En ropa y deco. El estilo sencillo pero impecable que es furor en Tik Tok y en el verano se impondrá en Punta del Este
Según Vogue, es “la tendencia más hot para este verano”; se llama Coastal Grandmother y en Google las búsquedas sobre esta estética se han disparado más de un 1300%
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SOUTHAMPTON, EE.UU.- “Cuando yo tenía veintipico de años –dice una de las jugadoras de un torneo de tenis estival de veteranas, mientras precalienta– usaba ropa negra ajustada, pasaba la noche en la playa porque me quedaba dormida después de exceso de tequila en un fogón y mi principal fuente de alimentación en los Hamptons era la hamburguesería del pueblo”. Además, bien estilo Sex and the City (versión original, naturalmente), el horno de la casa que ella alquilaba aquí con nueve compañeras de oficina se usaba para almacenar los stilettos de todas porque no había más lugar y nadie —a gran orgullo— jamás entraba en la cocina.
Su hija, en cambio, es otra historia. Recién graduada de la universidad llegó enfundada en lino blanco, con sombrero de apicultor, y se fue corriendo al mercado de granjeros orgánicos para no perderse las primeras berenjenas de la temporada. A la moussaka que esa noche cocinó en la cacerola cerámica Le Creuset (que ella compró con los ahorros de su primer trabajo en vez de gastarlo en “Manolos” o un viaje de mochilera a Guatemala como la madre), la compartió con un grupo de amigas. Todas estaban vestidas de forma similar mientras brindaban con sauvignon blanc bien helado (tequila, cerveza, incluso rosé, hasta hace poco conocido como “el Gatorade de los Hamptons” por supuesto olvidado).
En el bar rockanrolero de música en vivo de Amagansett, uno de los balnearios de los Hamptons más “cool”, su look curiosamente por la noche se replica entre varias otras señoritas que otrora hubieran llevado pantalones chupines y remeras con nombres de bandas indie. Ni que hablar sobre cómo este look tan poco nocturno también se multiplicaba en los posteos en los medios sociales. ¿Qué está pasando? Se llama la estética Coastal Grandmother, o abuela costera. Según Vogue es “la tendencia más hot para este verano”. No solo está arrasando en los puntos que marcan tendencia en la temporada norteamericana –Punta del Este/Pinamar/Mar del Plata 2022 seguramente en la mira–, sino que está empezando a importarse con fuerza en el street style de las semanas de la moda de París y Milán a Sydney a Taipei.
Y, del curioso fenómeno, hay que echarle la culpa, como tanto hoy en día, a Tik Tok. Todo comenzó cuando despuntaba la primavera y un posteo se volvió viral. Una influencer que no es ni abuela (tiene 26 años) ni vive en la costa (su casa está en en el centro de California), llamada Lex Nicoleta publicó una serie de videos donde describía una estética basada en las protagonistas de las películas de Nancy Meyers, en particular Diane Keaton en Something´s Gotta Give. Le puso el hashtag #Coastalgrandmother y, claramente, tocó un nervio cultural. Desde entonces, las búsquedas en Google de “Abuela costera” se han disparado más de un 1300%. El hashtag #coastalgrandmother tiene 30 millones de visitas en TikTok, y la tendencia Coastal Grandmother tiene más de 1100 millones de visitas. Nicoleta incluso creó una lista de reproducción de Spotify dedicada, que tiene unos 70.000 me gusta. (Las canciones incluyen “Wouldn’t It Be Nice” de los Beach Boys y “Save Room” de John Legend). Desde Vogue y Architectural Digest hasta el Wall Street Journal, New York Times y Washington Post, pasando por cada programa de televisión, todos los medios parecen haber hecho eco del fenómeno, que más allá de la moda, se extendió a la arquitectura, decoración y estilo de vida.
Anne Hathaway posteó en Instagram una foto de ella en pantalones pescadores beige, camisa blanca amplia arremangada, sombrero de paja y grandes anteojos negros frente a una simple ventana soleada entreabierta y aclaró a sus seguidores: “He estado lista para el chic de la Coastal Grandmother desde antes de que naciera Tik Tok. Que este momento nunca termine”. Otras grandes celebridades también lo adoptaron. Hasta Jennifer Lopez, la mismísima bomba sexy glamurosa de JLo, salió a almorzar por Beverly Hills vestida de abuela costera, con saquito blanco tejido que cubría pudorosamente su famosa parte posterior.
