Maternar en la Argentina del siglo XXI: presiones y culpas por no estar a la altura de ciertos ideales
Violeta Gorodischer desnuda en Desmadres, su libro recién editado, una maternidad lejos de todo romanticismo
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“Mi compañero me agarraba una mano y Laura, la partera, la otra. Recostada boca arriba, yo giraba la cabeza hacia ambos lados y les pedía que no me dejaran sola, que me contaran qué ocurría detrás de la cortina celeste que tapaba mi visión. Ubicada a la izquierda de la camilla y sosteniendo un cronómetro, Laura se me acercó al oído: ‘En dos minutos vas a conocer a tu hija’. Y yo le dije ‘sí’, le repetí ‘sí’, y agregué una catarata de cosas que ya no recuerdo. Ajena a la sugerencia de que no hablara en medio de la cesárea porque la panza, abierta de par en par, se me iba a llenar de aire, me lancé a una verborragia compulsiva que exigía, además, respuestas de los allí presentes (…). A la distancia, claro, todo me parece obvio. Hablar sin pausa era el antídoto para atravesar una situación que me abismaba. Hablar para llenar el vacío de esos minutos eternos, para exorcizar el fantasma de la muerte, para canalizar tanta angustia previa, para soportar una felicidad de la que no terminaba de hacerme cargo. Hablar y hablar y seguir hablando hasta que apareciera frente a mis ojos esa beba a la que todavía no me animaba a llamar hija (…) Me concentré en mi propio ritmo monótono hasta que escuché: ‘Mirala, acá está Rita’ (…) No respiré hasta que escuché su llanto y después me la pusieron en el pecho. Estaba tibia. Lloraba de una manera suave, o tal vez ahora lo evoco así (…). Le di besos y empecé a llorar yo también. ‘Hola, mi amor’, repetía sin parar, y en el silencio del quirófano solo se escuchaba mi voz quebrada porque nadie más hablaba y ella, de eso no tengo dudas, se calmó al sentir el contacto con mi cuerpo”. En Desmadres (Planeta), Violeta Gorodischer (Buenos Aires, 1981) propone un cruce entre el ensayo, la investigación periodística, la crónica íntima y una mirada de lo colectivo para mostrar un estado de situación: cómo es maternar en la Argentina del siglo XXI. El libro desnuda esos estados en los que conviven el amor, el cansancio, la presión social y la culpa por no estar a la altura de ciertos ideales.
Estaba atravesando el puerperio cuando Violeta empezó a escribir. “Fue un poquito antes de la pandemia cuando decidí ir más allá de los discursos circundantes acerca de la maternidad –narra la licenciada en Letras (UBA) y editora del suplemento Sábado, de la nacion–. Al comienzo pensé en una ficción basada en mi experiencia personal, la pérdida gestacional previa; pero no quería contar solo eso. Me convertí en madre y descubrí que había otros temas de los también quería hablar”.
Junto con la editora y escritora Ana Wajszczuk comenzaron a transitar el camino de Desmadres. “Busqué libros relacionados con las maternidades, ficciones, investigaciones, ensayos, para tener referencias, develar cómo contar, qué contar. Intenté que fuera un libro accesible, que tuviera un tapiz narrativo, pero también información que fuera útil”.
Reversionando el ya clásico lema lo personal es político, Violeta se vale de sus propias vivencias para mostrar un estado de situación en el país. “La pregunta es para qué uno se expone –reflexiona–. Entendí que podía generar una cercanía, una identificación, abrir el abanico y a partir de ahí, la idea del subtítulo: De la experiencia personal a la aventura colectiva: la decisión de maternar hoy, y así tomar contacto con otras historias, algunas similares, otras, muy distintas. Experiencias que trascienden lo que es la institución de la maternidad. Básicamente, uso mis vivencias porque me parece lo más honesto en un libro como éste. No puedo obviar de dónde vino mi impulso para escribir: de ser madre, de haber tenido una pérdida gestacional. Este libro surge por haberme hecho preguntas, por haberme sentido cómoda e incómoda con los avatares de la maternidad en esta sociedad y en este momento histórico. Abro el tema, indago e intento responder preguntas que yo misma me hice cuando me sentía incómoda con alguna situación o cuando no entendía por qué terminaba presa de paradojas”.
A modo de introducción, Gorodischer expone los interrogantes que se desarrollan en las más de 200 páginas de Desmadres: “¿Cuántas integrantes de las tribus de crianza que florecen en Buenos Aires saben que están retomando algunas prácticas efectuadas por las militantes de los años 70? ¿Por qué hoy la lactancia se impone en la construcción de la buena madre, continuando la línea ideológica que impuso el aparato estatal a principios del siglo XX? ¿El llamado parto respetado es un esnobismo o un real ejercicio de autonomía? ¿Cuál es la verdadera pugna de poderes que deberíamos estar mirando? ¿Qué hace que el duelo gestacional sea tan silenciado por el sistema médico y aun por el entorno más cercano? ¿A qué nos enfrenta la imposibilidad de gestar un hijo y qué dilemas éticos plantea el avance de la ciencia? ¿En qué momento los cuidados se transformaron en un asunto de agenda pública? ¿Cuán libre es la decisión de no maternar?”.
