Philippe Starck: el multifacético diseñador que come poco, trabaja mucho y no vio la final del Mundial
Encuentro en París con el francés creador serial de íconos. Inquieto y reflexivo, cuenta que lo único que el lujo en el diseño “es inaceptable”
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Philippe Starck acaba de cumplir 74 años y se sigue escondiendo. O, por lo menos, disfruta del juego de hacerse invisible. Como ese niño travieso que fue, corretea entre los sillones y sofás de su nueva colección. Se tira al piso, se camufla detrás de un biombo y se guarda en el bolsillo un par de piezas de encastre, el secreto de sus últimas creaciones.
Frente a frente, en el corazón de la feria de tendencias Maison&Objet que se realizó durante el frío enero de su París natal, Philippe Starck conversó con LA NACION revista sobre sus mañas, la reconfiguración hacia un diseño sustentable, sus particulares hábitos gastronómicos y el legado de su papá, ingeniero aeronáutico. Tan movedizo como reflexivo, desplegó dosis altísimas de ingenio y humor durante la entrevista. Y validó su título mundial de showman, aunque la prensa internacional lo suele reconocer como el rockstar del diseño.
Starck es uno de los diseñadores seriales emblemáticos, autor de más de 10 mil objetos con su particular ADN de terminaciones exquisitas, materiales nobles y el equilibrio perfecto entre estética y función. Desde la silla de acrílico transparente, la archifamosa Louis Ghost, hasta el polémico exprimidor Juicy Salif, pasando por electrodomésticos, autos, yates, relojes, scooters y el interiorismo de restaurantes y hoteles de todo el planeta.
En la Argentina dejó su huella en el hotel Faena de Puerto Madero, con una impronta que combina cortinados rojos, esculturas en la pileta y detalles únicos que surgieron de una larga sobremesa junto al empresario argentino Alan Faena, quien durante meses le envió postales de Buenos Aires al diseñador francés. Así lo convenció.
La segunda intervención en el país del autor del hotel Delano de Miami y del restaurante Teatriz de Madrid, es el complejo Yoo, en el barrio Golf de Nordelta, donde Starck ambientó los interiores de las unidades y desarrolló los amenities del proyecto de Real Estate firmado por el arquitecto uruguayo Carlos Ott, que se replica en Puerto Vallarta, Dubai, Filipinas y Tailandia, entre otros.
La charla, profunda y por momentos insólita, se desarrolló en el mega stand de la firma española de mobiliario Andreu World, que eligió la plataforma de tendencias parisina para lanzar una línea de diseño democrático, accesible y realizado bajo los conceptos de la economía circular, cuyo objetivo, entre otros, es minimizar la huella de carbono. La familia de sillas, mesas y sofás-bibliotecas que llevan la firma de Starck está desarrollada con madera multilaminada, que garantiza liviandad y permite un ensamblaje y transporte sencillos.
“Honestidad material ante todo, y transparencia sin mecanismos superfluos, apenas una pequeña revolución”, dispara el diseñador mientras gira un sillón y lo levanta, para ratificar lo fácil que es la maniobra. Y agrega, para dejar en claro: “Odio la palabra lujo en el diseño. Solo indica cuánta plata tenés, y eso no habla de lujo, sino de una actitud en contra de las personas que tienen menos que vos. Es inaceptable. Hay que replantear de manera urgente la analogía entre diseño y abundancia”, reafirma Starck.
Como un acto reflejo, busca la aprobación de la persona en la que más confía, su mujer desde hace 17 años, Jasmine Abdellatif, a quien conoció en Louis Vuitton, donde ella trabajaba como jefa de relaciones públicas. Sentada junto a él, controla el tiempo de la entrevista, toma notas, termina una idea si es que su marido se va por las ramas. Está atenta a cada detalle. Alta, de pelo corto y sonrisa cálida, la madre de su quinto hijo asiente con la mirada.
Un gesto mínimo que el multifacético diseñador toma como una señal para continuar. “Calidad implica inteligencia y la inteligencia es siempre sinónimo de calidad. Por eso trato de desarrollar los mejores proyectos que satisfagan las mayores necesidades. Si no necesitamos un producto, entonces ni lo intento. Es lo mejor que puedo hacer por la sustentabilidad. Cuanto menos tengamos, mejores seremos”, proclama.
