Un 2022 inolvidable. El músico que dio 74 conciertos, ganó premios internacionales y grabó en el estudio más grande del mundo
El inminente disco de Él Mató a un Policía Motorizado fue grabado en Sonic Ranch, que funciona en Texas desde 1989 y está activo las 24 horas. Los shows por Europa y los reconocimientos para Santiago Motorizado
- 12 minutos de lectura'
2022 fue un año inolvidable para Santiago Motorizado. Después del congelamiento mundial provocado por la pandemia, el regreso a los escenarios de la banda que lidera, Él Mató a un Policía Motorizado, fue espectacular: más de 70 conciertos, casi todos fuera del país, que consolidaron un reconocimiento internacional que es más meritorio si se tiene en cuenta que se trata de un proyecto absolutamente independiente: en el mundo de El Mató, las cosas funcionan más o menos como siempre, aunque el contexto ahora sea otro.
El interés que despertó la banda en España, en parte gracias al apoyo expreso del Primavera Sound, su sello Primavera Labels y Radio 3, la emisora radial de ese país que más atención le presta al rock y el pop, fue la plataforma de despegue para el resto de Europa: en la última gira hubo shows con mucho público en Francia, Italia, Alemania e Inglaterra. Y ya quedó la semilla plantada para un próximo regreso. Además. Él mató ganó en noviembre último un Grammy Latino en la categoría mejor álbum de rock por Unas vacaciones raras, que reúne nuevas grabaciones de canciones ya editadas del grupo de La Plata que se utilizaron en el relanzamiento de Okupas, una serie estrenada originalmente en 2000 a la que Bruno Stagnaro, su director, decidió cambiarle la banda sonora. Santiago también compuso temas originales para esa serie, los que forman parte del disco Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro (2021) y han revelado una faceta desconocida del músico: coqueteos con el tango, el folklore y la cumbia que fueron una fortaleza indiscutible de los conciertos solistas que hizo en la Argentina y España en esta época de abundancia.
Muchos motivos para celebrar, entonces, pero ninguno para dormirse en los laureles: ya está casi terminado el disco que El Mató grabó otra vez en Sonic Ranch –el complejo residencial de estudios de grabación más grande del mundo, que funciona en Texas desde 1989–, y el cierre de esta gran temporada será el 21 de diciembre nada menos que en Obras, un templo del rock argentino. Mientras tanto, Santiago se acomoda en su nueva casa de Villa Crespo –la primera vez que vive fuera de La Plata, la ciudad donde nació, creció, estudió y se educó sentimentalmente–, vibró con el Mundial de Qatar (“Lo que me gusta de los mundiales es que se rompe la lógica –explica–, es algo medio vintage… Cuando en el fútbol se rompe la lógica se salva el que hace alguna magia en un segundo. Eso me parece genial”) y sueña con grabar con Andrés Calamaro. Fan confeso de la dinastía sagrada del rock nacional, ya se dio el gusto de cantar con Fito Páez y Vicentico, también socio de aventuras futboleras. “Sería hermoso grabar algo o cantar en vivo con Andrés –dice Santiago–. Lo veo como algo posible: él me escribió cuando salió mi disco solista para decirme que le había gustado. Me emocionó mucho y lo invité a cantar al Teatro Coliseo, pero no pudo. Ya se dará”. Teléfono para El Salmón…
Santiago recuerda perfectamente el día que subió al escenario del Margarita Xirgu invitado por Fito: fue el miércoles 14 de agosto de 2019, en un show a beneficio que organizó el músico rosarino, y cantaron juntos “El tesoro”, por lejos la canción más escuchada de El Mató en Spotify, primer corte de La Síntesis O’Konor (2017) y caballo de batalla en cada uno de los conciertos del grupo. “Me puse muy nervioso con Fito, aunque él tuvo muy buena onda conmigo –confiesa–. Pero lo conozco menos que a Vicentico, entonces estaba más tenso”.
