Hablemos de Tangalanga. Los inicios del rey de las bromas telefónicas del “artista” admirado por Spinetta
El método Tangalanga es una película inspirada en los inicios del artista de la puteada. Incorrección política y nostalgia en las voces de Martín Piroyansky y Julieta Zylberberg, sus protagonistas
- 13 minutos de lectura'
Hubo un tiempo en que la gente hablaba por teléfono. Una persona levantaba el tubo, confirmaba que la línea tuviera tono, movía una especie de disco con agujeros en dirección a las agujas del reloj y esperaba a que lo atendieran (o colgaba si escuchaba tu tu tu tu, y volvía a intentarlo más tarde). En un lugar remoto sonaba otro teléfono sobre una mesa o un escritorio y otra persona levantaba el tubo con la inquietud de no saber quién estaba del otro lado. “¿Hola?”. El enlace en sí no tenía demasiado romanticismo –salvo cuando se esperaba la llamada del amor–, pero visto desde hoy, en plena era de los hombres y mujeres robots controlados por un dispositivo inteligente, la añoranza es inevitable.
Para las generaciones premillennials, el Doctor Tangalanga es parte ineludible de ese cúmulo de nostalgia. Su voz quedó en la memoria colectiva como una suerte de bravucón inofensivo, de vengador anónimo, de artista de la puteada. Gracias a la difusión de cassettes que recopilaban sus llamadas, cada una titulada según la actividad de su interlocutor (“Aprendiz de peluquero”; “Profesor de ópera”; “Mecánico dental”; “Taxiflet ladrón”) o el lugar al que llamaba (“Agencia matrimonial”; “Cancha de papi fútbol”; “Almacén en venta”), tuvo un éxito impresionante. Miles de seguidores compraban sus grabaciones y muchos más las regrababan, en sus doble-cassetteras. Era lo más parecido a la viralización de los tiempos actuales.
La película El método Tangalanga, de Mateo Bendesky, se basa en los orígenes humorísticos-justicieros, a inicio en los años 60, de Jorge Rizzi –su nombre real era Julio Victorio De Rissio–, cuando descubre un talento único para las bromas telefónicas que le permite sortear su timidez, darle un poco de alegría a un amigo convaleciente y hasta seducir a una joven (por teléfono, obviamente). Estrenado hace unos días en salas de país, el largometraje había tenido su debut nacional en noviembre último, en el Festival de Mar del Plata. Allí también fue el encuentro de Martín Piroyansky (Rizzi/Tangalanga en la ficción) y Julieta Zylberberg (Clara, la chica a seducir) con la nacion revista, horas después de su primera proyección en La Feliz.
- ¿Qué tan involucrados con Tangalanga estaban antes de sumarse a este proyecto?
- JZ: Yo lo conocía bastante. No era fan, pero lo tenía escuchado.
- MP: En casa había cassettes de Tangalanga, según me contó mi viejo. Yo escuchaba cassettes pero más de Leo Maslíah y algún otro.
- La película apunta más a la ternura que a la carcajada. ¿Están de acuerdo?
- JZ: En la función de anoche se escuchaban carcajadas, pero sí, es sobre todo tierna. El tono y el humor que maneja la película es súper blanco, como ingenuo, al mismo tiempo que homenajea al personaje con una estética y un tipo de actuación bien de la época en la que está ubicada, cuando la vida era analógica. La no tecnología hacía que todo fuera bien teatral. ¡Y había tiempo!
- ¿En qué sentido había tiempo?
- JZ: A medida que vamos hacia adelante, nada tiene tiempo. Eso a mí me desespera un poco: no soporto la velocidad. A veces veo videos de Juana Molina o de Magazine For Fai y pienso: qué lindo, nos quedábamos 25 minutos bla-bla-bla. Los sketches de Juana eran larguísimos, los de Gasalla... Todo lo que recuerdo del humor de cuando era chica tenía otro tiempo.
- MP: La película es una comedia romántica con muchos momentos emotivos, de esos que te dan ganas de llorar. Tiene momentos de angustia muy logrados y otros muy graciosos. Creo que es todo más complejo de lo que uno esperaría de una película de Tangalanga. Podría ser una comedia más simplona y ésta va más al drama de los personajes. Cada uno tiene sus problemas.
- ¿Se podría haber hecho menos “complejo”, con un humor más directo como el del propio Tangalanga?
- MP: Sí, tal vez algo más chabacano, con las puteadas. Obviamente la peli pasa por esos lugares también, pero muy poco. El humor de la película es de un estilo slapstick, más de la torpeza, de las expresiones. Al mismo tiempo, cuando tuve que investigar al personaje, me sorprendió el nivel de absurdo que manejaba. Los insultos son apenas un accesorio. Tenía unas ideas ridículas y su humor es más del amor por las palabras, él disfrutaba mucho de encontrar las palabras justas.
- En las palabras justas, el insulto nunca faltaba.
