Ricardo Piñeiro. Fue mánager de las supermodelos en los 90, vivió en París y comía con príncipes, pero fue estafado por gente cercana
Mick Jagger le cantó el cumpleaños feliz y era amigo de Claudia Schiffer y Alberto de Mónaco. Cómo vive hoy el empresario que fue defraudado por gente “que tenía mucha envidia y resentimiento”
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El eterno niño, el que brilló en los 90 de las súper modelos, come omelette de claras y queso bajo el sol otoñal, en un restaurante icónico de la Plaza Vicente López, en Recoleta. Marcado y fachero, como dicen sus amigos de 20, exalumnos del Champa (colegio tradicional de la zona), dice que nunca se vio extremadamente bello o especial. Bueno, eso es lo que asegura pero sus cuentos alucinantes indican otra cosa. Porque no es común que Mick Jagger te cante el cumpleaños feliz en un restaurante porteño un día cualquiera de febrero. O que el secretario de un presidente te salve la vida, helicóptero de por medio, cuando sufrís un infarto.
Ricardo Piñeiro fue el mánager de modelos que marcó una época. Él y su archienemigo Pancho Dotto (aunque prefiere evitar el tema). El muchacho que en su casa esteña recibió a Alberto de Mónaco, el que descubrió a Mariana Arias, trabajó con Claudia Schiffer y no puede evitar el toc de escanear chicas por la calle. “Muchas de las top las descubrí así, y es algo que sigo sin poder modificar. Me gustaría ir por la vida mirando menos”, dice divertido y bastante de vuelta de todo.
Más tarde, entre flashes, mechando poses con anécdotas, Richard se emociona y lo cuenta. Porque si hay algo que este acuariano sesentón no censura son sus sentimientos. “Me parece muy fuerte estar haciendo fotos de moda otra vez. Es cerrar un ciclo y lo siento como un homenaje. Pasaron muchos años desde aquellos desfiles de Harrod’s. Mucha agua bajo el puente. Y estoy acá, otra vez, jugando a lo que toda la vida me gustó”.
-Hablemos de fiestas y de los 90. ¿Alberto de Mónaco comió pechuga de pollo en tu terraza?
-Pollo con ensalada de lechuga y tomate en la que era mi casa de Punta Piedras. Y sí, pasaba de todo en esos tiempos. Recibí al tenista y cantante francés Yannick Noah, que terminó tocando en un escenario que le armamos especialmente. Otro día Huguito Arias me trajo a Natalia Vodianova. Todos querían estar en las fiestas de Franco Macri y en la mía. Obvio: iban las chicas más lindas del país, me armaban unas mesas descomunales, venían personajes de afuera.
-Eras amigo de Carlitos Menem Junior.
-Sí, venía a casa con comida árabe riquísima y corría a meterse al mar. Yo temblaba porque ahí es muy bravo y no hay bañeros. Era el hijo del presidente. Llegaba con custodia, pero después hacía lo que quería; era uno más y muy amoroso. Además estuvo cerca cuando fue lo de mi infarto. Ramón Hernández, el secretario de su padre, fue quien me salvó la vida. Yo en ese entonces vivía en Derqui. Estuve 11 horas infartado sin darme cuenta de la gravedad. Y bueno, él terminó mandándome un helicóptero. Terminé en Casa Rosada con una ambulancia esperándome, que luego me llevó al Instituto Argentino del Diagnóstico.
-Si tenés que nombrar cuatro o cinco modelos ahora mismo, sin pensar demasiado, ¿quiénes te vienen a la cabeza?
-Es imposible elegir pocas. Pero obviamente Mariana Arias, Karina Rabolini, Ginette Reynal, María Vázquez, Carolina Peleritti, Lorena Ceriscioli, Dolores Moreno, Ethel Brero. También fue icónica Raquel Mancini. Y por supuesto las actuales y exitosas Paula Chávez, Eva Bargiela, María del Cerro. Chicas emblemáticas, distintas.
-Vos empezaste como modelo en tiempos de Carlos Iglesias, casi un único ejemplar masculino en pasarelas. ¿Cómo se te dio?
Es cierto que no era algo común y el absoluto protagonismo lo tenían las mujeres. Yo era de Lanús y un día se me ocurrió ir a trabajar a una tienda de ropa. Después enganché en una galería un poco más paqueta, un lugar de ropa de hombre. Y ahí mismo aparecieron mágicamente las chicas del colegio Jesús María de la zona, preguntándome si quería trabajar como modelo para un evento de egresadas. Yo no me animaba, pero bueno, insistieron y fui.
-¡Te descubrieron las chicas del jumper!
-Sí, absolutamente. Y lo que surgió de eso fue genial. Porque me pareció divertido y enseguida me ofrecieron hacer algunos castings. Al tiempo apareció Héctor Vidal Rivas y quedé para hacer la campaña de Lee, que fue increíble. Y no paré más. Desde ya se borró de mi cabeza la idea de ser veterinario. Porque toda la vida amé a los animales y estaba esa posibilidad. Pero ahora, viendo la vida con el diario del lunes, me doy cuenta de que por suerte no me metí en esa. Hubiese sufrido muchísimo. Soy una persona que se involucra mucho con todo. Vivo bastante en carne viva.
