Isabel Allende. Vacunas, feminismo y Chile, según la escritora en español más leída del mundo
Entrevista exclusiva con la escritora que atrae a una nueva generación con una nueva miniserie biográfica
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“Acabo de recibir un mensaje de los productores de la serie porque quieren hacer una segunda parte”, dice Isabel Allende apenas comienza la entrevista por Zoom. El éxito de la miniserie biográfica que estrenó Amazon Prime no solo conquistó a sus más fieles lectores (sus obras se tradujeron a 42 idiomas y lleva vendidos más de 75 millones de ejemplares en todo el mundo), sino que sirvió de posta para que una nueva generación se acercara a sus libros. “Ya basta, ¿no?”, pregunta sin dar chances a responder. “En una segunda parte habría mucha otra gente involucrada que quiere mantener su vida en privado, no exponerla”, piensa en voz alta convenciéndose de la decisión. Isabel: La historia íntima de la escritora Isabel Allende, protagonizada por la actriz chilena Daniela Ramírez, narra en tres episodios los primeros 50 años de la vida de la autora que acaba de cumplir 79.
Tengo entendido que, por pedido suyo, se cuidaron mucho las historias de las personas que aparecen.
Sí, pedí que tuvieran mucho respeto por la gente que me rodea, que son parte de mi vida. De mi vida hablé siempre, escribí memorias, podría decir que yo no tengo nada privado (ríe). Pero las historias de los otros no me pertenecen, tienen sus vidas privadas. La mía es pública.
A partir de la emisión de la miniserie volvió a hablarse de la importancia de la obra de la chilena nacida en Perú, de analizarse sus escritos y de revalorizar, por ejemplo, el significado de La casa de los espíritus (1982), su primera novela, la que escribió en Venezuela, en el exilio. “Decidí decirle que podía irse en paz porque yo jamás lo olvidaría y pensaba legar su memoria a mis hijos y a los hijos de mis hijos”, cuenta en Paula (1994), el libro de memorias, cómo la que iba a ser una carta de despedida para su abuelo se convirtió en la novela que cambió su vida. “¿Cuánto hace de esta novela, más de 30 años? –intenta calcular el tiempo transcurrido–. Y se mantiene, sigue, porque en muchas escuelas, universidades la piden como texto”.
Pero no siempre fue así.
No. Lo popular, lo comercial escrito por una mujer no era apto para un análisis crítico. Eso fue siempre así con las mujeres. Nadie puso en duda a Gabriel García Márquez por su popularidad. A las mujeres, en cambio, se las acusa de ser sentimentales, de escribir novelas menores. Todavía existe el prejuicio. Fue Carmen Balcells [la reconocida agente literaria] la que me dijo: ‘Vas a tener que hacer el doble o el triple de esfuerzo para obtener la mitad del reconocimiento de un hombre, prepárate para eso’.
“Después de haber publicado veinte libros traducidos a cuarenta y tantos idiomas, un escritor chileno cuyo nombre no recuerdo dijo, con motivo de mi candidatura al Premio Nacional de Literatura, que yo ni siquiera era escritora, era escribidora. Carmen Balcells le preguntó si había leído algo escrito por mí en lo que basar su opinión y le respondió que ni muerto lo haría. Tal como me advirtió Carmen, me ha costado décadas obtener el reconocimiento que cualquier autor masculino en mi situación daría por sentado”, reflexiona la autora, con más de 15 doctorados honoríficos internacionales, en Mujeres del alma mía (2020)
Justamente, en este último libro le ofrece un sentido homenaje a Balcells.
Como bien digo en esas páginas, a ella le debo lo que he logrado en este extraño oficio de la escritura, era la madraza de todos los escritores del boom y de cientos de autores en lengua española. Ella fue artífice del boom latinoamericano. Estando en Barcelona, en la época de Franco, Carmen dio lugar a estas voces extraordinarias de América Latina, abrió un mundo fascinante en español. Cuando yo era chica, la obra de Borges llegaba a Chile en el bolsillo de alguien, no es que se distribuyera bien en América Latina. Lo que se estaba publicando en México se quedaba en México, lo de Chile en Chile, pero después llegó el boom, el éxito de las traducciones y la visibilidad.
