En expansión: los galeristas que emigraron a EEUU y ahora impulsan a artistas argentinos
Motorizan el arte de nuestro país en los Estados Unidos y construyen mejores precios para artistas locales que encuentran, más que una vidriera, una fuerte promoción de su obra
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El sueño de la prosperidad y la vida sin grandes sobresaltos es posible para un puñado de galeristas argentinos que tomaron la decisión drástica de instalarse en los Estados Unidos. No importa si eligieron centros neurálgicos o ciudades periféricas: el mercado fluye generoso y desprejuiciado, y el acceso a las grandes instituciones del mundo se hace posible. Los costos son otros y a veces puede ser difícil ser minoría en el país del Norte, tanto para quienes recién abren sus puertas como para los pioneros que llevan 20 o 30 años siendo extranjeros. Su esfuerzo es beneficioso para todo el sistema del arte local, porque las galerías emigradas son punta de lanza de una cruzada imprescindible: la internacionalización del arte argentino y la construcción de mejores precios para sus artistas.
El 2 de noviembre pasado, la galería Barro inauguró su sede en 25 Peck Slip, Nueva York, y es una gran noticia. “Es un local abierto a la calle en el barrio de Seaport, en el sur, casi pegado al río, igual que la galería de La Boca. Es una zona que está en pleno crecimiento. En dos meses, abrieron cinco galerías a dos cuadras a la redonda”, cuenta entusiasmado Nahuel Ortiz Vidal, su director.
Viene de una familia cercana al arte, dueños de la casa de subastas Roldán, pero su camino va por el arte contemporáneo, con artistas jóvenes o de mediana carrera bien cotizados: Gabriel Chaile, Mondongo, Nicola Costantino, Matías Duville... “Vimos una oportunidad de conseguir un espacio grande en este edificio que pertenece a argentinos. Ya teníamos una oficina en la 31 St, que abrimos justo antes de la pandemia. Nos servía para poner un pie en esta ciudad. Al estadounidense le da tranquilidad comprar a galerías que tienen sede en este país. Muchos coleccionistas que nos conocieron en Art Basel Miami, después nos visitaron en la galería de Nueva York. Buenos Aires está muy lejos y las ferias de arte son algo muy fugaz”, explica.
Nueva York, en cambio, es algo así como un pasillo del mundo, por donde todos pasan: “Todos pican por acá dos o tres días en tránsito a cualquier lugar. Ser de los pocos que ofrecemos otros artistas es una ventaja, además de que gran parte de nuestro staff vive afuera: Alejandra Seeber, Agustina Woodgate, Amalia Ulman”. En su agenda 2023, hay ya varios compromisos, muestras, libros y proyectos en instituciones públicas y privadas en esta ciudad.
Para la inauguración del local viajaron coleccionistas y artistas estelares (Guillermo Kuitca, Alejadra Seeber, la brasileña Leda Catunda). “Barro cumplió ocho años, con dos de pandemia. Tratamos de tener objetivos claros: primero, que los artistas puedan hacer la mejor muestra en la Argentina, porque constituye la historia del arte. Segundo, internacionalizarnos. En poco tiempo logramos ir a las ferias y bienales más importantes. Sentimos que era el momento para dar el siguiente paso”, dice Ortiz Vidal.
El mundo es, al fin y al cabo, un pañuelo. “Y en Nueva York, es más chico todavía –continúa el galerista–. Queremos expandirnos en la ciudad, así que vamos a hacer muestras con artistas norteamericanos. Las ventas de la primera exposición andan muy bien. Nos ayudó haber ido a Art Basel Miami. Los clientes hoy se mueven mucho, entonces es importante estar en los lugares por donde pasan y que dan visibilidad. El Pérez Art Museum (PAMM) nos compró en la feria de Miami dibujos de Chaile que estaban en Nueva York. Un coleccionista uruguayo adquirió en Nueva York dos esculturas de Chaile para Punta del Este. La Argentina no te consagra. Pero si te consagrás afuera, después viene el rebote en la Argentina. Cuando ven que afuera sí, pagan el precio en la Argentina también”.
