La nueva serie sobre Maradona: tres actores cuentan cómo fue ponerse en la piel del 10
Nicolás Goldschmidt, Nazareno Casero y Juan Palomino hablan de “Maradona: sueño bendito”, que se estrenará por Amazon Prime Video
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Que todos somos Maradona, o que Maradona somos todos. Que hay muchos Diegos diferentes. Que vivió varias vidas dentro de una. Que es amado u odiado, pero nunca indiferente. Que es el reflejo de toda una sociedad. Que Maradona es dios y que dios es argentino. Y que es un dios humano, imperfecto. Un rápido repaso por los lugares comunes que intentan explicar y describir la figura de Diego Armando Maradona arroja otro truismo: resulta imposible contar su vida –colectiva, contradictoria, espectacular, inabarcable– en una serie. Ni siquiera en diez (10) episodios ni tampoco con un único actor que lo interprete. Maradona: sueño bendito, la serie que el próximo viernes estrenará Amazon Prime Video, parte de una hipótesis: aunque no lo podamos hacer, lo vamos a hacer igual, con la mentalidad de un campeón. Porque después de todo, las épicas imposibles también han formado parte de la vida del Diez.
Reunidos en la virtualidad con LA NACION revista, los tres Diegos de la ficción –Nazareno Casero, Nicolás Goldschmidt y Juan Palomino– practican la misma unidad que puede verse en la pantalla, cuando se suceden y entrelazan como en una carrera de postas, transformando un cuerpo en otro cuerpo, que al final es un mismo cuerpo. Se escuchan, se apoyan, se ríen, se sorprenden, se emocionan y –sobre todo– se sacan las ganas de hablar de un proyecto que los tuvo como protagonistas 24x7 durante mucho más tiempo del que acostumbraban. A veces responden todos, a veces habla solo uno, pero lo hace por los tres. Todos para uno, como en equipo.
-¿Por qué creen que fueron ustedes los seleccionados para interpretar a estos tres Maradonas?
-Palomino: Yo creo que el director Alejandro Aimetta tenía claro por dónde tenía que ir el proceso de construcción del personaje y hoy, visto a la distancia, creo que hizo mucho hincapié en la personalidad de cada uno de nosotros: las miradas, las opiniones, la actitud frente a la vida. El carácter. Cuando me convocaron, lo primero que pensé fue “¿qué tengo que ver yo con Maradona?” Admiro a Maradona, me gusta su construcción y su posición frente a la vida, aún con todas sus contradicciones, pero no me veía. Pero hubo algo que vio Alejandro y que yo no había visto, y me fue guiando hasta que pude encontrar esos puntos de referencia. La actuación es encontrar qué puntos de contacto tiene uno con el personaje que va a interpretar. Estoy muy agradecido a esa visión. Naza y Nico son más chicos, pero esa cosa identitaria que tiene el personaje circula por la sangre de todos.
La serie cuenta la historia desde la infancia de potrero y Cebollitas hasta el ascenso y caída, pasando por sus diferentes etapas como jugador, sus distintos equipos y los momentos clave de su vida. Hay espacio para el Maradona que soñaba con jugar un Mundial, para el que prueba su primera línea de cocaína y para el que se equivocó sin manchar la pelota. “Creo que son muchas las cosas que no se van a contar para poder contar otras, pero siempre es así –dice Casero–. No es un panegírico a Maradona. La serie muestra al hombre detrás de la leyenda. Y lo van a ver tropezando y en situaciones en las que, posiblemente, esté lejos de la imagen onírica. La serie se mete en el lodo, pero también tiene una mirada comprensiva hacia el ídolo, está hecha con mucho cariño”, agrega.
El tono poco complaciente hacia el ídolo –y algunos documentos filtrados, y determinadas declaraciones públicas por las demoras en el estreno– hicieron que el proyecto, casi desde su concepción, se ganara la enemistad de Claudia Villafañe, de Dalma y de Giannina. Incluso se especuló con que las recientes declaraciones de Mavys Álvarez, quien tuviera una relación con Maradona durante su estadía en Cuba, sean una especie de promoción de la serie, que en una segunda temporada haría hincapié en aquella etapa. Lo cierto es que de acuerdo a lo visto hasta el momento (y sin espoilear) nada de eso que adelantaron los programas de chimentos o se comentó en redes se ve en la ficción. El tono es diferente.
