¨Mi reino por un caballo”. El origen de las frases populares que repetimos porque “no hay tutía”
El historiador, escritor y docente Charlie López es un estudioso del origen de las palabras y en su nuevo libro incluye una sección muy atrevida sobre cómo surgen las malas palabras
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“En boca cerrada no entran moscas”, “A seguro se lo llevaron preso” o “No hay tutía”, por solo mencionar algunas, son frases que se repiten casi sin pensar y, en muchos casos, sin entender el significado de alguna de sus palabras. Es que, unidas y usadas siempre en un determinado orden, las palabras cobran un sentido que va más allá de lo que dicen.
Algunas más populares que otras, las frases que se transmiten oralmente suelen repetirse dentro de la familia o grupo de amigos hasta que, sin darse cuenta, se pegan al habla, incorporándose a la forma de hablar. ”Mi reino por un caballo” no es una frase popular. Pero, “agarrate Catalina”, “tirar manteca al techo”, “croto” -que no es una frase sino una palabra en sí- o “atorrante”, es lo que más le gusta a la gente. Mi nuevo libro incluye una sección muy atrevida sobre el origen de las malas palabras”, comenta a La Nacion revista el historiador, escritor y docente Charlie López, que está en la etapa final de su quinto libro, listo para ser editado aunque aún sin título, y que se lanza en marzo de 2023.
Somos lo que decimos es el libro que salió en 2022, que ya va por la sexta edición y lleva vendidos alrededor de diez mil ejemplares. Su primer libro, Detrás de las palabras, salió en 1993. “Mi primer libro, tal vez, haya sido el primero que se escribió sobre el origen de las frases y, sobre todo, sobre el origen de las palabras”, apunta.
El historiador comenzó desde chico a interesarse por el origen de las palabras. Ya adolescente llegaron los interrogantes acerca de su origen. “Me preguntaba por qué se diría armario, ¿se guardarían armas? ¿Por qué se dice des-ayuno? Cuando iba en el colectivo, a los 15 años, yo veía cómo se separaban las palabras. En esa época no sabía demasiado de sufijos y prefijos. El des-ayuno significa que se rompe el ayuno, pensaba. Como hablo inglés y soy descendiente de ingleses, me di cuenta de que breakfast es igual. Porque fast, además de rápido quiere decir ayuno. Entonces, to break the fast es romper el ayuno. Eso me generó una curiosidad”, se remonta en el tiempo.
Ex profesor de Análisis del discurso de la Universidad de Buenos Aires, Charlie López da charlas, tiene un espacio los sábados a la mañana en TN y tiene una cuenta en Instagram (@charlielopezok) donde divulga el origen de palabras y de frases populares. López pensaba que su actividad tenía algo de elitista: creía que quien se interesaba en el lenguaje era una persona con una educación universitaria. “Y no es así. A mí me sorprende -con humildad lo digo- ver que, de pronto, en un segmento de los 35 años para arriba, estando en la calle me reconocen. Recuerdo tres casos aislados que me pararon por la calle para preguntarme o para felicitarme. Yo hago charlas y va gente de todo nivel cultural. No es lo que yo pensaba y eso me pone muy contento. Me llama la atención que haya respuesta de tanta gente por las redes sociales. En Instagram, cerca de 180.000 seguidores para lo que yo hago, me sorprende. Nunca pensé que iba a pasar de 120.000″, afirma.
En sus charlas hace una brevísima introducción a lo que son las malas palabras y después da un paseo sobre cómo empezamos a hablar. “A partir de ahí hago un recorrido partiendo de la antigua Europa, llegando a la Argentina, donde me conecto con Macoco y su época. La hago corta: dura una hora y media e, increíblemente, la gente está prendida la hora y media y yo les voy contando historias”, detalla. En TN, los sábados a la mañana, con Paula García y Santiago Do Rego, lleva adelante una breve y sutil sección sobre el origen de las malas palabras. Se llama “La frase prohibida”.
