Memorias de moda. Un libro sobre un mundo que ya no existe
“La moda democrática es la única que en el fondo me parece inteligente y abordable”, dice Felisa Pinto, periodista especializada en moda y autora del libro Chic
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Felisa Pinto nació en la provincia de Córdoba en 1931 y, desde 1954, es periodista. “Hay una manera de ser periodista y cronista de moda y otra es ser periodista que entiende los componentes que hacen a la moda, es decir las Artes Visuales. A mí siempre me interesó el arte”, dice la autora que acaba de publicar el libro Chic. Memorias eclécticas, por editorial Lumen, donde en más de 300 páginas refleja sus vivencias siendo observadora y participante de los acontecimientos culturales que marcaron Buenos Aires en los años de efervescencia. El mundo en que sucedieron los hechos que cuentan las historias de Felisa ya no existe, pero a ella jamás se la va a percibir nostálgica por el tiempo pasado. Nos recibe en su departamento, bendecido por una iluminación natural desde el octavo piso, con un gran ventanal donde se contemplan filas de árboles que logran confundir que estamos en unas de las zonas más ruidosas de la ciudad.
La periodista es una cronista que se especializó en moda en tiempos donde esta disciplina no era vista más que como pura frivolidad. Felisa Pinto entonces es testigo y gestora de cómo el relato hegemónico puede tener otra cara; esta mujer chic no se unió al rebaño para replicar lo que sucedía en Europa o en los Estados Unidos solamente, sino que se dedicó a descubrir y acompañar lo que acontecía en los lugares que habitaba. Hay que leer a Felisa para comprender el contexto del Di Tella, el Instituto donde pasaba la vanguardia de mediados de la década de 1960, desde otra perspectiva que no sea a partir de las artes visuales. La naturalidad con la que se manejaba La manzana loca en esos mismos años, qué sucedía en el mundo textil de los 70 y los años 80.
El panorama de emergencia de los nuevos diseñadores, reunirlos en una muestra y al mismo tiempo ser parte de la fundación de la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la universidad pública. Hay que leer –y conocer– a Felisa Pinto. La periodista escribió en las páginas de Damas y Damitas, Primera Plana, en Confirmado, La Opinión, en el diario LA NACION y Página/12, la revista de la industria textil La Moda. Felisa redactó el programa de la carrera de Diseño de Indumentaria de la Universidad de Buenos Aires, hizo curadurías en instituciones artísticas.
En 1992, organizó Moda al Margen, en el ICI. A modo de manifiesto, ella sentenciaba: “Muchas veces las crónicas de moda dicen la diseñadora y resulta que se trata de una boutiquera que nunca en su vida diseñó sino que copió de revistas. Recién ahora se puede hablar por primera vez de diseñadores, chicos creativos y creadores que a partir de la Bienal o la Carrera tienen una formación”. Felisa recuerda los años post dictadura, donde en la moda no existía la creación espontánea. “Estaban, pero al margen de la moda oficial. Laura Buccellato, al frente del ICI en ese momento, nucleó a una cantidad de artistas del arte moderno y me propuso hacer la muestra. Estuve seis meses buscando para hacer una gran exposición de jóvenes que proponían creación y no copia adocenada”, dice.
Luego de esa exhibición, en 2006, se ocupó de la retrospectiva de Mary Tapia en el Malba. La llamó Moda con Identidad Criolla. Mucho antes de esa exhibición, en 1967, curó Ropa con riesgo, el desfile experimental de Delia Cancela y Pablo Mesejean que reflejó los inconvenientes que generaba revelarse al código de vestimenta en una ciudad violenta.
“En el Di Tella se suponía que nadie iba a ser un desfile de moda y, sin embargo, lo hicimos. La primerísima fue Mary Tapia con Pachamama Prêt-à-porter y, luego, el de Cancela-Mesejean. Tenía otras características, no había nada comercial sino arte visual. Las mannequins eran amigas, no eran profesionales, no se trataba de un “desfile normal”, sino con el público sentado en el suelo del Di Tella. Sus propuestas estaban más cercanas al arte visual que a la línea del arte comercial. Ya existía la moda de Londres, que era lo que más se usaba, y París y después con el jean empieza la cosa norteamericana”, cuenta Felisa.
“Mary Tapia, tucumana de raza pura, también partía de materiales y de prendas autóctonas, pero sus creaciones eran acentuadamente telúricas y se mantenían fieles a la técnica textil primitiva de los indios del norte argentino. De hecho, la definí como una ‘antropóloga de la moda’. Cultivaba una estética folk, pero de gran refinamiento conceptual”. define Felisa Pinto a Mary Tapia en su libro,
Cada época la narra en su contexto donde es posible ubicarse en espacio y tiempo, placer que logró trasladar en sus memorias y diferenciadas en historias propias y ajenas. Esta no será su primera incursión en el mundo del libro. Al comenzar los 2000, Juan Carlos Kreimer le ofreció escribir un libro sobre las vanguardias del siglo XX para la colección “para principiantes”. Así nace Moda para principiantes, en co-autoría con Delia Cancela: “Hice la historia de la moda, resultado de mi aproximación del tema y mi tiempo vivido junto a eso”. De Felisa se suele decir que es la Diana Vreeland argentina, la carismática dama para la que Carnel Snow, la directora de Harper’s Bazaar, que bautizó como New Look la silueta develada por Christian Dior en su colección debut, creó el cargo de editora. “We love Felisa, es nuestra Diana Vreeland”, dice en mayúsculas el modisto Pablo Ramírez en la red social Instagram. Esa admiración y cariño es el reconocimiento que recibe de diversas figuras con las que transitaron los mismos caminos o descubrió.