Con el cantante de Los Fabulosos Cadillacs ha compartido varios asados y juega al fútbol muy seguido cuando los dos están en Buenos Aires. Con él también grabó la cumbia “Tonto corazón” con la que suele subir la temperatura de sus conciertos solistas, donde se hace notable su crecimiento como intérprete: cada vez se atreve con más géneros y no pierde ni una pizca de la emoción que produce en los que escuchamos. El cruce con esas estrellas del rock argentino ratifica el lugar que él mismo ocupa hoy en el mapa de la música popular de nuestro país. “Fue un año muy intenso –confirma Santiago–. Veníamos del parate de la pandemia y volvimos a tocar el 18 de diciembre de 2021, en GEBA. Fue muy importante porque estábamos con muchas ganas y había muchísima gente. Después nos fuimos de gira y casi no paramos durante todo 2022. Lo de la pandemia fue raro, nunca habíamos estado tanto sin tocar. Aunque suene a cliché, lo usamos para pensar, para revisar lo que estábamos haciendo bien y lo que no tanto. Y después, cuando ya se pudo tocar, hicimos 74 conciertos en 2022, un récord para la banda. En medio de toda esa actividad, grabamos un disco nuevo. Es muy meritorio que nos hayamos podido organizar para hacer todo, sobre todo porque lo hacemos nosotros solos. No es lo mismo que un sello te organice la grabación en un estudio y las fechas de los shows. Nuestra forma de trabajar es más difícil, pero también muy divertida”.
-¿Cómo fue grabar un disco en medio de la vorágine de una gira internacional? ¿Cómo llegaron a esa instancia?
-Estábamos de gira por México y los Estados Unidos y nos quedaban unos días libres. Entonces nos fuimos a Texas con muy poca preparación y grabamos. Fue completamente diferente a lo que veníamos haciendo. Teníamos apenas las estructuras básicas de las canciones y fuimos al estudio a ver qué pasaba. No es algo tan extraño, se ha hecho mucho en la historia de la música, sobre todo cuando había mucho más tiempo para grabar que ahora. Antes se planeaba estar dos meses en un estudio para preparar todo y grabar. Pero hoy eso es menos común. También es cierto que con la tecnología actual podés terminar cosas en tu casa. Lo lindo de Sonic Ranch es que es un estudio que está disponible las 24 horas del día. Entonces, si se te ocurre algo, vas y lo grabás. Nunca habíamos hecho algo así, pero me pone feliz que haya salido bien. Fue una buena idea porque salieron cosas diferentes. Estás en medio del vértigo de un proceso creativo y tenés que resolver, eso te condiciona. Hacía falta que estemos muy conectados para dar lo mejor de cada uno. Yo tenía dudas sobre eso, pensaba que era riesgoso ir a un estudio caro, que está muy lejos de casa, y llegar casi sin plan. Pero salió todo muy bien. Falta que yo grabe unas voces en enero y listo. Ese vértigo del que hablaba recién sacó lo mejor de nosotros. Me emocionó mucho que la banda haya reaccionado así.
-El último disco que editaron, La Síntesis O’Konor, marcó un cambio evidente en el sonido de la banda. ¿En este nuevo álbum también habrá cambios?
-Me parece que acentuamos ese sonido más pop que se insinuaba en La Síntesis O’Konor. Estamos más liberados. La referencia más obvia es el sonido con el que nosotros crecimos, el sonido alternativo de los 80: Jesus & Mary Chain, The Cure, Sonic Youth, el Lou Reed de esos años. Es una cultura musical que conocimos en los 90, después de la irrupción de Nirvana.
-Siguen produciendo ustedes. ¿No pensaron nunca en sumar un productor? Si pudieran elegir uno, aunque sea imposible por un tema de costos, agenda, etc., ¿quién sería?
-Creo que buscaríamos un productor que nos aleje de lo más obvio. Quiero decir: no llamaríamos al productor del último disco de The Strokes. Sería mucho más divertido y desafiante trabajar con el productor de Daft Punk, por ejemplo. Pero si tuviera que elegir uno ahora, diría Nigel Godrich (N. de la R.: conocido sobre todo por su trabajo mano a mano con Radiohead), que es alguien que llegó a la música alternativa desde otro lugar. Eso me gusta.
-Viajemos imaginariamente al pasado. ¿Qué obsesiones relacionadas con la música tenías cuando eras chico?
