Sara Facio. El homenaje de Pinta BAphoto a la prestigiosa artista y reportera gráfica
La feria internacional especializada en fotografía que abrirá este miércoles expondrá material introspectivo y personal
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Sara Facio, pilar de la fotografía argentina, cumplió 90 años el 18 de abril pasado. Ese es el motivo de la seguidilla de homenajes que recibe este año la mujer fundamental en la profesionalización de la disciplina, que creó la primera editorial especializada, abrió la primera fotogalería de la ciudad y formó la mayor colección de fotos, que donó al Museo Nacional de Bellas Artes, entre otros tantos hitos en su larga trayectoria. Pinta BAphoto –que comenzará este miércoles– celebra su vida y obra con una exposición de cámara, casi íntima.
“Como sabrás, hice unas cuantas fotos a lo largo de mi vida”, dice Facio y se ríe en el teléfono. De los tantísimo temas abordados en su larga trayectoria, en la feria de fotografía se verá la serie Autopaisajes: “Me quise meter en las fotos que me quería sacar. La empecé en un viaje al norte, con paisajes de Salta, como el de Cafayate, y después seguí en París, Buenos Aires y muchos otros lugares”, cuenta Facio. Son copias vintage, ampliaciones hechas por ella en su laboratorio hace unos 20 o 30 años. También se verán planchas de contactos: “Les interesa, no sé por qué, que la gente vea la cocina de las fotos. No pueden creer que haya fotos tan buenas que no elegí. A lo mejor, otra persona habría elegido otras”.
La muestra en Pinta BAphoto, que tendrá lugar del miércoles al domingo de esta semana en Casa Basavilbaso (Basavilbaso 1233), será de corte autorreferencial, según adelanta el curador Francisco Medail: “Además de la serie de autorretratos y fragmentos de su cuerpo en distintos paisajes, resolvimos incluir algunas obras intervenidas de su serie Bestiario donde aparece el gesto de la artista, el trazo de su mano. También sumamos imágenes de María Elena Walsh, que constituye su mundo personal. Me interesa que sea una muestra más introspectiva, con una Sara que se corre de sus series más conocidas para ponerse ella como protagonista”.
Estará en la muestra una imagen icónica: María Elena Walsh sonriente, con pinceladas de amarillo, turquesa y rosa de fondo. Hay también, entre las obras más plásticas, una modelo en blanco y negro de la que hace brotar pollitos de un amarillo rabioso. Después, aparecen los pies de Facio apoyados en una reposera, frente al mar de Punta del Este, en el verano de 2001. Su mano, frente a los dedos que emergen de la arena en Playa Brava, obra monumental de Mario Irarrázabal. Parte de su cara frente a las torres de Puerto Madero. “Los Autopaisajes de Sara son significativos por el proceso de inversión que allí se da: luego de años de trabajo como reportera gráfica, de retratar a cientos de escritores y figuras representativas de la cultura, da vuelta la cámara y se presenta por primera vez en escena. Al mismo tiempo, no es un aparecer completo, son insinuaciones siempre fragmentarias que impiden cerrar una totalidad. Algo de ese giro introspectivo es lo que me interesó de su obra. Luego de tantos años al servicio de la fotografía, es interesante que la fotografía pueda dar ahora testimonio de su vida”, explica Medail.
La última muestra donde se vio la obra de Facio fue entre abril y julio de este año en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Sara Facio: Fotografías 1690/2010, un homenaje con más de 40 imágenes registradas entre 1960 y 2010 y seleccionadas por la propia autora de su colección particular, con un recorrido por sus series Primeros premios, Humanario, Buenos Aires Buenos Aires, Funerales del presidente Perón y Bestiario, entre otras. Se vieron ahí los retratos a artistas, escritores, músicos, deportistas y otras personalidades de la cultura, como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, María Elena Walsh, Ernesto Sabato, Ástor Piazzolla, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Doris Lessing y Federico Leloir.