Ella los llama amiguísimos. Así se refiere de Juan Gatti, de Rosita Bailón, Ramírez. “De repente surge Pablo… lo descubrí en un concurso de la fábrica Alpargatas que yo organicé y hoy es mi gran amigo. Admiro su maestría. Mi aproximación a la moda siempre es de autor”, ensalza el recuerdo con su entonación. En la charla surgen los nombres de Manuel Puig (“en Galería del Este, Rosita hizo un desfile para acompañar el lanzamiento de Boquitas Pintadas”), de Picasso, a quien entrevistó en su estadía en París, en 1963, cuando Atlántida la envió como corresponsal durante un año.
Allí se hospedó en casa de su amiga de la infancia Lita Sánchez Cinez, modelo de Laroche y madre de la futura supermodelo de Chanel: Inès de la Fressange. Cubrió los desfiles, llegó a ver a Coco Chanel sentada en las escalinatas durante los de la Rue Cambon.
Felisa Pinto asistía a los desfiles vestida con piezas de Chanel que le prestaba su amiga Lita. (“Había que ser millonaria para usar Chanel, no así con Kenzo”). Felisa habla, revuelve en sus papeles, acompaña el diálogo con fotos y las carpetas de prensa que entregaba la maison y donde se cuelan en sus apuntes comentarios para acompañar las imágenes. “La descripción de una vestimenta me sugería un epígrafe que era más bien poético”, comenta sobre las anotaciones en puño y letra en tinta negra.
-Siempre te distinguiste por llevar adelante la época, más que acatarla.
-Acá había cosas que no me atraían, salvo cosas excepcionales, impresionantes, como Fridl Loos o Vanina de War. Lo demás era un poco del dictado de la moda oficial, lo que decía París. Se compraban los moldes y no había creación y espontaneidad, pero al mismo tiempo no había industria… Había una industria, por supuesto, a la que pude transitar en profundidad cuando trabajé en la revista La moda y me permitió conocer el making. Allí me ocupé de los fabricantes y de la industria nacional. Cubría cuatro veces al año los salones de París para transmitir tendencias que luego se hacían mundiales. Tenía una gran responsabilidad.
-¿No te llamaba la atención la escena que ofrecía la moda oficial?
-La argentina clásica y rica se vestía en alta costura y a mi no me interesaba como acto de creación sino como talento, honestidad. Rosina Corradini me encantaba, era algo deslumbrante. Pero a mí me gustaba más la espontaneidad, la moda como expresión visual. Paco Jamandreu y Horace Lannes son mis ídolos. Yo me ocupé y los seguí. En cambio las grandes casas de costura… el ritual no me interesa. Me parecía frío y muy copiado. La ropa criolla me parece lo más elegante, por eso Fridl Loos, Mary Tapia.
-¿Cuál es tu singularidad como cronista?
-He instalado la aproximación visual y no el palabrerío que vende. Al escribir, me basé en la defensa de la industria nacional más que el capricho. Nunca escribí nada que no creyera.
-¿Se puede hacer un paralelismo del espíritu de La Manzana loca y los 80/90?
-No, en Galería del Este todo era espontáneo. Una vez hicimos un desfile, improvisado, chiquito. No había show sino espontaneidad, creatividad.
-¿Qué tenías pensado para la creación de la carrera de Diseño de Indumentaria en la UBA?
-La secretaria académica Carmen Cordova me dijo que quería que la facultad tuviera artes aplicadas, la moda de alguna manera es un arte aplicado, y así reúne a un grupo de profesionales. Yo propongo un proyecto de funcionamiento, de estudio a fondo, porque la gente joven no sabía la diferencia entre Chanel y Balenciaga. Organicé mesas redondas en la facultad, logramos armar una carrera con estudio a fondo de la historia de la moda. Los arquitectos se escandalizaban y decían si la facultad de arquitectura iba a tener máquinas de coser. Pero era moda en tanto diseño, hoy lamentablemente a todo se lo llama diseño, pero eso ya había nacido en la Bauhaus. La idea central creo que la conseguimos. No era arquitectura pero era diseño.
-¿Cómo ves la moda hoy?
-La moda democrática es la única que en el fondo me parece inteligente y abordable para todos los bolsillos, ya no es para los rios. Por eso me pareció extraordinario cuando empezó Uniqlo. Las últimas colecciones las vi por YouTube y era una cosa insultante, de lujo escandaloso. Los riquísimos del mundo no necesariamente tienen buen gusto. Es moda que te golpea pero no como creación sino exageración. Es un escándalo, pero me decía que no debía pensar así porque están también los inteligentes que vistieron a la humanidad. La hechura de Zara, Muji, H&M es algo fantástico pero al mismo tiempo no dejan vacantes a los empleados de la industria de la moda. Esos horrores que vi… lo de Dior es una cosa espantosa, no te digo Versace, Balenciaga. Yo creo que se mueren para volver a enterrarse, es una cosa de terror, el propio Chanel… Lagerfeld hizo show y dinero pero hasta el reinado de Ines Lagerfeld no me emociono nada, pero luego hizo algo in - creí -ble. Te puedo mostrar una foto si querés.
-¿Conservás el hábito de coleccionar, porque sabías que era importante?
-Yo no coleccionaba, sino que naturalmente tenía esas piezas. O porque me enamoraba de un perchero en la puerta de las Galeries Lafayette y me compraba unas maravillas. Falso auténtico le digo, porque eran cosas falsas, pero auténticas en tanto falsas porque lo sabías pero estaban tan bien hechas. Eso ya era un acto de creación. Me encanta encontrar percheros perdidos y no hay nada que me divierta más que ir a las casas de segunda mano a descubrir esas maravillas, pero tenes que saber mucho de moda y de chic porque sino es un desastre. Por eso guardo lo que uso, lo vintage lo dono al Museo del Traje, que hace un trabajo excepcional.