La vida de película de Olivia Hussey, la Julieta de todos los tiempos
A su mamá inglesa le encantaba bailar tango y se enamoró de un músico porteño. Nació en la Argentina y creció en Londres. Su papel estelar en Romeo y Julieta la llevó pronto a Hollywood
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En la reciente edición del Festival Shakespeare Buenos Aires –se realizó en abril, de manera online– fue entregado el Premio Shakespeare (que en ediciones pasadas había tenido como destinatarios a Judi Dench, Kenneth Branagh, Peter Brook, Harold Bloom, Norma Aleandro, Nuria Espert y Agustín Alezzo, entre otros), a Olivia Hussey, junto con Sir Stanley Wells y Oscar Araiz. La inolvidable protagonista de Romeo y Julieta (1968), que también interpretó a la Virgen María en la recordada miniserie Jesús de Nazaret (1977), es porteña. Hija mayor del matrimonio formado por el cantante de tangos argentino Osvaldo Ribó y la británico-argentina Joy Alma Hussey, nació en Buenos Aires en 1951, se mudó de muy pequeña a Londres y poco después del éxito de la película basada en el clásico de Shakespeare, se instaló en Estados Unidos. Allí, en 1972 se casó con Dean Paul Martin, uno de los hijos del actor y cantante Dean Martin. En esta nota habla de su carrera, de su vida personal y del lanzamiento de su biografía, The Girl on the Balcony.
¿Cómo surgió la idea de escribir tus memorias?
¡Ah! Toda mi familia me había insistido mucho, por años. Lo cierto es que la idea comenzó a crecer en mí el día que asistí al casamiento de la madrina de mi hijo Alex, en Nueva York, en 2002. La Quinta Avenida estaba ocupada por barricadas que había puesto la policía y una fila interminable de limusinas esperaban su turno para acceder a la puerta de la iglesia. La gente colmaba las veredas y desde el interior de mi auto se podía ver, a través de los vidrios polarizados, cómo los fans se asemejaban criaturas dentro de una pecera que se acercaban al vidrio para tratar de ver quién iba dentro. Yo estaba muy nerviosa, no había vivido nada parecido en años. Me recordó a la premier de Romeo y Julieta. Dios mío, pensé, eso fue hace 34 años. La limusina que me llevaba se detuvo, escuché el click en la puerta cuando alguien gentilmente la abría, mi marido me tomó de la mano y me dijo “Ok, amor, llegó el momento”. Siempre me dio pánico sentirme observada y cuando salí de la limo, mi visión se achicó y se me cerró la garganta. ¡Olivia! ¡Olivia! ¡Acá por favor! Los fotógrafos gritaban. Junto a mi marido estábamos caminando hacia la fila de ingreso donde nos chequearían los bolsos cuando una vieja amiga me tomó del brazo y me llevó a un corralito donde había fans que querían verme. ¡Dios mío Olivia Hussey, que hermosa que se la ve! ¡Olivia dónde has estado todo este tiempo! ¡Julieta, te extrañamos! Sonreí, firmé fotos y volví a los brazos de mi marido repitiéndome: ‘¿Dónde has estado Julieta? Te extrañamos’. Desde entonces la idea de escribir mis memorias fue creciendo y mi hijo Alex fue quien me ayudó a poner todas mis historias en orden, él me iba preguntando, grabando y anotando. Fue muy hermoso poder compartir este proyecto con mi hijo.
La boda a la que hace referencia Olivia es la que tuvo como protagonista a Liza Minnelli. Con motivo de su cuarto casamiento, Liza llevó como dama de honor a Elizabeth Taylor y de padrino a Michael Jackson. A esa boda con más de 1500 invitados asistió todo el jet set de Nueva York y Los Ángeles, representado por personalidades como Lauren Bacall, Kirk Douglas, Anthony Hopkins, Elton John, Gina Lollobrigida y Donald Trump.
Olivia nació en Argentina. A su madre, Alma Hussey, descendiente de familia inglesa, le encantaba bailar tango y fue en una de las tantas milongas se enamoró de Andrés Osuna, quien utilizaba el nombre artístico de Osvaldo Ribó. A pesar de contar con la desaprobación de ambas familias, Alma y Andrés se casaron y tuvieron dos hijos: Olivia y Andrés.
¿Qué recuerdos tenés de Buenos Aires?
Me fui de Buenos Aires cuando era muy chica, tendría 7 años. Recuerdo a ambas familias y la tensión que había. Por un lado, la familia de mi padre, llena de música y guitarras, y por el otro, la de mi madre, adorables ingleses que me cuidaban mientras ella iba a trabajar. Mis padres, quizá por la resistencia de ambas familias, quizá simplemente porque no estaban hechos el uno para el otro, a los dos años de casados decidieron separarse. Yo tenía un año y mi madre estaba embarazada de seis meses de mi hermano. Fue una época muy difícil para mí porque mi madre trabajaba todo el día y yo pasaba mucho tiempo sin verla. De hecho junto a mi hermano fuimos a una escuela como pupilos por tres años. Finalmente, mi madre decidió que ya había tenido suficiente y que sería mejor para nosotros viajar a Londres, donde parte de su familia vivía, y buscar allí mejores condiciones de trabajo. Para ese entonces yo ya tenía siete años. La despedida de mi padre fue muy difícil, mi relación con él era muy especial, como la de toda hija con su padre. Recuerdo verlo saludándonos en el puerto, muy triste. Mi madre, desde el barco, lloraba. Yo le decía que no se preocupe, que pronto íbamos a volver. Pero mi regreso no sucedió sino diez años después.
