Perfecto no, posible ¿Qué importa la mirada de los otros?
Hay gente tan pero tan pero tan perfeccionista que a veces ni lo intenta. Que deja de perseguir ciertos sueños o propósitos porque desde el inicio piensa que no será capaz de lograrlos. Algo similar sucede con el entrenamiento: son muchos los que piensan que, como jamás tendrán la voluntad para mantenerlo en el tiempo, mejor ni siquiera intentarlo. ¿Para qué hacer el esfuerzo si al final acabarán abandonando? Y, por supuesto, se da lo que se conoce como la profecía autocumplida, cuando se realiza una predicción que es en sí misma la causa de que se haga realidad.
Mi gran gurú Robin Sharma se refiere en su último libro Manifiesto para los héroes de cada día a la hipótesis del infractor. Sostiene que preocuparse demasiado por la metodología nos mantiene estancados en la lógica, un lugar de grandes restricciones, en vez del infinito de nuestro genio libre. “Toda obra de arte se crea en un estado de absoluto abandono, no de fría razón. Céntrate en el qué, y el cómo se revelará por sí solo”, apunta. Obsesionarse con la perfección es un enemigo de la creatividad y una vía para no ofrecer nunca a la humanidad ninguna obra de calidad.
Tal vez Robin no estaba hablando puntualmente del entrenamiento, pero sin duda hay puntos en común con la mentalidad con la que solemos enfrentarlo. Preocuparnos demasiado por lo que piensen los demás, por cómo seremos vistos en el gimnasio, por lo que seremos capaces de hacer o no y la consiguiente frustración (todo sufrido por anticipado en nuestra mente, claro) es el paso seguro a no hacer nada relevante ni vital. A ni siquiera animarnos a dar el primer paso, sea anotarnos en alguna clase o salir a caminar por un parque.
“Tu valor personal te pide que actives al excéntrico que hay en ti mientras izas tu bandera de extravagante en el barco pirata que estás destinado a capitanear por los océanos inexplorados de tu potencial”, poetiza. Sucede a veces que dentro de nuestro grupo de pertenencia estamos catalogados de una cierta forma, y sería raro vernos empezar a entrenar. Es un pensamiento que interpela a muchos, poniéndose en el camino de su bienestar. Quizá nuestro entorno nos dedique unas miraditas o alguna crítica velada, pero si fuéramos conscientes de que nadie piensa tanto en nosotros como nosotros mismos, podríamos romper el prejuicio.
Entonces dejaríamos de prohibirnos ciertas acciones por perfeccionismo, por temor al qué dirán, por miedo a no estar a la altura de nuestras propias expectativas. ¿Qué nos espera cuando se rompa ese paradigma? La posibilidad de empezar a trabajar por un mejor cuerpo y una mejor salud, que a su vez repercutirán en un aumento de la autoestima y, por ende, en una mejora de nuestras capacidades generales en la vida, porque nada nos da más ganas de comernos el mundo que sentirnos y vernos bien. No es poco, ¿verdad?
Cuatro libros
Para mantener la mente en forma
- Adrenalina, Zlatan Ibrahimovic
- Argentina tierra de unicornios, Juan Bernaus y Diego Marconetti
- El valor del silencio, Justin Zorn y Leigh Marz
- La maestría de la vida, Don Miguel Ruiz Jr.