Es de La Plata, quiso ser actriz y se convirtió en una de las mujeres más influyentes de Hollywood
Victoria Alonso es una de las tres cabezas de Marvel, el estudio que cambió la forma de hacer películas de superhéroes, las más taquilleras del mundo
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En 2019, Victoria Alonso viajó a su adorada La Plata para recibir la Llave Dardo Rocha. Esta condecoración, la más importante que otorga la capital argentina, ya había sido entregada, a lo largo de 107 años, a otras 107 personas, todas ellas hombres. “Es un privilegio y un honor ser la primera mujer, pero espero no ser la última”, declaró, sin que la emoción le obnubilara la lucidez, en la ciudad que nació y creció hasta que, a los 19 años, emigró a Estados Unidos con la aspiración de convertirse en actriz.
Ese sueño de la adolescencia no se hizo realidad pero, en septiembre pasado, Victoria, con 55 años, fue nombrada presidenta de Producción Física y Postproducción, Efectos Visuales y Producción de Animación de Marvel Studios, y así se consolidó como una de las mujeres más poderosas de Hollywood: conforma, junto a Kevin Feige y Louis D’Esposito, el power trio del estudio responsable de muchas de las películas más taquilleras de la historia del cine (tres en el top 10, seis en el top 20). Un logro que les ha llevado apenas 15 años, desde que, con la primera entrega de Iron Man, en 2008, comenzaron a darle vida y forma al Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, por sus siglas en inglés). El MCU es técnicamente una franquicia, es decir, un conjunto de films que comparten los mismos personajes y el mismo mundo de ficción, y que son lanzados en serie a lo largo de los años.
Feige, D’Esposito y Alonso llevaron el concepto de franquicia –y su éxito– a otro nivel. No solo por la cantidad de títulos (25 a la fecha y otros siete en plena producción o a punto de estrenarse), sino por su compromiso narrativo: nunca antes un estudio había puesto tanto empeño en construir un tapiz tan complejo, con historias situadas en distintas épocas y hasta distintos planetas, pero coherente y claro para la audiencia (incluso dividieron las películas por fases, explicándole a sus fans la razón de ser de cada una de ellas). Esa delicada interdependencia se respeta y se venera, si bien cada nuevo proyecto se aborda con la mirada puesta en la constante renovación, no solo en cuanto a lo que los avances tecnológicos permiten sino, sobre todo, en lo que respecta a reflejar transformaciones y tendencias sociales (como el feminismo o el “orgullo negro”) y visibilizar minorías y culturas diversas. Y logran todo esto sin traicionar el espíritu de los cómics originales de Marvel, que tuvieron su auge en la década del 60 de la mano de Stan Lee, padre de Thor, Hulk, Capitán América, Black Widow, Pantera Negra, Spider-Man, los X-Men y el ya mencionado Iron Man, entre muchísimos otros personajes.
Alonso, claro, está orgullosa. Sin embargo, repite una y otra vez que la Argentina tiene al mejor superhéroe del mundo. “Es obra de Quino y se llama Mafalda. No hay nadie como ella, que lo único que quería era el bienestar de la humanidad, la justicia, la democracia, la libertad. Desde su niñez, hablaba con la sabiduría de alguien que ha vivido mucha vida”, argumenta Victoria, en una charla exclusiva con LA NACION revista desde Londres, donde está trabajando en varios proyectos al mismo tiempo (no únicamente films, porque ahora también es productora ejecutiva de las series de Marvel para la plataforma de streaming Disney+), desde las siete de la mañana hasta medianoche, seis días a la semana. “Anoche, por ejemplo, me quedé hasta tarde haciendo la mezcla de sonido de Eternals”, cuenta entusiasmada. Esta nueva película, encabezada por Angelina Jolie, se estrena a nivel mundial el 5 de noviembre y forma parte de la “fase cuatro” de la franquicia. Dirigida por Chloé Zhao (gran ganadora de los últimos premios Oscar por Nomadland), llegará a las salas argentinas este jueves.
