Frases hechas. De dónde vienen los dichos “cortar el rostro”, “dos dedos de frente”, “dorar la píldora”, “no dar el pinet”
La tradición por vía oral, de generación en generación, mantuvo a muchas de estas frases vivas hasta el día de hoy, aun cuando, en muchos casos, no sabemos su verdadero origen
- 7 minutos de lectura'
De tanto repetirlas se transmiten en la sociedad hasta que se pierde su origen, que puede ser una anécdota, un hecho puntual destacado o un momento de la historia. Prácticas, usos y costumbres son también el detonante de muchas de las frases populares que circulan, casi sin darse cuenta.
De transmisión oral, éstas últimas no tienen un sustento escrito. ¿Cómo, entonces, las prácticas, usos y costumbres se convierten en frases populares que perduran a través del tiempo? “Creo que habría que comparar este proceso con el del derecho consuetudinario, o sea, las normas jurídicas que no están escritas pero tienen fuerza de ley porque se refieren a cosas y hechos que siempre se cumplieron o que siempre se hicieron de un mismo modo. De esa misma manera, hubo prácticas y costumbres que en un momento de la historia dieron origen a frases que, con muy pocas palabras, identificaban situaciones que eran conocidas por todos. La tradición por vía oral, de generación en generación, mantuvo a muchas de ellas vivas hasta el día de hoy, aun cuando, en muchos casos, no sabemos su verdadero origen”, explica a LA NACIÓN revista el historiador, escritor y docente Charlie López, autor de Somos lo que decimos, Detrás de las palabras y ¿Por qué decimos?
De nuestro país, de España, Francia, Alemania o de donde sea, hoy muchas de esas prácticas y costumbres están en desuso e incluso llaman la atención en la actualidad. Una de las muchas frases que surgieron de los usos transmitidos de padres a hijos es ¿Quién te dio vela en este entierro? “Esta frase proviene de la antigua España y luego se instala en países de Latinoamérica. Proviene de la costumbre de que los deudos del muerto le entregaran velas a los familiares o amigos que eran cercanos al difunto, como señal de respeto por su presencia en el funeral. No tener vela significaba que la relación con el fallecido no ameritaba su presencia en las honras fúnebres. Por eso, la usamos para hablar de los que se entrometen en conversaciones ajenas o en asuntos que no les incumben”, detalla Charlie López.
También originada a partir de una antigua costumbre española, Tirar la casa por la ventana se remonta al año 1763, cuando Carlos III de España introdujo la lotería en ese país. “Ésta se hizo popular, prácticamente, de un día para el otro. Especialmente porque, al saber que era el estado el que respondía por los premios, estaban seguros de que quienes compraban los billetes sí o sí iban a cobrar. Ahí nació la costumbre, entre los primeros ganadores, de tirar por la ventana o sacar a la calle enseres viejos o en mal estado de todo tipo, dado que las nuevas posibilidades económicas les permitían reemplazarlos por otros nuevos. Y, además, era una forma de mostrarles a sus vecinos que su nivel económico había cambiado”, relata el historiador.
La conocida frase Dorar la píldora hoy es una de las más usadas. Proviene de otra antigua costumbre, “la de los boticarios, que solían disfrazar el sabor amargo de los medicamentos para que no resultasen tan desagradables al paladar. ¿Cómo lo hacían? Bañaban los sellos, las pastillas o las píldoras con una sustancia azucarada y luego los sometían al fuego, donde ese azúcar se derretía y cubría la píldora con una capa dorada exterior. De ahí viene la expresión dorar la píldora, que se utiliza de dos maneras: una, para suavizar el efecto negativo de una noticia y también para adular a nuestro interlocutor con la idea de conseguir algo a cambio”, se explaya.
En un país joven como la Argentina, que recibió más de una oleada de inmigración, hay una frase popular muy común para referirse a quienes llegaron provenientes de países en los que algún conflicto volvía difícil la supervivencia. Y Argentina asomaba como un lugar prometedor para desarrollarse. Con una mano atrás y otra adelante se refiere a la pobreza extrema, “de alguien que lo perdió todo o que debió abandonar lo que tenía para comenzar una nueva vida, generalmente, en otro país. Y es, justamente así, como se hace popular en la Argentina, a fines del siglo XIX y principios del XX, con las corrientes inmigratorias, generalmente provenientes de Europa. Se trataba de analfabetos, sin dinero, sin ningún tipo de bienes. Y claro, la frase es una exageración desproporcionada de la pobreza que sufrían. Llegaban con una mano atrás y otra adelante, como diciendo que ni siquiera tenían ropa que les cubriera sus partes íntimas”, agrega López.
Más acá en el tiempo, Cortar el rostro es un argentinismo que, “si bien es antiguo, se hizo popular en las últimas dos o tres décadas. Se utiliza, como todos sabemos, para descalificar la presencia de otro a través de la indiferencia o el rechazo. O sea, retirándole la palabra o la mirada o, simplemente, ignorando un pedido. Nos cortó el rostro o le corté el rostro decimos. Parece venir del vocabulario tumbero, dado que en los penales argentinos a fines del siglo XIX y principios del XX era costumbre practicar un corte profundo en la cara de los internos que suministraban información a los guardiacárceles o a las autoridades de los establecimientos penitenciarios. O sea, era una manera indeleble de hacerles saber a los demás que esa persona, la que había sufrido la agresión, había roto un código que consideraban inquebrantable. De ahí que los demás lo descalificaran e ignoraran sus pedidos. O sea, el uso que nosotros le damos en el día de hoy”, apunta.
Una frase que asocia la apariencia física al intelecto, aunque nadie se pregunta el por qué, es No tener dos dedos de frente. Hoy se sabe que no tiene ningún sustento científico. Sin embargo, fue creada a partir de una afirmación de un hombre de ciencias. Para entender esta frase, “hay que ir a la frenología -del griego fren, que significa mente y logos, conocimiento-, es decir, el conocimiento de la mente. Fue desarrollada a principios del siglo XIX por Franz Gall, un científico alemán que consideraba que la personalidad e incluso las tendencias criminales estaban determinadas por la forma, el tamaño y las protuberancias de la cabeza. Él también sostenía que el tamaño de la frente determinaba la inteligencia del individuo. Cuanto más ancha fuera la frente, más inteligente sería la persona. De ahí viene la expresión no tener dos dedos de frente, que, justamente, la usamos todavía para calificar a aquellos que consideramos menos capaces o con una inteligencia limitada”, rebela Charlie López.
¿Quién no escuchó o repitió No dar el pinet, aún sin entender el significado de esta última palabra? Pinet es la castellanización del apellido de un médico cirujano francés, “que se llamaba Maurice Pignet, quien, en 1901 preparó un índice para evaluar la contextura física de los que debían ir al servicio militar obligatorio. El índice de Pignet se calculaba en función de la estatura, la circunferencia torácica y el peso del individuo. Quienes no cumplimentaban con los números exigidos, no daban el pinet, o sea, no se los admitía. Hoy lo utilizamos informalmente y, a veces, de manera jocosa, para señalar que alguien no es lo suficientemente inteligente o no tiene el talento o el coraje para aspirar a determinadas metas”, concluye el historiador y docente.