La muestra actual de Eduardo Basualdo en el Moderno, concebida en pandemia, propone mirar hacia adentro; “algo que parece una mancha traumática puede ser modificado”, asegura el artista
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Su madre llegó aquel día con uno de sus hijos, a quien había llevado al médico para sacarle los puntos de una herida; la esperaba otro en casa, que se había cortado. Pidió unos segundos para tomarse un whisky, antes de regresar al hospital a toda velocidad.
Eduardo Basualdo creció en ese límite en el que cualquier accidente era posible. Por ejemplo, los que ocurrieron mientras cavaba con sus hermanos cuevas similares a las que tenían los vietnamitas en las series de televisión de los años 80. Cubrieron un túnel con una puerta que tenía una parte de vidrio, y la taparon con tierra. Uno de ellos la pisó, y se cortó la pierna. A él, la pala le travesó un dedo del pie.
Cuando se iniciaba el siguiente milenio, y mientras comenzaba su trabajo con el colectivo Provisorio Permanente, el joven artista aplicó esa energía aventurera a crear ambientaciones inspiradas en el teatro. Una de ellas consistía en un recorrido en penumbras por la misteriosa “casa del coleccionista”: tras acudir a una cita anónima en una esquina de La Paternal, había que perseguir a alguien vestido de conejo que pasaba corriendo en medio de la noche. Luego se perdía en un pasillo oscuro. La puerta se cerraba apenas entraban los invitados, para iniciar una experiencia inolvidable.
Esas anécdotas que vinculan vida y obra fueron reunidas durante la cuarentena en el libro Ensayo de escape, editado por Ailin Staicos y escrito por el artista con Ezequiel Alemián, que se publicará en noviembre. A esta publicación se sumará este año otra, editada por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que abordará su ascendente carrera internacional y se detendrá sobre todo en Pupila, la muestra que aloja hasta abril.
Concebida a modo de instalación, en la cual hasta las paredes inclinadas fueron diseñadas por Basualdo, esta última integra varios conceptos que atraviesan su producción: lo siniestro, los pasajes, el límite y la mente como espacio de confinamiento. “¿Cómo salgo de acá?”, es una de sus preguntas recurrentes. “Mirando hacia adentro”, parece ser la respuesta de esta creación nacida en pandemia.
Refugiado en la intimidad del dibujo, Basualdo hizo que el ojo girara hacia el interior del cráneo, donde aguardan las sombras. A las que dio luego forma tridimensional, como si se hubieran desbordado hasta convertirse en un denso mar negro. “Remite a lo que uno hace con el pensamiento: algo que parece una mancha traumática puede ser modificado –opina el artista-. Es un síntoma de salud”.