Pupi Zanetti y los 20 años de su fundación: el rechazo a la política y cómo ve al país cada vez que vuelve
Símbolo de la selección argentina de décadas pasadas y hoy vicepresidente de Inter, sigue apostando a la solidaridad con los niños: “El Estado sabe que nosotros llegamos más rápido”
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Ardía el pavimento callejero en ese diciembre caluroso. Ardía un país agitado por la tragedia social que había borrado el horizonte. Se consumía 2001 y en un viejo edificio reciclado de Bouchard y Pavón, en Lanús, nacía una esperanza. Ese primer día apenas fueron 35 chicos, de tres a cinco años, en doble turno, con actividades infantiles y comedor. En un momento, Javier Zanetti se escondió detrás de unas cajas y se largó a llorar. “Nunca me voy a olvidar… Cuando llegó el momento de bañarlos, ¡no sabés el miedo que los chicos le tenían al agua! La ducha era algo desconocido; se abrazaban a las maestras; estaban aterrorizados. Hubo que educarlos en ese aspecto, incorporarles la cultura de la higiene... Te conmovía verlos, porque fueron pasando del pánico a la satisfacción y después no querían salir más de esa lluvia de agua tibia”, recuerda el emblema de la selección argentina, el vicepresidente de Internazionale. El ciudadano solidario.
Pasaron dos décadas. La Fundación PUPI se multiplicó. Un crecimiento que no es progreso, sino un síntoma de descomposición. Pero el compromiso no elige los momentos ni tiene fecha de vencimiento. “Arrancar en medio de aquella explosión social también reforzó nuestra convicción: ya no podríamos frenar lo que habíamos iniciado, de lo contrario íbamos a sentir que los estábamos dejando solos. Asumimos la responsabilidad en uno de los peores pasajes del país”, subraya Zanetti.
Quizás fue el exlíder nerazzurro Giuseppe Bergomi, defensor histórico y símbolo de Inter, el que sin proponérselo aceleró una vocación. Con él, Zanetti participaba en Italia de la construcción de viviendas para madres solteras, y un buen día Pupi asumió que en su país habitaban urgencias más evidentes. “Nos propusimos tratar de sensibilizar a mucha gente para que creyera en un futuro mejor. Siempre lo digo, y no descubro nada, que el futuro de los países son los jóvenes. Entonces, a ellos había y hay que darles más herramientas para que tengan mejores oportunidades. Cada vez que venía al país, veía que había muchas necesidades, y entonces decidimos asumir esta responsabilidad”, cuenta a sus 48 años.
-Hablabas de sensibilizar… ¿Cuesta encontrar gente solidaria?
-En realidad, depende de la credibilidad que uno despierte. Cuando uno es creíble y la gente comprueba que lo que vos hacés está a la vista, entonces se suman muchísimos más. La Fundación PUPI es una gran familia, y lo digo por todos los que se han incorporado a las iniciativas y a los proyectos. Hoy la gente confía en nosotros y decide estar a nuestro lado para ayudar.
-¿Ese es tu capital?
-Que crean en mí es mi orgullo. Y no tiene precio. Ya lo sentía como jugador, pero quizás no terminaba de dimensionarlo porque el jugador no se detiene mucho a pensar. Ahora, que hace siete años que me retiré, siento el reconocimiento de toda la gente del fútbol y de aquellos que no son del fútbol también. Pero más que el reconocimiento…, el respeto. Y eso no te lo regala nadie: te lo ganás o no, según cómo te hayas comportado y cómo lo sigas haciendo.
-¿Qué sentís que ocurrió en estos veinte años?