Entre las frases preferidas por el público, “hay algunas que son fascinantes. Si te vas al París del siglo XIX, a la iglesia de Notre Dame de Lorette, Nuestra Señora de Loreto para nosotros, había caminos que conducían peregrinaciones hasta allí. Ahí paraban prostitutas. Como esos caminos conducían a la iglesia, las llamaban lorette, igual que la iglesia. Con la inmigración francesa, eso llega a nuestras costas. Los franceses acá a las trabajadoras sexuales también les decían lorette. A los que hablaban español, eso les resultaba muy ajeno. Entonces, de lorette derivó en loretas. Y más tarde, por asociación, se las empezó a llamar loras. Y después se empezó a hacer referencia al aparato genital de la supuesta lora. Y de ahí viene esa frase que está tan vigente”, explica.
La mayoría de las frases que se repiten a diario tienen atrás una historia que les dio vida. En cambio, ciertas palabras de uso popular surgen a partir de la evolución, y no de una historia. Pero, ¿cómo llega un historiador al origen de una frase popular? “Cuando empecé, me armé una biblioteca importante a la que recurro. Uso internet como última instancia y s0lo páginas confiables”, señala López.
A través de la biblioteca el historiador llega a la historia de las frases. “Leyendas tradicionales”, “Dichos y frases hechas”, “Palabras con historia”, “Refranes, proverbios y sentencias” son algunos de los títulos, traídos de España, que descansan en su biblioteca. Las historias de las frases argentinas, asegura, son más fáciles de encontrar. El nuevo diccionario del lunfardo de José Gobello, es fuente de consulta habitual. “Esto es un trabajo artesanal, como un tapiz: se empieza por una punta y comenzás a estudiar a partir de allí. ¿Cómo armo mis libros? Primero hago una lista de dichos. Yo te escucho a vos, y si llegás a decir uno, lo anoto. Una vez que tengo la lista hecha, trato de ubicarlos en lugares y épocas”, revela.
Para el especialista, las frases populares tienen la característica de ser atractivas por la rima y por el sonido que tienen, lo que hace que la gente las repita una y otra vez y que se vayan transmitiendo de boca en boca. Pero, además advierte que este tipo de oraciones tienen un costado positivo y también uno negativo. “Lo malo es que no alientan a la gente a ser exquisita en el uso del lenguaje porque con una frase se expresa una idea de manera corta, con rima y con gracia. Y, justamente, eso también es lo bueno. Lo que es bueno es malo porque, imagínate lo que se tardaría en decir “zapatero a tus zapatos”. O “en casa de herrero cuchillo de palo”. Habría que empezar a decir que aquellos que, aunque se dedican a su profesión, a veces sorprenden a los demás cuando no hacen o no tienen lo propio de esa profesión en lo que concierne a su actividad o vida diaria. El tipo dijo “en casa de herrero cuchillo de palo”. Eso es genial, pero, a su vez, esa capacidad de poder armar oraciones que expliquen claramente algo tal vez se pierda un poco”, se explaya López.
¿Requisitos para que una frase se convierta en popular? Charlie López considera que tienen que aludir a cosas con las que la gente se identifique. “Por eso, “a rey muerto rey puesto”, en este país en el que no hay monarquía, no se usa tanto. Además, la frase es una combinación de palabras fijas. No se pueden cambiar los dichos. No se puede decir “en casa de plomero caño de plástico”. Tiene que ser “en casa de herrero cuchillo de palo”. Pero es mucho más que eso. ¿Es “en casa de herrero un cuchillo de palo”? No. Es “en casa de herrero cuchillo de palo”. Además de rima y sonido la frase tiene que tener un cierto equilibrio”, señala.
Como los dichos son de transmisión oral, es común no haberlos visto por escrito, aunque haya sido escuchado muchas veces. Entonces, puede suceder que se cambie alguna palabra cuyo significado no llega a comprenderse. “De ahí que, más de una vez escuché que alguien me decía “camisa de once balas”. Y es “camisa de once varas”. O “hay monos en la costa”, en vez de moros en la costa”, acota López.