-¿Te traicionaron mucho?
-Sí. Me estafaron, me defraudaron y quisieron quedarse con mi nombre. Mi empresa quebró por un tema financiero. Yo fui muy confiado e inocente con gente cercana que tenía mucha envidia y resentimiento. Después de la debacle, intentando salvar algo, me vinculé con gente de lo peor. Y bueno, terminé cerrando la historia porque también coincidió con un mercado que ya estaba bastardeado. Pasé un tiempo recluido en el campo, después me mudé al centro, y volví a diseñar mi vida. Hoy no tengo rencores; me acerqué mucho a Dios y eso me sanó.
-Tuviste pánicos y también problemas con el alcohol, ¿no?
-El tema del pánico es más antiguo. Recuerdo que Claudia Schiffer, con quien pegué una onda espectacular cuando vino a la Argentina, me invitó a un Fashion Week en Nueva York. Y no fui porque no pude subirme al avión. Lo del alcohol sucedió hace unos años y gracias a la vida lo superé. Empezó como algo que se extendía más allá del cóctel. Abracé hábitos que claramente me dañaban, pero pude pedir ayuda. Ahí apareció gente muy amada y la iglesia Las Esclavas de Recoleta, donde ahora hago un trabajo solidario que me nutre, me ayuda a vivir más feliz.
-¿Das charlas?
-No, soy voluntario. Doy de comer. Me ocupo de la puerta, estoy atento a que no surjan inconvenientes. Porque bueno, llega mucha gente con problemas de alcohol y drogas. Es un trabajo que lo hago feliz porque soy un agradecido de la vida, que me dio tantas oportunidades.
-¿Seguís teniendo el batallón de perros en tu casa?
-Ahora son cuatro salchichas. La histórica Amalie, María Jesús, Helena y Olimpia. Son mis hijas y mi vida. La verdad es que salgo poco. No tengo ganas de meterme en ambientes donde abundan los excesos. Realmente no me interesa y, por otro lado, yo me tengo que cuidar. Yo estoy muy bien, pero tampoco quiero ser soberbio porque el diablo está. Prefiero ir a una comida tranquila, manejarme con gente confiable. Tengo grandes amigas como Roxy, la hija de mi querida e inolvidable Elsa Serrano.
-¿Estás en pareja?
-No, ¡estoy solo como un perro!
-¿Alguna vez te pasó por la cabeza ser padre?
No. Y en mi tiempo no se estilaba todo lo que ahora es tan natural. De todas formas pienso que no es algo para mí. Si soy así de obsesivo con los perros no quiero imaginar lo que me hubiera pasado con una criatura. Sobreprotector insoportable, no sé. No lo imagino.
-¿Le tenés miedo a la muerte?
-Pánico. Y vengo golpeado. En los últimos tiempos sufrí grandes pérdidas. Elsa; Graciela Baccari, que era mi íntima amiga, y Nelly, una especie de madre. Es tan frágil la vida que me impresiona. Pero me pasa que me da tanto terror la muerte que entonces me aferro más a ella. No soy un santo, pero rezo a la noche, agradezco, sigo leyendo los Cinco Minutos del Espíritu Santo.
-Y cuidás el físico obsesivamente.
-Yo entreno desde los 18 años. Me encanta y ayuda a combatir mi costado hipocondríaco. Además, es el espacio donde sociabilizo, hablo mucho con los chicos que me dicen qué lomazo y esas cosas... Nunca me da fiaca ir al gym, sino todo lo contrario. Si no voy siento que me falta algo. Está incorporado en mi vida, es algo natural.
-Como posar. Pasaron años y acá estamos.
Hacía mucho que no lo hacía y me generó mucha tranquilidad el fotógrafo, a quien adoro. Los Machado Cicala siempre dijeron que yo los descubrí porque el primer book lo hicieron conmigo. Me conmovió el encuentro con Machadito, disfruté posando y vistiéndome como en los viejos tiempos. Y sí, uno no se olvida jamás. Fue un reconocimiento muy lindo.
-¿Viviste en París? ¿Cómo eran esos tiempos?
-Sí, no fue mucho tiempo. Trabajé y podría haberme quedado mucho más, pero decidí volver y aplicar acá lo que había aprendido en la agencia de allá. Ya no tenía ganas de trabajar como modelo, me tentaba la idea de generar otra cosa. Y justo se dio que Virginia Elizalde, que tenía una agencia, estaba con unos problemas que no vienen al caso. La cosa es que me preguntó si quería representarla a ella y un grupo de modelos. Y fue espectacular. Empecé en Paraguay y Florida. Después me fui mudando; tuve espacios descomunales, inolvidables.
-¿En ese entonces no existía la agencia de Pancho Dotto?
-No.
