Océanos. Diez pequeñas acciones para evitar la contaminación del mar
El pulmón del planeta, que aporta el 50% del oxígeno que respiramos, está en riesgo y la Argentina es uno de los 28 países que más lo contamina; hábitos para frenar su degradación
- 11 minutos de lectura'
Una tonelada de basura se genera cada dos segundos en la Argentina para terminar, en su mayor parte, en rellenos sanitarios o basurales a cielo abierto. Esa misma basura producida en el continente pasa luego a ser el 80% de la suciedad presente en los mares. Nuestro país figura entre los 28 países que más contaminan, según Martina Sasso, conservacionista y coordinadora del programa de conservación marina Sin Azul No Hay Verde, de la Fundación Rewilding Argentina. Siguiendo su proyección, debido a la creciente producción de plásticos y a su inadecuada gestión, y a la gran línea de costa con la que cuenta el país, el 85% de toda esa producción de plásticos terminará en el mar.
“Recién estamos empezando a entender el estado de salud de los océanos gracias a los esfuerzos de la ciencia en los últimos años. Se estima que nos falta conocer más del 90% de sus especies y del 80% de este gran ecosistema. Esto se refleja en el estado de conservación. Solo el 3% de todo el océano, que representa el 70% de la tierra, está protegido de manera efectiva”, explica la conservacionista, que en el marco de la campaña Blue Heart fue convocada por la marca cosmética La Mer, que lleva adelante desde hace 15 años para contribuir con el cuidado de los océanos y la visibilización de la importancia de los ecosistemas marinos. Para ayudar a su preservación, se desarrolló un seminario sobre el bienestar de los océanos, con especialistas del sector.
En la actualidad, el plástico es un gran contaminante de los océanos. “La contaminación plástica está llegando a los lugares más remotos a través de los océanos y esto tiene efectos en la fauna y en el rol regulador de los océanos. Está afectando la cadena alimenticia y trasladando químicos tóxicos que llegan a nosotros y pueden afectar la salud”, advierte Agustina Besada, exploradora de National Geographic y cofundadora de Unplistify, empresa social cuya misión es cambiar la relación humana con el plástico.
No solo del incorrecto manejo de la basura proviene el plástico que inunda océanos. Parte de ellos se originan en la industria pesquera: por accidente o deliberadamente, redes y líneas de pesca quedan en el mar, convirtiéndose en un peligro para la vida silvestre de peces, crustáceos, tortugas, aves marinas y ballenas en peligro de extinción.
“Se calcula que cada año se vierten a los mares más de nueve millones de toneladas métricas de plásticos, de los que, aproximadamente, el 80% es de origen terrestre. Es decir, resulta de residuos mal gestionados en tierra que son arrastrados hacia los océanos. El 20% restante proviene de material de pesca abandonado, perdido o desechado y de la gestión inadecuada de los residuos en los buques”, aclara Cristian Lagger, biólogo marino, buzo profesional, científico y explorador de National Geographic, investigador del Conicet en el laboratorio de Ecosistemas Marinos y Polares del Instituto de Diversidad y Ecología Animal.
Un daño invisible
Si bien quien se adentra en los océanos puede vislumbrar a simple vista envases y embalajes plásticos, mucha de la polución es imperceptible y es producto de los microplásticos. “Los plásticos no desaparecen, se rompen en pedacitos más pequeños. El tiempo que tardan en hacerlo depende de las condiciones ambientales y pueden ser cientos de años. Además, este proceso es más lento en los océanos que en tierra”, recalca Lagger.
De un tamaño menor a 5 milímetros, ya dentro del mar los microplásticos pueden recorrer grandes distancias y tardar más de 500 años en degradarse. Muy difíciles de ver, es aún más dificultoso retirarlos del agua. “Se ha registrado la presencia de contaminación plástica en los puntos más profundos de nuestros mares, como las Fosas de las Marinas, en el Océano Pacífico, a más de once mil metros de profundidad; o en los sitios más inaccesibles de nuestro planeta, como el continente antártico” describe Lagger.
