Muchos la padecen pero pocos saben de qué se trata realmente. Una guía para dejar de lado el dolor.
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En los últimos meses noté que varios alumnos y conocidos me mencionaban una enfermedad en común: fibromialgia. Si bien la había escuchado nombrar, nunca con tanta recurrencia. Investigando y preguntándole a médicos amigos, descubrí que estamos ante una de las dolencias de esta era. Una que tiene mucho que ver con los músculos y, por eso, puede encontrarse alivio en el ejercicio. Siempre, claro, con el aval y acompañamiento de un profesional, y por eso recurrí al doctor Alejandro Guillermo Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires, para que me cuente más sobre el tema.
La fibromialgia es un trastorno de los tejidos blandos, crónico y caracterizado por dolor muscular en todo el cuerpo, asociado a cefalea, alteración del sueño, malestar y fatiga. Al inicio fue difícil etiquetarla como enfermedad, porque no se ve al examen ni en laboratorio alteración de los tejidos o células, pero se evidencia en muchos puntos de sensibilidad y dolor que refiere el paciente y explora el médico. “Es un síndrome, un conjunto de signos y síntomas que se caracteriza por dolor corporal generalizado y cansancio desde el despertar”, describe el especialista, y yo de inmediato me imagino la tortura que debe ser vivir en ese cuerpo. Y es que ni siquiera se saben del todo bien las causas, que pueden ser tan variadas como por genética, infecciones, enfermedades reumatológicas o traumas físicos o emocionales.
Pero ningún diagnóstico debería ser inhabilitante. Por eso, es importante tener en cuenta las herramientas a nuestro alcance además del tratamiento con medicamentos. Según Andersson, las otras dos patas para lograr un progreso son la mejora del estilo de vida y la actividad física. Y en este último punto es donde puedo ayudarlos.
¿Qué tipo de ejercicios son buenos? “Los de bajo impacto, como caminar, nadar o practicar ciclismo, en un área funcional tranquila. Si bien los enfermos tienden al reposo porque el dolor se asienta sobre los músculos, es una actitud contraproducente que lleva al sedentarismo, inutilizando y atrofiando la musculatura”, apunta el doctor. La mejor manera de comenzar es con un programa de sesiones cortas; bastan algunos minutos de ejercicio suave y de bajo impacto. La idea es ir incrementando el tiempo en la medida en que se pueda tolerar. Y esto es vital: muchos intentos fallan porque se empieza de forma demasiado agresiva. “Comenzar despacio y gradualmente ayuda a mejorar la musculatura tensa y dolorida. Y masajes, estiramientos suaves y técnicas de relajación son buen complemento”, sintetiza.
No hay por qué resignarse al dolor permanente. Después de un diagnóstico de fibromialgia, ponerse en acción también es clave. Suelo decir que el movimiento es vida; nunca lo sentí más cierto.
Cuatro libros
Para mantener la mente en forma
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