-De chiquito estaba obsesionado con Pavarotti. Aparecía en la tele y yo quedaba estupefacto. No me acuerdo tanto, en realidad me lo contaron mis hermanos. Pero el primer recuerdo patente relacionado con la música que tengo yo es el de la publicidad de “We All Stand Together”, un single que Paul McCartney grabó para un corto animado de los 80, Rupert and The Frog Song. La canción es muy linda, y en el corto aparecen unas ranas que arman un coro muy divertido. Me volví loco con ese tema. Me acuerdo de un cassette que me llegó en Navidad con dos temas: la canción con letra y una versión instrumental. Después, de adolescente, en los años 90, me hice muy fan del punk argentino de la segunda oleada: Attaque, una banda que era heredera de Los Violadores y reavivó el punk nacional en esa época, 2 minutos, Mal Momento, Flema, Embajada boliviana… En el ‘95 fui a ver a los Ramones a Obras, un hito histórico en mi vida. Estuve muy enloquecido con eso durante años, y en la escuela tuve una banda que primero se llamó Terapia intensiva y después Terapia. Ya más cerca de la actualidad, tuve una pequeña obsesión con el tango cuando tuve que componer las canciones para banda sonora de Okupas. Me puse a escuchar tango sin parar y descubrí una poética espectacular, algo que de verdad creo que debería enseñarse en las escuelas. Más allá de lo musical, que también es impresionante, las letras del tango son de una creatividad increíble. Me costó mucho no sentirme un impostor cuando escribí un tango. Qué alejados estamos de esas ideas, de esa poesía…
-¿Cómo organizás hoy el tiempo? Porque tenés El Mató y tu proyecto solista.
-Todos los integrantes de la banda tienen proyectos paralelos. Y está bueno que sea así. Diría incluso que es novedoso en la historia de la música que músicos que tocan en una misma banda puedan hacer varias a las cosas a la vez y no se generen conflictos entre ellos. Yo estoy tranquilo porque tengo claro el orden de las cosas: El Mató es lo principal, lo que más disfruto. Mi vida artística gira alrededor de la banda. Cuando tengo tiempo hago lo otro. Pero las mejores canciones que hago van siempre para El Mató. Las que hago como solista tienen más humor, son más personales. También hago covers cuando toco solo. Me saco las ganas de hacer lo que no hago con El Mató. Son canciones menos ambiciosas, con la voz como elemento principal, con la impronta de cantautores del indie como Adam Green o Mac Demarco.
-¿Cómo se hace una canción perfecta, o cómo es una canción perfecta de acuerdo a tus propios cánones?
-Un buen riff, una buena letra, un buen estribillo… Lo clásico, digamos. Para mí el ABC de la música pop es The Cure. Sobre todo, cuando hacen canciones, porque también tienen cuelgues geniales, con mucha experimentación, climas, psicodelia… Pero las canciones pop que hacen me parecen maravillosas. Y tienen a uno de los mejores cantantes de la historia. Volviendo a lo que habría que enseñar en las escuelas: el primer día de clases habría que poner las canciones de Robert Smith.
-¿Cómo te llevás con las redes sociales? ¿Las usás solo para cuestiones de trabajo?
-Tengo una mirada crítica, pero igual estoy todo el tiempo ahí… Estamos medio atrapados, ¿no? Tenemos en el mismo aparato todas nuestras necesidades: te quedás sin saldo en el celular y es un desastre. Tengo toda mi vida programada para tener saldo, para tener GPS, para leer mensajes… Y las redes sociales tienen todas las trampas imaginables para atraparte, para jugar con tu ansiedad, con tus tiempos libres. Ya no existe el aburrimiento, y eso es malísimo. Y si hablamos de creatividad y de arte, es doblemente malo. Estoy muy expectante con el desembarco de Elon Musk en Twitter. Ojalá lo arruine y se acabe (risas). Así como la publicidad incentiva al consumo, las redes sociales te ofrecen una migaja de protagonismo que obviamente es falso. También hay gente muy graciosa en Twitter que regala su creatividad. Porque finalmente el tiempo que estamos conectados a esa red lo facturan ellos. De todos modos, también agradezco que existan las redes para comunicar el trabajo que hacemos. Tengo el recuerdo de cuando empezamos: íbamos por la calle pegando afiches con engrudo para que lo lean diez personas. Con las redes sociales pudimos llegar a un montón de lugares, pero extraño mucho aquellas recorridas nocturnas con los afiches. No había teléfonos celulares, conversábamos… Parecería que nadie extraña la experiencia de estar conectado con tu entorno, con tus amigos, de charlar horas y horas. Pero entiendo los beneficios: lo que decía recién de la promoción del trabajo que te facilita, o los movimientos políticos que surgieron en las redes, aunque ahí tenés de todo, desde cosas buenas hasta Bolsonaro y Milei, que parecen personajes escritos por un guionista de cine. O Elon Musk, un personaje que no se le hubiera ocurrido ni al guionista más cocainómano de la saga de James Bond. De hecho, hoy el cine suele quedar en offside cuando busca ser realista porque la realidad se ha vuelto caricatura.