Qué noches Teté. El verdadero show detrás de los desfiles de Giordano de la década de los 90
Las pasarelas del famoso estilista abrían la temporada veraniega en Punta del Este; era considerado pionero en organizar desfiles multimarca, con creatividad y marketing
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Sus frases icónicas, algunas más felices que otras, y algo que nadie podrá negar: Roberto Giordano fue un adelantado. Él, como nadie, rockeó nuestro universo de la moda, inventó ramilletes de top models, instaló Punta del Este como lugar del deseo fashion y logró que sus desfiles se convirtieran en obsesión de famosos y desconocidos que hacían cualquier cosa para estar ahí.
Eneros memorables que se repitieron durante años: el verdadero show. Eran los 90, tiempos en los que mostrarse no merecía condena. Y él, con su séquito de cómplices y la adrenalina a flor de piel, sentía que el límite era el cielo de verano. Sabía que su desfile detenía el país y abría temporada veraniega en épocas donde la televisión resultaba indispensable. Importaba ideas de París, elegía modelos que después la vida las transformaba en icónicas, invitaba diseñadores de países vecinos y fue pionero en hacer desfiles multimarca.
Siempre rodeado de asistentes porque la fábrica Giordano era una topadora y el show debía ser perfecto. Empezaba a planear la puesta varios meses antes y ahí, a su lado, estaba la productora general, Lucía Uriburu, siempre dispuesta a superar la locura del año anterior. “Porque si algo le sobraba a Roberto eran ideas. Yo digo que se trató de un visionario. Y pienso que logró tanto éxito porque fue el primero en nombrar a las modelos por su nombre. Él sabía de dónde era cada una, mencionaba sus pueblos y hasta sus signos. Las describía, algo que no era para nada menor. Las chicas se sentían importantes, era un guiño muy agradable para ellas, la gente empatizaba porque les daba un protagonismo impresionante”.
“Otra cosa, muy marketinera, era cuando las comparaba con sus parecidas en el mundo. Entonces empezaba: acá viene la Michelle Pfeiffer argentina, atentos con la Claudia Schiffer de estas pampas... Además, fue el inventor en eso de hacer convivir en una pasarela a diseñadores y marcas. Pasaban los trajes de baño, la ropa interior más de shopping, y después se despachaba con las pasadas de los mejores diseñadores del país. Fue pionero absoluto. Porque no es lo mismo una semana de la moda donde cada día hay un desfile, que una convivencia de ese tipo. Y, por otro lado, las sorpresas de cada año. Él podía llegar a incorporar lo que sea: barcos, caballos, ni qué hablar lo que hacía con las luces, los fuegos y la música”, recuerda.
Así como el hit de 1994, Here Comes the Hotstepper, con su inconfundible estribillo “na na na na na” sigue siendo símbolo de modelos desfilando hasta el día del hoy, los cierres resultaban épicos. Teté Coustarot, su gran compañera y también protagonista del show, lo recuerda con la voz entrecortada. “Es que recordando todo esto me hice un viaje en el tiempo alucinante. Yo estuve conduciendo a su lado todos los años. Había dejado de desfilar, pero él me quería cerca, así que me ofreció la conducción y bueno, ya todo el mundo sabe. Ahí quedó la frase muletilla Qué noche Teté y tantas cosas más. Pero la música del final era algo que no me olvido. Luego de tanta adrenalina, porque él hacía todo desde el alma, sonaba el Gloria de Laura Branigan.
“Era algo increíble lo que se generaba. Yo siempre recordaré esos años con especial cariño. Con Roberto sigo hablando cada tanto por WhatsApp porque vive en Uruguay. ¡Pero cómo no resaltar las cosas geniales que inventó y cuánto bien le hizo a Punta del Este! Pasaban cosas insólitas. A veces una pasada no salía impecable y la repetíamos en vivo porque sabíamos que la filmación debía ser extraordinaria. Y el público se transformaba en cómplice de eso, aplaudían igual”, dice Teté.
Su compañera de conducción también recuerda: “Otra cosa para destacar eran sus famosas primeras filas, siempre muy fulgurantes. Recuerdo la llegada de Maradona con sus camisas Versace y la familia entera. También había entrega de premios y terminábamos en su casa con un asado de locos con todos los personajes. El me llamó diciendo que, aunque me había bajado de la pasarela, no podía quedar afuera de sus desfiles. Y fue un viaje. Me sumergí en su mundo, en su enorme sentido del humor y la creatividad sin límites. Un día me dijo que iba a aparecer Nicole Neumann con un caballo, y así fue. Otra vez, en Solanas, hizo que las modelos llegaran en los barcos. Bajaban, e iban desde el agua a la pasarela. Estoy convencida de que fue un genio del marketing. Algo que siempre le salió natural, sin haberlo estudiado”.
“Luna, noche, Valeria”, ese tipo de frases tan giordanescas hacían sonreír a la multitud que se daba cita en La Barra, en el entonces flamante hotel Conrad, en la calle 20 de la Punta y otras locaciones que variaron con los años. Empezó en 1983 y siguió varias décadas, siempre generando contenido para los programas de televisión satélites de la transmisión, ya que siempre pasaba algo. Y si no pasaba se inventaba.