Ortiz Vidal es crudo en su análisis del mercado: “Estamos en 2023 y todavía no hay ni un artista argentino que haya superado en ventas públicas el millón de dólares. En Brasil hay 24. De Uruguay, un Torres García alcanzó los US$ 2.400.000 en Sotheby’s el año pasado. Nuestro récord sigue siendo Concierto, de Pettoruti, en US$ 794.500. Fue hace diez años y todavía no fue superado. Cuba tiene cinco o seis artistas que ya pasaron el millón. Una de las veces lo hizo Eduardo Costantini al comprar un Wifredo Lam que ahora está en Malba, ¡por US$ 9.600.000! Las ventas públicas crean precios de referencia. Levantan el techo. Si después pedís US$ 30.000 por un artista contemporáneo, ya no parece tanto. Por ejemplo, en Miami Basel vendimos una obra de Mondongo en US$ 150.000. Vino un hombre al día siguiente y nos dijo que llamáramos al comprador, que se lo compraba en US$ 200.000″.
Los sábados el barrio se llena de gente que pasea y compra arte, sin necesariamente ser coleccionista. “Una mujer del cuarto piso de nuestro edificio entró a la galería, vio los dibujos de Chaile y se llevó uno por US$ 10.000; no pidió descuento”, grafica el galerista. “La competencia es feroz. Todos quieren estar en Nueva York. Se puede, con la vieja receta: trabajando duro y parejo, con inteligencia y creatividad”, recomienda. La primera exposición se llama Futurity y tiene curaduría del flamante director de la sede neoyorquina, que es el artista, curador y docente Syd Krochmalny. “El arte es la posibilidad de diseñar modos de ser futuro”, explica.
Pionera en la Gran Manzana es la galería Praxis. Miguel Kehayoglu (1929-2009), en 1977 abrió Praxis en un petit hotel porteño. Diez años después, instaló su sede en Nueva York, en un cuarto piso del Midtown. “Para todo artista exhibir en Nueva York es un sueño. Exponer en Praxis tiene ese sabor de objetivo cumplido, pero en una galería que habla el mismo idioma, que acompaña y contiene”, dice Justina Gómez Romero, directora de ventas del espacio ubicado en la esquina de 20 St y 10 St, pleno Chelsea, justo debajo de la High Line, a pocas cuadras del Whitney Museum. Enfrente, acaba de abrir sus puertas la sede de la prestigiosa galería mexicana Kurimanzutto.
“Nos llevó 29 años llegar a donde estamos. Es un esfuerzo enorme. No bajamos nunca los brazos y siempre estamos innovando. Tenemos relación diaria con Praxis Buenos Aires, para pensar cómo mejorar y dar más oportunidades a nuestros artistas”, dice Gómez Romero, al frente de un equipo ciento por ciento argentino y femenino. “Nos destacamos entre las más de 200 galerías del barrio por nuestra argentinidad, por la alegría y calidez. Trabajamos con artistas argentinos y latinos instalados en Nueva York. No recibimos muestras de Buenos Aires”, dice.
En Nueva York también está la alianza de las galerías de Mauro Herlitzka y Henrique Faría, argentino y venezolano respectivamente, que llevan más de 10 años de muestras y ferias conjuntas. “Tenemos artistas comunes y otros que no, y hacemos proyectos compartidos. Nos potenciamos y nos abrimos al mercado externo”, cuenta Herlitzka, que es galerista, coleccionista, ex presidente de arteBA, fundador de Espigas y otros espacios de prestigio. Por ejemplo, ahora en la sede de 35 East 67th St presentan una muestra conjunta, Drawings from the South of America, con obras de Torres-García, Willys de Castro, Horacio Zabala, Mirtha Dermisache y Karina Peisajovich, entre otros, en ocasión de la semana de Master Drawings en la ciudad.