Julio Cortázar aseguró en una oportunidad que lo que le alegró del boom fue que los latinoamericanos comenzaron a leerse a sí mismos.
En ese sentido fue muy interesante porque nos permitió vernos, mostrar quiénes éramos. Leernos. Pero también es cierto que el boom que conocimos fue absolutamente masculino. Las voces de las mujeres fueron acalladas, las editoriales las publicaban en ediciones menores, se las distribuía mal, sin promoción, no se las enseñaba en las universidades, la crítica era despiadada. Las mujeres escriben desde siempre, las editoriales se dieron cuenta tiempo después. Son muchas más las mujeres que leen ficción y compran libros, hay un mercado enorme y por razones de mercado empezaron a publicar y ahora hay toda una generación de mujeres jóvenes, de 30, 40 años, también de menos edad, que está escribiendo libros poderosos.
En las entrevistas y obviamente, también en sus escritos, destaca la fuerza y la lucha de la juventud en el mundo.
Sin ninguna duda son la pieza del cambio. Esta fuerza no viene solamente de estas muchachas que desfilan por las calles, es cierto que el feminismo abarca toda lucha contra las injusticias. La juventud está harta. La visión de un mundo mejor es compartida, les urge, tienen prisa, están heredando un planeta inmanejable, insostenible. Veo el cambio en Chile. En octubre de 2019, la gente salió a la calle harta de la desigualdad, salió a protestar furiosa. A Chile se le consideraba hasta ese entonces el oasis de América Latina. La gente estaba muy cansada de esa pobreza disimulada, del enriquecimiento de unos pocos. Surgió la pandemia y todo pareció quedar congelado. La derecha tuvo un poco de esperanza, imaginó que en ese tiempo el proyecto, el ímpetu había muerto, pero no. La gente pidió una nueva Constitución, una más inclusiva, con otras voces, que esté representado todo el espectro y la diversidad del país. La presidenta de la Convención Constituyente es Elisa Loncón, mujer, activista mapuche y académica. Lo que pasó en Chile se expande en el mundo, se trata de un deseo, de una renovación, del mundo que queremos. Donde preguntamos cuál y cómo va a ser ese mundo. Hay neonazis que lo que quieren es retroceder, pero la gente joven quiere un mundo sostenible, inclusivo, diverso, igualitario, un mundo en el que el patriarcado sea reemplazado por una realidad más equitativa, más justa, más pacífica. Un mundo en el que la violencia, la agresión, la corrupción, la ambición no sean prioritarias como lo son hoy en día. Está sucediendo, yo lo sentí hace años, sentía que estaba debajo de la superficie, que estaba germinando y ahora veo con inmensa alegría que comienza a emerger. Esos brotes lo van ganando todo. Me llena de esperanza pensar que esas chicas que desfilan por el feminismo, pero ahí están incluidos todos: los indígenas, los gays, los trans…. Por ejemplo, mi hijo [Nicolás] maneja mi fundación [Isabelallende.org] justamente donde el trabajo es invertir en el poder de las mujeres y las niñas. Para él es absolutamente natural, porque se crio con esta idea y él tiene 50 años, y no es un caso único. Para el hijo de él, mi nieto, esto del feminismo es medio raro, su mirada ya es inclusiva, en todo sentido.
