¿Apocalípticos e integrados? La especie, ante el espejo negro de la inteligencia artificial
El regreso de la serie Black Mirror y las advertencias sobre la extinción, hechas por expertos, coincidieron esta semana
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Esta semana, Black Mirror ofreció un anticipo de su sexta temporada (estrena el 15 de este mes). La serie, que viene desplegando en modo thriller el espejo más oscuro que nos devuelve la tecnología, no estrena temporada desde 2019 (antes que descubriéramos Zoom y el efecto letal del coronavirus) y regresa con episodios más cinematográficos y un tono meta-narrativo: una mujer que decide ver una serie sobre su propia vida en una plataforma de nombre Streamberry, y estética similar a Netflix. En otro episodio develado hay un servicio llamado Red Mirror, también similar a la marca de la N. Las paranoias sobre el futuro, ahora, son autorreferenciales. Es más, puede leerse en letras catástrofe: extinción.
“El fin de la humanidad” titula desde su tapa, el reporte especial sobre los riesgos de la inteligencia artificial de la edición de ayer de la revista Time. Un texto admonitorio de 22 palabras firmado por especialistas que reclama urgencia y compara la amenaza tecnológica con pandemias o guerras nucleares. Una campaña de miedo. Pero, ¿sobre qué nos advierten? ¿Qué exigen? ¿Reglas, control o atención?
Es, hasta aquí, la advertencia más apocalíptica y proviene de los más integrados: un grupo selecto de investigadores, figuras destacadas y referentes jerarquizados de las empresas que lideran las iniciativas en el rubro (Google, Microsoft, OpenAI). También académicos. En una entrevista con la BBC, uno de los llamados padrinos del aprendizaje automático, el profesor canadiense Yoshua Bengio, dijo que se sentía “perdido” con el trabajo al que había dedicado su vida. “Es un gran reto, emocionalmente hablando, para las personas que están dentro [del sector de la IA]. Podrías decir que me siento perdido. Pero tienes que seguir adelante y tienes que involucrarte, discutir, animar a otros a pensar contigo”.
Su colega Geoffrey Hinton, quien se alejó de su cargo en Google y es voz referente en redes neuronales y aprendizaje, advirtió recientemente: “La idea de que las máquinas pueden volverse más inteligentes que nosotros parecía remota. Pensé que faltaban 30 o 50 años… Ya no creo eso”.
En su reciente libro Filosofía-ficción, inteligencia artificial tecnología oculta y el fin de la humanidad (Holobionte, 2022), la ensayista australiana Amy Ireland repasa con ambición retórica el asunto y alterna entre el aceleracionismo, la filosofía y los Expedientes Secretos X. Rescata a Ada Lovelace (poeta, matemática, hija de Lord Byron) y al escritor ciberpunk William Gibson.
Y en el comienzo, cita a Nick Bostrom, filósofo sueco y doctor en Oxford, con su texto Superinteligencia, publicado hace casi diez años: “La transición entre una inteligencia humana y una súperhumana no llevará décadas, ni años, ni semanas sino días, horas o incluso minutos desde que la IA de nivel humano sea construida. Su compromiso con la coexistencia feliz con sus creadores será un tema sobre el que la humanidad tendrá poco tiempo para decidir”. Es curioso, una advertencia de ese tipo no sólo deja de sonarnos lejana y extraída de un libelo filosófico, ni a remitirnos al argumento de ficción de una serie, sino que nos acostumbramos a leerla en títulos periodísticos, rubricada por los más encumbrados especialistas.
El asunto tiene aristas científicas y de negocio. En estos días, el profesor Scott Galloway, de NYU, prefería dejar en suspenso las hipérboles distópicas, y enfocar en los efectos inmediatos, cotidianos, domésticos y hasta personales de la IA, con novedades que se suceden semana a semana. Su mirada destacaba que una cantidad de actividades que estaban reservadas a una élite (tener asistentes o colaboradores en tareas de organización, planificación, aspectos contables, legales, creativos) ahora podían ser masivas: la servidumbre en el server, bromeó.
Con menos ironía, el contraste entre apocalípticos e integrados parece producir una literatura mediática que nos invita tanto a conversar con chats (como LuzIA, disponible en WhatsApp) como a convivir con anuncios sobre el principio del fin de la especie.