-Desde esos primeros días, nunca dejó de crecer en número la Fundación. Venía un nene, y después te enterabas de que tenía otros cinco hermanitos en la misma situación. ¿Y cómo ayudás a uno solo? ¿Por qué a este sí y a estos cuatro no? Entonces, con los profesionales que nos guían y asisten empezamos a pensar cómo ayudar al marco familiar. Nuestras asistentes sociales entraban en las villas y elegían a los chicos presumiblemente con riesgos más altos, pero los hermanitos empezaron a venir solos, y se abrían con los psicólogos y contaban cuadros familiares que… ¡Cómo no ayudarlos! Y vas sumando, sumando, sumando, y después de veinte años, entre todos los proyectos estamos arriba de las mil personas que reciben alguna asistencia. Estando nosotros en Italia, tan lejos, nuestros profesionales son nuestros ojos. La tranquilidad de saber que los chicos están en buenas manos es todo. Porque la responsabilidad final es mía, la imagen es la mía. Llega a pasar algo, y el responsable soy yo. Los chicos deben estar en manos capacitadas, con profesionales que compartan mis valores.
-Como al futbolista exitoso se les acercan los amigos del campeón, ¿la Fundación tiene que cuidarse de propuestas arribistas?
-Sí, y cuidarte de esos es lo más complicado. Te llegan mil propuestas, mil. Por eso la gente que te acompaña, y que te acompaña en tomar decisiones, debe compartir tus valores. De todos modos, yo me doy cuenta enseguida cuando uno se te acerca por un negocio personal, o busca visibilidad, o busca un impacto en el momento y después va a desaparecer. Estamos muy atentos a esas cosas. Muy curados, digamos, de esa gente. Cada paso que damos está pensado mil veces porque no queremos mañana tener que salir a apagar incendios o pedir disculpas por errores por falta de previsión.
-Nacieron en la semana de los cinco presidentes y en dos décadas atravesaron gobiernos de todos los colores políticos. ¿Cómo ha sido la relación con el poder?
-Nosotros nunca nos metimos en política, pero con el paso de los años, el mismo Estado se ha acercado al ver nuestra obra y nos ha dicho “che, acá tienen los fondos y háganlo ustedes porque está demostrado que lo hacen muy bien”. Que nos elijan como modelo es reconfortante. Rescato del Estado, digamos… la nobleza o la sinceridad de admitir que una fundación puede ser un canal más directo para ayudar. El Estado sabe que nosotros llegamos más rápido, entonces por qué perder tiempo si ven un modelo que trabaja bien, funciona y llega a la gente.
-¿Has tenido que luchar en estos años contra mucha burocracia, permisos, habilitaciones?
-Y..., a veces cuesta. Al principio costó más. Para abrir la Fundación me debatí entre una burocracia terrible. Recuerdo…, traje un container con cuarenta pares de zapatillas, todo legal, todo declarado para la Fundación, y me lo retuvieron en la Aduana no sé cuánto tiempo. ¿Para qué voy a traer las zapatillas? ¿Para venderlas en la Argentina?
Para Zanetti, su Argentina es extraña, sensible, algo inexplicable. Pero jamás le dará la espalda. “Recuerdo que tenía un par de zapatillas. Nada más. Un día, cuando ya estaban muy agujereadas, le pregunté a mi viejo si me podía comprar otras. Y me explicó que no, que no podía. Me fui a la escuela y, cuando volví, estaban cosidas a mano con hilo de tanza. En mi infancia de privaciones aprendí a disfrutar de todo por chiquito que fuera”, recuerda. Un buen retrato para conocerlo mejor.
A los 13 años ayudaba a su padre, a Rodolfo, a picar paredes. Después repartió leche y también atendió la verdulería de un primo. Creció entre adversidades económicas de Dock Sud. “En el Docke, yo era un poco el protegido de pibe. Eran épocas difíciles…, pero diferentes. Casi todos mis amigos eran más grandes y nos juntábamos en la esquina del barrio, pero a determinada hora me acompañaban a mi casa y había salidas de las que yo no podía participar. Me cuidaban, les tenían mucho respeto y cariño a mis viejos. Tuve una infancia rodeado de gente generosa. Desde mis padres, mi hermano y mis amigos. Y tal vez ahí comenzó todo. Después, como futbolista, haber jugado en varios puestos, quizás, hable de cierta generosidad… Si el técnico confiaba en que yo podía rendir ahí, yo jugaba ahí. Sin especular con que si me iba mal, en una posición que no era la mía, dañaba mis posibilidades. Muchos dicen ‘no, yo juego en mi puesto y nada más’. Se pierden una sensación fantástica: no hay cosa más linda que sentirte útil donde el equipo lo necesita. Y afuera de la cancha, ¿por qué tendría que ser diferente? Creo que, en mi caso, es una cultura de vida que viene desde la infancia”.