-Se dice que el superpoder de Marvel es haber creado un universo perfecto, en el que todo converge, todo fluye...
-Desde afuera, parecerá una cosa, pero, desde adentro, te aseguro que se siente muy diferente. Estamos en una lucha constante para que la casa no se venga abajo. Es como estar en una clase de yoga Bikram, esa que se hace en un sauna: la misma sensación de que te va a agarrar un ataque al corazón (risas). En Marvel no hay perfección. De hecho, una de las cosas que nos decimos constantemente es: “Busquemos el progreso, no la perfección”. Si podemos progresar, que para nosotros implica sorprendernos, llegar a contar una historia diferente, el trabajo está hecho.
-¿Cómo funciona ese delicado balance entre ser fieles a los cómics de hace más de medio siglo y reflejar valores actuales?
-Trabajamos con un mapa de futuros proyectos para los próximos tres, cuatro y cinco años. Mucho de lo que hacemos es parte de una alfombra mágica, en donde quizás no todos los hilos están relacionados pero, a futuro, pueden estarlo. Con eso en mente, cada proyecto arranca con un documento en el que definimos de qué queremos hablar y cuáles son los personajes de esa historia que vamos a contar. La base siempre son los cómics, pero desde el minuto cero nos preguntamos si, por ejemplo, por más que un personaje se haya visto en su momento de una manera, ahora queremos mostrarlo de otra. Sin ir más lejos, en Eternals, tomamos al personaje de Makkari, que en el cómic original era un hombre blanco, y elegimos para interpretarlo a Lauren Ridloff, una actriz negra y sordomuda.
-Una elección que genera mucha expectativa, porque se trata del primer superhéroe con sordera.
-Cuando lo pensás, lo primero que decís es: “No tiene nada que ver con lo que era”. Pero, en el fondo, la energía del personaje está intacta, solo que ahora es representado por una actriz que es diferente a la visión de ese personaje décadas atrás. Por este y otros motivos, Eternals es una película importantísima para mí. Tenemos también una superhéroe latina, interpretada por Salma Hayek, una maravilla de actriz y una gran amiga.
-Marvel lleva 25 películas estrenadas que recaudaron unos US$ 23.000 millones. Otras nueve están en camino. ¿Qué implica producir proyectos tan monstruosos y con un historial de éxitos tan fuerte?
-Es como si dijeras “tengo que organizar una cena para dos”, pero multiplicala por mil. Vamos a usar los mismos ingredientes, a ponerle el mismo amor, a sentirnos inspirados a crear algo nuevo y diferente. Pero, al mismo tiempo, es un proyecto global y es muy, muy grande. Como uno de esos cruceros al que subís tanta gente que se vuelve sumamente pesado, no es muy fácil de maniobrar y, encima, cuando se te va de un lado, puede ser muy difícil rectificar el camino. Por eso, cada vez que hacemos algo, siempre pensamos que es lo último que vamos a hacer. Y que, si realmente se termina todo, por lo menos hicimos algo diferente, porque intentamos contar otra historia en vez de repetirnos. Lo más importante para nosotros es arriesgarnos, y parte de lo que te da el éxito es que podés tomar riesgos.
-El riesgo está en el ADN de Marvel: los cómics de Stan Lee eran símbolos de la contracultura y sus superhéroes fueron los primeros en tener todo tipo de defectos y debilidades. Sin embargo, en 2015, el estudio fue comprado por Disney, un gigante que históricamente se constituyó sobre pilares tradicionales: la familia, los cuentos de hadas. ¿Cómo ha sido la convivencia?
