Elina Costantini. La mecenas que busca rescatar a la moda: “Soy una persona que rompe prejuicios y nunca me importa lo que digan los demás”
Creadora de la Semana de la Alta Costura en Buenos Aires, se propuso impulsar al sector más talentoso del diseño argentino y proyectarlo al mundo. “Esto recién comienza”, asegura
- 14 minutos de lectura'
La chica que en su Instagram se presenta como personaje público, felizmente casada con Eduardo Costantini acaba de organizar la Semana de la Alta Costura en Buenos Aires (SAC), y cuenta, orgullosa, que para lograrlo trabajó con 500 personas, que convocó a cuatro diseñadores que admira desde siempre, que habilitó espacios icónicos de Buenos Aires, que no durmió de la emoción y que logró su objetivo: una semana en la que nadie habló de otra cosa y que, después de 19 horas, el estilo y el chic se apoderaron de ciertos circuitos porteños.
“Yo soñaba con esas postales de los años 40 y 50 donde la gente se arreglaba y llegaba espectacularmente vestida a los desfiles. Lograr algo de ese glam de antaño en un marco que me enorgullece porque es, de alguna manera, volver a poner de pie nuestra alta costura. Ese es mi objetivo y por ello trabajo. Fue una locura divina que realicé por amor al país y a los diseñadores, que sin dudas mejorará edición tras edición. Porque esto recién comienza”, comenta la mujer que asume disfrutar rompiendo prejuicios. La que logró juntar a Gino Bogani, Evangelina Bomparola, Laurencio Adot y Adrián Brown en el marco de una semana que pretende ser inolvidable.
-Cuando hablás de prejuicios, ¿te referís a la mirada que posan sobre vos?¿Es muy molesto estar siempre observada?
-Para nada. Yo no registro esas cosas. Si tengo ganas de poner en Instagram que estoy felizmente casada, cosa que es cierto, lo pongo. Si lo siento, lo hago. Esa es mi filosofía. Yo digo todo porque nunca se sabe lo que puede suceder mañana. Soy una persona que rompe prejuicios y nunca me importa lo que digan los demás. ¿Viste que te educan para que no llores mucho, no sientas tanto o no lo cuentes? Bueno, eso no va conmigo. Hay que sacarse los miedos porque es precisamente el miedo el que te frena.
-¿Cómo te suena el título mecenas de la alta costura?
-Me lo están diciendo y lo llevo con orgullo. La palabra mecenas tiene una connotación positiva porque se relaciona con el patrocinio y la ayuda. En este caso pude generar fuentes de trabajo y empecé a mover la moda. Yo quiero que esto permanezca en el tiempo, que pase de generación tras generación. Que las nuevas camadas de diseñadores ya se formen en un contexto donde la alta costura argentina esté sólida y sea reconocida en el mundo.
-Hablás de generación tras generación. ¿Sigue en pie el proyecto de la maternidad con Eduardo?
-Los planes personales no cambiaron para nada. Eso sigue estando en mí. Es un proyecto que tenemos, algo divino. Y estamos entregados a Dios, al universo. Los hijos llegarán en el momento justo. El otro día mi marido me decía: “Con este ritmo de trabajo que estás teniendo, ¿cómo vas a hacer cuando tengamos chicos?” Y bueno, serán niños de la alta costura [risas]. No hay mejor ejemplo que una madre presente pero ocupada, apasionada por su trabajo.
-¿Cómo decidiste armar esta movida?
-Todo nació en octubre pasado. Mi marido, de la nada, me dijo que me veía haciendo algo en la moda. Pero –a pesar de mi linda experiencia este verano en Las Garzas, Punta del Este– yo le dije que ni loca me ponía a producir desfiles. Pero él me dijo convencido: “Elina, es eso”. Yo me quedé pensando e inmediatamente empecé a cruzar ideas, imaginé el marco, los personajes. Y me di cuenta de que podía devolverles a la moda y a los diseñadores, en especial, toda la confianza y amor que siempre depositaron en mí. Yo empecé muy chiquita y ellos siempre me cuidaron y enseñaron todo. Ni qué hablar el séquito de gente que hay detrás de ellos: productores, maquilladores, peinadores y demás. Así que enseguida empecé a fantasear con el nombre. Teníamos 38 y finalmente quedó SAC. Después vino el tema de la elección de los diseñadores para convocar. Muy difícil, porque trabajé con todos. Pero agarré el teléfono y empecé a gestarlo. Los comprometí en octubre; era secreto. Yo sabía que estaba creando algo que será un hito en la historia de la moda argentina. Una propuesta que quedará instalada.