En la inauguración, repasó sus tiempos en el MNBA: “Los años que estuve en este museo los pasé muy bien, me sentí muy apoyada. Glusberg me dio la libertad para hacer lo que quería: darle lugar a la fotografía como arte, como expresión humana, y, además, hacer exposiciones de los grandes artistas. En los 15 años que fui curadora del Bellas Artes, de 1995 al 2010, hice más de 60 exposiciones de fotos en el país y en el extranjero”.
Desde sus 14 años, Facio estudiaba el arte en el museo mayor. Pero la relación profesional comenzó cuando acercó la propuesta de conformar una colección de fotos, que en la actualidad cuenta con más de 1500 imágenes. Desde su creación hasta 2012, la artista estuvo a cargo de gestionar el crecimiento de este acervo. En esas décadas, además, realizó otras cinco donaciones al museo de piezas de su colección particular. La última fue en 2014 y dio lugar a la muestra Latinoamérica, que también contó con su curaduría. Facio donó el 25% de sus fotos al patrimonio del Bellas Artes.
“Creé una colección con obras fantásticas, maravillosas –continúa al teléfono con la nacion revista–. Todo gratis porque fueron donaciones mías o de los mismos autores. Me dio mucha satisfacción, mucho placer. Creo que es la colección de fotografía de América Latina más importante que hay. No conozco otro museo que tenga algo así”, dice. Solamente Sara podía reunirlos: “Desde [Sebastião] Salgado hasta los mexicanos, y los argentinos, ni hablar, no falta ni uno de los buenos”.
-¿Qué es un buen fotógrafo?
-Un fotógrafo que tenga un estilo, aunque a mí no me interese. Que tenga un estilo, una firma, que veas la foto y sepas que es de él. Que nos esté diciendo algo, tanto en lo técnico como en lo emocional. Un mensaje que esté dando el fotógrafo, no una foto fría sin ninguna personalidad.
-No va por la foto perfecta.
-La foto perfecta se puede apreciar en su calidad técnica, pero si no tiene un contenido, aburre. Sabés que está hecha por una pericia técnica. Si no tiene algo humano, al menos a mí, no me interesa.
El nuevo capítulo en la historia de Facio con el MNBA es la donación de su biblioteca personal, constituida durante 60 años, en los que trabó vínculos con artistas e instituciones de todo el mundo a partir de su actividad como fotógrafa, editora y gestora cultural. Son más de mil volúmenes, que incluyen libros fundamentales, con ediciones ya agotadas e inhallables, dedicados a la historia del medio, colecciones especializadas y ensayos fotográficos.
De libros de fotografía, Facio sabe más que nadie. En 1973 fundó La Azotea junto con María Cristina Orive: una editorial fotográfica dedicada exclusivamente a la producción y difusión del arte fotográfico. Una industria que se puede decir que se inició entonces y que hoy prospera en cantidad de sellos, concursos, presentaciones en espacios como consagratorios como BAphoto y ferias específicas como el Festival de libros de Fotografía y Arte Gráfico, Felifa, que se realiza desde 2002. Es autora de una decena de libros de fotografías, algunos en colaboración con Alicia D’Amico, como Buenos Aires, Buenos Aires (1968), Humanario (1977) –ambos con textos de Julio Cortázar– y Retratos y Autorretratos (1974), Pablo Neruda (1988), Retratos (1990) y Perón (2018), entre otros.
-¿Todo comenzó con La Azotea?
-Sí, pero me da lástima que ahora en la prensa cuando se habla de la muestra de Alicia D’Amico, que fue mi socia histórica y tiene una retrospectiva en el Parque de la Memoria, se dice que ella la fundó. Es falso. La fundamos con Orive, fotógrafa de Guatemala que vivía en París y gracias a ella entré en las agencias de noticias europeas. Todas las fotos que hice en la época del peronismo fueron gracias a su conocimiento de las editoriales. Después me echaron de mi domicilio por la cantidad de correspondencias que me llegaban, y entonces mudamos La Azotea al estudio que yo compartía con Alicia, en la Plaza Vicente López. Recién entonces, la sumamos.
-¿Qué tiene que tener un libro de fotografía?
