Entrevista. Vimala Pons, la actriz, música y performer francesa que eligió Santiago Mitre
Protagoniza Pequeña Flor, film basado en la novela homónima de Iosi Havilio
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“Lo que viví con Santiago [Mitre] solo lo experimenté con Alain Resnais y Paul Verhoeven”, asegura Vimala Pons en un castellano que se entremezcla, por momentos, con el francés. Se esfuerza, piensa, hace pausas, para poder darle a cada respuesta el tono argento. “Gracias a mi coach, Bárbara, una argentina que vive cerca de mi departamento en Francia, puedo hablar con este acento y usar cierto vocabulario típico de este país. Cheeeee”, bromea. Dispuesta a hablar maravillas de Santiago Mitre, Vimala pone énfasis en los riesgos que tomó el director de Pequeña flor, la película que abrió la reciente edición del Bafici y que se estrenará en junio. “Pudo hacerla porque no les tiene miedo a los actores, al contrario, los ama, los sigue para que lleguen a lugares donde no habían pensado llegar. Santi no filma las ideas, sino lo que está sucediendo y esa es una actitud muy generosa”.
Su participación en el film que fue rechazado por los grandes festivales (Cannes, Venecia, Locarno, San Sebastián) se dio de manera muy clásica. “Me llegó el guion, hice una prueba y un casting por video –detalla–. Él vio mis películas, muchas comedias, puras comedias (se ríe) y yo, las de él: La Cordillera, Paulina (aquí se conoció como La patota), El estudiante. Quería trabajar con él, pero me interesó aún más el cambio de registro de Santi para esta película. Luego nos encontramos en París. Él no hablaba francés y yo apenas algo de castellano. La comunicación fue muy difícil, pero lo logramos”, asegura la actriz que en su nombre encierra la “pura potencia de la diosa Gayatri”, tal su significado, potencia de la madre de los Vedas, de los textos sagrados hindúes. Vimala nació en Thiruvananthapuram, Kerala, India, el 15 de marzo de 1986, en algunos sitios puede leerse 1983, 1984. Ella no aclara, no afirma ni niega las fechas, solo ríe, dispuesta a dejar el enigma.
Basada en la novela homónima de Iosi Havilio, escrita por Mitre y Mariano Llinás, Pequeña flor es una comedia, un drama, que tiene como aliados al humor negro, el gore y algunos ribetes fantásticos. En escena aparecen una pareja en crisis (Daniel Hendler y Vimala), un terapeuta manipulador (Sergi López) y un vecino excéntrico, soberbio, un francés connoisseur del jazz y del buen vino (Melvil Poupaud) que será asesinado una y otra vez. “La amplitud de géneros es enorme. Tiene registros de comedia negra, de drama, tiene tensión, mucha sangre, es emocional y también puede resultar racional… Tomamos riesgos, chocamos con lo desconocido. Fuimos al encuentro entre la cultura francesa y la argentina. Nos topamos con el fracaso de ese encuentro, pero también con la alegría y el disfrute de ese fracaso –comenta la actriz, música, performer–. Y ahí aparece la comunicación, ésa que se pierde en el hablar. Daniel y Melvin se comunican bailando, tomando vino y en la misma fantasía”.
-¿Por qué decís fracaso?
-Sí, fracaso [piensa]. Después de mi encuentro con Santiago, comencé a ver más cine argentino, a redescubrirlo. Me gusta mucho, me conmueve y me impresiona esa tradición que tienen los personajes de hablar mucho, pero mucho. Voz en off, monólogos… monólogos bien largos. Lo que me encanta de eso es que, al hablar demasiado, no se logra decir lo que se quiere decir verdaderamente y eso es un fracaso. Pero, al mismo tiempo, es un éxito, porque creo que de lo que no podemos hablar se expresa de esa manera, y eso está en Pequeña flor. Se tocan temas muy dramáticos con cierta ligereza, lo que hace que coalicionen esos encuentros. Drama, humor, tensión. Humor, drama, tensión… puff [hace el gesto de una cabeza que explota]. Contradicciones, violencia y la duda sobre la realidad o la fantasía. Es una película, cómo decirlo [busca la palabra] muy ligera, pero no del todo. Porque hay temas como la muerte, el amor, la separación, el renacimiento, la depresión. Se habla mucho, parece ligero, pero… La amplitud es grande y eso en Francia no pasa. En el cine francés una comedia, es comedia; un drama, es un drama. Y la vida cambia de registro todo el tiempo, como en la película, por eso la tensión, la emoción. En Francia todo tiene que tener su equilibrio, y Santi desequilibra.
