El desarraigo, la pobreza y el autoritarismo inspiran muchas de las obras realizadas a lo largo de más de medio siglo por la artista nacida en Italia y radicada en Brasil, que presenta en el Malba su primera muestra panorámica en la Argentina
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Lo primero que conoció del mundo fue la guerra. Y con ella el hambre, la pobreza, el desarraigo. Nacida en 1942 en Scalea, Italia, Anna Maria Maiolino migró con su familia a Bari y poco después a Venezuela; allí vivió su adolescencia e inició su formación. Pero siguieron otros destinos: Río de Janeiro, Nueva York, Buenos Aires y San Pablo, donde sigue trabajando a los 80 años.
Con cada mudanza, además de las diversas experiencias que recreó en sus obras, llevaba con ella sus múltiples roles: nieta, hija, estudiante, artista, amiga, amante, dibujante, grabadora, esposa, madre, diseñadora, performer, costurera, fotógrafa, poeta, pintora, escultora, abuela y escritora. Gran parte de ellos están reflejados en su primera muestra panorámica en la Argentina, que presenta en el Malba más de medio siglo de producción.
“No se trata del viaje del héroe viril y fálico que protagoniza tantas historias de nuestra sangrienta y predatoria civilización, ya que la finalidad de Maiolino nunca fue acumular territorios conquistados, culturas exóticas dominadas y monumentos edificados a su imagen y semejanza -aclara en el catálogo Paulo Miyada, curador de esta exposición, del Instituto Tomie Ohtake y de arte latinoamericano en el Pompidou-. Se trata, por el contrario, de la vivencia de una sabia contadora de historias sobre la existencia, el cuidado, el deseo, el grito y el goce. Se trata del nomadismo circular de una inmigrante con muchas nacionalidades, o con ninguna”.
En ese recorrido en espiral, Maiolino vuelve a enfrentarse con los mismos problemas. El desarraigo, la pobreza y el autoritarismo la esperaban también en Brasil cuando llegó desde Estados Unidos, en 1971, separada y con dos hijos. Es lo que sobra (1974) se titula una de sus impactantes “fotoperformacciones”, en la que simula estar a punto de cortarse con una tijera la lengua y la nariz.
Otra de las imágenes más conocidas de esa serie es Entrevidas (1981) -presente en la exposición Mujeres radicales y en la colección del Museo Reina Sofía de Madrid-, que registra el avance de unos pies desnudos sobre un empedrado cubierto de huevos. Como si se tratara, según Miyada, de “innumerables microencrucijadas”.
Quince años más tarde, Maiolino escribía en el poema Schhhiii…, onomatopeya también protagonista de un grabado suyo y que presta su título a la muestra del Malba: “Con ira santa vomito serpientes y lagartos,/ la dictadura del ejército — violencia repetida,/ y la intolerante estupidez de la humanidad”.