Otra característica de estas frases es que tienen que ver con la familia de donde uno proviene. Porque si en la propia familia no usan esas frases, posiblemente uno no llegue a conocerlas. Y además son regionales. “En Tandil, es común usar la expresión “esto no tiene gollete”. Yo la aprendí porque mi suegro era de Tandil y decía “esto no tiene gollete”, como diciendo que esto no tiene solución. El gollete sería la parte fina de un recipiente, de donde se agarra. Se escucha en Mar del Plata, en Tornquist, en ese lado de la provincia de Buenos Aires. No se sabe por qué una frase entra en una región y no entra en otra.
Las frases y las expresiones cambian de lugar en lugar como cambian las palabras. En Uruguay botija es un chico. Esa es la riqueza del idioma que no hay que permitir que muera. No tenemos que ser discriminadores cuando alguien habla distinto, sino tratar de incorporarlo a nivel pasivo -el vocabulario pasivo es el que se entiende y el activo es el que se usa-. Yo trato de enriquecerme”, asegura. López en julio dio una charla en Córdoba donde conoció palabras nuevas, muy usadas en esa provincia. “Para decir más o menos te dicen chomaso. Te sentás en una mesa de un bar mediopelo -estamos usando frases todo el tiempo- y puede pasar que si uno quiere vino el mozo se acerque y pregunte si lo quiere priteado. Yo nunca lo hubiera entendido. Ellos tienen una gasesosa que se llama Pritty, que acá se vende, pero no es popular y allá es muy popular. Priteado es con una gota de Pritty. Eso a mí, me encanta. De hecho, no me las olvido”, asegura.
Hay otras expresiones más antiguas, como “mediopelo”, que viene de la época del Virreinato del Río de la Plata, cuando los españoles más ricos se hacían traer de Cádiz, España, sombreros hechos con pelo de castor. Estos se hacían con el pelo de la parte de arriba del castor, que era el pelo largo. Y los que querían parecerse, pero no les daba el presupuesto, se encargaban el sombrero con pelo del costado del animal, que era el medio pelo. “Y ahí está, cuando uno compra algo y dicen que es mediopelo, es que parece bueno, pero no lo es”, explica el historiador.
Con el tiempo las frases van cambiando y, tal vez, lo que se decía en una década se abandona en la siguiente. “La gente en las charlas se ríe porque yo digo: “dime cómo hablas y te diré cuántos años tienes”. Algunas frases sobrevivieron, como, por ejemplo, “más problemas que los Pérez García”. Pero la gente no sabe que “Los Pérez García” fue un programa de radio que se emitió entre el año 1942 y 1967, por radio El Mundo, en vivo, durante quince minutos todos los días. La escuchaba el país. Era una familia que trabajaba y aspiraba ser de clase media. Hubo una película luego, que se llamó “Los Pérez García”. Tenían problemas y los resolvían los viernes, siempre rescatando los valores, las buenas prácticas”, describe.
Otra frase que trascendió generaciones es “agarrate Catalina”. Catalina existió y era una trapecista de la década del cuarenta, cuya madre y abuela habían muerto en accidente de trapecio en los circos de Buenos Aires. “Cuando ella salía a hacer su número, la gente sabía eso y siempre había alguien desde la grada o la tribuna que le gritaba: “agarrate bien, Catalina”. Hay dos teorías, esa es una. La otra tiene que ver con Irineo Leguizamo, que fue un jockey famoso de origen uruguayo, que tenía una yegua llamada Catalina, a la que antes de una carrera le decía: “agarrate, Catalina, que vamos a galopar”. Yo, por medio de mis investigaciones, deduje que la primera, Catalina la trapecista y la otra se retroalimentaron mutuamente y así la frase surgió con fuerza”, destaca.
De entre las más viejas, pero que siguen siendo actuales, Charlie López menciona “no hay tutía”. “La atutía era un remedio hecho en base a óxido de zinc, que curaba muchas enfermedades, pero sobre todo las infecciones oculares. Era tan buena que, en la época de Cervantes, cuando algo no tenía solución, se decía “no tiene atutía”, no tiene remedio que lo cure. Con el tiempo la palabra perdió la letra a inicial. Por eso es “no hay tutía”, que se escribe todo junto porque nada tiene que ver con la hermana del papá”, aclara.