Detrás de cada concepto, de cada bajada de línea, discurso, mandato, hay un origen. “Hay que parir, hay que dar la teta... Desarmar los hay que, y mostrar de dónde vienen, porque los escuchamos ciegamente y sentimos culpas si no podemos. No se trata de tomar posiciones tajantes ni de ponerse de un lado u otro de la grieta, sino de mirar de dónde vienen esas construcciones, en muchos casos imposiciones –acentúa–. Todas las maternidades son válidas. Ya en la década de 1970, Jane Lazarre confrontó el mito de la buena madre con El nudo materno, escribió sobre el estado (físico y mental) de una mujer que se convierte en madre. Un ovillo enmarañado en el que conviven el amor, el cansancio, el arrepentimiento, la presión social y la culpa por no estar a la altura de ciertos ideales que, en pleno siglo XXI, aún no hemos logrado desenredar”.
Las voces de especialistas y de mujeres que vivieron diferentes situaciones tejen cada capítulo. Voces diversas, con historias disímiles que se paran de un lado y de otro de los conceptos que acompañan las maternidades. “Me sorprendió la cantidad de investigadoras argentinas, de historiadoras, antropólogas, sociólogas que están sacando, como ellas mismas dicen, a la maternidad del closet académico. De hecho, hay un Círculo de estudios de Maternidad(es) y Maternaje(s) Situados de la Universidad Nacional de San Martín del que participé y puedo asegurarte que fue un antes y un después en la aproximación a las maternidades. La doctora en Antropología Social Johana Kunin, una de las mentoras del Círculo de la UNSAM, ahonda en el concepto de maternidades situadas: cada contexto, cada momento histórico, cada capa económica y social, influyen en las diferentes prácticas el maternaje. No es lo mismo una mujer heterosexual de clase media con estudios universitarios, como yo, que una madre de un entorno rural, una de sectores populares, una soltera, o la maternidad de alguien con una identidad sexual disidente”.
Los relatos de partos que menos abundan son los por cesárea. Leer el de Violeta al comienzo del libro no es frecuente y ella lo sabe. “Pareciera que se trata de un parto de segunda, un agujero negro entre la representación de la madre empoderada –analiza–. Patricia Rosemberg, exdirectora en la maternidad Estela de Carlotto, pionera en partos sin intervenciones, docente e investigadora, que lleva adelante un trabajo de capacitación por todo el país, me dijo: ‘Cada una se empodera como puede’. Cuando me comentaron que había posibilidades concretas de que mi beba estuviera enredada con el cordón, no lo dude. Yo quería que naciera. La quería viva. Todas las experiencias son válidas. El parto respetado, como bien comenta Belén Castrillo, socióloga e investigadora del Conicet, es un modelo de atención obstétrica que debería darse en todos los ámbitos: ‘Una cesárea solicitada por una mujer informada y con pleno conocimiento de lo que significa el procedimiento y sus consecuencias, también puede ser un parto respetado’”.
Sobre este mismo punto, Violeta Osorio, integrante del Observatorio de Violencia Obstétrica Argentina y coautora, junto a Francisco Saraceno, del libro Mujeres invisibles, partos y patriarcado puntualiza en Desmadres que dar a luz de esta manera tiene que ver, básicamente, “con que cada una sea protagonista de ese evento, que sea soberana sobre su cuerpo y el proceso que está atravesando. Obviamente, la mujer debe estar informada, pero también tener total libertad para implementar esa información: muchas de nosotras estamos al tanto de todo, pero luego no hay posibilidad de tomar decisiones. Cuando hablamos de parto respetado, hablamos de garantizar el ejercicio de la autonomía”.
En este terreno de debates y grietas, la lactancia ocupa un lugar preponderante. “Se convirtió en la vara moral –apunta Violeta–. Sos buena o mala madre si das o no la teta. Entramos en una discusión sin tener en cuenta un montón de variantes, de dificultades y realidades. En mi caso, hice todo lo que estuvo a mi alcance para dar la teta, pero hubo un momento que no pude seguir. Me sentí muy mal por decir ‘hasta acá llegué’. Fue la pediatra de mi hija la que me abrazó: ‘No sos menos mamá por no amamantarla’ . Todas sentimos el deber de la lactancia, tomar una posición distinta no resulta fácil, porque solemos asociarlo con el amor maternal. Es un tema en el que indagué mucho y traté de analizar las razones a esos discursos tan determinantes”.
Desmadres, como dice Ariana Harwicz en la contratapa del libro, logra dar con la escritura: “Las palabras, las imágenes justas para contar el misterio de ser madre. Y el misterio es perfecto para la literatura”.