-Walt Disney es muy buena compañía para nosotros, tenemos una linda hermandad. Les decimos cosas como: “Queremos hacer Guardianes de la galaxia, una película en la que uno de los protagonistas es un árbol que solamente dice cinco palabras, otro es un mapache irreverente, otro está todo tatuado y hay una chica azul y otra verde”, y el film se hace. Creo que compartimos una misma esencia: tanto ellos como nosotros hablamos de la familia, pasa que hemos actualizado lo que es una familia. Ese núcleo de un padre, una madre y dos hijos, que vivía en una casa toda blanca con un perro, es un ideal de los años 60. Pero me parece que hay constantemente –y siempre ha habido– familias sumamente diferentes. Puede no ser tu familia de sangre, porque una es la familia en la que uno nace y otra es la familia que uno crea. Ni siquiera tiene que ser construida con una pareja. En Guardianes de la galaxia, hay fundamentalmente amigos de diferentes especies que se han encontrado, se han relacionado y se han aceptado. Nuestras películas tienen ese nivel de apertura y de humanidad que da el aceptarse a uno mismo para poder aceptar al otro. Encontrar en esa aceptación la esperanza de ser, de crear, de soñar, todo eso es Walt Disney.
-Una buena fórmula para el éxito en los tiempos que corren.
-Nuestras películas te ofrecen dos horas durante las cuales podés olvidarte de tus deudas, comer tus pochoclos y sentarte con la gente que querés –o con la que no– a pasar un buen rato. Más de una persona de 30 o 40 años me ha escrito cosas como: “Te tengo que agradecer porque hace una década que no veía a mi papá y, con la excusa de ir a ver una película de Marvel, nos unimos en nuestro amor por el cine y los cómics, y pudimos empezar a hablarnos”. Una de las grandes razones por las cuales hemos tenido este éxito es porque la gente se puede relacionar con nuestras historias de alguna manera. Ese es el regalo. La “fórmula”, la “máquina”, la “perfección”: ¡no hay nada de eso! La fórmula se cambia todos los días, la máquina se rompe a toda hora y, de vuelta, no hay perfección, solamente progreso.
-Sos una defensora del cine, que ya veía amenazada su existencia pre Covid 19. ¿Cuál es tu visión a futuro del formato?
-Creo que la pandemia ha redefinido muchísimas cosas de cómo vivimos y cómo experimentamos la cultura. Pero la experiencia de poder ver arte en comunidad es muy poderosa. Cuando vas al cine o al teatro y la audiencia está completamente callada y, de repente, todos se ríen juntos, o escuchás a alguien llorar y vos también te emocionás... ese momento de sentir juntos es inolvidable. Si no protegemos eso, vamos a perder algo grave, que tiene que ver con quiénes somos como sociedad y como comunidad.
Orgullo y desprejuicio
A los 15 años, Victoria Alonso iba a las movilizaciones contra la dictadura en Argentina. Su mamá le rogaba que, al menos, evitara marchar en primera fila. Su hija siempre arrancaba adelante. Sin embargo, como también llevaba una pancarta muy pesada, terminaba un poco más atrás. Solo por eso fue que, una vez, cuando los manifestantes fueron reprimidos con disparos, ella logró escapar de las balas.
“Me decían que era muy alta, muy baja, muy gorda, muy flaca, que no parecía latina, que era demasiado latina. Así que, seis meses después de rechazo tras rechazo, me pregunté quién tomaba estas decisiones, y la respuesta fue: los productores. Entonces dije: ‘Ok, ahí quiero estar’”
“Mi amor por el teatro me salvó. Pasaba mucho tiempo en ese oasis seguro y, al final, evitó que me metiera en muchos problemas”, ha explicado sobre su decisión de irse a Los Ángeles, a los 19, a estudiar Psicología y Teatro. Ya recibida, llegó a tener tres trabajos al mismo tiempo, ninguno de lo suyo: desde las cinco de la mañana hasta el mediodía, en Alaska Airlines; por la tarde, como pasante en Paramount Pictures; y, los fines de semana, era moza en el restaurante Black Angus. “Por lo menos, tenía asegurada la comida. Mis almuerzos eran las sobras de la primera clase de la aerolínea. A la noche, cenaba en el buffet para empleados de Paramount. Y, los fines de semana, comía asado con descuento”.