Con los fondos de la venta que procedieron de Paula, el libro que escribió después de la muerte prematura de su hija Paula Frías, creó en 1996 la fundación Isabel Allende, cuya misión es garantizar los derechos reproductivos, la independencia económica y la protección contra la violencia de mujeres y las niñas. “Aquí, en Estados Unidos [vive en California desde 1988], en salud reproductiva estamos atravesando un retroceso tremendo. Hay una Corte Suprema de derecha y movimientos muy fuertes que están a favor de la vida del feto, pero no de la vida de la madre –aclara con enojo la autora de El cuaderno de Maya–. Esos grupos están apoyados por las distintas iglesias. No han quitado todavía el derecho al aborto, pero han puesto tantas restricciones en varios Estados que dificultan su acceso. Obliga a una mujer a trasladase hacia otro Estado y no todas pueden hacerlo, solo las que tienen dinero. También dificultaron el acceso a la pastilla del día después y a los anticonceptivos. Las personas que más lo necesitan, que no pueden económicamente, físicamente o emocionalmente tener otro niño, es a la que la quitan la posibilidad de elegir. Es una tremenda forma de injusticia y de discriminación. La llegada de Joe Biden calmó un poco ciertas cuestiones, pero Donald Trump recibió un alto porcentaje de votos, 53 por ciento de las mujeres blancas votaron por Trump, 38 por ciento de los latinos votaron por Trump. Andá a explicar tú eso”.
Desde 2016, su fundación trabaja con refugiados, especialmente en la frontera de Estados Unidos y México. Con Barack Obama se habló de darles a los niños sin papeles que habían crecido en ese país una vía a la ciudadanía; con Trump vimos imágenes de menores en jaulas. ¿Considera que con Biden la situación de los migrantes cambiará?
Durante el gobierno de Trump se desbarató completamente el sistema de asilo. Como tú dices, se llegó a meter a niños en jaulas. Hay esperanza de que cambie esta situación, pero es muy difícil. Una persona ni siquiera tiene la posibilidad de pedir asilo y entrar legalmente porque lo atacan antes de que cruce la frontera. Para hacerlo debería ingresar de manera ilegal, pero cuando se presenta ante migración es acusado de haber cometido un delito, por lo tanto, es penalizado. Están intentando organizar lo que ocurre en la frontera. En el país hay más de 40 mil abogados que están trabajando pro bono [para el bien público] para representar a los menores que están detenidos, que son miles. Además, están los niños que fueron separados de sus familias y esta es otra tragedia. Han tratado de reunificar a las familias, pero de muchos ni siquiera se sabe dónde están los padres. Hay organizaciones trabajando en esto, se ha logrado en muchos casos, pero quedan por los menos 600 niños que están en el limbo. Es muy difícil hablar de una solución cuando las personas atraviesan una crisis tremenda en su país de origen. Lo que ocurre en Centroamérica, en el llamado Triángulo del Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala), es que están tomados por el narcotráfico, por las pandillas. La gente no solo vive en la pobreza, sino que está sumergida en la más tremenda inseguridad. El crimen es incontrolable. Además, existe una corrupción brutal, de manera que los recursos se pierden en la corrupción. Con esa situación no es raro que salgan miles y miles de personas hacia el norte. Si no se resuelven los problemas en los lugares de origen, van a seguir llegando los inmigrantes. Eso es lo que quiso decir Kamala Harris en su viaje por Centroamérica, pero no le resultó muy bien. [La vicepresidenta fue criticada al advertir: “No vengan. Estados Unidos seguirá aplicando nuestras leyes y asegurando nuestras fronteras”]. El problema es que la ayuda termina en manos de policías, militares, políticos corruptos. Es una verdadera tragedia.
Tras el golpe militar en 1973 y la muerte del presidente Salvador Allende (primo hermano de su padre), Isabel ayudó a salir de Chile a víctimas de la opresión (en la serie se muestra cómo trasladaba en su propio auto a personas a lugares más seguros o a zonas desde donde pudieran escapar). Ella tuvo que hacer lo mismo, luego de recibir amenazas de muerte, por lo que se instaló en Venezuela. Iban a ser solo unos meses, pero vivió 13 años en ese país. En su novela Largo pétalo de mar aborda el exilio, un tema doloroso que conoce y lo hace desde un episodio histórico, la Guerra Civil española. Allí cuenta el desarraigo de sus protagonistas que abordo del Winnipeg, un navío fletado por el poeta Pablo Neruda que llevó a más de dos mil españoles rumbo a Valparaíso, en busca de la paz y la libertad que no tuvieron en su país.