Annie Leibowitz incluso lo llevó para la gala del Met. Pero, qué es, exactamente, el Coastal Grandmother. Según el Washington Post “es un estado de ánimo”. Básicamente define las mejores fantasías de jubilación estilo Norte de la Costa, una americana con una cuenta bancaria sólida. Es preppy pero sin exageraciones (pensar en los Hamptons, Nantucket, Martha’s Vineyard), sin los colores pastel y estampados grandes chillones que son más emblemáticos de algo sureño y cálido como Palm Beach, por ejemplo.
Es el guardarropa relajado de Jane Adler (Meryl Streep) de camisolas de seda, túnicas delicadas, sombreros para el sol listos para la jardinería en It’s Complicated o los atuendos para la playa de Erica Barry (Diane Keaton) en Something’s Gotta Give que incluían poleras blancas, el famoso sombrerito de pescador que ahora se ve por todas partes –hasta en los hombres durante la New York Fashion Week– y prendas tejidas en todas las variantes del crudo hasta llegar al topo (“ecru” y “taupe”, como se los denomina aquí, son las palabras clave del look) y sombreros de pescador. Muy poco Botox y piel que recuerda que, si bien nadie aquí se echa a broncearse sin más, si hay suaves rayos que son bienvenidos mientras se sale a pasear al borde del mar o se cosechan en la huerta del jardín unos tomates para un Bloody Mary fuerte pero orgánico.
Pornografía inmobiliaria
A lo largo de los años (ya dos décadas), la casa de playa de los Hamptons del personaje de Keaton, en particular la cocina donde se centra la acción, se volvió otra protagonista devenida influencer, quizá la más importante. El Hollywood Reporter la catalogó de “la más copiada de todos los tiempos”, el Washington Post escribió un artículo sobre su popularidad sin límites titulado “Tienen que tenerla” y según The Atlantic es el gran ejemplo de “porno inmobiliario”, o arquitectura y decoración que es una fantasía que despierta el deseo… inmobiliario. Ahora es considerada una de las principales inspiraciones de la tendencia de las abuelas costeras.
La casa de playa de Something´s Gotta Give es la típica de los Hamptons, con grandes ventanas y estanterías empotradas pintadas de blanco. Las habitaciones están abiertas, los tapizados y cortinas inundan de colores crema, azul y beige. La cocina brilla con gabinetes con frentes de vidrio, porcelana azul y blanca, herrajes antiguos, un horno semi profesional y mesada de mármol resplandeciente tipo isla. El olor es de pastel de manzana recién horneado, pero en el resto de la casa es de poupurri ligero de campos de lavanda.
Nada particularmente nuevo, o mínimamente revolucionario pero ese parece ser parte del atractivo. Porque, en los últimos años, gracias a la pandemia, la moda se decantó por una serie de estéticas escapistas. La teoría es que, a medida que las paredes literalmente se cerraron sobre nosotros durante el encierro, nos encontramos anhelando el aire libre con movimientos nostálgicos. Así, por ejemplo, en los últimos años hizo furor aquí el “cottagecore” (2020), una interpretación romántica de la vida agrícola occidental que celebra el regreso a oficios y a las habilidades tradicionales como la cosecha de alimentos silvestres, el horneado, y la alfarería. Básicamente, una vida y un look con reminiscencias de la campiña inglesa victoriana para postear en Instagram.
Luego vino el muy hipster “cabincore” (2021), similar al “cottagecore” pero más invernal, asociado a los bosques y montañas, rústicos y remotos. Todo con mucho suéter grueso, comprado con reminiscencias escandinavas en la tienda departamental de lujo Gorsuch de Aspen o de nylon y con descuentos en la tienda online china de ultra fast-fashion Shein, pero siempre buscando que parezca tejido por la abuela en la pantalla del celular.