-Cuando venís a la Argentina, ¿cuál es la primera sensación que tenés?
-Siempre hay urgencias, y ahora las noto más acentuadas por la pandemia. Sucede en Argentina, y en el mundo, porque la economía se ha detenido en muchos sitios. Me parece que la gente vive acelerada, a mil; inquieta porque no le alcanza la plata, o con miedo por la inseguridad. La gente pierde motivos para disfrutar; es complicado si muchos en un país conviven con cierta resignación. Bueno..., creo que muchos lo asimilan con tristeza, con impotencia.
-¿Qué no soportás?
-Los tipos ventajeros y la falsedad. Uno siempre tiene que ser uno mismo; jamás cambiar por las circunstancias que le toquen vivir. Realmente soy un tipo al que le gustan las cosas simples; soy feliz con poco. Nunca me olvidé de dónde vengo, aunque tenga la suerte de vivir otra realidad.
-Bueno, pero decirlo desde tu comodidad económica es más fácil...
-Soy un privilegiado, porque el dinero que mueve mi profesión, o la que fue mi profesión, me permite vivir otra realidad, lo sé, pero eso no me llevó a desconocer mi pasado. Tal vez alguien no me crea, pero yo sé lo que en la Argentina cuesta ganarse un mango. Y siempre trato de transmitírselo a mis hijos.
-Tenés tres hijos. La mayor, Sol, ya tiene 16 años. Viven en Italia, en una sociedad europea. Junto con tu mujer, con Paula, ¿qué les explican cuando vienen a la Argentina?
-A Paula un día le cruzaron un auto y le robaron, a mí en otra oportunidad también y Sol estaba conmigo y vivió ese momento… Nosotros les hablamos de distintas realidades. La Fundación lleva 20 años, y Sol que tiene 16, y Nacho, con 13, entienden que hay chicos con otras necesidades. Ellos tienen muchas posibilidades, por eso les marcamos que en la Argentina hay chicos que necesitan ayuda para intentar progresar en la vida. Siempre les insisto con que sin sacrificio no se consigue nada, porque el día que empiecen a caminar solos se enfrentarán con dificultades. Otras, desde luego, pero serán dificultades. Entonces, hoy, no les decimos a todo que sí. No les faltará nada, seguro, pero trabajamos como familia sobre la exigencia, el esfuerzo, la dedicación para alcanzar metas. No alimentamos los caprichos ni las extravagancias. Nada de “total está papá…”, nada de zona de confort. Sol es muy inteligente y se da cuenta.
-¿Qué te dice ella cuando está en la Argentina?
-Ella se da cuenta de los peligros que, por ejemplo, atraviesan chicos de su edad. Ella eligió no jugar con mi apellido, ella se corre del ‘hija de’. No es que le molesta, pero no se quiere aprovechar de eso. Quiere hacer todo por méritos propios, y está bárbaro eso. En danza, en la escuela, en música, en cualquier área en la que se involucra, trata de tener el perfil más bajo y busca que ni se refieran a ella como ‘la hija de’. Mientras menos se sepa quién es el papá, para ella, mucho mejor.
-¿Sentís que, de alguna manera, la Fundación es un buen termómetro de la realidad social?
-La Fundación no deja que me olvide ni un día de mi vida de una porción importante de la realidad de nuestro país. Es la muestra de una verdad que no podemos esconder. Como decía, desde que la creamos, la Fundación no ha parado de crecer, señal de que las necesidades han ido en alza. No podemos satisfacer a todos los que tienen necesidades, pero al menos con ayudar a alguien nos sentimos plenos.
