El universo de Cata Chavanne, una oda al lujo sustentable
El uso de fibras naturales, ser industria nacional, ofrecer diversidad de talles y contar con una amplia paleta de colores fueron la base de un proyecto que apuesta por la atemporalidad
- 11 minutos de lectura'
Catalina Chavanne es la mujer detrás de Blue Sheep, una etiqueta de ropa posicionada en el segmento de lujo sustentable con la que está escribiendo una narrativa acorde con la conversación actual de la moda. Con su búnker anclado en el célebre edificio centenario La Colorada, en cuatro pisos de la esquina de Cabello y República Árabe Siria, contiene el ideario de marca que es propio de la diseñadora. Acaba de abrir una tienda en Patio Bullrich, que se suma a la tienda de La Aldea, en Pilar, Cata Chavanne nos recibe en este rincón misterioso de Buenos Aires y, durante la mañana, compartirá sus premisas que hacen a la firma que la representa y viceversa: con Blue Sheep logró traducir la necesidad femenina en una estética de la moda.
“Nos gustaba la cosa envolvente y grandota, por eso ofrecimos oversized, y notamos que empezaron a llegar mujeres de cuerpos que están más excluidos del mercado mainstream, los más grandes y los más chicos”, cuenta sobre la base en la que construyó, casi 10 años atrás, la mentalidad edificada sobre los pilares que componen su identidad marcaria: el uso de las fibras naturales, ser Industria Nacional, ofrecer diversidad de talles y contar con una amplia paleta de colores. Los suéteres son los emblemas que la caracterizan.
¿Cómo llega a tener esta consistencia para liderar un equipo de 30 personas? Cata Chavanne terminó la secundaria y comenzó a trabajar, pasó por diversas empresas hasta que logró un puesto en un banco mayorista holandés. “Me ofrecían crecimiento, las condiciones laborales eran espectaculares pero si me quedaba solo por esa razón me iba a dar cuenta que no hice nada con mi vida y decidí patear el tablero: renuncié y con los ahorros me fui a Nueva Zelanda, también tenía el sueño de vivir en Nueva York. Pedí la visa Working Holiday, que servía para trabajar y recorrer, y la de turista para Estados Unidos. Fue un año increíble, porque me tuve que demostrar todo: fui moza, mi familia no me podía bancar el viaje, no tenía contactos. No sabía muy bien que quería hacer de mi vida pero sí había podido llegar ahí por mi trabajo, pagar mis cuentas estando allá, eso para mi era reafirmar la seguridad en mí misma”.
En Nueva Zelanda contactó a una amiga, que trabajaba con la diseñadora inglesa Roberta Freymann, que en ese momento estaba radicada en Nueva York, y le consultó si su jefa no la quería contratar. Así comenzó su carrera en la moda, en 2004, primero como vendedora y luego como asistente y modelo de calce para los viajes de Freymann a la India.
- Entraste con un recorrido distinto al mundo de la moda
- Arranqué en lo comercial, luego por las tendencias porque viajamos a Europa y veíamos los shows, luego seguí por la parte de diseño y, más tarde, con los viajes a la India para comprar las telas. Entré de la manera opuesta y estoy agradecida que así haya sido, porque la carrera es muy técnica, muy teórica. De la forma en que yo era en ese momento, lo hubiera dejado. Entré desde la cocina y lo artesanal, desde ver a las mujeres en India meter las manos en la pintura, hacer los bordados. El trabajo de campo eso fue la gloria.
- ¿Cómo seguiste?
- Con Roberta Freymann estuve siete años. Seguimos viajando y luego sentí la necesidad de entender la facultad, el diseño de indumentaria desde la parte teórica, me era extraño eso de pensar una colección desde un concepto dado que mi trabajo era al revés, arrancar con la técnica, buscar las telas y después trasladarlo a un diseño. Seguí trabajando con Roberta desde Buenos Aires. Nos encontrábamos en Europa y nos íbamos a Asia, me encargaba del seguimiento de producción de lo que era América Latina, porque hacíamos trajes de baño en Brasil y cuero en la Argentina. Después, comencé a hacer yo los suéteres para Estados Unidos. En este contexto comencé la carrera de Diseño de Indumentaria en la Universidad de Palermo, a los 26 años, con la inquietud de tener el otro perfil de la indumentaria.