Desde el 1° de enero, ya no comparten el nombre H+F, por una estrategia comercial, y el espacio de la calle Libertad se llama ahora Herlitzka & Co. “El mercado porteño es reducido y conservador. Acá hay otros cruces, más heterodoxia e instituciones más fuertes”, dice Herlitzka desde un café neoyorquino. El arte latinoamericano suele quedar grande a sus propios sistemas locales. “La idea es trabajar con artistas latinoamericanos para su internacionalización. El arte tiene que resistir a nivel local, pero sin la incursión en el mercado internacional el sistema galerístico de cada país no puede subsistir. Tiene que vencer barreras”, alienta Faría.
Miami se transformó en los últimos años en un destino cultural, con museos y galerías que le están cambiando la cara. Antes, en 2002, cuando era tierra de Disney, fiestas y shoppings, llegaron Alfredo Guzmán e Isaac Perelman y fundaron la primera galería orientada hacia el sur del continente, Dot FiftyOne. Guzmán es arquitecto, y antes del galerismo diseñaba ropa y la vendía en la Bond Street junto con Ruth Infarinato y Marcelo Bosco (galerista de Popa, en el último arteBA fue sensación con la obra de Charly García).
“Somos chicos del Bolivia y El Dorado. Hace 20 años, cuando creamos la galería, no había llegado Art Basel. Miami se empezaba a consolidar. Con un grupo de galeristas forjamos lo que es hoy Wynwood Walls (el barrio de los murales). La escena contemporánea se trasladó ahí. Ahora se hizo tan masivo que nos mudamos a Little River, que también está floreciendo. Acá hay un mercado que consume, pero es más difícil a nivel costo. Además, nosotros somos inmigrantes, minoría. Tuvimos suerte de llegar en un momento en el que había un nicho muy grande, además de tener las ganas y la juventud para hacerlo”, dice Guzmán.
Representan artistas como Jorge Miño, Amadeo Azar y Gachi Hasper, que ganó una comisión para el aeropuerto de Houston. En Paraná, Entre Ríos, sostienen otro espacio de arte, La Portland. “Somos comunidad. Creemos en el arte contemporáneo, no tanto en la regionalidad; mostramos el arte argentino bajo ese paraguas. Eso se está logrando. Los dos espacios están en la periferia. Miami no es Nueva York ni Berlín; Paraná no es Buenos Aires ni Córdoba ni Rosario. Pero los dos lugares son de una contemporaneidad muy fuerte”, cuenta. Ad Minolitti y Federico Lanzi serán los primeros artistas en residencia en el espacio recién estrenado, con terrazas sobre el río Paraná.
Mucho más reciente es la llegada de Tomás Redrado, primero al arte y después al sur de la Florida como galerista. Hijo del expresidente del Banco Central, con 25 años y recién diplomado en relaciones internacionales, se mudó al norte en 2020. Sin experiencia previa, comenzó con un showroom en su casa. Pero todo fue tan bien que en 18 meses abrió una galería que lleva su nombre en una esquina, también en Little River. “Trabajamos con artistas contemporáneos argentinos. Tuve mucho apoyo de varios de ellos. Diego Bianchi, Marta Minujín, Eduardo Hoffmann y Mariana Ferrari confiaron en mí y me dieron obras en consignación en plena pandemia. Compré una parte de esas obras con mis ahorros y mi madre me dio otra parte, y llegué con 14 obras. Las vendí casi todas”, cuenta Redrado.
Hay otros destinos menos obvios, pero igualmente provechosos para el arte argentino. María Inés Sicardi tiene una trayectoria tan larga como galerista especializada en arte latinoamericano en Houston que acaba de compilarla en un libro de 400 páginas. Reúne más de 25 años de muestras y 71 textos escritos por curadores e historiadores para acompañar las exhibiciones de 52 artistas desde los 90 hasta hoy. Su galería es pionera en los Estados Unidos.
