Mis alumnos están en cualquiera. Espero que no se ofendan cuando lean esto, pero no hay uno solo que no esté disperso. Entrando en el último trimestre del año, los tiempos empiezan a acelerarse, y pareciera que ya nadie tiene energía (ni cabeza) para nada. Y aunque esa hora de entrenamiento es el momento que pagan para desenchufarse y hacer algo por sí mismos, les cuesta estar presentes. Su mente, como un mono loco que salta de rama en rama, va de un pensamiento a otro, sin dejarlos disfrutar el momento presente. El único que debería valer.
Pasa durante el entrenamiento y en muchas otras ocasiones más. ¿O nunca tuviste que leer tres veces una página de un libro porque no habías retenido nada? ¿O te pasaste de calle por estar repasando los pendientes de la agenda? Vivimos distraídos, es un mal de época.
Una vez, se le preguntó a Buda qué hacían él y sus discípulos. A lo que respondió que se sentaban, caminaban y comían. La respuesta de su interlocutor fue que cualquiera podía sentarse, caminar y comer. “Pero nosotros al sentarnos estamos conscientes de estar sentados; al caminar, de estar caminando; y al comer, de estar comiendo”, retrucó el sabio. Esa es la diferencia entre estar o no presente. Y aplica para esas acciones, para el entrenamiento y para todo lo que emprendamos. Hay muchas herramientas para lidiar con esto en la vida cotidiana, desde la meditación al mindfulness. Pero en el campo que me compete, el del entrenamiento, tengo distintas estrategias.
La primera, cerrar etapas. Suena drástico, pero si te disponés a empezar algo con otras cuestiones en la cabeza, será difícil. Tratar de darle un cierre a lo anterior es importante para poder dedicarle tu atención completa a lo que sigue. Después, incluso en el entrenamiento se puede encontrar disfrute. Para empezar, es un momento para vos, que dedicás para mejorarte y cuidar tu salud. Es cuestión de encontrar aquello que te saque chispa, sea boxear, correr o hacer zumba, entre miles de opciones.
Deberías deshacerte de los prejuicios. Tengo alumnos que empiezan la clase pensando que no podrán hacer tal o cual ejercicio, o que determinado movimiento les dolerá. Pero haciendo las cosas de modo progresivo se puede ir más lejos. Y esa sensación de desafío cumplido ayuda a enfocarse y motivarse para seguir con más energía. Cuando pensamos que no podemos, lo más probable es que tengamos razón.
El ejercicio puede funcionar como una meditación activa. Una forma de acallar las voces de la cabeza, dejar la mente en blanco y conectarse solo con el instante presente. Pero solo puede suceder si, precisamente, estamos ahí con todo nuestro ser y consciencia.