“No me considero el alma de la fiesta”, dice el actor que reestrenó la obra Mi amigo Mex
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Un matambrito de cerdo a la fugazetta con papas fritas. Es el menú de sábado al mediodía que Mex Urtizberea prepara para recibir a los asistentes de una reunión de trabajo. “Acabo de sacar un parmesano de la heladera y estoy sazonando el matambrito para que nos vaya deleitando con su aroma en el chulengo”, desliza por teléfono, con tono de presentador.
Lo primero que hace es poner a punto la mesa del patio de su casa, una de esas moradas antiguas con jardín y pileta ubicada en la frontera entre Caballito, Villa Mitre y Paternal; pese a sus dotes de anfitrión, su voz transmite un rastro de cansancio: la noche anterior reestrenó Mi amigo Mex, obra que lo tiene arriba del escenario junto a Marcelo Chirinos. En la antesala de su almuerzo, Mex rememora la función teatral con cierta sorpresa.
“La gente estaba enardecida en la platea, nunca me pasó que se rieran tanto. Tal vez estén necesitando descargarse y hacer un poco de catarsis después de tanto encierro”, suelta, mientras aclara que se cuidó “bastante” en la cuarentena y recién en las últimas semanas empezó a salir luego de haber recibido la segunda dosis de la vacuna. “Ahora estoy muy ocupado gracias al programa de radio [El mañana, un magazine de interés general en Nacional Rock, con Pedro Saborido, Irina Hauser y Alfredo Zaiat]. La radio me encanta, siempre digo que estamos acostumbrados a que el entretenimiento pase solo por los ojos y nos olvidamos de los otros sentidos. Estoy todo el tiempo escuchando programas y podcasts”.
Recibir gente en su casa y cocinar, dice, es una costumbre bien familiar. Su madre Carmen, de profesión ceramista, y su padre Raúl, periodista y crítico de teatro, solían hacer juntadas que se prolongaban hasta la madrugada. “Siempre había unas milanesas preparadas para el que pasaba de visita. Estaba presente esa idea de que la gente se fuera de casa con el estómago lleno, como una forma de estar atentos a los demás. Se hacían asados con sobremesas eternas, mi viejo era muy sociable y conversador, recuerdo que caían actores y músicos. Susana Rinaldi y Osvaldo Piro eran habitués, y una vez vino Andrea del Boca, debía tener siete años, su papá era director de cámara y lo conocía a mi viejo”.
La bohemia del Instituto Di Tella había dejado huella en su padre Raúl, y en la casa armaban ciclos de teatro. Varias veces actuaron, entre otros, Federico Luppi y Ulises Dumont. La casa familiar estaba en San Isidro, construida con una arquitectura muy moderna y diseñada especialmente por Claudio Caveri, cuyas obras eran un atractivo para la época como la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en Martínez.
Se ponían unas tablas en el fondo con un telón, unas luces colgadas de los árboles y se cobraba entrada, como cualquier sala teatral. “Una vez recuerdo que se representó ‘La pulga en la oreja’ –cuenta–. Después vino la etapa de mi hermano Gonzalo, que también era actor y venían sus compañeros. Mientras se hacían cosas artísticas, estaba muy presente lo gastronómico. Es algo que mamé muy fuerte, hoy no concibo juntarme en casa con gente y no armar un menú casero. Eso de que se circule libremente, charlando de parados mientras se va picando algo rico”.
Mex es de los que gustan de rituales que se transmiten de generación en generación. Por una idea de su hija Violeta, dice que no hace mucho empezó a usar Instagram. Violeta propuso que hiciera videos con recetas de cocina y ella después se encargaba de la edición. A los momentos de disfrute con la comida se le fueron sumando charlas nocturnas con amigos en vivos. Las nombró Pláticas nocturnas, una especie de programa de entrevistas donde pasaron Adrián Suar, Marta Dillon, Fito Páez, Natalia Oreiro y Ricardo Darín.