“Celos había, sí. Pero se agrandó mucho también. Hubo algunos temas bastante icónicos, pero no me gusta dar detalles porque yo las quiero a todas. El real problema-entendible porque participaban todas- era quién abría y quién cerraba el desfile. Cada pasada tenía, por lo menos, entre 10 y 15 chicas. Y hemos llegado a hacer 36. Obviamente, abrir o cerrar un desfile de Giordano era algo muy fuerte. Yo había armado grupos por altura. Estaban las del 1,70 m y poco, las de 1,76 y las de 1,80. Siempre pude organizar todo muy bien, nunca presencié grandes escándalos, pero obviamente después pasaban cosas por detrás. Hay anécdotas famosas”, cuenta Uriburu.
Y la verdad que sí. De ahí surgió el eterno River-Boca que protagonizaron Nicole y Pampita, un apodo poco feliz del que se habló durante años, las trampas de vestidor escondiendo alguna prenda para demorar y enloquecer a la colega y varios etcéteras que alimentaron el folclore del back.
Los desfiles nacieron como inspiración de lo que el protagonista en cuestión veía en París, cada vez que viajaba invitado por alguna marca líder de productos de peluquería. Cuenta su entorno que alucinaba viendo esa cantidad de modelos que llevaban equipos de diferentes diseñadores, con logos, marcas. Y empezó a fantasear con replicarlo en América de Sur. La prueba piloto fue en La Barra, algo chiquito que dejó boquiabiertos a todos por el casting de modelos, los diseñadores, la calidad y una dinámica nunca vista en estos pagos.
“Me mandaba a Brasil a invitar diseñadores, buscar modelos novedosas. Fue así que trajimos a Gisele Bündchen antes de que sea una star internacional. Lo loco es que no tenemos registro de eso, porque en esos tiempos todavía era una más a pesar de su espectacularidad. Recuerdo que nos íbamos a Estados Unidos a comprar telas para hacer las primeras pasadas, que se llamaban RG. Lo que hacíamos era diseñar, según la tendencia, unos looks divinos, bastante sexys y ligeros para que se lucieran las chicas, pero elegantes. Era una locura porque lo fuimos perfeccionando. Terminamos imprimiéndolos y bordándolos. Armamos unas cosas espectaculares, siempre sorprendentes”, recuerda su productora histórica.
Alain Delon, Claudia Cardinale, Jean-Claude Van Damme, Geraldine Chaplin, Margaux Hemingway, Sophia Loren, Susana Giménez, Mirtha Legrand y Tinelli en una misma primera fila. Postales de épocas donde los dólares no dolían tanto y el glamour, palabra adorada por el peluquero, era lo que valía.
Teté recuerda esas primeras filas y no lo puede creer. “Lo que siempre me impresionó fue cómo alguien desde una peluquería impulsó y logró hacer la fiesta más importante del verano con ese desfile. Antes, la movida pasaba por las fiestas que hacían las familias más tradicionales, en sus casas. Pero llegó él e irrumpió con su propuesta. Con algunas premisas que me impresionaron. Por ejemplo, él siempre decía que era tan importante la pasarela como la primera fila. Insistía muchísimo con los invitados, quería que tuvieran atractivo para la televisión. Y lograba muchísimas figuras extranjeras a las que les pagaba muy bien. El uno a uno de los 90 lo permitía”.
Semanas antes del desfile los teléfonos de la producción explotaban. Algunos personajes típicos de las vidrieras revisteras de la época usaban sus aviones e invitaban figuras. Algunos se ponían intensos, exigían lugares. Los periodistas, las acreditaciones, la pulserita, las cámaras colándose en las carpas para lograr la frase picante que daría lugar a la nueva “guerra”.
¿Qué tenían los 90, qué nos pasaba que había tanta euforia? Eso se lo pregunta la copiloto de esas noches mágicas bajo las estrellas, que luego se replicaron en Pinamar y en otros puntos del país. Y enseguida le cae la ficha: “No teníamos redes y todo era visual a través de la tele y la presencia. ¡Lo que hubiera sido todo eso en tiempos de Instagram y demás!, reflexiona Teté. Y sigue: “Siempre me vienen en mente esos finales con el Gloria y los personajes fabulosos, muchos que ya no están entre nosotros. Me da mucha alegría y nostalgia recordarlo. Porque cuando uno disfruta y es feliz, bueno, aparece esa sensación. Eran los 90 y no nos dimos cuenta. Me encanta esa frase”.
Lo cierto es que el peluquero de los famosos ya no hace shows, ni siquiera se asoma en los medios. Todo terminó, no de la mejor forma, ya que sigue lidiando con temas de evasión fiscal, insolvencia fraudulenta y embargos millonarios. Eligió el silencio, la vida de campo en Uruguay con su mujer, hijo y nietos. La verborragia ya no forma parte de sus días. Tampoco las frases célebres, la vida acelerada en modo glam. Dice que no le importa, que da clases por zoom, que ayuda en comedores comunitarios y que es feliz porque siempre hizo lo que quiso. Ni más ni menos que encender las noches de los veranos lujuriosos donde todo lo que brillaba casi siempre era oro.