- ¿Ahí comenzaste con tu propia producción de suéteres?
- Venía de trabajar ocho años en una marca norteamericana y al tener mi primera hija avisé que me dedicaría a ella. Pero sucedió que la gente me empezó a escribir por Facebook por los suéteres. Yo salía con la valija y los vendía donde podía, me di cuenta de algo de que hasta ese momento no era consciente y, desde ese lugar, empecé a sentir la necesidad de hacer algo que me gustaba. Así que realicé una primera colección, pero no quería hacer una marca de ropa. Pensé en el rendimiento económico, en desarrollar una línea de cinco modelos en cuatro colores cada uno, pero siempre con la idea de hacer producto nacional, en fibra natural y en muchos colores. Mi abuela y mi mamá tejieron suéteres, mi trabajo final en la facultad fueron prototipos tejidos, los sentía parte de mi historia.
La mañana en La Colorada parece tranquila. Cata Chavanne sugiere hacer las fotos primero, pues después empieza el movimiento, dice. En la plata baja está el showroom. El sol se cuela por los ventanales y sobre los percheros posan fotos de la obra de Lucrecia Plat, Marcos López, Grete Stern y un gran dibujo de Ernesto Ballesteros. A Cata le gusta coleccionar arte argentino y sobre todo de mujeres. Esta postal de la obra plástica de distintos artistas estarán presentes en todos los compartimentos de las oficinas de Blue Sheep. A media mañana comienzan a llegar las primeras clientas, que seguras piden para probar determinados productos que sobresalen por sus texturas y colores. Con los brazos sosteniendo varias ropas, piden sumar las prendas que viste Cata para las fotos. Este es uno de los gestos que más le rinde, cuenta. Lo que se pone, es lo que luego vende. Lo muestra en Instagram a partir de tutoriales y videos que hace para mantenerse cercana a sus clientas.
- ¿Qué es lo que pensás del vestuario para armar cada colección?
- La búsqueda está en divertirnos en el acto de vestirnos todos los días, al dar con algo que nos genere una sensación distinta. Es muy fuerte lo que podemos generar jugando con los colores, divirtiéndose con la indumentaria. Y no estoy hablando de disfrazarse, sino de decir me pongo un pantalón rosa con una camisa en tono mostaza. Cuando esa magia sucede, hay algo que te provoca girar y mirar a las personas en la calle, por ejemplo. Es algo que nos hace no pasar desapercibidos y no porque tengamos la necesidad de ir por la vida llamando la atención, sino por una cuestión de cómo me siento yo. Organizamos en dos colecciones al año, pero van mechando lo que sumamos como novedad. Es la posibilidad que te da la atemporalidad, tenemos una clientela nacional e internacional, por eso es necesario tener a lo largo del año disponibles los productos. Aunque no podemos llevar todo al shop online para vender fuera del país por la cantidad de tipo de dólares que tenemos y al ser fluctuante no me parece serio ofrecerlo en estas condiciones porque no es prolijo.
- ¿Por qué la atemporalidad?
- Pensamos en prendas que duren en el tiempo por varios motivos. Por ejemplo, cuando hablás de fibra natural, hablás de sustentabilidad y de atemporalidad también, de escuchar al cliente y entender sus inquietudes y fragilidad. Pero también en la dificultad de producir en la Argentina. Aunque quieras ofrecer un producto de tendencia, si no te lo pueden entregar, no podés tener como modelo salir a reventarlo en un mercado secundario; no puedo darme ese lujo. Entonces, el desafío con el equipo de diseño es pensar en prendas que, si no me las entregan hoy o en seis meses, sirven igual. La creatividad la tenés que aplicar en todos los lugares que te sean posibles.
- ¿Cuál es tu foco en cuanto a las fibras naturales y la paleta de colores?