Así, se convirtió en uno de los ciclos más vistos en la pandemia con su habitual desparpajo para jugar con las formas audiovisuales a través de la estética de varieté que maneja con gracia, lucidez y ritmo. “Mucho no me convence mostrar la vida en el universo virtual, eso de andar exhibiéndose continuamente para acaparar la atención –reflexiona el humorista–. Reconozco que me cuesta, no sé si Instagram va a desaparecer prontamente. Pero se fue dando de forma espontánea y fue una manera de conectar con nuevas ocurrencias, unir lo gourmet con anécdotas divertidas en un tiempo donde no se podía hacer otra cosa que estar en casa. Ahora estamos viendo cómo desemboca esa experiencia culinaria, seguir haciendo videos es difícil porque mi hija también está ocupada en otras cosas. Me ofrecieron hacer algo en Canal 7, armar un programa con base en la gastronomía. Veremos qué pasa”.
Mientras muchos se desvivían por ser invitados a Master Chef, Mex tuvo la oportunidad y la rechazó. Fue conocida su postura en los medios. “Ya soy sexagenario y no estoy para que me reten. La dinámica de los realitys me aburre, no tengo mucho que hacer ahí”.
Si uno chusmea tu Instagram, hay gente que te pide más recetas. Como si fueras un chef reconocido.
Lo de ser anfitrión y crear recetas es algo que me sale naturalmente. Me divierte recibir gente y en los videos intenté volcar esa impronta descontracturada, íntima, no forzada. Ojo, no me considero el alma de la fiesta, para nada. Soy bastante antisocial, de salir poco, por eso lo de recibir gente es algo que comulga con mi alma sedentaria, de estar a gusto en casa. Además, acá tengo los instrumentos, ensayo, junto el ocio con el trabajo. Hago todo para que vengan acá. Nunca dejo de armar el fuego para encontrarme con la manada, aunque también disfruto mucho de estar solo.
Algunas de las “recetas rústicas”–como llamó a su ciclo de cocina– que más pegaron en el público fueron un guiso de lentejas al disco –”mezclamos el guiso, sal y pimienta, dos litros de tomate triturado, fuego bajo y en media hora, tremendo guiso”, se lee en el video–; un vivo en el que participó Lalo Mir donde Mex cocinó tortilla de papas al verdeo –dando consejos, por ejemplo, de cómo cortar la papa, de qué manera sacarle el almidón y en paralelo cómo calentar el aceite–; y unas milanesas de bondiola que “volví a colgar porque no se veía bien”, en la que dio los siguientes pasos: “Cortá la cuchilla para armar los filetes, sal a criterio, orégano y algo de chimi a los huevos; batir bien, luego pasamos los filetes en el huevo, nos hacemos milanesa, un montón que después frizás, las acompañás con una rica ensalada rusa y listo”.
Tras su vuelta a la radio, ya con menos tiempo, inauguró la sección Recetas rústicas exprés. Allí colgó videos como “Pulpitos a la sartén”, que cocinó con ajo, oliva, vino blanco, tomates triturados, perejil y papas. “Se arma un buen caldo, 30 minutos a fuego lento, despacito. Me aplaudo a mí mismo, ustedes dirán qué soberbio, qué le pasa al petiso. Voy a sangrar aplaudiendo, me lo merezco por vasco”.
Los videos de Mex en Instagram, que su hija Violeta ha editado con música y textos, tienen miles de reproducciones, réplicas y cientos de comentarios. “Siempre tiene que sobrar, ningún comensal se puede quedar con hambre”, es uno de sus lemas favoritos. Otro: “Prefiero cocinar afuera porque estoy al aire libre, hay más luz, respiro cerca de mis plantas. Es una ilusión de estar al lado de la naturaleza”.
Estar en su hogar comprende otros “disfrutes”: encender el fuego en la chimenea, proyectar cine sobre una pared del living, echarse a no hacer nada en el futón y cuidar su huerta orgánica, de donde saca algunas verduras para cocinar. En los últimos tiempos, además, ha grabado otros videos que llamó Educando a Lila: breves y divertidos sketchs en los que vive diferentes situaciones con su nieta a lo largo de sus pisos con piedras, bancos de madera y una pérgola de cañas de bambú. “Nunca le podré pagar una educación de excelencia privada que le garantice su porvenir, por eso tomo el compromiso docente de llenar a Lila de sapiencia. Acepto críticas constructivas por mi desempeño como catedrático”, dice en uno donde le está enseñando a tocar la batería.
