La Coco Chanel americana. Pionera en el diseño para la mujer independiente, abrió camino con sus propuestas de moda casual y sportwear
El Museo Metropolitano de Nueva York le dedica a la diseñadora Claire McCardell un espacio central en su gran exhibición dedicada al estilo estadounidense
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La diseñadora Caire McCardell (1905-1958) es considerada la gestora del American Look. Pionera de la moda deportiva, sus invenciones en cuanto a vestimenta marcaron las décadas de 1930, 1940 y 1950 en Estados Unidos a partir de un vestuario casual confeccionado con textiles que se oponían a lo ostentoso de la alta costura, como el denim o telas sintéticas, cuyas formas contemplaban pliegues majestuosos y grandes bolsillos, que aseguraban la libertad de movimiento.
Señalada como “la Coco Chanel americana”, suele explicarse que su firma no es tan familiar por el gran público debido a su temprana muerte (el 22 de marzo de 1958, a los 52 años) y que su etiqueta, por decisión de su familia, no haya continuado. Sin embargo, cada vez que se busca periodizar la moda y argumentar sus hitos, el nombre Claire McCardell es omnipresente. Ahora mismo, el Museo Metropolitano de Nueva York presenta (hasta el 5 de septiembre) la muestra In America: An Anthology of Fashion, la segunda parte de la exhibición que busca revisitar el estilo estadounidense desde el siglo XVIII en adelante. En medio del Central Park, los diseños de McCardell nutren una de las salas de época del American Wing que narran 300 años de vida doméstica a partir de los interiores de las habitaciones, pues el sportwear de McCardell es imprescindible para reponer los orígenes del estilo y el aporte que, en contexto, es posible reinterpretar dado que en esos años el ideario de la alta costura estaba muy por encima del incipiente prêt-à-porter.
La muestra está dividida en dos espacios: la Parte I se titula In America: A Lexicon of Fashion (el léxico de la moda) y se realiza en el MET, hasta la misma fecha de septiembre próximo.
El estilo de una nación
En 2021, una escultura con la figura de Claire McCardell fue inaugurada en Frederick, Maryland, la ciudad donde nació. La misma consigna esta leyenda: “La diseñadora que define lo que es la moda estadounidense”.
Sus inquietudes con la moda comenzaron durante la infancia. En los años 20 viajó a estudiar a la escuela Parsons de Nueva York y luego a París, la capital mundial que dictaminaba la moda y donde los estudiantes iban a aprender dibujo para copiar los diseños que proponían las casas de costura. En esa época, Nueva York se distinguía por producir copias y fabricar en menor calidad los diseños franceses. McCardell no escapó a la regla de las réplicas en sus inicios. Hasta que dio con una solución, cuando buscaba alivianar sus baúles de ropas que traía de París para rehacer en Manhattan, idea que luego llevó a su colección. Era 1934 cuando pensó cinco prendas intercambiables que fueran sencillas de empacar y combinar al vestir. Eso fue toda una revolución. Esta noción de armar equipos, por ejemplo, en 1952 a Hubert de Givenchy no le funcionó cuando lanzó su línea Separates dado que la Couture era la norma. Otro destino fue el de las Siete piezas sencillas, de Donna Karan, lanzadas en 1985 con gran repercusión. La idea de McCardell abrió el camino para el vestuario de la mujer independiente.
Claire seguía haciendo viajes y, mientras el destino francés seguía siendo obligatorio para la moda, iba a otras ciudades para visitar las ferias, observar el movimiento de las mujeres en la calle y explorar museos, siempre en busca de novedades para sus prendas, que luego vendía en almacenes como Best & co y Lord & Taylor a partir de los que producía en Townley Frocks, un fabricante de la Séptima Avenida que la contrató como diseñadora.
El primer best seller fue el vestido Monástico, que la publicidad describió como un diseño “tan simple como la sotana de un monje” y cuya gracia radicaba en que era un diseño adaptable a todas las formas de cuerpos. Cuando en la década de 1940 los diseñadores varones funcionaban como oráculos y decidían cómo deberían vestirse las mujeres, McCardell pensaba por qué los vestidos, además de bonitos y femeninos, no podían ser prácticos.
En los documentos de la colección de Claire McCardell, que custodia el Centro de Historia y Cultura de Maryland, hay artículos de periódicos y revistas, anuncios e imágenes de las prendas, agendas, pasaportes, correspondencia y borradores. En un manuscrito de 1954 se lee: “Ah, hombres, nunca entienden cómo se siente la ropa. Sus líneas son a menudo ásperas y masculinas. Algún día todos los diseñadores serán mujeres”. Un pensamiento de avanzada: al trazar una cronología, es posible visibilizar que, por ejemplo, no fue hasta 2016 que la maison Dior tuvo su primera directora creativa, Maria Grazia Chiuri; lo mismo ocurrió con Givenchy, que en 2017 nombró a Clare Waight Keller (quien trabajó en la etiqueta hasta 2020), y en 2019 Virginie Viard sucedió a Karl Lagerfeld tras su muerte.
Mujeres vestidas por mujeres
Pensándose ella misma como usuaria, McCardell armó un programa estético formado por ropas de grandes bolsillos y con cierres a mano. Los pantalones capris eran amplios, los vestidos cruzados los había confeccionado para usar sin sostén, junto con Capezio introdujo las zapatillas de danza como calzado cotidiano y confeccionó un buzo con capucha, para resguardar las orejas del frío, luego de sumarle un gorrito a un suéter de lana. Utilizó géneros de sastrería masculina para hacer trajes femeninos y otros tejidos –modestos para esas décadas– y de fácil cuidado, como el algodón, el denim y el jersey, porque se ajustaban a su mirada moderna para construir un vestuario atemporal.
El archivo fotográfico la refleja como una modista pendiente de los detalles de sus diseños y una mujer sonriente con sus modelos, pero poco se repara en su ambición y astucia comercial con la que negoció con los fabricantes con los que trabajó. Batalló por la libertad creativa para armar sus colecciones y se impuso para que su nombre figure en la etiqueta de las piezas, algo no contemplado a mediados del siglo XX. En 1955, la revista Life la puso en la portada junto a siete de sus prendas. En 1956, apeló al eterno interrogante del qué me pongo en What Shall I Wear? The What, Where, When and How Much of Fashion, el libro donde aconseja en qué momentos del año comprar y apostar a los productos más duraderos antes que a la imagen de moda de la temporada. “Creo que toda mujer debería tratar de obtener un conocimiento sobre la ropa, la forma en que funciona, cómo se siente, el lugar que ocupa en su vida y el placer que le da”, escribió. En el mejor momento de su carrera, Claire fue diagnosticada de cáncer. Presentó su última colección en enero de 1958 y, dos meses más tarde, falleció.
La identidad de su marca quedó definida por la practicidad en las prendas elaboradas para que se sintieran y vieran bien: con esas bases sentó el estilo de la moda estadounidense que mantiene viva sus ideas, aunque separadas de su nombre.