“Resulta imposible no interesarse por el exilio, por la migración, por esta tragedia universal. Me toca muy de cerca –sostiene la mujer que en 2003 obtuvo la ciudadanía estadounidense–. No puedo dejar de pensar en lo que ocurre. Cada historia duele muchísimo. Los niños y las mujeres son quienes más sufren. Y esta crisis global, agravada por el cambio climático, no se enfrenta levantando muros, sino ayudando a resolver las causas por las cuales la gente escapa, huye de sus lugares de origen, de sus tierras”.
Amor, sexo, vejez
En julio de 2019, Isabel se casó con el abogado Roger Cukras en una íntima ceremonia en Washington DC. “Luna de miel en pandemia”, bromea la mujer que dio el sí por tercera vez.
“Días antes de morir, mi madre me pidió que me casara con Roger para que no estuviera vieja y sola”, revela Isabel en Mujeres del Alma mía. “El deseo de preservar la juventud existe desde siempre –apunta desde el estudio que tiene en la casa que comparte con Roger y dos perros–. Vivimos en un mundo que rinde culto al éxito, a la juventud y a la belleza. Valores efímeros porque todo esto pasa. Vivimos mucho más que nuestros abuelos, pero vivir más no significa vivir mejor. Envejecer pareciera ser una falla, un error. Los ancianos no son una prioridad de los gobiernos, son una molestia. La sociedad no está preparada para lidiar con la longevidad.”
Pareciera que tampoco estamos preparados para hablar de sexualidad en la vejez. ¿Incomoda?
No se trata de la sexualidad en la vejez, sino de la vejez misma. La vejez incomoda, choca. Si vivimos lo suficiente llegamos a viejos y todos vamos a terminar muertos. Fijate en todos los eufemismos que usamos para evadir la palabra muerte. En Estados Unidos hay como diez maneras de decir que alguien se murió o que se está muriendo. La muerte asusta. Y creo que por eso tampoco queremos hablar de vejez. Nos asusta, la evitamos, esos cuerpos nos parecen feos. Nos horroriza la dependencia, la demencia. Y esos miedos no nos deja ver todo lo que sucede en la vejez, la sexualidad, el amor. El hecho de que los viejos se enamoren choca. Pero los viejos se enamoran, se tocan, sucede todo el tiempo en las casas de reposo. No lo quieren ver.
La serie, como la vida misma de Isabel, está atravesada por la muerte de Paula, su hija de 29 años que falleció el 6 de diciembre de 1992, tras un profundo coma y con daño cerebral severo, por una crisis de porfiria. “Desde que murió mi hija soy plenamente consciente de la proximidad de la muerte, y ahora a los setenta y tantos, la muerte es mi amiga (…). Yo quiero morir antes de necesitar ayuda para ducharme”, confiesa en su último libro.
¿Por qué cree que aún es tabú hablar de muerte digna?
Ni siquiera somos capaces de pronunciar la palabra muerte. A mí me parece evidente. En California es posible, no es fácil, pero es posible. Al hijo de John, un vecino al que quiero mucho, le dio una enfermedad terminal. En menos de dos años iba a estar completamente incapacitado. Este hombre, de 40 años, escogió morir antes de que llegara ese momento de incapacidad total. No quería vivir completamente paralizado, alimentado por un tubo y respirando con una máquina. Le pidió a su padre que lo ayudara a morir. Estuve muy cerca de John durante todo este proceso, para que consiguiera la aprobación de dos médicos. Pero ellos no administran lo que se necesita para morir; la persona, el paciente, tiene que estar capacitado para hacerlo, para poder tragar las pastillas. John fue el que le dio a su hijo la medicación. Algo tan doloroso y tan brutal pedirle a un padre que haga eso. En otros Estados es más fácil y en otros lugares, imposible. No se quiere hablar de esto, pero sucede. Sabemos que sucede. John está deshecho, pero respetó la decisión de su hijo. Un padre no debería pasar por una situación como esta y una persona tiene derecho a pedir una muerte digna.
