Espadas y armaduras. La bravura de los caballeros andantes: cómo se formaban y por qué hoy atraen tanto
Su misión era servir a su señor y a Dios, defender a los débiles y ser cortés con las mujeres. Una muestra en el Museo Frist Art, de Nashville, recupera sus historias
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Además de brindar un contexto histórico y disipar algunos mitos sobre los caballeros, la muestra subraya la innegable belleza y el atractivo artístico de los elementos de la caballería”, dice la curadora Trinita Kennedy a LA NACION Revista respecto de Knights in Armor (Caballeros con armadura), una muestra en el Museo Frist Art, de Nashville (Tennessee, Estados Unidos), que le rinde homenaje a estos soldados a caballo que han inspirado a generaciones. Entre ellas, se cuentan armaduras completas, figuras ecuestres montadas, cascos, pecheras, espadas y otras armas. Allí se presenta la historia del jinete europeo, desde la Edad Media y el Renacimiento hasta fines del siglo XIX. Fue en esta última centuria que resurgió el interés por las armas y armaduras históricas, como parte del Renacimiento gótico, un movimiento que comenzó en Inglaterra. En 1859, el coleccionista anglo-italiano Frederick Stibbert (1838–1906) reunió los primeros objetos de su colección, que darían origen a un museo único en su tipo.
Para ir al campo de batalla, los caballeros (que en el cine han personificado actores tan dispares como Robert Taylor, Kevin Costner, Mel Gibson, Sean Connery, Richard Gere, Antonio Banderas, Heath Ledger o Clive Owen) necesitaban una vestimenta especial, que les cubriera el cuerpo, de los pies a la cabeza. En la Edad Media (siglos V al XV) llevaban cota de malla, un atuendo hecho de anillos de hierro entrelazados que pesaba unos 11 kilos; debajo, un jubón acolchado protegía al portador de posibles roces. “Esta exposición, sin embargo, se centra en un capítulo posterior, cuando, justo antes del año 1500, pasaron a usar casi por completo una armadura de placas, que proporcionaba una mayor protección”.
El conjunto completo pesaba de 20 a 30 kilos. Haber cargado con él tiene que haber sido una suerte de suplicio. “Ciertamente, las armaduras de placa eran más pesadas de las que las precedieron. Sin embargo, los armeros buscaban constantemente formas de hacer que la armadura de placas fuera más fácil de llevar. Hay que recordar que: no todas las piezas se llevaban todo el tiempo; los caballeros estaban bien entrenados y se acostumbraron a llevar la armadura, y que el peso de esta se distribuía por todo el cuerpo”, subraya Kennedy.
La armadura de placas “se utilizaba como escultura y vestimenta de moda, además de protección defensiva; se fabricaba con formas sofisticadas y se realzaba con ornamentos e inscripciones grabadas y en relieve”, enumera Trinita. Los caballos, en tanto, eran equipados elegantemente con su propia armadura, llamada barda. En cuanto a las armas, la variedad era amplia: espadas de diferentes tipos, así como ballestas, lanzas y mazas, que pueden verse en la exhibición.
El título de caballero estaba reservado para los hombres. La mayoría provenía de familias nobles (hubo reyes famosos, incluso, como Ricardo Corazón de León, en el tiempo de Las Cruzadas) y sus triunfos militares les daban la posibilidad de acumular mayores honores y riquezas. Algunos, aparte de poseer influencia bélica, ostentaban cargos religiosos. Otros eran historiadores o poetas que contribuyeron a forjar la imagen de la caballería.
¿Cómo un hombre se convertía en caballero? Básicamente, había dos formas: ser hijo de una familia aristocrática (tener un caballo y armaduras idóneas resultaba muy caro) o bien haber protagonizado un acto de valentía y honor en el campo de batalla. Lo común era que un hijo noble comenzara su entrenamiento a los 8 o 9 años, a los 15 podía ser escudero y a los 20 se consagraba como caballero, mediante una ceremonia que incluía un juramento de fidelidad, la bendición de un capellán y un toque de espada o mano en el hombro por parte del señor feudal al que servía. ¿Qué aspiraciones y responsabilidades conllevaba esto? “El trabajo de un escudero consistía en ayudar a un caballero con su caballo y cuidar de sus armas y armaduras. También tenía que aprender a montar a caballo y habilidades de supervivencia, como el uso de un arma y cómo comportarse en el campo de batalla. Escuderos y caballeros buscaban el reconocimiento y la recompensa en forma de dinero y tierras”, responde Kennedy.
La instrucción caballeresca era física, intelectual y protocolar. Un caballero tenía que saber comportarse frente a un rey. De él se esperaba discreción y humildad ante sus superiores. Su misión era servir a su señor y a Dios; defender a los más débiles y ser cortés con las mujeres. Esto último no se cumplía siempre. A pesar de su formación, había caballeros que podían ser tan bárbaros como la época que les tocó vivir. El código de caballería exigía igualmente que mostraran misericordia por sus enemigos.