Una vez en Londres, ¿cuáles fueron tus primeros pasos en la actuación?
¡Mis primeros pasos fueron en Argentina! Yo tenía 4 años y caminaba con una toalla en la cabeza, pretendiendo ser una monja. No, en serio, desde chica siempre quise ser actriz. Siempre le dije a mi madre que quería estudiar actuación y ya en Londres, buscamos una escuela y encontramos la Escuela Conti, muy cerca de nuestra casa. Me presenté y pedí una entrevista con la directora. Le dije que quería ser actriz, que no teníamos plata para pagar las clases, pero que si ella me daba una oportunidad, yo no la iba a defraudar. Que iba a ganar lo suficiente como para pagar las cuotas que mi madre no pudiera. “Me gustan tus agallas, Olivia, bienvenida a la escuela” me dijo, y ahí fue cuando mi vida cambió. Teníamos clases de música, canto, danza, teatro, era una escuela integral, con una formación excelente. Allí iban muchos productores a buscar jóvenes talentos y en una audición, con solo 12 años de edad, quedé seleccionada para trabajar en el programa televisivo The Charlie Drake Show, luego participé en The Crunch y más tarde en la obra The Prime of Miss Jean Bodie, protagonizada por Vanesa Redgrave en el West End, una experiencia única.
¿Cómo llegaste a ser seleccionada por Franco Zeffirelli para el film Romeo y Julieta?
En el verano de 1966, todos los actores en Londres estaban hablando de Franco y su casting para Romeo y Julieta. Recientemente había filmado La fierecilla domada con Elizabeth Taylor y Richard Burton y todos querían trabajar con él. Recuerdo que la señora Conti, nos dijo: “Niñas, Zeffirelli está buscando una Julieta”. Desde el primer momento supe que tenía que audicionar. El proceso de casting fue largo, con cientos de candidatos que esperaban su turno haciendo fila en Dean Street. Franco había alquilado un loft en el medio del Soho para hacer el casting. El método que encontraron para organizar tanta gente fue el de hacer parejas de Romeos y Julietas. A mí me tocó hacer pareja con Leonard Whiting desde el comienzo. Yo tenía 15 años y él, 17. Nos gustamos desde el primer momento. Presentamos la escena del balcón. Nos estaba yendo relativamente bien cuando veo cómo, desde detrás de cámara, alguien comienza a arrojar pequeñas pelotitas de papel sobre mi cara. Sin saber lo que sucedía traté de seguir con mi texto, pero cada vez eran más las pelotitas que me pegaban. Fue ahí cuando saqué mi carácter latino, lo vi a Franco apuntándome y le dije enojada: “Podés dejar de tirarme pelotitas de papel, estoy tratando de actuar”. Él me miró sonriente y me dijo: “¡Eso quiero, pasión!”. Las audiciones se sucedieron, cada vez quedaban menos parejas, pero yo sentía que no estaba logrando la mejor versión de esta escena y le pedí a Franco que me diera la posibilidad de preparar la escena de la pócima. “Ok, tengo que viajar a Roma y vuelvo en tres semanas, ahí veremos tu escena”, me dijo y rápidamente me puse a ensayarla. Tres semanas después ahí estábamos Franco, yo y un grupo de productores y ejecutivos de la Paramount. También estaba el actor Michael York, gran amigo de Franco. Comencé a representar la escena, es tan importante en la obra, di todo de mí, a tal punto que terminé la escena cayendo detrás de una cama, llorando y temblando, un tanto abrumada por mis sentimientos. Todos quedaron en silencio. No sabía qué esperar. Franco dijo “no te preocupes querida, no te preocupes”, se acercó, me abrazó y me dijo al oído: “Te va a encantar Roma”.
¿Qué momentos podrías señalar como los más gratificantes o difíciles durante el rodaje?
Difícil fue rodar la escena del balcón, Franco buscó muchas locaciones para el balcón, pero ninguna lo convencía demasiado. Entonces mandó a construir una gran pared con un falso balcón muy cerca de una autovía, lo que hacía que por el intenso ruido del tráfico tuviéramos que filmar de noche. Fue muy complejo porque el pobre Leonard se lastimaba las manos intentando trepar, fue difícil. Lo que recuerdo con mucho amor fue esa especie de noviazgo que tuvimos con Leonard. Éramos muy jóvenes y estábamos cumpliendo nuestro sueño. Todavía hoy nos vemos, lo quiero mucho.