Fundada en 1994, tiene un edificio propio diseñado por el arquitecto argentino Fernando Brave, con más de 500 metros cuadrados, dos salas de exposiciones, espacio de investigación y biblioteca. Sumó dos socios, Allison y David Ayers, una pareja de coleccionistas, y Carlos Bacino, médico argentino, para atender con guantes blancos a una cartera de artistas de lujo: Xul Solar, Liliana Porter, León Ferrari, Miguel Ángel Ríos, Pablo Siquier, Manuel Espinosa y Gustavo Díaz. “Es una relación constante de afecto y de respeto con cada uno. Un diálogo continuo, que es parte del placer y el privilegio de trabajar con estos seres extraordinarios”, dice la galerista.
Sicardi llegó al norte por otro motivo: “En 1989, vivía en Buenos Aires, tenía mi vida, mi casa. Tenía un hijo de 14 años con leucemia y vinimos por su tratamiento. Maximiliano murió dos años más tarde. Decidí quedarme y hacer algo por el arte. Puse toda mi energía en tratar de recuperarme, cambiar, hacer algo diferente. No quise volver a Buenos Aires. Yo había estudiado Bellas Artes”. No fue fácil al principio. Empezó vendiendo grabados y prints.
“Vi que había interés. En 1994 abrí un pequeño espacio”, cuenta. En Houston no había galerías de arte latinoamericano ni curadores específicos en los museos. Todo eso cambió. “En 2001 Mari Carmen Ramírez abrió el departamento de Arte Latinoamericano en el Museo de Bellas Artes de Houston y eso ayudó muchísimo. Ahora hay mucho más interés y conocimiento. Esta es una ciudad con apoyo cultural e instituciones muy sólidas. De todas formas, nos movemos mucho. Participamos en Art Basel Miami desde 2005. Hemos vendido obras a los museos más importantes del mundo, como el MoMA de Nueva York, Museum of Fine Arts Houston, LACMA y Moca de Los Ángeles y la Tate de Londres”.
También puede haber prosperidad en un pequeño destino turístico. Desde junio de 2021 existe un nuevo espacio dirigido por una argentina en Aspen. Agustina Mistretta lidera Hexton, una galería fundada originalmente por Bob Chase a mediados de los noventa en el Upper East Side de New York. Mistretta se crio en otro paisaje montañoso, Bariloche. Para costear sus estudios en Curaduría y Gestión Cultural en Buenos Aires siguió la invitación de una amiga de ir a Aspen como instructora de esquí. “No tenía idea de que fuera un destino cultural –cuenta Mistretta–. Al terminar mis estudios, viví un tiempo en España y fundé Ether Arts Project, un proyecto cultural nómada que me dio un panorama del mundo de las galerías”.
En 2019, estaba de visita en Miami y conoció a Bob en una feria. Luego de la pandemia, le propuso abrir una sede fija de su galería en Aspen. “La vida cultural acá es muy rica, es parte de la identidad del pueblo. Es un lugar con 7000 habitantes fijos, que en temporada crece a 30.000, con unas 25 galerías de arte. Hay una concentración de riqueza muy alta; muchos de los visitantes vienen a vacacionar desde grandes urbes, como Los Ángeles, Chicago, Nueva York, Houston o Miami. Como normalmente es un tiempo de relax, el acceso al arte viene sin las presiones de la vida regular. El mercado tiene un gran volumen, con gente que compra obras para su casa y proyectos en donde armamos la colección completa. La vidriera que este espacio genera para nuestros artistas es inmensa”.
El artista cordobés Marcos Acosta fue de los primeros en ser sumados al staff y tuvo una exposición individual en 2022. “En poco más de un año, logramos incorporarlo a una colección institucional y vendimos un récord de obras nunca antes visto para el artista”, dice Mistretta. “Trabajé muchísimo para esa primera exposición. Aunque no pude viajar, se abrieron muchas oportunidades”, dice el artista, que después, sí, viajó, expuso en Dallas, publicó un libro, participó en ferias internacionales, fue agasajado con un asado con coleccionistas en la galería y también fue invitado a conocer paisajes para inspirarse, porque su obra se nutre de la naturaleza y su cruce con las ciudades. Lo que dice Mistretta resume un espíritu común a todos los emigrados: “Es un orgullo poder compartir el arte argentino fuera de nuestras fronteras”.