- Justo hablás de equilibrio y desequilibrio... Cuando uno googlea tu nombre aparece que sos especialista en llevar objetos sobre tu cabeza.
- Sí, sí… cargarlo todo en mi cabeza, la carga mental, como en Pequeña flor, que todos tienen pensamientos pesados. En estos tiempos cargamos demasiado, ¿no?
-Es cierto, pero vos sos capaz de poner sobre tu cabeza un auto de 28 kilos, como lo hacés en la obra Le Périmètre de Denver.
-Crecí en Kerala [una región del sur de la India], allí veía a esas mujeres, hombres que utilizaban esta técnica para transportar objetos, alimentos. Como lo hacen también en África, en otros lugares de Asia y en el Altiplano andino. Siempre me llamó la atención ver a esas personas llevar en sus cabezas todo tipo de objetos y moverse como si no fueran conscientes de lo que cargan. Se los ve como en una pantalla dividida, como en una viñeta. Abajo: la persona. Arriba: el objeto, la carga erigida en altura. Estamos frente a un pedestal viviente, una performance. Esta especialidad es una obsesión con la que trabajo, exploro. El equilibrio no existe, nos pasamos todo el tiempo buscándolo, como no existe la felicidad. Vivimos balanceándonos, moviéndonos, inclinándonos de un lado hacia otro, hacia adelante, hacia atrás, pensando demasiado en algo mientras hacemos otra cosa. Es un aprendizaje por el cuerpo, que encuentra resonancias, ecos en las actitudes mentales. Un manifiesto, una lucha entre las decisiones intelectuales, las ideas, los sueños, lo físico. La imagen de una mujer o un hombre llevando en su cabeza un objeto es una disociación de uno con el otro; lo de arriba y lo de abajo. Por eso me resulta muy interesante, no estar consciente de la carga, actuar y hacer distintas cosas a la vez.
-¿Cuándo empezaste a llevar cosas en la cabeza?
-A los 24 empecé con una pelota en la escuela de circo. Allí se habla de balance, me gusta ese concepto, pensar en el equilibrio para ir más allá, para hacerme preguntas.
-Vuelvo al auto que colocás sobre tu cabeza en Le Périmètre de Denver.
-Ay, sí… Le Périmètre...
Se entusiasma cuando en la charla aparece la puesta que la actriz, música y artista circense estrenó en el Centro Pompidou (actualmente está de gira con el espectáculo) y que espera traer a Buenos Aires. “Ojalá pueda hacerlo, estoy en tratativas. Me entusiasma mucho la idea. Sería maravilloso”. La polifacética artista invita en esa obra, su primera creación en solitario en teatro, a meterse en la investigación de un asesinato en un hotel de talasoterapia de Brighton, Inglaterra, donde se transforma en los personajes que desfilan por allí. A través de la trama detectivesca, Vimala se vale de objetos de los más diversos para ponérselos sobre su cabeza y lo hace acompañada de una banda de sonido que compuso y que tiene su audiolibro, con el título Eusapia Klane.
“En realidad, llevar cosas en la cabeza es un medio de transporte, como te decía de esas mujeres de la India, del Altiplano. Es sobre todo práctica, mantenerse alineado. En Le Périmètre…, los objetos pueden ser pensamientos, obsesiones, recuerdos, hablan de los personajes, como en las viñetas, en los cómics, son los globitos que narran. ¿Qué tan pesados son nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros miedos, nuestros recuerdos? En la obra arranco con un striptease, llevo 16 kilos de ropa, una pila de piedras en mi cabeza y una prótesis muy realista de Angela Merkel [se ríe fuerte con todo el cuerpo]. El texto tiene resonancia en las ropas y en las piedras, un juego de palabras en francés que hace referencia a la carrera, a la meta”.