Diminutos e imperceptibles, los microplásticos causan consecuencias incalculables: son accidentalmente ingeridos por diversas especies marinas. Más de 700 de ellas ya sufrieron contaminación por este motivo. Se encontró plástico dentro de delfines, lobos y tortugas marinas, peces y variados invertebrados, “muchos de los cuales son de consumo humano. Las toxinas liberadas por los plásticos ingeridos provocan malnutrición, problemas musculares, enfermedades, perjudican la reproducción y deterioran el sistema inmunológico”, señala Cristian Lagger. El investigador asegura que la cantidad de desechos marinos sigue en aumento en el Mar Patagónico, “no solo en detrimento de los ecosistemas y la biodiversidad, sino también de la salud humana, como consecuencia de su acumulación e ingreso en la cadena alimentaria”.
Según investigaciones de la ONG ProyectoSub, los primeros nueve centímetros de sedimento de los fondos oceánicos del mundo presentan hasta 50 veces más cantidad de plásticos que la superficie. ProyectoSub es una ONG con fines educativos y de investigación científica sobre ecosistemas marinos. Uno de sus objetivos es dar a conocer el Mar Argentino.
“Mostramos las bellezas que tenemos en el fondo marino para que la gente tenga empatía con el mar”, explica Gonzalo Bravo, explorador y científico del mar, biólogo marino con maestría en oceanografía, miembro de la ONG. Uno de sus proyectos es educar a los más chicos en la conciencia del cuidado de los océanos. “Con los chicos buscamos cambiar los hábitos: que aprendan a sustituir los plásticos de un solo uso por otros materiales. Ellos son impulsores de los cambios de hábitos y no les cuesta tanto como a los adultos”.
El calentamiento global también está afectando los mares, que ven aumentada su temperatura. Los animales marinos son los primeros afectados por esta situación. Tres mil millones de personas en el mundo dependen de los alimentos del mar, apuntan desde el programa Blue Heart, de La Mer. “No importa dónde vivamos, las mareas del océano tocan todo y a todos y nos conectan como una comunidad global cuyo futuro depende del bienestar del mar”, apuntan desde la marca.
Por los mares sanos
En el extremo de Tierra del Fuego, la Península Mitre es una de las zonas más remotas y menos exploradas del país, debido a la dificultad que presenta llegar allí, en medio de fuertes corrientes marinas, con un clima severo y ausencia de infraestructura. Gracias, justamente, a su lejanía, sus paisajes están inalterados y su ambiente es de los más libres de contaminación que existen. Allí confluyen aguas del oceáno Pacífico, del Atlántico y del Antártico, por lo que cuenta con numerosas especies marinas que solo pueden encontrarse en este especial lugar de la tierra. Los bosques de kelp, es decir, bosques de macroalgas submarinos que se elevan varios metros por encima de la superficie del mar, liberan una gran cantidad de oxígeno a la atmósfera y almacenan carbono.
Es un hábitat único para diversas especies, protegen a las costas de la acción de las olas y regulan el clima. “Se estima que almacenan 173 millones de toneladas de carbono anualmente, el doble de lo almacenado en todo el Amazonas. Es importante contarle al mundo y a los tomadores de decisiones que Península Mitre es uno de los últimos refugios globales para estos bosques y es una necesidad urgente proteger el área”, agrega Martina Sasso.
El océano en todo el mundo y la biodiversidad que lo habita están en riesgo. Hay mucho por hacer desde los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales. También cada ciudadano, con sus hábitos y decisiones puede contribuir a frenar la contaminación de un invisible e irreemplazable pulmón del mundo que debe mantenerse sano. A continuación, diez pequeñas cosas que pueden convertirse en hábitos y frenar una degradación crucial:
- PLÁSTICOS. Tela, madera, cartón y papel en vez de plástico. Es posible reducir al máximo el uso del plástico, sustituyendo, por ejemplo, las botellas descartables por termos o vasos personales. Otro hábito que suma es el empleo de bolsas de tela o cajas de cartón para hacer las compras. En todo lo que se pueda, adoptar la compra a granel, llevando los propios envases. Aún abundan los envoltorios, tazas y vasos de plástico en comedores, que pueden ser sustituidos por la taza propia, los recipientes con la comida y la botella de agua traídas desde casa. ¿Cubiertos descartables? En el bolso, mochila o cartera puede haber siempre lugar para un juego de cubiertos de casa que se sacan en aquellos sitios que los ofrecen descartables. El champú en envase de plástico puede ser reemplazado por aquel que se vende a granel o en barra sólida. En el hogar, inclinarse por cepillos de dientes de madera biodegradable. Para afeitarse, usar hoja de metal recambiable. Para lavar los platos, recurrir a esponja vegetal.