Sin embargo, según los analistas sociales se supone que el Coastal Grandmother de 2022 golpea un poco distinto. Para muchos millennials y Gen Zers, que fueron testigos del auge de la economía, el objetivo de jubilación de las películas de Meyers se está convirtiendo cada día más en una fantasía cuando las noticias son de inflación y la amenaza de recesión. ¿Y por qué pegó tan duro? Según The Atlantic, las tendencias pueden surgir de dos maneras. La primera es a través del famoso modelo de contagio, en el que un estilo o comportamiento de una subcultura en particular se propaga tan ampliamente que finalmente se desvincula por completo de su significado original. Tan pronto como algo está disponible en un centro comercial suburbano se vuelve solo el eco del movimiento que lo generó (pensar, por ejemplo, en una camiseta hippy a la venta en un supermercado). La otra forma en que una tendencia despega es cuando alguien lo suficientemente astuto y en sintonía con la cultura se da cuenta de algo que ya está allí, algo que ha existido durante mucho tiempo, y lo nombra.
Esta nueva tendencia está resultando tan particularmente contagiosa porque hace ambas cosas a la vez: presenta una subcultura a los nuevos adherentes potenciales (gente joven), y afirma esa cultura a las otras personas (las personas mayores) que ya lo vivían por sí solas aunque no tuvieran un hashtag asociado. “Además, es mucho más cómodo que las tendencias que usamos en el otoño-invierno, los colores vibrantes del Y2K y la onda dark retro grunge de los 90 estilo suicidio de Kurt Cobain. Y es barato, en Amazon pones Coastal Grandmother y te aparece todo lo que necesitás para vestirte, cocinar y decorar con el presupuesto de un primer trabajo”, aclara un chica de 20 años, vestida de pies a cabeza de lino blanco, con (obviamente) el sombrerito pescador y un chaleco oversize de cashmere fino sobre los hombros, que hace cola para una bebida de leche de avena en la calle principal del pueblo.
Otra razón por la que es popular es porque se inscribe dentro de la tendencia de ideología sustentable del “thirfting”, la posibilidad de ir a los “thrift stores” o mercados de ocasión y comprar ropa “pre-loved” –pre amada, nadie usaría aquí el adjetivo “usada” ni tampoco “vintage”, que implicaría un grado de pretensión en el diseño. Atrás de ella, una señora mucho mayor estaba vestida casi igual. “Todo esto es ridículo –se ofuscó–. Acá lo único que pasó es que Estados Unidos está lleno de nosotros, los baby boomers, que, además de viejos, después de la pandemia, estamos gordos, así que necesitamos ropa holgada, y no tenemos programas donde ir que impliquen un esfuerzo para arreglarse así que usamos lo de toda la vida”.
”Pero si los jóvenes lo quieren llamar una mega tendencia e incluso de forma irónica, bienvenido sea. Les queda mejor que a nosotros. Bueno, todo les queda mejor que a nosotros, pero nosotros somos los que ya logramos pagar la hipoteca y a ellos les falta una vida para lograrlo”, subraya. En una línea similar, la crítica cultural Caitlyn Flanagan, escribiendo en The Atlantic, aclaró. “No hay gloria en querer estar muy, muy cómoda todo el tiempo. Salvo que se sea muy, muy mayor”. Según Flanagan las verdaderas Coastal Grandmothers “trabajaron toda su vida, lucharon contra la patriarquía (...) y recién después se cubrieron con una suave pashmina de cashmere”.
Coastal Grandmother no es “the thing”, el objetivo en la vida, aclara, sino que es la recompensa por haber luchado por los objetivos en la vida. La novelista Lorraine Duffy Merkl, escribiendo para la gaceta barrial del Upper West Side de Manhattan (zona llena de museos, ópera y ballet, por lo que es considerada tierra por excelencia de las Coastal Grandmothers cuando dejan la playa de regreso a a la ciudad), hizo también una aclaración que un poco demuele toda la teoría del bienestar aspiracional que está detrás del “CG”. Merkl recuerda que cuando el personaje de Diane Keaton empieza a salir con el de Keanu Reeves que es unos treinta años más jóven y, al mismo tiempo, a tener sexo con el de Jack Nicholson, y está contentísima consigo mismo, abandona su típico guardarropas costero y lo reemplaza por vestidos negros escotados.
”Para todos, en especial los jóvenes, que aun así todavía se adhirieren al fenómeno de la Coastal Grandmother”, se permitió dar, entonces, un pequeño consejo. “Cómprense una plancha –concluyó–. Tanto lino se arruga, bueno, como la cara de una abuela sin Botox”.