La pregunta más bella del mundo. Un debate sobre la finalidad del diseño
¿Es el mundo una obra de arte? El físico teórico Frank Wilczek, ganador del premio Nobel, cree que sí. Las convenciones artísticas empardan belleza con simetría y, si esto es cierto y al tener en cuenta que la naturaleza abunda en simetrías microscópicas (desde los electrones hasta las matemáticas), entonces sí, es el mundo una obra de arte. Y es uno de los tantos debates que el diseñador inglés Alan Moore plantea en Diseña, un ensayo recién publicado acá, que propone una teoría revulsiva sobre el diseño: su fin último no sería la función sino la belleza.
Una silla… ¿para sentarse o para admirarla? El dilema es viejo como el mundo pero se actualiza en esta época mandatada por la imagen. “¡Son tantas las cosas que pasan desapercibidas!”, escribe Moore, que en el lamento insinúa su respuesta: para admirarla. Si belleza sin función puede ser mera frivolidad, él propone que las cosas lindas (casas, muebles, libros) aportan el bien al mundo: “Es un hecho lleno de optimismo que, de una manera sencilla, nos dice que la vida vale la pena”. Aquellas veces que admiramos un paisaje deslumbrante o nos sorprendemos ante un aparato perfecto el espíritu se eleva y se alcanza un estado de bienestar que es intelectual pero también espiritual. Una hilera interminable de diseñadores santificados, desde Mies van der Rohe, uno de los padres de la arquitectura moderna, hasta Jonathan Ive, el creador del iPhone, harían cola para discutirle. Pero Moore no postula la fealdad como antónimo de la belleza sino la mediocridad y se vale de evidencias físicas (la Tierra vista desde el espacio o la elegancia marcial del aikido) para demostrar que la lindura está en la esencia de nuestro mundo. Y como una precuela del mantra que hizo famoso la gurú del orden Marie Kondo (“solo quédate con cosas que irradien felicidad”), Moore cita al legendario diseñador británico William Morris: “No tengas en tu casa nada que no sepas que es útil o que no consideres bello”.
Lo bello y lo útil: no son antitéticos. Sin embargo, en Diseña se impone la belleza como bien supremo porque “eleva, nutre y mejora nuestro destino”. Los ejemplos prácticos pueden ser una silla del movimiento Shaker (apenas cuatro patas, tres listones y unos travesaños) o el primer teléfono que no trajo disco ni teclas: sin belleza, los objetos son meros trastos que no despiertan placer estético ni amor plástico y ahí está el desafío capital del diseño, según Moore, porque “puede que alguien tenga cabeza de ingeniero pero siempre debe buscar con el corazón de un poeta”.
LISTAMANÍA: cinco prácticas para crear belleza duradera
- Curiosidad. “Ten curiosidad por el mundo”: la primera recomendación del diseñador inglés Alan Moore, que propone volver a mirar alrededor.
- Sensación. “Aumenta tu profundidad de campo”: al crear algo, “sentir” es un sistema de filtrado trascendental que conduce a la verdad.
- Adaptación. “Desarrolla la capacidad de adaptarte”: la flexibilidad deriva de un proceso continuo de creación, colaboración, comunicación y crítica.
- Análisis. “Observa”: es imprescindible analizar los casos de colegas y competidores para descubrir cómo llegaron al éxito… o al fracaso.
- Exploración. “Sal a ver”: según Moore, hay que reunirse con personas o empresas que uno admire para aprender de las experiencias ajenas.