Influencia de moda. El estilo grunge que sobrevive a Kurt Cobain
El líder de Nirvana fue emblema del movimiento que surgió a fines de los 80, una subcultura con estética propia: camisas leñadoras, suéteres de lana, piel sintética, vestidos floreados y borcegos
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El 24 de septiembre se cumplieron 30 años del lanzamiento del álbum Nevermind de Nirvana, la banda liderada por Kurt Cobain que oficia de emblema de un movimiento surgido en Seattle a fines de los 80, y que pasó de subcultura a mainstream, cuando MTV comenzó a bombardear desde la pantalla con los sonidos del grunge, que además tenía un look. Camisas leñadoras gastadas, jeans holgados, suéters y cárdigans de lana, abrigos de piel sintética, vestidos floreados, borcegos. La estética parecía salida de las ferias americanas y no tardó en convertirse en tendencia, la canción de Nirvana “Smells Like Teen Spirit” en himno y Kurt Cobain, el cantante, en un impensado ícono de estilo para la moda.
Al igual que el punk, la apariencia que se manifestaba en la ropa de la escena grunge atrajo atención y se convirtió en piezas básicas de referencia para el vestir de las personas seguidoras o no de la moda o de esta subcultura. Bajo la mirada atenta de la industria textil, el estilo grunge se posicionó como una referencia del guardarropa contemporáneo y Kurt Cobain en su máximo representante para los diseñadores y casas de moda que, 27 años después de su muerte, reponen su figura para contar sus colecciones en la pasarela. Tal el caso de Saint Laurent bajo el aura de Hedi Slimane, el director creativo que, en 2015, puso en escena a modelos lookeados con melena rubia, raya al medio y los lentes redondos que usaba el líder de Nirvana junto con una propuesta de vestir que sería lo que Cobain usaría de haber estado vivo.
Dos años antes, en el otoño 2013, montó una colección inspirada en el grunge. Esa actitud contenida en el descontento y una pose desgarbada que emergió del cantante fallecido en 1994 iba en contraposición a la noción de la silueta que se valoraba en ese entonces, ensalzado por la noción unisex que ofrecía la estética grunge y que marcó las bases de lo que vendría poco tiempo después como signo de época. De hecho, Calvin Klein presenta en 1994 la fragancia One acompañada por jeans y remeras blancas uniformadas para hombres y mujeres que ahora también compartían el mismo aroma.
En esta época, y del otro lado del Atlántico, sucedía el britpop en una nueva camada de bandas que celebraban su origen y ofrecieron un vestir que mezcló la ropa deportiva, camperas bomber, corbatas y chalecos, una combinación entre el carácter mod de los 50 y el casual de los hooligans de los 70. Si bien este estilo fue bien recibido por la moda, la estética grunge fue la que se impuso como esencial en el guardarropa contemporáneo. Ciudades como Buenos Aires, con personas atentas a las tendencias de la moda, cada año –se use o no–, se visten con la camisa leñadora y caminan con borcegos.
En la noche pre-pandémica y a modo de proclamación personal, era posible toparse con mujeres en medias de red, borcegos y el camisolín de seda que impulsó Courtney Love, la compañera de Kurt Cobain, desde el escenario con su banda Hole. De melena blonda y con los labios furiosamente despintados de rojo, los distintos vestidos slip que usaba Courtney, por oposición, terminaron siendo uno de los elementos significantes de la década en la transición del maximalismo al minimalismo, cuando –otra vez– Calvin Klein los subió a la pasarela de la temporada primavera-verano 1994 y los confirmó como una de las tendencias insignias de los 90 e inspirados en la cantautora y guitarrista estadounidense.
Mientras tanto, Joan Rivers debutaba en el Fashion Police, un programa de televisión que buscaba ser divertido a través de la burla sobre el look de las celebridades y tenía a Courtney Love como latiguillo para mofarse de su aspecto que parecía como recién salido de la basura, decía la humorista.
La escena grunge atravesó su estatus de subcultura dado por un puñado de bandas del estado de Washington, principalmente en Seattle, a la cultura de masas. Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam dieron el sonido. Una mirada al margen del mainstream que resultó significativa para el contexto social y artístico en el que surgió y cuya apariencia ofrecía un credo estético otorgado por las tiendas de segunda mano. Tal el caso de la camisa de leñador, considerada como un producto fuera de moda en los 80 y vuelta a surgir como tendencia en la imagen de Cobain unos años después. Era una declaración de no moda convertida, enseguida, en moda.
Se trató de un concepto que iba en contra de lo pautado en los años 80 desde la opulencia y el culto al logo marcaba el devenir de lo considerado como alta moda. El grunge no solo se impuso en la década de 1990 sino también repuso en el tiempo a Cobain en diversas siluetas o a modo de inspiración para diseñadores, como Alessandro Michele y la fluidez de género en Gucci, la noción de una nueva masculinidad en Raf Simons al momento de sumar vestidos que remitían al modelo floreado que usaba el líder de Nirvana, o más evidente; tal el caso de Anna Sui y sus chicas en la semana de la moda de Nueva York vestidas con los atuendos de esta subcultura distintiva de la costa oeste.
Treinta años después es posible encontrar en los puntos comerciales de la ciudad de Buenos Aires las remeras de Nirvana o su smiley face en los percheros cuando se trata de descontracturar el look. Pero las contribuciones del grunge no siempre fueron aceptadas de inmediato por el sistema. En todas las épocas hay formas alternativas o diferentes a la cultura existente y en ese recorrido, donde lo dominante puede incorporar o ignorar estas manifestaciones.
Hay un hecho que trascendió en el tiempo como parte de la ruptura de este proceso cultural que hace que la estética grunge sea tan significativa del guardarropa de hoy. En 2018, en el apogeo de la moda urbana y la estética del hip hop como brújula del vestir, Marc Jacobs levantó un pop up en la avenida Madison para relanzar Redux Grunge, la colección que 25 años antes le significó el despido en la marca Perry Ellis tras ofrecer prendas con la estética grunge. En 1992, diseñó en seda las camisas de leñador, usó mohair para confeccionar los gorritos de lana desgastada, deshilachó diseños perfectamente cortados... Las críticas de las plumas legitimadas lo acusaban de haber mezclado todo, de que esa estética estaba prohibida para la moda porque era espantosa, de lo ridículo que se veían prendas baratas diseñadas en altos estándares de calidad. Sin embargo se convirtió en un emblema de lo cool.
Esa revolución estética supuso un tour similar a lo acontecido por los hippies en los 70, cuando la revista Vogue envió al fotógrafo Steven Meisel a Seattle para realizar una crónica visual de este género del que todo el mundo hablaba. En paralelo, operaba el diseñador Martin Margiela y su modos de producción para resignificar objetos hallados y prendas de otras épocas y asignarlos como productos de moda, en línea con la esencia del grunge de cuestionar las formas.
A pesar de su temprana muerte, la herencia de Kurt Cobain en el mundo de la moda es visible. Su aspecto se convirtió en el símbolo de un estilo que pasa de generación en generación, nutre los percheros con las prendas alusivas y es tomado como referencia por los diseñadores de las maisons tradicionales.