Moda. Ante la contaminación de la industria textil, las prendas se reconvierten
El momento que decide el futuro es éste. Ahora, tras las notables catástrofes climáticas –inundaciones devastadoras, temperaturas de hasta 50 grados, incendios dantescos que acabaron con bosques, fauna, propiedades– que han tenido lugar en los híper mediatizados países ricos del Norte del planeta y, oportunamente para las cámaras, en pleno glorioso, fotogénico verano, es de esperar que ése mismo mundo rico –paquete que incluye por cierto a Rusia y China–huela la cremación, mida el desastre y escuche las voces que advierten desde hace décadas de las consecuencias tremendas del modelo de desarrollo vigente.
Con Los límites del crecimiento, publicado en 1972, El Club de Roma, grupo internacional de reflexión creado en 1968, emitió la primera señal de alarma respecto a la necesidad de limitar el desarrollo de las economías y la expansión demográfica para evitar un colapso mundial. Entre las repercusiones del informe la más notable fue el acercamiento de un número creciente de personas a los movimientos hasta allí marginales de retorno a la tierra y protección de la naturaleza, en general desdeñados y satirizados como una graciosa utopía hippie con aroma a cannabis.
La incorporación a la política de una parte importante de la juventud europea se hizo a través de las agrupaciones que se formaron entonces aunque fueron alcanzando luego posiciones importantes en los parlamentos y a nivel local. Sin embargo, poco se consiguió en los hechos.
Hoy, a años luz de los objetivos de crecimiento reducido nos enteramos de que el umbral fatal de aumento de la temperatura de 1.5 grados Celsius por encima de los niveles pre-industriales, temido, si nada se hacía, para 2040, será superado en 2030. Más grave todavía, un nuevo informe de un grupo intergubernamental sobre cambio climático previene que gran parte del daño ya causado es irreversible e irreparable.
Aclaro para quien visite por primera vez esta página que se trata sí de una columna de moda, y que como tal, y contra toda apariencia superficial, el desastre del medio ambiente la concierne en particular, ya que la moda es una de las industrias más contaminantes del planeta. No es por cierto la primera vez que registro el desastre en curso y abro un espacio para la moda alternativa.
Botón de muestra: el jean, ése best seller, la prenda más nociva para el entorno jamás creada, tanto por volumen como por métodos de producción. Recuperar los jeans que ya existen, y todos los tipos de prendas y textiles en circulación o en stock, adaptarlos, convertirlos en nuevas prendas, re-crearlos, es la tarea que hacen aquí en Argentina, con talento y onda, marcas cada día más numerosas. En dirección opuesta van los conglomerados, tanto de moda masiva como de firmas de élite, y la mayor parte de la moda comercial media, contribuyendo al derroche, al deterioro y al calentamiento global.
Hace unos meses supimos de un trabajo de Gaya Herrington, donde al comparar las diferentes proyecciones hechas a lo largo de las últimas décadas con las evoluciones reales de los efectos del desarrollo, la investigadora neerlandesa concluye que es escaso el tiempo restante para desviar el rumbo. Renunciar al crecimiento continuo y encontrar modos sostenibles de producir, consumir y vivir son los únicos modos de evitar el colapso.
En próximas entregas veremos cómo y con cuales prendas argentinas vestirnos para ser parte no del problema sino de un inicio de solución.