Se alquila una isla privada que se considera el lugar más hermoso (y caro) del mundo
En Fiji, frente a un gran arrecife de coral, un magnate multimillonario australiano construyó un resort
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Aruba, Jamaica, Bermudas, Bahamas, Key Largo, Montego Bay… Esas eran las preferencias de los Beach Boys cuando cantaban Kokomo, pero se referían a una playa en Curazao. Sin embargo, una isla homónima se despereza en Fiji.
Cuando el decimoséptimo hombre más rico de Australia, Lang Walker, visitó por primera vez una pequeña isla del Pacífico en su yate de lujo (llamado Kokomo, al que bautizó con ese nombre cuando tenía 10 años) pensó que había llegado al lugar más hermoso del mundo.
No era un deslumbramiento de magnate, sino que, como ávido viajero, había despertado toda su admiración una de las mejores inmersiones en la cuarta barrera de coral más grande del mundo. Y era justo frente a una estructura de un antiguo resort que había quedado abandonado por el administrador anterior.
Ese sería el sitio que elegiría Walker para invertir más de 100 millones de dólares y dar vida a Kokomo Private Island Resort. De ella hizo el proyecto de sus sueños volcando su idea de paraíso.
Con una fortuna calculada en más de 2,3 mil millones de dólares obtenida por el desarrollo de algunas de las obras más significativas de Sydney, como la transformación del Finger Wharf, un antiguo muelle que es patrimonio histórico de la ciudad, Walker deseó hacer un espacio lujurioso, pero también comprometido con las comunidades locales y el medioambiente.
De hecho, el magnate suele decir que espera que los visitantes “no sólo se enamoren del paisaje, sino también de la bondad, la sinceridad y el sereno respeto que hemos intentado desarrollar en Kokomo”.
Se accede con vuelos directos al Aeropuerto Internacional de Nadi, que operan desde Australia, Nueva Zelanda, Hong Kong, Singapur, Japón, Vancouver y los Estados Unidos (San Francisco y Los Ángeles). Una vez en tierra firme, Kokomo opera traslados aéreos desde Nadi al hangar exclusivo del resort y la sala VIP del aeropuerto. El vuelo al paraíso es de algo menos de una hora en un hidroavión o en el helicóptero AS350, ambos de Kokomo.
Para la decoración fue sustancial la mano de obra local, que aplicó técnicas propias para llevar adelante el concepto serenamente lujoso.
Una vez allí, las palabras se convierten en Gulliver en el país de los gigantes. Con un pie en tierra, todo el mundo conocido se queda atrás. El tamaño puro de cada espacio se agranda misteriosamente en una isla acotada en dimensiones. La playa, las vistas, los jardines, la piscina privada, la terraza, todo está al alcance de la mano.
De diseño tradicional, cada villa cuenta con vigas de madera a la vista y obras de arte de Chris Kenyon, con espacios interiores y exteriores que se conectan a la perfección, y mano de obra local, que aplicó técnicas propias para llevar adelante el concepto serenamente lujoso.
Cada cuarto cuenta, en el exterior, con un patio privado con ducha de lluvia al aire libre, apto para tomar al mismo tiempo un baño tradicional y uno de sol y palmeras. Afuera, el chef está siempre listo para dar vida a un menú frente al océano o a hacer una parrillada con vista a la piscina.
Cinco residencias ofrecen una alternativa para grupos de amigos o familias grandes. Localizadas en la cima de las colinas y rodeadas de jardines tropicales. Cada una ofrece vistas cautivadoras desde el amanecer hasta el atardecer. Un telón de fondo perfecto para celebrar frente al mar.
Ventanas del piso al techo, una cocina abierta, salón familiar, sala de juegos, una terraza con tumbonas, barbacoa incorporada y una piscina infinita privada, y un mayordomo y una niñera dedicados en exclusiva.
Del lugar y para el lugar
El desarrollo fue concebido desde cero bajo el concepto de diseño sustentable, respetando el gusto por el espacio abundante y una opulencia relajada para sentirse acogedoramente, sin que pesen los excesos barrocos. El costo mínimo de medio millón de dólares que requiere una noche de cabeza sobre la almohada en alguna de las villas.
Propuestas que tienen desde tres cuartos a seis, pensadas con privacidad y calma, donde el espacio interior y exterior excede lo esperado.
Toda la construcción de Kokomo se hizo con materiales sostenibles, cuenta con sistema de tratamiento de desecho, un programa de reciclaje y una planta desalinizadora de agua de mar. Siempre con el criterio de diseño de vanguardia sin moverse ni un ápice de los estándares ambientales.
Los árboles de canela de madera dura provenientes de la cercana Isla Mago (propiedad de Mel Gibson) se reutilizaron como muebles, se usó caoba de origen local en las terrazas, ventanas, puertas y persianas, mientras que las vigas del techo se construyeron con pinos de plantación. En las villas, las esteras tejidas y las vigas expuestas se amarran con magi magi, al estilo tradicional de Fiji.
Complementando la construcción, el diseñador de interiores principal, Philip Garner, fue meticuloso en la selección de materiales y texturas utilizados para amueblar el complejo. Optó por evitar el metal, centrándose en cambio en la reutilización de madera reciclada, el algodón y el lino de origen sostenible para la tapicería.
Cuentan con un proyecto de reforestación de manglares que crean un entorno único para la abundancia de vida marina y de agua dulce. “Dado que los manglares también son cinco veces más capaces de secuestrar carbono que las selvas tropicales -explica Walker en un comunicado de prensa-, son fundamentales para combatir el cambio climático y los efectos del exceso de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre”.
El equipo de Kokomo recolecta semillas de manglares, que se cultivan en un vivero en la isla. Las semillas se trasplantan una vez que han germinado, con un sistema de raíces fuertes que ofrecen mejores probabilidades de sobrevivir a la acción de las olas en las zonas de marea. Los especialistas de la isla han demostrado que los manglares reducen la acción de las olas en más del 90 %, lo cual es vital para proteger las aldeas costeras bajas contra ciclones y tsunamis.
Los huéspedes tienen la oportunidad de participar en las actividades de plantación y trasplante con el Kids Club y el departamento de paisajismo, también de ayudar regularmente con el riego, la limpieza y el mantenimiento del espacio natural. Al educar a los visitantes sobre la importancia de los manglares, hacer que participen en las actividades de plantación y ayudar a proteger a las comunidades locales, Kokomo también aumenta la conciencia ambiental mientras ayuda al desarrollo comunitario.
Uno de sus pueblos vecinos, Narikoso, ubicado a 30 minutos al sur de Kokomo, sigue viéndose afectado por el aumento del nivel del mar. Con la ayuda del gobierno de Fiji, la aldea ya se ha mudado dos veces. Ahora tienen como objetivo construir un dique natural de manglares para ayudar a proteger su nueva ubicación de futuros daños por olas costeras. Quizás esta sea la verdadera riqueza de la isla, además del hospedaje de lujo.