- La fibra natural te da comodidad, adaptabilidad y creo que es sensorial; te puede dar calor, te abriga. Las propiedades que nos da la fibra natural son las de adaptarnos a las condiciones de todos los días porque salen del ambiente natural. Desde ese lugar está bien plantearlo como algo sensorial que te acompaña y también pensarlo desde la sustentabilidad. Si las prácticas de obtención de la fibra están cuidadas, no le estas haciendo un mal a la oveja por esquilarlas. En cuanto a los colores, siento que nos representan, iluminan a la gente. Eso lo aprendí como vendedora; es increíble lo que podés cambiarle a una persona lo que proyecta desde el lado del color. Hay colores que te quedan bien en la cara y otros no, eso depende del tono de la piel, de tu identidad y no de lo que yo como diseñadora te brinde. El color te acompaña y da luz. Para mí, la relación con el color, la combinación y el contraste es un juego.
Las prendas que ofrece Cata Chavanne son para mujeres que no están interesadas en las últimas novedades de la moda sino a una práctica performática, como lo es el vestuario diario. Colores luminosos, siluetas pensadas para la diversidad corporal y comodines del guardarropa hacen la diferencia. El objetivo de ésta empresaria es servir a una mujer en movimiento, acompañarla en los diferentes momentos de su día y vida con piezas que pueda repetir. Hay pantalones anchos, los suéteres son sugerentes, dejan al descubierto un hombro o están proporcionados con el tiro para que lleguen justo con el largo a la cintura, o un top que entalla perfecto en los hombros. “El speech de usar algo holgado para disimular, de disfrazar esas zonas no da, por eso en la búsqueda de dar con las prendas que te queden bien y se hagan sentir bien. Acá han venido mujeres que te piden lo más grande que tenés y, cuando se prueban el talle adecuado, se van con una sonrisa de oreja a oreja. La incredulidad que hay en cuanto al mercado local con los talles porque no hay una tabla, porque no se respeta. Lo mismo que si sos petite no podes usar oversize… Nosotros ayudamos a cambiar el chip”.
Cata se viste con las prendas que piensa junto a su equipo de diseño, el trabajo es hermoso, de lujo pero no de una manera ostentosa. Las líneas bien definidas, la paleta de colores variada, las caídas, las formas, todo se ve sólido. Entrar en este diálogo se siente fresco en un momento en que la moda abruma con lo excéntrico y su búsqueda desesperada por la transgresión de la juventud a la que busca enamorar a través de una estética que podría ser cuestionable, o fea.
Cata y, por ende, su marca, forman parte de una conversación cultural que va en torno a la transformación en los hábitos de consumo. Su carrera en la moda comenzó cuando quiso darle un cambio a su vida. Buscó los viajes, en el recorrido aprendió sobre fabricación, producción y textiles. Cuando quiso aterrizar en suelo firme volvió a Buenos Aires. Había decidió dedicarse exclusivamente a su primera hija –tiene tres–, pero no pudo parar y siguió. “Voy para todos lados, pero tiene que ver con cómo soy. Cuando estaba sola y Blue Sheep no era lo que es hoy, también era igual, me ocupaba de los botones y de la tejedora, atendía, generaba contenido para las redes. Hoy, voy y vengo por otras razones. El crecimiento de la empresa te va llevando a lugares diferentes; antes era subir de piso, ahora es otra cosa que te ayuda a crecer como profesional, como persona. Voy y vengo todo el día, estoy un poco abrumada porque siento que en el crecimiento el equipo sufre, obviamente hay inseguridades, uno mismo va puliendo su rol, hay muchas cosas por resolver y la agenda sigue avanzando.
- ¿Es compatible la maternidad con la carrera profesional?
- El ser madre es el motor. Dejo todo en el laburo, todos los días, para que mis hijas vean lo que es trabajar y hacer algo que te gusta. No hay mejor ejemplo que mis hijas me vean laburar. Yo no quiero formar una empresa solo para que me permita dejarle algo a ellas, yo quiero que mis hijas me vean salir a trabajar, que vean que disfruto lo que hago. Que si uno se rompe el lomo trabajando tiene resultados increíbles y que tiene una enorme satisfacción. En el trabajo encuentro una enorme satisfacción, que es distinta con la de ser madre, pero que ambas me forman como la mujer que soy. Sé que también no es la realidad de otras mujeres, pero al haber sido yo la que emprendió una empresa, ser la dueña de mis horarios, tengo mayores libertades que otras mujeres. Mis hijas saben que yo estoy, no siento que me esté perdiendo de nada. Mi agenda es exigida, pero no conozco otro tipo de agenda.