Tuvo algunos roles pequeños en telenovelas, pero en la charla TED que dio en Córdoba, en 2019, recordaba: “Me decían que era muy alta, muy baja, muy gorda, muy flaca, que no parecía latina, que era demasiado latina. Así que, seis meses después de rechazo tras rechazo, me pregunté quién tomaba estas decisiones, y la respuesta fue: los productores. Entonces dije: ‘Ok, ahí quiero estar’”.
En su debut como asistente de producción, confiesa que recogió mucha basura y compró muchos cafés. Eventualmente, entró a la empresa de efectos visuales Digital Domain, cofundada por el director James Cameron (Terminator, Aliens, Titanic, Avatar), donde fue promovida a coordinadora y, tiempo después, a gerente de producción. “Cuando entré, no sabía nada. Pero era curiosa, y vieron cómo son los geeks, les encanta compartir lo que saben. Yo fui la esponja perfecta. Les preguntaba todo”, reveló hace años en Siggraph, una prestigiosa conferencia sobre Computer Graphics (CG).
Cuando apareció el primer proyecto en 3D, ningún productor de Digital Domain quiso tomarlo. “Dénselo a la chica, no sabe hacerlo pero va a aprender”, cuenta Alonso que dijeron. Se hizo cargo de todo lo que fuese 3D durante cuatro años. Después, trabajó en proyectos puntuales para varios de los grandes estudios: Dreamworks (participó en la primera Shrek, de 2001), Fox, Sony (donde hizo El gran pez, de Tim Burton, en 2003). Hasta que, tras casi 15 años de viajar de acá para allá, la invitaron a sumarse a la producción de Iron Man. “Yo ni sabía qué era eso, pero acepté porque quería volver a mi casa en Los Ángeles, y ahí era el rodaje. Así empezó mi historia en Marvel”.
Nunca pensó que se quedaría tanto tiempo, mucho menos que terminaría en un rol ejecutivo (“Me gustaba la vida freelance, soy medio gitana”). Pero, junto a Kevin y Lou, se hicieron inseparables. “Nos queremos muchísimo, tenemos una admiración constante, un respeto magno y, además, ninguno quiere hacer el trabajo del otro, entonces tenemos una compatibilidad maravillosa. Pero somos sumamente diferentes, yo no hubiera apostado ni un peso a nuestro trío”, se ríe.
Hubo algo más: la sensación de que estaban haciendo algo distinto, valioso. “Al final de la primera película, Tony Stark revela que él es Iron Man. Los tiramos a los superhéroes del altar, les sacamos el velo. Me di cuenta de que quizá podríamos crear un cambio. Hemos hecho muchos. De los más recientes, Black Panther y Capitana Marvel son dos de los pilares del legado que le dejo a mi hija [N. de la R.: Victoria está hace 20 años en pareja con la actriz y diseñadora irlandesa Imelda Corcoran, con quien adoptó a su hija Olivia]. Un superhéroe negro y una superhéroe mujer como protagonistas. Constantemente, nos decían que no eran películas que el mundo quisiera ver. Combinadas, recaudaron US$ 2500 millones. Black Panther tuvo siete nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película. Nunca en la historia de la Academia habían tenido una película de superhéroes nominada a esa categoría, mucho menos protagonizada por un superhéroe negro. Dijimos algo a nivel cultural”, relató Alonso en Córdoba hace tres años.
En 2015, ya había ganado el Premio Muse de Mujeres en Cine y Televisión, y fue la primera mujer en recibir el Premio Harold Lloyd de la Advanced Imaging Society. En 2017, fue también la primera de su género en recibir el Premio Visionario en la 15° edición de los Premios VES (Visual Effects Society). Esa vez, anunció: “Acepto este premio en nombre de todas sus hijas. Dejen que las mujeres se sienten en sus mesas, entren en sus oficinas. Les aseguro que el balance que crearán mejorará su capacidad para contar historias. No lo saben todavía porque no lo han permitido”.