-¿El crecimiento de la Fundación es el fracaso del país?
-Mirá…, estamos terminando un polideportivo, que de alguna manera se convertirá en otra sede, al lado de la original. Otra más tenemos en Remedios de Escalada; contamos con un centro de adicciones; en Mar del Plata seguimos construyendo otro polideportivo…. Fijate, después de 20 años, cuántas casas tenemos ahora. Nos hemos multiplicado, naturalmente porque crecieron las necesidades.
-¿No te haría feliz cerrar la Fundación? ¿Significaría que se terminaron las necesidades?
-Pero ese escenario no lo veo probable, y tampoco diría cerrarla, porque siempre habrá a quién ayudar y uno le toma cariño a la tarea. Pero entiendo la pregunta. Tal vez, sí, me gustaría atender menos necesidades. Poder individualizar problemas y abocarnos solo a determinadas temáticas, y no tener que abarcar un radio tan grande de necesidades como debemos hacer ahora.
-Sin dinero, no hay ayuda. Los partidos a beneficio se volvieron un clásico, y ahora presentaron otra modalidad para reunir fondos.
-Sí. Con el vigésimo aniversario, la Fundación PUPI hizo el lanzamiento de “Tu Chance, Su Chance”, la nueva iniciativa solidaria para acercar a los fanáticos a sus ídolos y recaudar fondos. ¿Cómo? Adquiriendo chances que tendrán el valor de un dólar, los seguidores podrán ganar experiencias e indumentaria de figuras como Neymar Jr., Sergio Agüero, Gabriela Sabatini, Luis Scola, Dani Alves, Guillermo Vilas y Ángel Di María, entre otros, que siempre están dispuestos a darnos una mano. Algunos fondos se destinarán a la Fundación y otros, y a raíz del buen concepto que nos ganamos, seremos los encargados de definir a qué otras instituciones del mundo también se dirigen.
-Volvemos al viaje por las dos décadas. ¿Cuáles son las principales carencias con las que llegaban los chicos antes y ahora?
-De todo tipo: alimenticias, educativas, psicológicas... Padres golpeadores; padres que han desaparecido de sus vidas; padres que se drogan; padres que, en lugar de mandarlos al colegio, los mandan a pedir o, directamente, a robar. Entornos criminales, familiares presos… Hasta que llegan a la Fundación no conocen otra realidad que no sea esa, que sólo les habla de marginación. Esas problemáticas son muy profundas y no existen soluciones mágicas.
-El escenario incluye a chicos más rebeldes, en algunos casos con antecedentes policiales…
-Sí, sí, desde ya. Además de tener mucha capacidad y formación, los profesionales deben tener gran personalidad para pararse adelante de muchos de ellos. El tacto para tratar con chicos, en ocasiones, debe ser muy delicado, atendiendo sensibilidades, pero también imponiendo carácter. No te podés pasar ni ser totalmente condescendiente, es muy fina la línea.
-Pero también habrá alguna historia de esos chicos que en 2001 tenían entre 3 y 5 años y hoy pasaron los veinte…
-¡Jonatan! Solo por citar un ejemplo. Empezó con nosotros, con cuatro años, hizo todo el proceso, completó sus etapas escolares, siguió estudiando afuera, se capacitó, trabaja, y en sus ratos libres es voluntario de la Fundación. Cerró un círculo virtuoso. Imaginate qué satisfacción es para nosotros.
-¿Te interesa la política?
-No, para nada.
-¿Te ofrecieron ser candidato?