-¡Fuiste fácil de convencer!
-Es que soy muy trabajadora y entusiasta. Además, teniendo su apoyo es mucho más hermoso. El me veía hablando con los diseñadores a la madrugada, tan metida con todo. Casi no dormía, no me quedaba tiempo para comer y él se preocupaba. Mi marido es increíble, siempre me está cuidando, conteniendo. Y es tan compañero... Cuando terminó el primer desfile en el Teatro Colón, donde hicimos el show de Adrián Brown, lo vi llorar. Estaba emocionadísimo por mí.
-¿Nunca discuten?
-Jamás. Tenemos una relación hermosa, es una bendición de Dios. Pasan los días, los años, y la relación crece. Yo estas semanas estaba pasada de revoluciones y ni siquiera eso erosionó nuestra relación. A veces no podía atenderle el teléfono; estaba en castings con más de 200 chicas y metida en el mundo de cada diseñador. Brown y su propuesta clásica, elegante, jovial. A Eva, que es espectacular con su prêt-à-couture lujo, le propuse hacer alta costura. Ella aceptó enseguida y fue una maravilla en cuando a impecabilidad y modernismo. Porque, además, tuvo una puesta en escena que fue un viaje al futuro. Laurencio presentó lujo, como siempre, y nos impregnó de alegría brasilera en el contexto del Palacio Pereda, que es alucinante. Y Gino... es un tema aparte. Un lujo que me di en esta vida.
-¿Habías tratado con él?
-Siempre lo admiré mucho. ¡Gino Bogani! Yo lo había conocido por Jorge Ibañez, había visto su obra, la retrospectiva. Pero nunca nadie la había puesto a desfilar sobre la pasarela. Se lo propuse, lo soñamos juntos en febrero. Hacía 28 años que no presentaba un desfile de colección y lo hizo para mí. Porque, además de todas las joyas de otras décadas que pudieron verse, él hizo una colección nueva, modernísima y espectacular para este proyecto. Fue una responsabilidad tremenda. Es increíble lo que la vida te regala.
-Hace veintiocho años. Por lo tanto, vos tenías 4 cuando Gino presentaba esa colección...
-Se me encrespa el cuerpo de tan solo pensarlo. Vivo en estado de estrés creativo. Pero es algo divino, de pura felicidad.
-En el país de la grieta y en donde también siempre hubo distancia entre muchos diseñadores, vos hablaste de unión. ¿Lo lograste?
-Creo que sí, porque fue una semana de fiesta. Cuando hay tanto trabajo la complicidad aflora. Fueron días de alegría en los que, incluso en Instagram, lo único que se veía eran vestidos. Me parece que nadie puede criticar, sino agradecer porque lo que esto generó fueron fuentes de trabajo. La idea fue, además de mostrar moda, que la gente se sienta atrapada por las locaciones maravillosas, la propuesta escénica. Entrar a un mundo fantástico. ¿Hay grieta? Sí. ¿Hay necesidades, injusticias? Sí. Pero yo lo que puedo aportar es esto. Trabajar en un contexto duro. Que los diseñadores puedan mostrarse y así promover la Argentina para el mundo.
-¿La idea es agrandarse, expandirse a otros países?
-A nivel diseñadores, sí. Pero vamos despacio. Tal vez en un futuro hagamos dos versiones o más diseñadores por día. Y con respecto al mundo, tengo muchas propuestas. De todas formas estoy enfocada acá. Hay que seguir creciendo en nuestras tierras, hacer las cosas impecables y paso a paso.
-Elina, ¿cuál es el límite?
-No conozco la palabra, yo no tengo límites. Soy arriesgada, me encanta exigirme y compito conmigo misma. Amo generar cosas, tengo la necesidad. Todo lo que me gusta, lo hago. Es algo que me enseñaron mis abuelos. La sed de crecer y superarme. Toda la vida supe y creí que los sueños son para cumplirlos.
-¿Desde chica? ¿Ya soñabas a lo grande en Las Catitas, tu pueblo mendocino?