-Decís que tenés “todos los ticks” en los casilleros de las minorías en Hollywood, presentandote así: “Soy mujer en un mundo masculino, soy extranjera en Hollywood, soy gay, soy madre, pero sobre todo, soy argentina”. ¿Qué han significado estos rótulos para vos?
-Una de las primeras cosas que aprendí en Hollywood es que, si no tenés identidad, te la van a definir y vas a ser un muñequito de plastilina de quien sea. Pero yo no tengo vergüenza de quien soy ni me interesa tapar nada. Por ejemplo, tengo cierto acento cuando hablo y parte de la razón para no perderlo es justamente arraigarme al hecho de que yo soy inmigrante en Estados Unidos. Para mí, es importante que la gente sepa que soy argentina y algo más: platense. Que soy de otro lugar, que hablo otro idioma, que tengo otras costumbres. Nunca me quise amoldar ni transformarme en algo que no era. Y tuve la suerte de que, en momentos clave, no lo hice. Por ahí, eso significó que tardara un poquito más en llegar a donde quería o tenía que estar, pero el resultado fue mejor.
-¿Sos consciente de que sos una inspiración para otros y otras?
-Constantemente hablo de que los inmigrantes tenemos la capacidad de elevarnos al nivel de cualquiera. He llegado a Hollywood sin conexiones y sin haber hecho nada de lo que no esté orgullosa. Trabajé como una bruta. No sé qué es “llegar”. Yo trabajo, siempre trabajé, doy todo lo que tengo. Mi historia no es diferente de otra gente, lo único que yo siempre digo es que entré con una curiosidad gigante y que siempre fui honesta si había algo que no sabía hacer. Y pienso que, en cierta manera, que yo triunfe acá es el triunfo de cualquier mujer argentina que quiere llegar a hacer de su carrera el éxito que pensaba que podía ser. Sentirnos representadas es importantísimo. Cuando nos vemos identificadas en otras personas, nos acordamos de que, quizás, hay un camino para llegar.
-La ONU dice que faltan más de 100 años para cerrar la brecha entre hombres y mujeres. ¿Hollywood llega antes, después o justo a tiempo?
-Después. Hollywood nos va a mostrar en películas cómo la igualdad y la diversidad pueden ser, pero, para que ese cambio pueda ser parte de la estructura real y profunda de la industria, vamos a tardar más. Actualmente, hay una transformación muy grande, desde arriba hasta abajo, frente a la cámara y detrás de ella. Pasa que venimos haciendo las cosas de una determinada manera desde hace mucho tiempo, y no se cambia de un día para el otro. No sé si llevará un siglo entero, pero la igualdad pura tiene mucho que ver con nunca dejar de estar vigilando el avance que ya creaste. Ahora, la gente dice: “Bueno, pero mirá donde estamos”. ¡Y no estamos en ningún lado! ¿Cuántas personas están a cargo como yo? Las mujeres en puestos de liderazgo somos el 3%. Además, para que haya diversidad, inclusividad y paridad, también nos tienen que pagar lo mismo que a los hombres. No puede ser que nos den el 55% o el 72% de lo que le pagan a otra persona solamente porque seamos de diferente género.
-¿Te sentís un bicho raro dentro de la industria?
-Me siento privilegiada de que me hayan dejado sentarme a la mesa. Si me invitaron o no, podemos debatirlo. Pero yo aparecí, me senté y fui parte. Soy una anomalía, quizá. Una de las pocas. ¿Lo vamos a cambiar? Sí, vamos a lograrlo. ¿Va a ir en la intensidad y a la velocidad que vos y yo queremos? No, pero vamos a seguir adelante, y un día le vamos a pasar la bandera a nuestros hijos y les vamos a decir: “Tomá. Lo llevamos hasta donde pudimos. Estos fueron los metros que hicimos, no fueron kilómetros, pero, por lo menos, lo movimos”.