Cada 8 de enero, como aquel de 1981 en el que comenzó a escribir la carta que se convirtió en La casa de los espíritus, Isabel teclea las primeras palabras del que será un nuevo libro. Es un ritual. En pleno confinamiento trabajó sobre dos historias, la que vio la luz este año, Mujeres del alma mía, y Violeta, la novela que se editará el próximo 25 de enero. “Vine al mundo un viernes de tormenta en 1920, el año de la peste”, puede leerse en el fragmento que se comparte desde su página oficial (Isabelallende.com). “Es la vida de una mujer en la que están presente los acontecimientos del siglo. Me entretuve mucho con esta historia –asegura– porque descubrí que fue muy poco lo que tuve que investigar a diferencia de lo que hago con mis novelas históricas. Resultó curioso escribir sobre el tiempo que a uno le toca vivir, revisar los acontecimientos que pasaron en este tiempo, tantas vivencias. El siglo XX fue súper violento: las guerras mundiales, el Holocausto, las bombas atómicas, la Guerra Fría, genocidios, enormes masas de refugiados que se movieron de un lado a otro, golpes de Estado. Todo esto pasó en el Siglo XX y verlo, ahora, desde la distancia del Siglo XXI resulta muy interesante, sobre todo desde el lugar de una mujer”.
¿Cómo se lleva con el lenguaje inclusivo?
A mí me gusta la idea de que se cuestione el lenguaje, porque el lenguaje determina la realidad, cómo se narra esa realidad, cómo la entendemos. Entonces que se cuestione el lenguaje es súper importante. Recuerdo que cuando se impuso la dictadura en Chile, lo primero que cambió con el golpe militar fue el lenguaje. En solo 24 horas ya no se podía hablar de golpe militar sino de pronunciamiento militar, en lugar de democracia se hablaba de democracia suspendida, condicionada, totalitaria, autoritaria... ¡¿Qué diablos es democracia autoritaria?! No se podía decir pueblo, compañero, feminismo. El lenguaje se adaptó para narrar la realidad con eufemismos, lo mismo que comentábamos recién a propósito de la muerte y de tantas otras cosas. Según las palabras que utilizamos cambiamos la forma con la que entendemos la realidad, por eso me gusta el cuestionamiento. El lenguaje determina la forma en que pensamos.
El barbijo no disimuló su sonrisa en la foto que subió a Instagram en febrero pasado, cuando recibió la segunda dosis de la vacuna. Allí escribió: “Espero que pronto todos estemos vacunados y así, juntos podamos derrotar al virus, este enemigo invisible. ¿Qué opinión le merece los que no quieren vacunarse?
Que decidan no hacerlo no solo es un riesgo individual, sino un riesgo colectivo, se están violando los derechos de la comunidad, el derecho a tener una vida segura. Hice y subí esa foto para llamar a los latinos a vacunarse. Al principio hubo una gran resistencia de los latinos y también de la población negra porque durante mucho tiempo ha habido una gran discriminación en el campo de la salud. En Estados Unidos se llegó a hacer experimentos con los afrodescendientes, por lo que es natural que desconfíen del sistema. Hice ese llamado porque necesitamos estar vacunados. Y qué decirte de esa cara de alegría, recibir la dosis en ese momento fue un alivio, después de atravesar un año tan difícil.
Confieso que me encanta el nombre que tiene su grupo de amigas, las Hermanas del Perpetuo Desorden.
(risas) Ya estamos todas viejitas, pero seguimos siendo súper desordenadas. Estamos siempre en contacto por e-mail o por el chat, por dónde sea. Es muy bueno para mí tener este grupo. Me uní a ellas cuando Paula estaba enferma. Hace casi 30 años de esto. En ese momento, con todo lo que estaba pasando con Paula me sentía muy sola en este país. Estaba con Willy [Gordon, su segundo marido] que tenía una vida familiar completamente extraña y muy poco funcional. Ellas me ayudaron. Han sido testigos de mi vida y yo testigo de las de ella. Aprendemos una de la otra. Sin la ayuda, la contención de otras mujeres qué habría hecho yo en mi vida. Es la solidaridad de las mujeres las que nos permite sobrevivir.