La vida buena. ¿Cuál es la historia de tu amor?
El enamoramiento es una foto, el amor es una película. Una foto capta un instante, lo inmoviliza. En el caso del enamoramiento es el instante del flechazo y de todo lo que éste desencadena: ilusión, idealización, erupción emocional, pasión. Una película es una sucesión de fotos que, proyectadas una detrás de otra, crean movimiento, cuentan una historia y muestran las luces y sombras que esta atraviesa. En el enamoramiento dos personas se atraen por lo que imaginan y desean de la otra. Ese momento de exaltación se convertirá en amor en la medida en que ambas se conozcan, aparezcan las diferencias que el encandilamiento emocional oculta y sean capaces de trabajar con éstas como los alquimistas lo hacían con el lodo y las heces hasta extraer el oro. Saldrán de la ilusión (se desilusionarán) para construir una historia en la realidad. Una historia de gozos y de sombras. Terminarán amándose porque se conocen. Se enamoraron porque se desconocían. El amor es conocimiento, el conocimiento lleva tiempo. El amor es punto de llegada, no de partida, como el enamoramiento. No todo enamoramiento termina en amor, pero todo amor comienza en enamoramiento.
Pilar López-Cantero, profesora de Filosofía en la Universidad Tecnológica de Delft, en los Países Bajos, lo describe así: “El amor es un proceso, no un episodio”. En otras palabras, se trata de una historia creada y contada entre dos. Y cada uno de esos dos tiene, a su vez, una historia propia y previa, que volcará en el relato común. Por eso, en materia de amor hay creencias, hipótesis y expectativas de las que todos estamos impregnados como miembros de una sociedad que nos inyecta mandatos, modelos y paradigmas a través de la familia, la educación, los discursos circulantes, las tradiciones y las expectativas, pero finalmente cada historia de amor es única. Y, aunque es posible y probable que a lo largo de la vida seamos protagonistas de más de un enamoramiento, ni siquiera en nuestro legajo personal e intransferible habrá dos relatos amorosos iguales.
“Esas diferentes narrativas de nosotros se convierten en modelos para nuestra definición de lo que se cuenta como amor y lo que no”, escribe López Cantero en la publicación digital Aeon, especializada en filosofía. “Dan forma a nuestras expectativas, y también pueden actuar como ejemplos de las narrativas de nosotros que esperamos, o que quizás explícitamente queremos evitar”. Así, lo que una pareja expresa sinceramente como amor puede no serlo para otra, que manifiesta con igual honestidad su propia vivencia de este sentimiento. Y ninguna es propietaria de la verdad, ambas presentan su propia narrativa. Que un acto cuente como amor para cierta persona, y que otro episodio cuente como tal para una persona diferente depende de las cosas que han sucedido antes o que sucederán después de ese momento, apunta la filósofa. “Por eso, leer una novela en silencio junto a tu pareja puede ser una expresión de tu amor, mientras que leer un documento legal en silencio junto a tu abogado no lo es”,
Escribir a cuatro manos una historia de amor es una proeza afectiva que requiere tiempo, paciencia, presencia, adecuación de ritmos, hábitos, necesidades y propósitos. Como autores debemos crear un protagonista llamado “nosotros”, que no elimine a los dos “yo” de los que está hecho y que se nutra de ellos al tiempo que los enriquece. “Las personas que amamos no son solo personajes, sino también creadores de nuestra historia compartida. Para amarnos mejor, debemos respetar esto”, advierte López Cantero. Un propósito preñado de sentido en un tiempo de relaciones descartables, de individualismo hedonista, de egos desbocados y de personas dispuestas a vincularse con pantallas antes que con seres humanos reales. El desafío es construir y escribir juntos historias de amor sólido en un tiempo líquido.