-A mí me molestaba que los libros de fotos fueran mazacotes de tres kilos que no se podían levantar. Se fijaban más en la parte física que en el contenido. Me interesaba hacer libros de fotografías que fueran manuables, que los pudieras mirar en la mano, que estuvieran bien impresos y que fueran lo más baratos posibles. No que sean libros para tener en la mesa de café de la casa para que los vean las visitas, sino libros para que la gente mire fotografías bien impresas. Todavía siguen haciendo eso: el mío de Perón no lo puedo levantar.
De aquella serie histórica hay dos libros de 2018 igual de gruesos, uno editado por Malba y otro por Ataúlfo Pérez Aznar con el sello de la Universidad Nacional de La Plata. “Nada como aquel fotógrafo alemán que tuvo que hacer una mesa especial para poner su libro”, se ríe Facio. Se refiere a Helmut Newton y su libro Sumo, editado en 1999, que tenía 400 imágenes, pesaba 30 kilos y medía casi un metro; un alarde del sello Taschen.
-¿Qué le parecen los sellos nuevos?
-Ahora por suerte hay varias editoriales muy buenas, estoy muy contenta. Inclusive Larivière, que también tiene libros míos, los hace más manuables y muy bien impresos. Pero siguen siendo caros... es otra historia.
Historia de la fotografía hizo Facio. Militó por el reconocimiento de la disciplina como arte y por la mejora en las condiciones laborales de la profesión. Fue fundadora del Consejo Argentino de Fotografía, en 1979, junto con otros colegas (Alicia D’Amico, Eduardo Comesaña, Andy Goldstein, Annemarie Heinrich, María Cristina Orive y Juan Travnik), con el fin de difundir y estudiar la fotografía nacional y abrir diálogos con la producción internacional. Junto con D’Amico, creó secciones especializadas en la nacion, Clarín y las revistas Autoclub y Vigencia.
-¿Siente que su trabajo en la profesionalización de la fotografía ya está hecho?
-Creo que lo he logrado. Primero, porque hay muchos fotógrafos muy buenos, muy creativos. Eso me da un gran placer. También se ha logrado que tanto las galerías privadas como los museos valoricen la creación de la fotografía. Me parecen que son batallas ganadas.
Por su cumpleaños Facio se dio algunos gustos. Sopló las velitas en dos espacios que fueron sus piedras fundamentales: primero tuvo una torta de tres pisos en el MNBA y después en el hall del Teatro San Martín, donde fundó la Fotogalería, que dirigió entre 1985 y 1998, primer espacio oficial en Buenos Aires dedicado a la exhibición de fotos. “No sé si todos tienen consciencia de cómo cambio la vida de nosotros los fotógrafos a partir de la movida de Sara en el San Martín y en el MNBA”, dijo Julie Weisz en el primer festejo. Después, Facio vio su obra proyectada en las pantallas de los teatros de calle Corrientes y en el Obelisco, y cumplió el viejo anhelo de una åmuestra callejera con imágenes en la vía pública en Recoleta, San Telmo, Congreso y Microcentro. Montada por el Gobierno de la Ciudad, con curaduría de Graciela García Romero, Bs As, mi ciudad, mi gente hizo foco en los barrios y los personajes de la ciudad.
Facio reparte sus días entre su casa y su estudio, que sigue teniendo por separado en la calle Paraguay. Pero últimamente sale muy poco. “Estoy un poco convaleciente. Me dejó mal un accidente doméstico y luego una internación”, explica.
-¿A qué dedica sus días?
-Me piden muchas exposiciones, muy importantes, en muchos países, empezando por París. No pueden comprender cómo no acepto. Pero la verdad es que para hacer exposiciones me gusta elegirlas yo, que las fotos estén bien hechas... Ahora físicamente no puedo. Apenas puedo caminar. Ni sueño con viajar. Tampoco tengo ganas.
-¿Qué le dan ganas de hacer?
-Lo que hago mucho es estar en la computadora haciendo planes para la Fundación María Elena Walsh, que presido. Estamos haciendo las bases del próximo premio, y estamos produciendo una serie de películas sobre cuentos de ella. No sé si llegamos para fin de año. Como se ocupan muy poco los editores que tienen esas joyas entre manos, nos ocupamos nosotros desde la fundación. Es lo que más me gusta en la vida: las fotos y la obra de María Elena.