-Sí, varias veces. Y siempre lo rechacé. No, conmigo eso no va. A ese político lo invito a que se vuelva por donde vino. Con la Fundación podemos apoyar algún proyecto gubernamental, alentar alguna campaña nacional, pero no más que eso. No queremos mezclar las cosas. Si la ayuda es genuina, bienvenida. Y si no hay ningún pedido a cambio. Hace 20 años que el deporte, para nosotros, es una herramienta fundamental de inclusión. A la práctica del deporte le sumamos alimentación adecuada, educación y cultura, otras herramientas fundamentales para dar respuesta a tantas carencias. Ahora comenzamos a construir un playón deportivo, con los recursos que nos aporta el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, dentro del proyecto “Mejor Barrio”. Con este espacio, culminaremos un polideportivo en Lanús que estamos desarrollando en el marco de nuestro programa Fortalecer, en parte financiado, desde hace tres años, por Lotería de la Provincia de Buenos Aires. En el programa Fortalecer estamos trabajando en convenio con el Sedronar, enfrentando el problema del consumo de sustancias entre adolescentes y jóvenes. Después de tantos años, el que se nos acerca ya sabe con qué se va a encontrar. Conmigo no va que se me acerque un político para la fotito y que después no lo veamos nunca más.
-¿Creés que falta sensibilidad en la clase dirigente argentina?
-No puedo generalizar, pero alguna vez pensé que sí. Si le tenía que pedir una taza de azúcar a la vecina de la Fundación, seguro que la señora me daba hasta lo que no tenía; ahora, si se lo pedía a alguien con algún poder, empezaban las vueltas. En Italia, por ejemplo, hace algunos años notaba que los líderes se conmovían más que acá ante la necesidad. Desde hace un tiempo noto que están más dispuestos a ayudar a aquellos que demuestran capacidad y nobleza en su obra.
-¿Cómo nos ven en Italia? ¿Qué se dice de la Argentina?
-Las malas noticias siempre están motorizadas porque las peores cosas son las que llegan. En 2001, cuando abríamos la Fundación, la TV emitía especiales sobre los saqueos en los supermercados, el corralito por los bancos, los casos de desnutrición en Tucumán... Ya sabemos que cuando se desborda lo social, el país se vuelve inmanejable. Como el tema de los piqueteros que cortan calles, imágenes que también se han difundido mucho. Antes con algunos compañeros, ahora con otra gente, charlábamos y conversamos y les cuesta entender cómo un país tan rico como el nuestro tiene, por ejemplo, problemas de desnutrición infantil... La verdad, es difícil explicar a una Argentina contradictoria.
-¿Qué conductas de Italia aplicarías de inmediato en la Argentina?
-En Italia existe una noción muy fuerte sobre la necesidad de educar a la gente. Creo que ahí está la raíz de todo. La gente cumple las normas y está en regla; primero, por convicción, porque siente que es la manera de proceder, pero además, si se equivoca, sabe que la imprudencia o las avivadas se castigan. No hay posibilidad de arreglo si te equivocás; en Italia no zafás como en la Argentina. En la sociedad argentina pasan cosas imperdonables que sólo sirven para alimentar la impunidad de algunos y la sensación de que nunca nada va a cambiar.
Un hombre de selección
Convivió poco y jugó menos Javier Zanetti con Lionel Scaloni en la selección. Solo José Pekerman sabe si el actual entrenador de la Argentina le quitó al capitán de Inter la plaza para el Mundial de Alemania 2006 que por entonces todo el ambiente del fútbol creía que le correspondía a Zanetti. Por ejemplo, el día del debut de Lionel Messi en la selección, la tarde de la expulsión ante Hungría apenas ingreso en la cancha, Zanetti no estuvo en la convocatoria y Scaloni ocupó la posición de lateral derecho. Pupi no guarda rencores con nadie. Pero haberse perdido esa Copa del Mundo, y cuatro años después también la de Sudáfrica 2010, cuando se trataba de una pieza vital del Inter de José Mourinho que se había coronado en la Champions League semanas antes… son sus cicatrices.
-¿Con el tiempo entendiste a Pekerman y a Maradona, que no te llevaron a dos mundiales?