“No esperaba que sea tan emotivo –dice Nicolás Goldschmidt–. El relato lleva todo muy naturalmente. Fui haciendo mi parte y era consciente de eso, pero no había visto a mis compañeros y cuando está todo armado se ve lo bien que está lo que hacen. Hay algo en esa mezcla que se hace entre el archivo y estas personas que están haciendo de Maradona que funciona muy bien. Lo emotivo, lo pícaro, lo sensible, el humor”, agrega.
Aunque los tiempos de cada intérprete hayan sido diferentes, la preparación de los tres Diegos duró entre siete meses y un año. Y mientras que el trabajo de Goldschmidt y Casero pasó por lo físico de una manera activa –entrenar, comer bien, ensayar, aprender a patear con la zurda, mirar videos, encontrar los tonos de voz y las miradas correctas– Palomino tuvo pocas indicaciones: comer y vivir de la forma más sedentaria posible. “La primera pregunta que me hizo Alejandro Aimetta fue si estaba dispuesto a subir de peso. Llegué a los 110 kilos y era pura panza, pero también me había cambiado todo el cuerpo. Fue una epopeya muy complicada estar fuera de línea, porque la mirada de los otros también es muy dura”. Y mientras todos les preguntaban –por el peso a Juan, por los rulos a Nazareno, por los entrenamientos matutinos junto a un equipo de fútbol a Nicolás– ellos no podían decir nada. Vivir las 24 horas del día durante meses en la piel de un personaje era algo nuevo y distinto, a veces divertido y a veces no tanto. “Yo me iba a dormir y soñaba con lo que tenía que grabar al día siguiente, sentía la presión –dice Goldschmidt–, pero justamente el vínculo entre nosotros tres se fortaleció por eso, porque solo podíamos hablarlo entre nosotros”.
-¿En qué hicieron hincapié? ¿Cuál fue el rasgo que cada uno supo que tenía que adoptar?
-Goldschmidt: A mí me gustó descubrir que todo eso que todos conocemos del Maradona actual estaba desde el principio, pero no tan exacerbado. Incluso esos “eeeee eeeee” que todos conocimos tanto, estaban. Pulimos todo eso para encontrarles la raíz. La mirada era muy importante: hay una entrevista que le hacen a los 16 años en la que nunca mira ni al interlocutor ni a la cámara, está todo el tiempo mirando para abajo. Necesité conocer esa transición del pibe con los hombros caídos al hombre que va inflando el pecho ante cada situación que le toca vivir.
-Casero: Se hizo un laburo muy intenso. Se trató de buscar cuáles eran los gestos que mejor nos quedaban, de una manera orgánica y sin que sea una imitación de Sapag. No se trataba de imitar a Maradona, sino de interpretarlo. Y yo en particular adopté esa actitud de “hijos de puta, ahora van a ver”, que era uno de los motores maradonianos: ponerse algo entre ojos y no parar hasta conseguirlo. Buscar ese rasgo psicológico también me sirvió, porque no se trataba de tener fortaleza física sin fortaleza psíquica. Era la mentalidad de un campeón, de alguien decidido a ganar.
-Palomino: A mí me tocó la parte menos épica, ¿no? La del ídolo que se derrumba y se vuelve a levantar, que casi se muere y vuelve a vivir, que engorda 40 kilos, que baja 40 kilos, que hace un programa de televisión… Cuando Nico dice que nos encontrábamos los tres y charlábamos, se trataba de nivelar los gestos, porque éramos la misma persona en diferentes edades… Me fijé mucho en los silencios maradonianos, en lo que no se dice, pero se expresa más allá de su verborragia, y de las grandes anécdotas y de las grandes frases construidas por esa inteligencia maradoniana. Lo mío también tuvo que ver con esa parte lúdica con sus hijas, y al mismo tiempo con el claroscuro: un hombre acechado, un hombre corrido, un hombre dejado, un hombre que transgrede pero que también le cuesta. Fue el Maradona grande, adulto y que entendía que ese destino que le había tocado no se podía torcer. Tomé mucho también del Maradona que se enfrenta a determinadas situaciones y personas: el que quiere crear el sindicato de futbolistas, el que se enfrenta a Blatter y Havelange, el que vuelve a Boca y también se enfrenta… Eso también habla de su condición de compañero, de hombre que no está encerrado en sí mismo, que mira a todos lados y elige dónde posicionarse. Eso me interesó y me sirvió muchísimo para abordar el personaje.
