuvo siempre en movimiento porque disfruto de la variedad de lo que hago, pero también porque nunca fui perfecta para ninguno de los géneros más comunes, siempre tuve que hacer mi propio recorrido para que los cineastas pudieran imaginarme en determinados papeles. Hoy muchas mujeres en la industria son altas, así que es un rasgo que ya no sobresale tanto, pero cuando empecé me consideraban una rareza.
-En la reciente Mi año con Salinger [que puede verse en Netflix y donde interpreta a la áspera agente literaria del elusivo autor de El guardián entre el centeno], pero también en Secretaria ejecutiva, que hiciste cuando aún eras considerablemente joven, proyectás autoridad, lo que parece tener un poco que ver con esas características físicas…
-Puede ser, pero creo que es gracioso que haya hecho mayormente comedias en mis comienzos en el teatro. En esos primeros años interpreté todo tipo de personajes muy salvajes en el off-Broadway, chicas desquiciadas, múltiples esquizofrénicas y suicidas, mayormente en comedias negras, así que fue una gran sorpresa para mí encontrarme interpretando un personaje tan serio como es el de Ellen Ripley en Alien. Cada vez que empezás a interpretar algo que funciona tan bien, los estudios quieren que hagas siempre el mismo papel. Así que, a partir de ahí, fue como si siempre hubiera estado escapándome de un género para encontrar refugio en otro diferente y evitar de este modo que me encasillaran.
Una mujer con la que no irías a almorzar
Al arrancar la charla, desde Nueva York, ciudad en la que nació y en la que reside, Susan Alexander Weaver (bautizada “Sigourney” por un personaje de El Gran Gatsby) pregunta por Buenos Aires y dice que, aunque le gustaría mucho visitar la Argentina, hasta ahora nunca pudo hacerlo: “Estuve a punto de ir en una gira por La muerte y la doncella junto a Ariel Dorfman, pero lamentablemente me agarré una neumonía. Esto fue hace muchos años, y solo pude visitar Brasil”.
La película a la que hace mención, dirigida por Roman Polanski y basada en la obra del chileno, protagonizada por una mujer que confronta a quien fue su torturador durante la dictadura, es una de esas que representa la diversidad de relatos y personajes que hicieron de la suya una de las carreras más interesantes de su generación, la misma de Meryl Streep, con quien fueron compañeras de estudios en la Universidad de Yale. A menudo le han dicho, sin embargo, que su especialidad es interpretar a mujeres frías, poco empáticas: de la jefa de Secretaria ejecutiva a la abuela que debe lidiar con la enfermedad terminal de su hija (a la vez que no sabe cómo tratar con su nieto) en la extraordinaria Un monstruo viene a verme, del español J.A. Bayona, pasando por su personaje en La tormenta de hielo (1997), de Ang Lee sobre la novela homónima de Rick Moody.
Su personaje en Secretaria… fue revisado recientemente bajo una mirada de género que condenaba los retratos opuestos de la cruella Sigourney y la curvilínea Melanie Griffith, pero Weaver desestimó esa lectura: “Jamás sentí que eso fuera lo que estaba representando. Yo estaba interpretando a una persona muy específica a la que conocía, una figura muy impresionante con mucha autoestima. De hecho, interpretar a Katharine fue la única vez que recuerdo haber sentido que la gente ya podría no querer ir a almorzar conmigo”.
“No es que ella sea fría, es simplemente que no comparte sus sentimientos, porque no puede hacerlo”, dijo en su momento respecto de su personaje en Un monstruo…, del que declaró que, por momentos, había modelado su actuación sobre el recuerdo de su propia madre, la actriz inglesa Elizabeth Inglis. “Tenía la voz más hermosa. Cuando empezamos a rodar, a veces sonaba como ella. Por momentos era muy incómodo”.
Nacida en 1949, hija de esta actriz que no tuvo una trayectoria muy extensa ni reconocida (pero que llegó a trabajar brevemente bajo la dirección de Alfred Hitchcock en Los 39 escalones) y del californiano Sylvester Pat Weaver Jr., que fue presidente de la cadena televisiva NBC en los 50 y creó el legendario Today Show en 1952, en su juventud Sigourney no pretendía construirse una carrera en el mundo del espectáculo, sino, tal vez, convertirse en escritora. Estudió entonces Literatura en la Universidad Stanford, años en los que militó activamente en contra de la guerra de Vietnam y pronto empezó a actuar en pequeñas y muy radicales puestas teatrales estudiantiles. Una vez en Yale, ni sus profesores ni sus propios padres la apoyaron demasiado en su nueva vocación, pero de la mano de un compañero de estudios, el dramaturgo Christopher Durang, se probó en esas raras obras del off-Broadway con las que, por pura prepotencia de trabajo, en algún momento sintió que al menos podría pagar el alquiler (aunque al principio no mucho más). Su compromiso con estas puestas era tal que el papel que Woody Allen le asignó en su película Annie Hall: dos extraños amantes quedó reducido a una breve aparición, para poder cumplir con su agenda, o al menos eso dice la leyenda. ¿Cómo fue entonces que pasó de esta reticencia frente al mundo del cine a su reinado en el universo de la ciencia ficción?