- JZ: Yo escucho a Tangalanga y tiene puteadas, pero no es violento. Hay una diferencia. Es más de la picardía, como si estuviera guiñándole el ojo a un amigo que está al lado. Se trata más de engaño que otra cosa, pequeñas venganzas no dañinas. Vengarse de alguien al modo casi de un niño.
- Volvamos un momento a los tiempos breves de hoy. ¿Sienten que afecta eso a su trabajo de actuación?
- JZ: Siento que te vas adecuando. No es que me pasa por arriba: formo parte de esta época y lo acepto. Pero cuando miro para atrás, me doy cuenta de que había un permiso al cuelgue que se va acotando cada vez más. También, de edición: la gente se aburre rápido. Siento que es el mal de nuestra era, porque lo veo en todo. Nuestros hijos quieren ver una película y aprietan un botón; nosotros teníamos que ir al videoclub, preguntar si estaba el VHS o el DVD y si, se lo habían llevado, volver a los dos días a buscarlo. Eso también, esa aceleración, genera un problema de ansiedad. Tenemos todo ya, queremos todo ya. Si no hay un chiste en 10 segundos, me aburro. Es agotador.
- No hay tiempo ni para aburrirse.
- MP: Tal cual. Tenemos el celular pegado, es terrible. Estás en el cine y ves que la gente saca el celular, es muy triste. No se bancan un toque. Yo también, estoy re adicto al teléfono.
- JZ: Para mí, es cíclico: va a dejar de ser así en algún momento porque no se puede más. Ya hay adolescentes fóbicos a la pantalla. Cambia todo muy rápido... Hace diez años teníamos BlackBerry, que era toda una novedad, y hoy estamos como en otro mundo. Por eso creo que va a pasar. En mi caso, aunque miren los teléfonos, como dijo Martín, igual quiero ir al cine. Y con esta peli me pasa que la veo y no me corre. Eso me resultó placentero, más allá de ser parte del proyecto. Es entradora, amable, relajada.
- MP: Esta película se toma sus tiempos. Es muy del estilo de los años 60, tiene su propio timing. Eso se agradece como espectador.
El método Tangalanga no es una biopic: toma una parte de su historia real para una ficción que recrea sus inicios. Está ubicada a principios de los 60, cuando Julio Victorio de Rissio comenzó con sus llamadas para alegrar a su amigo Sixto, que en la realidad (Sixto López Ayala) había quedado postrado tras una operación. En la película se los ve trabajar juntos en una compañía de productos de perfumería. En efecto, Julio fue durante décadas gerente de compras (gracioso en las reuniones y duro en las negociaciones) de una empresa donde llegaría a recomendar a Susana Giménez para una recordada publicidad de jabones. La historia romántica del film es, sí, ficción pura: el humorista –que antes de Tangalanga se había autodenominado Raúl Tarufetti y Licenciado Varela, y usó luego un sinfín de apodos– compartió 72 años con Nora, su esposa, a quien había conocido en su infancia, porque sus familias eran vecinas. Ella tenía 15 y él 22 cuando se pusieron de novios, y tres años más tarde se casaron, a fines de los años 30.
Su primera etapa de llamadas telefónicas [alerta spoiler] duró hasta la muerte de su amigo. Tangalanga retomó la actividad a comienzos de los años 80, y ya en los 90 se convirtió en una celebridad. “Más que un humorista, es un fenómeno social”, lo definió Diego Recalde, director de Víctimas de Tangalanga, un documental de 2017 que logró reunir a 33 damnificados, cuyas voces quedaron también en el recuerdo. Si bien algunos lo vivieron con vergüenza, la mayoría muestra su orgullo por haber quedado en la inmortalidad de esas grabaciones, también gracias a YouTube. Muchas llamadas terminaban incluso con la complicidad de sus interlocutores (insultos de un lado y el otro, básicamente); más de una vez, el propio Doctor reconoció en línea cuando algún oponente lo había superado.
Para muchos artistas, Tangalanga traía suerte y figuras como Luis Alberto Spinetta fueron sus fans. El Flaco participó de los festejos por el 90° cumpleaños del humorista, quien lo celebró con llamadas desde el escenario de La Trastienda. Spinetta había incluido la voz de Tangalanga en un tema (“Lago de forma mía”) de su disco Peluson of Milk (1991) y escribió el prólogo en las memorias de Tangalanga, publicadas por Planeta. De aquella celebración cumpleañera participaron también Ricardo Mollo y Diego Arnedo. Julio Victorio De Rissio falleció a los 97 años, en diciembre de 2013.
La historia del tímido Jorge Rizzi da un giro cuando una noche ingresa en una suerte de antro y participa de una sesión de hipnosis, comandada por un hombre misterioso: Taruffa (Silvio Soldán). El encuentro le otorga a Rizzi poderes inesperados: desde entonces, cuando suena una campanilla, se le suelta la lengua. Esta experiencia saca a la luz un álter ego desenfrenado, sin inhibiciones y hasta seductor. Así logra animar a su amigo Sixto y acercarse a la recepcionista del hospital en el que está internado, donde todos empiezan a ser sus seguidores, menos el director del lugar. Es entonces cuando nace el superhéroe argento y señorial, de pura labia: “No me hago el langa: soy langa. Tan galán el langa que me dicen Tangalanga”.