-Siempre fueron Boca-River. ¿Competencia en lo profesional o también temas personales?
-Yo prefiero pasar por alto este asunto porque fue hace mil años y, la verdad, ya no me importa nada. Pero es cierto que en algún momento sentí que él estaba obsesionado conmigo por algunas situaciones que se repetían sistemáticamente. En una oportunidad, después de mucho tiempo, nos pidieron hacer una foto juntos y accedí. Pero la verdad es que no sirvió para nada; todo siguió igual. O peor, porque posteriormente habló de mí refiriéndose a cosas muy íntimas que yo elijo no hablar. Y eso es el límite. Hoy me doy cuenta que hay ítems en la vida que no tienen sentido forzarlas.
-¿Qué te molesta e irrita sin límites?
-Odio la soberbia. Yo a las chicas les decía: arriba diosas, pero abajo terrenales. Esa es la combinación perfecta. La humildad con la belleza es el combo irrefutable; es Lady Di.
-¿Entonces nunca te mareó el éxito?
-No, jamás me confundí. Nunca me creí nada y eso me sigue pasando. Y mirá que viví situaciones increíbles. En la época dorada viajaba todos los años a París para ver los shows. Me sentaba y ahí nomás las tenía a Anna Wintour, a Catherine Deneuve. Desfiles de Chanel en el Louvre absolutamente inolvidables. Saint Laurent, Valentino, todos. Y vacaciones en Cerdeña yendo a los lugares de moda donde se juntaba toda la crema fashionista. Yo iba y venía de Europa como un loco. En la agencia teníamos armado un circuito internacional y mandábamos chicas todo el tiempo. Partía con el book y los libros maravillosos. Pero yendo a la pregunta, no. Nunca perdí el eje.
-La época de las supermodelos. Nunca más se vivió algo así.
-Lo que pasó en los 90 fue espectacular, fruto de varios factores. Uno de ellos es que la gente estaba saturada de las actrices de Hollywood. La industria tenía que inventar algo y bueno, aparecieron las Christy Turlington, Linda Evangelista, Naomi Campbell, Cindy Crawford y por supuesto Claudia Schiffer, que para mí siempre fue perfecta.
-¿Tu favorita de la época?
-Sí. Tenía y tiene clase, es elegante, cuerpazo, toda natural.
-¿Qué te pasa ahora con el estereotipo de las Kardashian, las chicas talladas en quirófano?
-Me parece horrible, casi no registro esa estética. Ni siquiera las miro en redes sociales, que además son una mentira. Esos filtros, esa falsedad. Es todo tan border. Qué se yo...hace un tiempo vi a la mujer de Messi como embajadora de una súper marca en París. Cosas que no terminan de sorprenderme.
-¿Cómo te llevás con lo andrógino?
-Bueno, eso viene de años y cuando hay una buena estética yo adhiero. Aunque no puedo negar que soy bastante tradicional, de otra época. El mundo está girando hacia otro lado, hay nuevas batallas, conquistas de derechos. Está bueno. Yo voy al gimnasio y veo chicos entrenando con las uñas pintadas. Estamos en otra era. Hace tiempo que no juzgo. Y tampoco soy nostálgico.
-¿A pesar de las pérdidas?
-Sí. Mi madre se me fue abruptamente cuando tenía 30 años. Después, la caída de mi empresa y una cadena de frustraciones. Me preguntan si extraño mi campo divino, repleto de animales y jardines inspirados en Francia. A veces sí, pero agradezco tener mi nueva casa, chiquita por supuesto, pero con mi patio, la enredadera, mis objetos favoritos. Entonces me digo: estoy en el centro, cerca de todo; qué bueno. Me parece que la vida pasa volando y si miramos para atrás es peor. Yo tengo proyectos. Creo que es la única forma de mantener la juventud. Quiero hacer algo con los perros; tengo varias ideas en la cabeza. Siempre hay que fantasear. Y tener la voluntad de concretar.
-El aquí y ahora.
-Exacto. Y eso no quiere decir que uno no recuerde los lindos momentos, las fiestas inolvidables, el libro que edité fotografiando perros en el mundo y los 45 que llegué a tener en casa. Yo viví 22 años de esa forma. Los jueves me instalaba en el campo como un rey, me dedicaba a los animales. Siempre había uno nuevo porque la gente me los tiraba por la tranquera. Me gustaba mucho recibir. Pero la verdad, quedarse en eso... Sería como seguir añorando Harrod’s, que era tan espectacular. O las épocas de Diego Baracchini con sus eventos; el Buenos Aires que ya fue.
-Terminemos con un ahora, entonces. ¿Qué tiene Pampita que la hace única?
-Carisma, un don, ángel. Es una chica que cuando ríe, brilla. Y cuando pasa eso no hace falta mucho más.
- Estilismo: Lucía Uriburu
- Asistenta de producción: Camila Albiaque y Nina Capece.
- Make-up y pelo: Daniela Adamo para @Sebastiáncorreaestudio con productos Givenchy