A Merkel le siguen otros personajes, “cada uno cuenta una anécdota de su vida y cada anécdota es conectada con un objeto, una pila de piedras, un coche [le encanta remarcar la ch], una mesa, una pila de cajas. Cada objeto se destruía sobre mi cabeza, hasta que en un momento me dije cómo puedo deconstruir sin destruirlo todo, lo que resultó más interesante, porque te permite analizar nuestras emociones, nuestra feminidad, virilidad, nuestro equilibrio. Deconstruir sin destruir”.
Piensa en una palabra, no para definirse, sino para intentar darle un significado a sus búsquedas: “Polisémica –dice–. Estoy tratando de escribir un guion con mi recorrido, con cada película, con cada obra, con mis trabajos. Por eso elegí a Lucie, a esta mujer intensa, pragmática y apasionada. Ella es parte de mi guion”.
-Un personaje que deconstruye el instinto materno.
-El instinto materno no existe, tampoco el instinto paterno, pero está presente en toda la película. Lucie se enfrenta con la insatisfacción laboral, la crisis de pareja, la maternidad. Se enfrenta al rol que tiene que ocupar. Es una mujer sumergida en una búsqueda intensa, personal, filosófica. Lucie no tiene la capacidad de amar, sin embargo, está enamorada de la vida, de la intensidad de la vida.
- Y habla mucho…
- Sí, y lo hace sin estar segura, casi sin importarle si la otra persona puede entenderla. Con Santi trabajamos el personaje, el guion, reescribimos algunas partes. Me parecía interesante poder aislar aún más al personaje de Daniel. Aislado por el idioma y por una mujer que no deja de hablar. Estoy muy orgullosa de la película, aprendí muchísimo. Santiago es un genio y Daniel, es tan sutil, es un cielo gris, otoñal, y tan talentoso. Es una especie de hijo de Woody Allen y Daniel Day-Lewis.
Fue en la casa de Dolores Fonzi (pareja de Santiago Mitre) que filmaron la escena del parto con la que abre la película. “Fue muy intenso –recuerda–, la hicimos antes del primer confinamiento. En ese entonces caminé mucho por las calles de Buenos Aires, me perdí tantas veces, visité museos, el Moderno, el Malba, tomé mucho café, leí un montón. Esta es mi tercera vez en la ciudad. La primera fue cuando vine para ensayar con Daniel y Santiago. Me encanta Buenos Aires”.
En la apertura del Bafici, Vimala disfrutó de Pequeña flor entre el público, se dejó llevar, rio, lloró. “En la sala había mucha expectativa, fue también mi primera vez, porque había visto otro montaje. Es una película diferente de Santiago, un registro que festivales como Cannes no tuvo en cuenta. Me reí tanto, fue medio embarazoso que me miraran, pero a la vez muy emocionante por el reencuentro, por revivir algunas escenas, por volver a hablar en castellano y encontrar gente tan increíble”.
Antes de su regreso a Francia, la actriz acompañó a Santiago en la promoción de la película en el marco del festival. La última función fue un domingo por la noche, en una de las salas del Cultural San Martín. Sentada en el hall, y después de haber fumado en la entrada que da a la calle Paraná, Vimala esperó que terminara la función para ingresar junto a Santiago, Iosi Havilio y Diego Berakha (director del corto Ahora ya sé dónde encontrarte que se exhibió antes del film). El equipo estaba atento a lo que ocurría. Se escucharon los aplausos. Vimala se unió al grupo.
Apenas se encienden las luces de la sala, Fito Páez se acerca rápido a saludar a Santiago, al equipo, confiesa que le encantó. Ese domingo, el castellano de Vimala resuena afrancesado: “Cansada, pero feliz, ojeras de felicidad. Estuve en una fiesta”, aclara.
En la cuenta de Instagram de Dolores Fonzi se lo ve a Fito Paéz tocando el piano en un video. Allí está Vimala dejándose llevar por la música del rosarino y su “Mariposa tecknicolor”. Alguien grita: ¡Vamos Vimala! Y ella simula el “todos yiran y yiran, todos bajo el sol”.