La problemática atraviesa esta etapa de su vida. El 18 de enero festejó 74 inviernos en Portugal, uno de los tantos sitios donde tiene casa, y al que hace un par de años se mudó desde Venecia –vivió en la isla de Burano– en busca de un entorno más sereno. Necesitaba enfocarse en los desarrollos de casas prefabricadas o sistemas de micromovilidad que impulsen ciudades más resilientes. “Siempre vivo rodeado por la naturaleza y en lo posible frente al mar, entre las dunas o en el medio de un bosque. Es lo que necesito todas las mañanas cuando me despierto. No soy un hombre de ciudad”, señala.
En esta búsqueda permanente por la durabilidad de los productos que representen un menor impacto en el medio ambiente, su obsesión se trasladó al origen de las materias primas. Hoy son condiciones no negociables. Por eso subraya el orgullo que le da lanzar al mercado una línea de muebles que provienen de bosques reforestados. Con maderas certificadas que avalan el producto desde el árbol hasta la pieza final.
“¿Quién ofrece hoy una garantía de 10 años? Me da mucho orgullo formar parte de este desafío ciento por ciento circular, verificado como carbono neutral. La ecología no es una opción, es una obligación”, asevera. De la seriedad a las bromas puede pasar en menos de cinco segundos. Y a la hora de las fotos no duda en posar con el dedo en la nariz, un clásico que se repite en producciones para lanzamientos, un gesto casi automático que lo define. Y si no es su propia nariz, pues bien, apoyará su dedo en la nariz de su foto, una gigantografía que cubre de lado a lado el espacio expositivo del Pabellón 6, en el corazón del predio ferial Maison&Objet, por donde pasaron más de 90 mil personas en busca de tendencias sobre diseño interior.
“Persigo la filosofía de lo mínimo, de la raíz cuadrada de las cosas”, explica el diseñador que arrancó a finales de los 60 como director artístico de la firma Pierre Cardin, y se consagró a mediados de los 80, cuando el entonces mandatario François Mitterrand le encargó la reforma de su residencia oficial en el Palais de l’Élyséee, la sede presidencial.
Provocador de emociones, fabricante de experiencias, diseñador rebelde, funcional y visionario, Starck levanta la vista hacia la nada cuando habla del legado de su papá André, el diseñador de aviones que se pasaba días enteros frente a su tablero. “Yo jugaba cerca suyo, dibujaba sin parar. Una tarde y casi al pasar, mi papá me transmitió la regla más importante de la vida: Si quieres que algo exista, entonces lo tienes que crear. Si no quieres que se estrelle, entonces tienes que ser honesto y riguroso. Sus palabras aún resuenan en mi cabeza cada vez que empiezo a bocetar algo nuevo, siempre con lápices de origen japonés y en hojas A4 plastificadas, nunca con otros materiales, que de hecho son los mismos que sigo usando en la actualidad”, revela.
Sin embargo, confiesa que jamás recibió otros consejos. “Será por eso que si tuviera la posibilidad de hablarle al Philippe de los 20 años le diría que cuanta más confianza se tenga a sí mismo más útil podrá ser para la humanidad”, reflexiona.
“Aprendí de mi padre por ósmosis porque nunca tuve maestros. Y heredé de mi madre (Jacqueline Lanourisse) la curiosidad por el arte. Esto es algo que me gustaría transmitirles a los jóvenes que muchas veces se sienten libres porque crean con computadoras. Que no olviden que están dentro de la caja del tipo que diseñó ese programa. A mí nadie me diseñó mi hoja en blanco”, dice terminante. Y admite que parte de su recorrido es lo que desea legarles a sus hijos Ara, Oa, K, Lago y Justice.
Además de confianza y autoestima, Starck desplegó un sistema autodidacta para especializarse en las distintas áreas; arquitectura, interiorismo, diseño industrial. “Soy mi propia fuente de inspiración. Yo produzco un proyecto por día, y no tengo ninguna posibilidad de recibir información o inspiración ajena. Todo viene de un trabajo personal, más que todo inconsciente sobre la vida, la mutación”, apunta.