-Sí, fui una chica que creció rodeada de amor, especialmente el de mis abuelos, que me enseñaron todo. Desde cocinar hasta saber cómo amar. Nací a una hora de la capital mendocina, en un pueblo adorable. Recuerdo especialmente mi colegio y a mis compañeros, con quienes sigo teniendo una linda relación. Siempre fui una alumna exigente. Y así continúa mi vida: buscando la perfección.
-¿Qué buscabas en ese entonces?
-Gustar, que me quieran, que me salgan las cosas bien. Y compraba las revistas que encontraba; soñaba con trabajar de modelo y viajar por el mundo. Yo sabía que lo mío era el universo del modelaje. Gracias a Dios mis padres me lo permitieron. Se puede decir que fui una lolita porque empecé con algunos trabajos a los 12 años. Tiempo después empezaron a insistirme con lo del reinado de la vendimia, pero yo sentía que no tenía una cara convencional y no era el estereotipo para ese puesto. Tampoco me sentía capaz de llevar la corona con la responsabilidad y el tiempo que merece. Mi obsesión era venir a Buenos Aires y de ahí, al mundo. Cuando uno nace en un pueblo chico nadie cree que las cosas pueden darse así. Pero en mi caso no había ninguna duda.
-Eso es una virtud, y no tan común.
-Es que siempre creí en el poder del deseo, en la magia que uno lleva adentro.
-Te sentías una distinta.
-Tal vez una audaz más que distinta. Siempre fui arriesgada, perseverante y alegre. Eso, lo del humor, lo sigo conservando y es mi mejor herramienta. En la semana del SAC lo apliqué sin parar. En cada momento tenso, que siempre hay, yo irrumpía con algo simpático.
-Pero hay una Elina brava también, ¿o no?
-Los que me conocen saben que tengo este carácter dulce incluso para poner límites. Siempre digo las cosas, pero con respeto. Y si hay cortocircuitos los desactivo rápido. Nunca pongo nafta al fuego. Sé que hubo algún temita con las invitaciones –cosa que seguramente sucede en todas partes del mundo–, pero yo les había delegado todo a los diseñadores. Escuché algunas cosas, pero nada para preocuparse. Vivimos momentos divinos. Soy firme y espontánea, digo lo que pienso y punto. Y no suelo enojarme, sino desilusionarme. Mi pasión es la gente que trabaja mucho y, si llego a ver que eso no sucede, me angustio bastante.
-¿Por qué decís que amás a los haters, la gente que te critica en redes?
-Porque los amo. Se toman un trabajo bárbaro, me dan entidad, no me conocen. Yo no registro las malas vibras. He pasado tantas cosas en la vida que la piel se va poniendo dura.
-¿Por qué decís eso? ¿Por qué sufriste?
-Me pasaron muchas cosas lindas, pero también otras muy graves. Así que siento que estoy más allá. Puedo verlos, pero no me llegan. Si no fuera así jamás podría haber organizado la Semana de la Moda. Por supuesto sé que hay egos y situaciones. Pero la felicidad y la energía positiva siempre es más fuerte que todo. Comprobé que la gente que no está alineada con esto siempre termina quedando afuera. No pasó ahora porque todo fluyó, pero así en general es la vida. Y volviendo a los haters... ¿Cómo enojarme? Cuando le digo a mi psicólogo que los amo no lo puede creer. Es que me pongo a pensar y la verdad... pobres. El tiempo que pierden. Dejan su vida de lado para criticar a un desconocido. O crean un Instagram trucho; qué divague. Es muy impresionante porque incluso se arman peleas en las redes. De verdad no me molestan. Que expresen tranquilos lo que sienten.
-Pero ¿hasta dónde les permitís? ¿Cuál es el límite?
-La familia. La mía y la de Eduardo. Porque nosotros tenemos exposición pública, pero ellos no. Así que los tenemos muy protegidos y, si alguien se va de mambo, sabrá que enfrentará situaciones judiciales. Han inventado mil cosas que jamás pudieron sostener.
-¿En qué creés?
-En Dios. Que me puso todas las pruebas para hacerme fuerte y prepararme para cosas muy buenas como es esta. Pero bueno, hay que tener temple, perseverancia, paciencia y fe. Las pruebas me sirvieron. No es que soy masoquista, todo lo contrario. Solo siento que Él está cerca de mí, y percibo algo mágico. La vida te va preparando y, si advertís las señales, te convertís en un mejor ser.