- ¿Piensan que habría lugar para un humor menos blanco, más incorrecto, en esta época?
- MP: Como espectador yo consumo todo, el correcto, el incorrecto… No lo juzgo. Estamos en un momento de mayor corrección política que momentos anteriores, pero creo que es algo también cíclico, que ya ocurrió otras veces. Para mí lo importante es ser respetuoso. Podés hacer chistes con millones de cosas sin ofender, y yo elijo eso: no ofender. Es una posición mía.
- JZ: El tema de la incorrección es que hay cosas que dejaron de causar gracia. Vamos mutando, los problemas como sociedad cambian. Cuando un conflicto es serio, feo, deja de ser gracioso. Más allá de incorrecto o no, es estúpido y violento. Entonces, es lógico que vayamos purgando eso lo más posible.
- ¿No se vuelve todo un poco lavado en ese camino?
- JZ: No creo que sea lavado, creo que es un humor que te obliga a usar la cabeza. Antes estaba todo muy servido, era un humor muy barato, berreta, que hoy no causa más gracia y punto. Hay que pensar otra cosa para hacer reír.
- MP: Creo que se está dando un proceso educativo para todo el mundo. Si tengo un amigo que me hace un chiste antisemita en código conmigo, yo sé que es un chiste. Pero no podés salir en la tele haciendo un chiste antisemita, porque estás confundiendo a la gente: ah, hay que reírse de los judíos. El día que todos entendamos que todos los chistes contra las minorías son chistes, perfecto. Pero todavía no pasó. Un chiste machista sigue siendo violento hoy porque, si bien hay un montón de avances, el machismo está lejos de haber dado esa vuelta en la sociedad.
Además de actor exitoso, Piroyansky (36) transita hace años el camino de la dirección. Desde su corto No me ama (de 2010), estrenó largometrajes como Tiempo libre (2014) y Voley (2015), también como guionista e intérprete. En 2022, realizó Porno y helado, de Amazon Prime Video, nuevamente en todos esos roles; la serie –que contó con Susana Giménez como invitada estelar– tendrá este año su segunda temporada. Además de actriz versátil y multipremiada, Zylberberg (39) explora hoy caminos musicales, como compositora y cantante, y participó del guion de Las fiestas, la película de Ignacio Rogers que también acaba de estrenarse en salas, aunque fue escrita hace 15 años. “Es más bien un viejo proyecto de amigos –detalla–. Está buenísimo, nunca había visto algo mío filmado”.
Martín cuenta que está escribiendo un nuevo largometraje, con la idea de que se estrene en cines y en streaming, y que la nueva temporada de Porno y helado “se va a radicalizar hacia un lugar más absurdo, y va a tener capítulos más autoconclusivos, que no suman tanto a la totalidad. Irá más hacia la sitcom, siempre dentro de la comedia. Me encantaría salir de la comedia, pero no me suelen convocar para eso”.
JZ: Te voy a escribir un drama terrible, te vas a cansar de llorar. [Risas]
MP: Siempre funciona así: te encasillan.
- Te escuché en una entrevista decir que sufrís de “portación de cara”, que por eso no te llaman para papeles más serios. ¿Es así?
- MP: Re. Tengo límites por la cara que tengo. Me pasó con La araña vampiro [un film de terror de 2012], que me mostraban durmiendo y la gente se reía, solo de verme. Pero también como director me gustaría probar con otras cosas. Especialmente hacia un lado del drama ridículo. Las películas que me gustan y que no son comedias igualmente tienen humor. Me pasó con Argentina, 1985: tiene mucho humor. Se toma en serio el tema, pero existe la cotidianidad de sus personajes y es ahí donde pasan otras cosas, a veces graciosas. Las situaciones con Alejandra Flechner son para mí un acierto.
- En el momento de crear un proyecto para una plataforma, donde la atención es muy distinta a la del cine, ¿notás diferencias a la hora de escribir?
- No, trato de que no me afecte eso. Para mí la comedia siempre es rápida. No me acuerdo qué director decía, cuando terminaba la escena: “Buenísima, ahora la filmamos de nuevo, pero más rápida”. Me identifico con eso: a la hora de editar me gusta darle velocidad. Al mismo tiempo, me gusta mucho la incomodidad de los momentos largos, jugar con el ritmo. Me manejo dentro de esos parámetros y no creo que las plataformas me condicionen en ese sentido.
- Julieta, a vos sí te convocan para papeles muy diversos. ¿Tenés preferencia?
- Me pasa mucho eso de una comedia, un drama, una comedia, un drama. No tengo preferencia. También siento que el humor es transversal, es una mirada. Todo el tiempo se cuela. Por suerte.