- BASURA. Evitar tirarla en los márgenes de mares, ríos, lagos, lagunas y cualquier cuerpo de agua. Recordar que aun en ciudades alejadas del mar, casi toda el agua termina en los océanos. Y hacia ellos se arrastra todo lo que haya caído o se haya tirado en otras aguas.
- TURISMO Y DEPORTE. En zonas marítimas, adoptar prácticas deportivas y turísticas responsables con el mar. Esto quiere decir no arrojar basura en él y respetar las velocidades máximas, para evitar accidentes con animales.
- SOUVENIRS. De visita en ciudades marítimas, evitar comprar animales o productos provenientes del mar, como caracoles, corales o huevos de tiburones, por ejemplo.
- APOYO. Colaborar con organizaciones que trabajan por los océanos. Puede ser mediante trabajo voluntario o por medio de donaciones. La organización One Percent for the Planet reúne a empresas de todo el mundo que se asocian y se comprometen a donar el 1% de sus ganancias. Muchas de esas empresas donan a ONG que trabajan con bosques o con el mar y sus cuestiones ambientales. Permiten llevar a cabo temas educativos y de educación científica en el mar.
- TEMPERATURA DEL MAR. Los gases de efecto invernadero que están cambiando la temperatura del mar son un problema aún peor que el plástico: éste tiene maneras de ser controlado, mientras que la temperatura del océano no se puede corregir. Pero se puede contribuir a su prevención, aunque sea, con pequeños actos, como movilizarse en bicicleta, patineta, monopatín o caminar para no generar dióxido de carbono. El uso de medios de transporte aumenta el impacto de dicha sustancia en la temperatura del mar.
- FIBRAS SINTÉTICAS. Otra contaminación que no es tan visible tiene que ver con la ropa fabricada con fibras sintéticas de plástico. Una vez en el lavarropas, al centrifugar, se liberan partículas de esa fibra, que pasan al desagote, de ahí a la cloaca y pueden terminar en el mar. Esas fibras sintéticas, al ser invisibles, son muy peligrosas porque las consumen los animales marinos. Para que esto no suceda, si es posible, se recomienda reciclar las aguas grises (las de la cocina, lavadero, lavaplatos, ducha y lavarropas). Habitualmente toda esa agua va a un mismo desagüe que termina en la cloaca. Si se separan y se tiran en una cisterna se pueden reutilizar. ¿Cómo? Se las canaliza por una cañería distinta y se reciclan en cisternas. Esa agua puede usarse para regar las plantas o el jardín. Así se disminuye el consumo de agua potable para regar y el volumen que se descarga a la red de tratamiento. Al tirar menos agua, es más fácil de tratar para el sistema. En el caso de la ropa con microfibra sintética, así se impide que esas fibras lleguen al mar.
- CERTIFICACIONES. Al momento de elegir una marca o un comercio de productos marinos, optar por aquellos que cuenten con certificados que aseguren que se trata de prácticas sostenibles. En cuanto a la ropa, si es posible, elegir marcas que tienen en cuenta que la producción sea amigable con el ambiente y que el producto sea orgánico. De esta forma uno se asegura de que no emita fibras a la red de agua, que más tarde va a parar al mar. En la playa, inclinarse por productos solares que no dañen a las especies marinas. Para estar seguros de ello, fijarse que su etiquetado indique que son amigables con el medio ambiente y que no contaminan el mar.
- EN LA PLAYA. De vacaciones o durante estadías en la playa, ayudar a limpiarla, levantando residuos que quedan al final del día, es una caricia al ambiente. Aunque no es la solución, tiene que ver con la educación y las buenas prácticas que ayudan a construir hábitos y ejemplo de cuidado del medio ambiente.
- AGENTES DE CAMBIOS. Cada mínima acción individual suma, pero se puede intentar generar cambios también a nivel colectivo. “Se puede ser agentes de cambio generando acciones que inviten y faciliten la desplastificación de los otros. Un ejemplo es elegir un solo plástico a eliminar en nuestra vida y también en la de nuestros seres cercanos. Una vez que se logra, se puede avanzar con otros plásticos”, recomienda Agustina Besada, de Unplastify. Los expertos aconsejan tratar no de ir por el reciclado, sino por el abandono del hábito de uso de productos de plástico: el reciclado en algún momento termina en el mar. Más que reciclar, intentar reemplazar y no generar plástico.