Fue ahí cuando conociste a otro gran director italiano.
¡Oh, sí! Estábamos haciendo el doblaje de la película y Franco era muy exigente, pedía una y otra vez que repitamos los parlamentos, por momentos era cruel. Nuestras fuertes personalidades chocaban a veces y yo sencillamente me iba. Caminaba por los pasillos y miraba qué era lo que se estaba grabando en otros estudios. Un día, mirando una grabación, un señor muy adorable que estaba haciendo garabatos en un anotador me ve y me llama: “Giulietta, ¡vieni qui!”. Entré al estudio y él empezó a retratarme, era un amor de persona. De repente, Franco entra al estudio enfadado y me dice: “Olivia, te estuve buscando por todo el edificio, ¿qué hacés aquí?”. Yo le dije: “Franco, estoy aquí con este señor adorable porque me trata mucho mejor que vos”. “Pero, ¿vos sabés quién es este señor adorable?”, me preguntó. “No”, le respondí, “Es el gran Federico Fellini”. Lo miré a Fellini que se sonreía y asentía. Mi dios, pensé, es verdad que es Fellini. Siempre fue muy amable conmigo y en una oportunidad me invitó a su pequeño departamento de Roma a cenar y ahí estaba una de las actrices que más admiraba, Giulietta Massina. Esa noche es uno de los momentos que atesoro en mi corazón.
Luego vino la fama, un tour por las principales ciudades del mundo presentando la película y una escala en Buenos Aires.
Sí, la gira fue una locura. La gente nos esperaba en los aeropuertos, realmente increíble. Lo comparo con el éxito que fue la película Titanic. Fuimos a presentar la película a Buenos Aires. En la primera o segunda noche de mi estada en la ciudad, en un ascensor del hotel donde me hospedaba, me encontré con un señor que me dijo: “Vos sos muy parecida al cantante de nuestro grupo”. Yo le pregunté quién era el cantante y me respondió: “Osvaldo Ribó”. Llegué a mi cuarto y llamé a mi madre a Londres, le pregunté si conocía a algún Osvaldo Ribó y ella me dijo: “Osvaldo Ribó es tu padre”. Finalmente, pude volver a verlo después de tanto tiempo. Siempre seguimos en contacto.
¿Cómo fue ser parte de la familia de Dean Martin?
Después del gran éxito de Romeo y Julieta, unos agentes norteamericanos me recomendaron mudarme de Londres, donde yo seguía viviendo en Wimbledon con mi madre, a Los Ángeles. Me pareció que sería una experiencia interesante y me lancé. Mi primera vivienda en Los Ángeles fue la misma casa donde hacía seis meses habían asesinado a Sharon Tate. Al tiempo comencé a salir con Dean Paul Martin Jr. y un día me dijo que quería presentarme a su familia. Su padre, Dean Martin, era un ser espectacular, encantador. La primera vez que lo vi quedé paralizada, solo atiné a decirle “qué linda voz que tenés”. Toda la familia era increíble y por su casa pasaban desde Frank Sinatra y John Lennon hasta Truman Capote. Con Dean Jr. nos casamos muy jóvenes y pronto tuvimos un hijo [Alexander Martin]. No fue fácil sostener esa relación para ninguno de los dos. Yo me deprimí mucho, pero en ese entonces ni se hablaba de la depresión posparto, así que fui navegando esas aguas lo mejor que pude. Fue muy difícil sostener la pareja y al poco tiempo, nos separamos. Su final trágico fue un gran dolor para mí. Todavía lo extraño.
Dean Paul también actuaba, cantaba, jugaba al tenis y era piloto de la California Air National Guard. En 1987, el F-4 Phantom que pilotaba cayó en las montañas San Bernardino durante una tormenta de nieve. Estaba divorciado de Olivia desde 1978. Aquella separación hizo que ella se volcara a un camino de espiritualidad de la mano de Swami Muktananda, un gurú indio que había conocido en California. La meditación ayudó a que encontrará la paz y el equilibrio que necesitaba. Pronto encontró también un nuevo amor, Akira Fuse, “el Frank Sinatra japonés”, con quien tuvo a su segundo hijo, Max.
Luego llegaron roles que le proponían un vínculo más ligado a la religión, como la Virgen María en Jesús de Nazareth, de Zeffirelli, y la Madre Teresa de Calcuta en la película de 2003 dirigida por Fabrizio Costa.
Olivia vive actualmente en Los Ángeles junto a su tercer marido, David Eisley, cantante de rock, “Me gustan los cantantes, qué voy a hacer”, dice entre risas. Con él tuvieron a India, quien comenzó a dar los primeros pasos en la actuación. “Tiene un gran futuro”, asegura la madre, quien antes de despedirse confiesa que quiere volver a Buenos Aires. Olivia es Julieta y como Carrie Fisher o Christopher Reeve, se encuentra en ese selecto grupo de talentosos actores que han formado parte de toda una generación.