Más allá de premios y reconocimientos, respeta a rajatabla su propia rutina creativa, esa que lo lleva a trabajar 14 horas por día y a comer casi nada, según admite. “Mi mujer dice que no soy humano, o por lo menos que soy mitad humano. Por problemas intestinales no puedo comer ciertos alimentos, entonces como muy poco, me la paso trabajando todo el día, solo, como si tuviera 18 años”, concede. A su lado, Jasmine confirma todo: “Vive en su propio mundo”, dice. Tanto, que ni siquiera vio la final de la Copa Mundial de Fútbol de Qatar 2023, donde la Argentina se impuso a Francia.
“Jamás toqué una pelota en mi vida, nunca me gustaron los deportes. Para mí es más divertido pensar un proyecto para la NASA que jugar a la pelota. Por otra parte me dan mucha ansiedad las finales de lo que sea, todo se tiñe de sensaciones muy extremas”, señala el creativo francés, ganador de 27 premios Red Dot Design Award, equivalente a los Oscar del diseño.
La colección de accesorios y grifería para la marca Duravit, la mesa Sir Gio con patas de acrílico, un sofá transparente, de policarbonato y las sillas Venice y Q/Wood para Kartell, entre otros, le valieron estos prestigiosos laureles. Además, sus criaturas figuran en el reciente Red Dot Design Museum, que reúne los productos galardonados de los últimos tiempos. Starck también fue distinguido como Mejor Diseñador del Año, en 2017, en el prestigioso Salón Internacional del Mueble que se realiza anualmente en Milán.
Para muchos, es un genio errante; para otros, un excéntrico, bohemio egocéntrico o directamente un extraterrestre. A Starck lo califican como pueden, según el lanzamiento o el proyecto en el que esté involucrado. Provocador, no dudó en defender su extravagante exprimidor de limones, Juicy Salif, cuando en 1990 la prensa tildó la pieza de aluminio en forma de calamar como poco funcional: “Si quieres exprimir un limón puedes comprar un exprimidor por cinco euros. Si quieres un poco más, te compras el Juicy Salif. No solo exprime limones, sino que se transformará en un interrogante en tu casa, el comienzo de una conversación. Intento dar más de un sentido a los objetos cotidianos”, dice terminante.
Hoy, esa idea que llegó a manos de Alberto Alessi dibujada en una servilleta de una pizzería italiana es una de las piezas de diseño más emblemáticas, que integra la colección permanente del museo MoMA de Nueva York. En cada aniversario, Alessi lanza ediciones limitadas de los exprimidores –objetos de culto– bañados en oro, de cerámica, en blanco y negro.
Pero si hay algo cierto es que Starck es un diseñador multifacético y que se viste casi siempre de negro “por comodidad”. De hecho, el listado que envió su agente de prensa incluye 28 páginas, casi un libro-repertorio donde se repasan hoteles, restaurantes, productos, museos, muestras, premios y conferencias. Entre las firmas de mobiliario que lo convocan figuran Kartell, Alessi, Driade, Drimmer, Cassina, Baccarat, B&B Italia, Magis, Andreu World o Vitra, para quienes creó íconos del diseño. En este catálogo figura también su paso por las aulas: fue profesor en las Academias Domus de Milán y en la Escuela Nacional de Artes Decorativas de París.
El camino recorrido no le dejó materiales sin experimentar o terminaciones sin investigar. Sin embargo, la paleta de Starck hoy se detiene en la madera y en el trabajo artesanal que recupera prácticas ancestrales. “Las curvas en el contrachapado representan desafíos constructivos, desafíos que vienen a decirnos que queremos más madera en nuestras vidas. Que es una necesidad básica estar rodeado de señales que nos recuerden la naturaleza, y a la vez, predigan el futuro”. Noble, resistente y milenaria, la buena madera es su nueva obsesión serial, la manía de un diseñador nómada que confiesa que su enfermedad es la creatividad, que no descansa, que no juega –ni jugó jamás– a la pelota, pero que sigue jugando a las escondidas.