-No, sigo sin entender qué pasó. Una cosa es que te dejen afuera del ciclo dos años antes de un Mundial, cuando empieza el proceso y te avisan que no entrás en el gusto del entrenador. Listo, te puede dar bronca, pero rescatás que el tipo te fue de frente. Pero las dos veces me quedé afuera del Mundial faltando un mes, cuando había hecho todo el proceso de las eliminatorias. Y no es que jugaba y no jugaba, no, pasé de ser titular a desaparecer. En los dos casos, terminaron yendo al Mundial muchachos que, cuando yo era titular, ellos ocupaban un lugar en la tribuna. Yo hice todo, más no estaba a mi alcance. Nunca me quejé, nunca alcé la voz porque yo soy hincha de la selección, y porque en esos grupos había muchos amigos y yo no iba a ser un motivo de discordia tan cerca de esos mundiales.
-¿Qué sensaciones te despierta la selección actual?
-Pocos creían en este grupo de trabajo, con Scaloni, con Walter [Samuel], el Ratón [Ayala], Pablito [Aimar], pocos confiaban y ellos asumieron en un momento de muchas dificultades, cuando pocos querían asumir. Comenzaron a trabajar en silencio, con mucha humildad, pero con consignas muy claras. Y eso se notó en un grupo de jugadores que se fue afianzando más y más. No ganaron la Copa América de casualidad, por eso el premio fue mayor ante el histórico rival y en el Maracaná. Ya estamos en el año más importante, en el año del Mundial, y la selección va a ser protagonista. Por historia, sí, pero por su presente también. Ganar el Mundial es muy difícil, hay muchas grandes selecciones, algunas con procesos de trabajo muy consolidados, pero la Argentina está en condiciones de darles pelea a todas.
-¿Quién te llama la atención de esta camada?
-Lo seguía de cerca en Italia, siempre me impactó… Rodrigo De Paul. Lo conocí a Rodri porque nos enfrentamos y compartimos viajes. Me impresionó cómo, de a poco, se fue haciendo líder en la selección, porque transmite adentro y afuera de la cancha. Porque los chicos me cuentan que es un tipo muy positivo para el grupo. La selección necesita ese tipo de jugadores, apasionados, comprometidos, esos que no se rinden nunca. Gran parte del juego de la selección pasa por él, al que todos buscan para el primer pase es a él. Y desde ahí se inicia todo.
-Ahora que pasó el tiempo: cuando Messi se fue de Barcelona, ¿Inter intentó contratarlo?
-No, no, no. Primero, nadie esperaba que se fuera del Barcelona. Nos sorprendió a todos. Y en ese momento, plena pandemia y derrumbe económico de tantos cubes, contratarlo era imposible… Muy pocos clubes se lo podían permitir. Entre ellos, PSG, claro.
-¿Gallardo se insertará en la elite europea?
Primero, es muy meritorio lo que está haciendo en River desde hace siete años. River gana, sí, pero tan valioso como ganar es cómo lo hace y cómo valorizó a los distintos jugadores que pasaron por sus planteles. Gallardo le hace bien a River, le da prestigio y rentabilidad. Todos lo siguen a Gallardo, todos, desde los jugadores hasta los dirigentes. Es muy claro su estilo de gestión. Cuando él quiera tener una experiencia en Europa, lo hará. No sé cuándo, pero seguramente estará a la altura y preparado.
-¿Julián Álvarez se puede convertir en el nuevo Lautaro Martínez?
Hace algunas semanas estuvo un emisario de Inter viéndolo. Julián es un jugador seguido con atención, su nombre es tentador. Pero en ese mercado de pases de invierno, los equipos buscan reforzar sitios específicos, y nosotros estamos completos en ataque. Y estamos bien. Después, casi siempre hay un proceso de adaptación. Como nos pasó con Lautaro. Cuando lo compramos dijimos no lo evaluemos en un año, sino miremos a tres o cuatro años. Y no nos equivocamos, hoy es un referente del Inter y de la selección. Cuando incorporás a un joven no debés pretender que te sirva mañana, sino que rinda después de los altibajos, cuando encuentre el equilibrio.