“Es como contemplar un auto deportivo”
Knights in Armor presenta la gallardía como una forma de arte. ¿Cuál es el interés que despierta la caballería en el público del siglo XXI? “Pareciera haber muchas razones por las cuales la gente está fascinada hoy con las armaduras. Una es que personifica visiones sobre la bravura y la fuerza. Otra es que una persona que usa una armadura es increíblemente misteriosa, porque su rostro y su cuerpo están ocultos. Además, mirar una armadura da tanto gusto como contemplar un auto deportivo: es brillante y tecnológicamente sofisticada”.
Según Kennedy, mientras que los soldados comunes vestían armaduras fabricadas en serie, los caballeros encargaban las suyas a medida y las personalizaban con crestas, escudos, insignias, monogramas, plumas de colores y lemas significativos para ellos. “La decoración se concentraba en la cabeza, el pecho y las manos, las partes más prominentes del cuerpo”.
Entre las piezas más notables de la muestra, la curadora destaca una armadura alemana de un metro por 70 centímetros fabricada alrededor del 1500. “Sus placas no son lisas, sino acanaladas, lo que la hace más bella y más funcional. Es interesante compararla con los ejemplos de armaduras italianas, que suelen ser mucho más lisas... La exposición cuenta con un montón de cascos geniales, como el morion alemán y un saboyano italiano. Algunos son puntiagudos, otros, redondeados; está claro que se experimentaba con frecuencia, para encontrar lo que luciera mejor y proporcionara más protección”. Sobre la decoración, Trinita rescata lo que añade color, como el dorado o la pintura negra. “También hay una coraza alemana, con un hombre y una mujer grabados, que parecen sacadas de un grabado de (Alberto) Durero”, se entusiasma.
Una coraza y un espaldar milaneses datados sobre 1550 dan cuenta de “lo central que era el código de caballería para la identidad de un caballero, a través de dos inscripciones, que animan al portador a ser valiente y a no temer a la muerte”, reseña Kennedy. “En la ancha banda central dice: OMNIA VICIT AM. ET NOS CEDĀ (El amor lo conquista todo. Y nosotros nos rendimos). Se trata de una cita de las Bucólicas, de Virgilio. En otra inscripción, en la parte delantera, que queda oculta por un ribete trenzado, se lee: VN BEL MORIR TVTA LA VITA ONORA (Una bella muerte hace una vida honorable)”.
Si bien Caballeros con armadura se centra en la figura del caballero, hubo mujeres, como Juana de Arco y Margarita de Anjou, que se habrían vestido con armazones. Las féminas no eran entrenadas para la guerra, aunque hay registros que cuentan que, en ausencia de sus maridos, no faltaron aquellas que defendieron sus propiedades y a los suyos. La propia Anjou, reina consorte del desequilibrado Enrique VI, durante la Guerra de las Rosas (1455-1485) por el trono inglés, entre las casas de York y Lancaster, fue líder de este último bando.
¿Hay alguna referencia al papel femenino durante la Edad Media? “La armadura es realmente algo hecho para los hombres. Las mujeres no podían ser caballeros, por muy valientes o fuertes que fueran. Existen historias (la mayoría ficticias) y pinturas sobre mujeres que llevaban armaduras en esta época”, indica Kennedy, al tiempo que aclara que en esta muestra tampoco está presente el romanticismo. Nada de caballeros con un pañuelo de su amada a la vista (en una época en que, con suerte, la gente se bañaba de vez en cuando y casi toda era analfabeta). Solo se refieren a esas tradiciones en una galería dedicada a las justas. “Nuestra exposición hace hincapié en la función y la belleza de las armas y las armaduras. También las consideramos un ejemplo del ingenio de la humanidad”, recalca Kennedy.
En la era de los caballeros, de acuerdo a la curadora, la estatura media de una persona era menor que la actual, pero estos “no eran diminutos. De hecho, hay ejemplos de armaduras hechas para gobernantes de talles grandes”. Las barbas eran habituales, salvo en los sacerdotes. ¿Hacían alguna diferencia en el diseño de los cascos? “Tenemos varios retratos de caballeros y todos tienen barba o algo de vello facial. En todos los casos, llevaban la barba bien recortada. Probablemente, por razones prácticas, ya que una barba larga no habría cabido cómodamente en un casco. El vello facial es algo que cambió con la moda”.
La exhibición incluye proyecciones de clásicos como El hombre de la Mancha (1972), con Peter O’Toole y Sophia Loren. A propósito del Qujiote, éste le decía a Sancho Panza, su famoso escudero: “En las cortesías, es mejor pecar por más que por menos”. Y también le rogó: “Perdóname amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo”. De tan inigualable señor queda su silueta delgada aunque robusta en espíritu, honor y sueños. De otros, solo las brillantes armaduras.
Fotos: gentileza Frist Art Museum