Aunque usted no lo crea, ella es Ripley
Las películas fantásticas y de géneros afines que protagonizó Sigourney no son tantas, después de todo: Alien y sus secuelas, Los Cazafantasmas (y sus secuelas), la parodia trekkie (por los lunáticos fans de Star Trek: viaje a las estrellas) de 1999 Galaxy Quest: héroes fuera de órbita, una comedia sci-fi que fue un éxito comercial mediano en su estreno en cines, pero luego devino objeto de culto en video y en cable, una versión de Blanca Nieves y ahora las Avatar. Unas cuantas nomás, pero todas ellas marcas inoxidables que la convirtieron en una emperatriz entre legiones de fanáticos sin menoscabar el prestigio ganado por sus otros, muy distintos trabajos.
La historia de este recorrido sideral arranca en 1977, cuando Weaver, que entonces tenía 28 años, ya había alcanzado cierta continuidad en sus trabajos teatrales. “Conseguí mi primer trabajo profesional en el Teatro Público a los 27″, suele contar. “En ese momento me ofrecieron un papel principal en una comedia televisiva, pero lo rechacé porque me di cuenta de que amaba lo que hacía y amaba no saber a dónde me llevaría. No quería pasarme cinco o seis años haciendo lo mismo. Aunque estaba muy preocupada por ganarme la vida, no quería resignar mi libertad. Fue una gran tentación, pero elegí lo desconocido”. Y a lo desconocido justamente llegó, de la mano del director Ridley Scott.
“En el casting para Alien había postulantes famosos –recordó en una entrevista reciente–. Pero los guionistas y Ridley insistieron en que tenían que asignarle el papel de Ripley a un desconocido porque no querían que nadie intuyera que este personaje podría sobrevivir hasta el final. Nadie iba a imaginar jamás que esta chica, tan nadie, de repente sería la que consiguiera salir viva de allí. Era muy inusual en ese momento que a un personaje femenino le pasara de todo y no tuviera alguna escena en la que rompiera a llorar en un rincón. Tuve la suerte de evitar todo esto porque transcurría en el futuro. Así que fue una especie de final feminista y lo que funcionaba mejor para la historia”.
El personaje de Ellen Ripley, que había sido escrito originalmente para un hombre, fue adaptado y se lo quedó Sigourney: por ser mujer, por no ser famosa, por ser ella.
-Hoy está ampliamente reconocido que abriste una puerta con Ellen Ripley, un espacio para las nuevas heroínas en relatos que hasta entonces estaban monopolizados por varones, y muchas de tus sucesoras, como Jennifer Lawrence y Charlize Theron, te mencionan como una pionera y una inspiración. ¿Cómo te parece que se sostiene esa idea que plantaste en Alien hoy, más de 40 años después?
-Hace poco hicieron una encuesta en los Estados Unidos en la que preguntaban qué película el público querría ver en una sala de cine, después de todo este tiempo que pasamos encerrados, con el Covid y demás. Y la respuesta fue Alien. Creo que sigue sosteniéndose tan bien porque Ridley Scott hizo una gran película sobre la cual Jim Cameron pudo mantener encendida una aventura [dirigió Aliens: el regreso, de 1986, que le valió a Sigourney una nominación al Oscar]. Y creo que como la película tiene una resonancia tan grande en nuestro presente y que la ciencia ficción sigue siendo tan relevante –porque lo que hace es una exploración, nos dice qué es lo que nos va a pasar como seres humanos, cómo vamos a ser–, de tal modo que entre este género y sus ideas, y estos grandes cineastas y el personaje de Ellen Ripley, Alien sigue siendo algo que resuena entre públicos más jóvenes después de todos estos años.
Después de Alien, y a pesar de su éxito y de que le habían pagado 30 mil dólares (“No era mucho dinero pero en ese momento yo sentí que podría vivir el resto de mi vida con eso”), decidió no volver a trabajar en cine por dos años, “porque lo que realmente quería hacer era trabajar en teatro, así que rechacé un montón de ofrecimientos. Creo que hice bien porque necesitaba tomarme ese tiempo para absorber lo que había pasado. Era algo enorme: de pronto estaba en la tapa de la revista Newsweek y no estaba segura de que eso fuera algo bueno. Yo solía tener una vida modesta, casi invisible en el off-Broadway. Casi todo a partir de entonces, creo, ha estado inspirado por la alegría y la locura de las obras que hice en esa época, en la que interpreté a muchas locas, y a una chica que guardaba un erizo en su vagina. Fue muy divertido”.
-Hoy sos una reina entre los fans de la ciencia ficción. ¿Tenías alguna relación con el género antes de asistir a esas audiciones para Alien?
-No realmente. Había leído algo de Isaac Asimov y El centinela, de Arthur C. Clarke [cuento que se popularizó por haber sido ampliado en la novela 2001: Una odisea del espacio y que llevó al cine Stanley Kubrick]. En esa época siempre tenía las narices metidas adentro de algún libro, y había tantos títulos interesantes para leer cuando yo era chica... Pero creo que tuve mucha suerte en hacer estas películas; los relatos de ciencia ficción que hice son muy relevantes, tienen un timing muy apropiado, porque son historias que reflejan las grandes preocupaciones que nos genera nuestro planeta, acerca de qué le va a pasar a nuestra especie y qué les va a pasar a otras especies. Es un espacio muy interesante para trabajar.