-¿Qué parte les hubiera gustado interpretar que le tocó hacer al otro?
-Palomino: A mí me hubiese gustado estar en toda la parte épica del Mundial 86. Lo vi a Naza y después lo vi editado y no lo podía creer. Nada más glorioso que estar en el Estadio Azteca, hacer la gambeta y meter un gol con la mano. Uno sabe que eso ya pasó y que fue maravilloso, pero me hubiera encantado estar ahí arengando, diciendo lo que dijo antes del partido. Qué lindo tener unos cuantos años menos para estar en ese cuero...
-Goldschmidt: Tuve distintos momentos de revelación en los que me di cuenta de lo perfectos que eran ellos para los diferentes momentos. Uno fue cuando nos juntamos para hacer esa primera foto los tres juntos. Había salido un momento, y cuando vuelvo lo veo a Palomino ya caracterizado y le dije “¡Diego, sos un genio!”. Era una imagen tremenda. Quería abrazarlo, no a Juan Palomino, al Diego que estaba ahí.
-Casero: Me estaba costando encontrar la voz y el tono, y un día Ale me muestra algunas cosas que tenía grabadas de Nico que me ayudaron mucho. A eso me tenía que subir. Yo tenía que empezar más cerca de Nico que de Juan, pero cuando él iba por Luján yo estaba en Merlo, así que tuve que meterle mucho. Ellos hicieron sus partes mucho mejor de lo que hubiera podido hacerlo yo. Me sirvió para quitarme un peso de encima, y también para ponerme una mochila y estar a su altura. Fueron los indicados.
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Maradona: sueño bendito fue un proyecto tan largo como difícil de concretar, y que abarcó –no en la ficción, sino en la vida real– la propia muerte del jugador. Y aunque ni Palomino ni Goldschmidt ni Casero se consideraban maradonianos, todos sintieron el golpe. “Maradona siempre me pareció una persona muy carismática, un creador de fantasías, y me resulta muy notorio cómo se transformó en un cuerpo público, algo que tiene un costo muy alto –dice Nicolás–. El día que murió me escribió mucha gente y otra dejó pasar algunos días para hablarme, como si se tratara de un familiar. Y fue raro también porque se me mezclaban muchos recuerdos que no eran míos, pero que los conocía porque los había interpretado”, agrega.
Dice Nazareno: “Ahora perdí toda objetividad: es Maradona, y ya lo entiendo y lo justifico como si fuese un sistema solar propio, con sus órbitas, con sus gravedades. Fui absorbido por su gravedad y orbito alrededor de ese sol. Empecé a comprender y a contextualizar, sabiendo que hay cosas que están muy bien y cosas que no. Siempre digo que para juzgar a un número uno por lo menos hay que estar en el podio. El día que murió fue una desolación muy grande. Lo pensábamos como un inmortal. Me dio muchísima tristeza, porque de alguna manera quedamos huérfanos”.
Para Palomino la importancia de Maradona se explica con una anécdota: “Una vez estaba con mi actual mujer filmando una película en Etiopía, en la frontera con Eritrea, en un pueblito de muy pocos habitantes, y de golpe todo se puso mal y una noche nos apuntaron con unas AK-47. Pero dijimos que éramos argentinos, bajaron las armas y empezaron a gritar ¡Maradona!... Era nuestro pasaporte internacional. Solamente a Maradona se le podía ocurrir meter un gol con la mano, en un Mundial, con todas las cámaras apuntándolo, y contra Inglaterra. Eso me dio otra perspectiva de él. Hay que estar en ese cuero. Lamenté mucho la forma de su muerte, triste y solitaria. Todos depositamos algo en Maradona, él asumió esa responsabilidad de tenernos, quizás”. Otra de esas épicas imposibles, una de las finales que no pudo ganar.