Todo parece transcurrir en su casa: cocina, familia, trabajo y música. “Estuve meses haciendo el programa de radio desde casa. Ahora que volví hace poco al estudio de radio y al teatro, sabés lo que extraño estar acá. He descubierto que puedo solucionar muchas cosas sin moverme de casa”. Cada noche, solo y en penumbras, suele tocar el piano suavemente en el living. Se pone a improvisar hasta que algo de lo que suena le gusta y entonces decide grabarla. Algunas de esas músicas luego las lleva a su programa de radio. Es una escena íntima que, en su momento, ha representado en la ficción: actuando de un pianista contratado por un mafioso clase B en la serie Las 13 esposas de Wilson Fernández; en la película Valentín, de Alejandro Agresti, donde interpretó a un pianista romántico y pícaro. O bien en Cha cha cha, cuando con el grupo se ponían a improvisar jazz, algo que Mex ya conocía de mediados de los 80 cuando se había ido a vivir a París con la idea de tocar jazz de estilo europeo.
No hay como la calma nocturna para buscar un respiro de sí mismo, dice. Hace un paralelismo con la cocina. “Tocar un instrumento es como algo religioso, un anhelo de cierta espiritualidad en este momento de tensión –continúa–. La música es como la radio, y también como la cocina, esa cosa ceremonial y a la vez sencilla. En los videos suelo contar las recetas, pero cuando estoy solo más que hablar es darse a escuchar, es sentirse acompañado con voces y movimientos. Y hoy nadie sabe cómo va a terminar esto de la pandemia. Hay una necesidad casi biológica de la gente de salir del bombardeo de la tele y de conectarse con uno mismo, de apreciar historias, de pensar más allá de la supervivencia”.
Mex cita a Hermeto Pascoal, para quien cualquiera puede hacer música. Toda la vida tiene música, dice en tono spinettiano, y así lo siente desde chico, cuando empezó a tocar la batería a los seis. Es que, antes que todo, se sigue pensando primero como músico –desde allí, al menos, concibe el grado cero de su creación–, y todavía continúan vivas aquellas imágenes de sus clases de adolescente con Rubens Donvi Vitale y sus incursiones posteriores en MIA (Músicos Independientes Asociados). “La actuación surgió en realidad como una prolongación de la música por otros medios. En los 80 tocaba en el Parakultural, empecé a hacer algo de teatro y conocí a Alfredo Casero, que me invitó a tocar el piano en De la cabeza”.
Y después los caminos que se abrieron de las producciones independientes hacia el circuito comercial, y viceversa. “Ya no estoy para correr de un lugar a otro. El mañana salió de un asado que hicimos en casa, así surgió el nombre. En las comilonas suceden las mejores cosas. Acá festejaron sus cumpleaños Seba Ortega, Wainraich, Lamothe. ‘Si querés que vaya a tu cumple, hacelo en casa y asegúrate’, les suelo decir. Tocó una vez Ciro y los Persas. Ahora que estoy pintando después de 11 años, descubro puchos apagados en las paredes y esos rastros de tantas fiestas. Hoy quiero tener tiempo para reuniones más reposadas, tirar un ojo de bife en el patio, hacer salsas caseras y comprar un buen pan, ese sistema americano que da libertad para que la gente se arme el sanguchito a su modo”.
Es así que hoy pasa sus días el hombre renacentista, músico, actor, escritor, animador, conductor, humorista, que aparecerá próximamente en la nueva serie sobre Diego Maradona y es socio creativo de Sebastián Ortega de una futura ficción televisiva; es así que ese hombre ciertamente famoso jura que nada lo conmueve más que una mesa bien servida en su fondo de 50 metros de largo en el patio.
“Sigo siendo un tipo de barrio, en el sentido más visceral. Con el programa de radio siento la misma vocación de servicio que cuando armo una cena para amigos con los condimentos justos. Que la pasen bien en esas horas compartidas. Total, para el resto del día tengo a mi perra Marcela y a mi gata Ingrid, con las que hablo diariamente cuando no estoy en silencio. Hay una gran parte mía que no hace cosas, que quiere hurgar adentro y conectarse con un nuevo futuro en este momento tan raro, despegarse de tantas urgencias y compromisos”.