-¿Sentís que tenés un ángel especial?
-Es la buena energía, la positividad, el humor con el que nací. Y también la insistencia [risas]. Soy insistente. Pareciera que tuve muchas vidas en solo 32 años. Siempre que hubo un no, abrí otra puerta. Es la sed de crecer, desear que las cosas se puedan lograr. No sé si lo heredé o qué, pero siempre me pasó que fui una esponja, aprendí de toda la gente que pasó por mi vida. Porque hasta las cosas feas te dejan enseñanzas. Me gusta escuchar a los que saben. Y vivo sola desde muy chica, trabajo desde los 12 años. Mis padres siguen en Mendoza y yo formé esta familia espectacular con Eduardo, un hombre más grande al que amo y admiro profundamente. No podría funcionar de otra manera. Yo necesito admirar para ser feliz. Y él es un ser único, especial, que me ayuda a crecer en cada aventura.
-¿Te seguís produciendo a la noche, aunque no salgas, o fue un escape en tiempos de pandemia?
-[Risas]. Siempre. Yo me casé y se cerró el mundo. Mi luna de miel fue puertas adentro, en cuarentena. Así que bueno, decidí vivir así. Yo me maquillaba, me vestía como para ir a un restaurante. Tacos, vestido, todo. Y cocinaba como loca, armaba mesas espectaculares. Todos los días lo invitaba a Eduardo a la huerta, cosa que jamás había hecho en la vida. Amasaba pastas con salsas ricas, todo sin carne porque él es vegetariano desde hace añares. Y terminé siguiendo sus pasos. La verdad es que, más allá del horror del encierro y de lo que sufrió la humanidad, nos hemos divertido. Fue una gran prueba. Otra más.
Los diseñadores
GINO BOGANI. “Para mí significó un trabajo enorme porque puse sobre la pasarela 180 vestidos de los cuales 38 fueron diseñados y confeccionados en los últimos meses y semanas. Hubo moda de los años 60, 70, 80, 2000 y los últimos tiempos. Pero también una colección entera realizada para esta ocasión. La verdad es que estoy viviendo tiempos muy buenos. En septiembre me entregan el Premio Konex, tuve este gran reconocimiento y me hace ilusión que gente joven como Elina Costantini se interese seriamente por la moda”.
ADRIÁN BROWN. “En mi colección, la idea fue contar un cuento de gracia y desparpajo inspirado un poco en el cine italiano, en especial en esos personajes medio noctámbulos y díscolos de La gran belleza. La alta costura planea esa belleza efímera y vacía, ese mero momento de exaltación transfigurado, esa cosa que, cuando pasa, deja un sinsabor, ese deseo de que nunca se acabe. Por eso el color, el brillo, el trasluz y la rumba”.
EVANGELINA BOMPAROLA. “La alta costura es el saber que convierte a la moda en arte. Y el oficio artesanal que esta requiere es un trabajo altamente calificado, que necesita difundirse en nuestro país para inspirar a que la gente quiera hacerlo. SAC no solo nos ofrece promover nuestro trabajo, sino también inspirar a que la gente quiera y busque aprender los oficios de la alta costura. Y eso genera fuentes de trabajo, posibilidades de generar empleo genuino”.
LAURENCIO ADOT. “Después de producir alta costura durante 35 años, me mudé a Belo Horizonte, Brasil. La pandemia se lo llevó todo y entre esas cosas también las fiestas. Mi idea (y la de mi socio Thiago Pinheiro) fue construir una marca brasileña-argentina de ropa mayorista, más comercial. Y hoy Adot Azevedo está presente en 130 boutiques multimarca”.
- Estilismo: Lucía Uriburu
- Agradecimiento: Palladio Hotel BA-MGallery Negresco Bistró &Bar, a Fabián Geuna, gerente general, y Paula Carracedo, gerente de marketing. @palladiohotelba
- Asistente de producción: Malena Gandolfi.
- Asistente de fotografía: Lucas Pérez Alonso.
- Make-up: Joaquín López Patterson, con productos Shiseido.
- Pelo: Carmen Da Silva, para Cerini.