El proyecto en el que reconocidos artistas crearon cartas de tarot con figuras del tango
La francesa Marianne Costa y la argentina Ana Groch motorizaron una obra que incluye a nombres como Claudio Roncoli, Alejandro Ros y Marcos López
- 9 minutos de lectura'
No saber qué hacer, y mirar al cielo por una respuesta. La humanidad siempre buscó ayuda para enfrentar las preguntas más viscerales. Consultó los oráculos, abrió los libros sagrados, pidió una sesión de diván. Todo eso también es lectura. Y así se le llama, justamente, a la interpretación de una tirada de cartas: lectura del tarot, esa práctica en la que la francesa Marianne Costa es referente desde hace varias décadas. Su camino la acercó a quien sería su maestro y pareja durante 15 años, Alejandro Jodorowsky, aunque ella había comenzado con las cartas poco antes de entrar a la universidad. A la par del teatro, la danza; estudió literatura comparada, porque siempre sintió que había una “conexión entre las épocas y los grandes mitos, una noción de correspondencias”. Como escritora, publicó la novela El infierno prometido y, en coautoría con Jodorowsky, dos best sellers: La vía del tarot y Metagenealogía. Su último libro, publicado este año en nuestro país, es El tarot paso a paso (Grijalbo). Las cartas iniciaron como juegos de mesa, luego hicieron el pasaje a lo místico. Dice Costa: “Recién a fines del siglo XIX comienza la cartomancia, entre miles de mancias. La magia de la interpretación se dispara en Europa. El tarot se vuelve el juego principal con el cual aprendemos a leer los signos; antes se leía la naturaleza, que como desaparece con la revolución industrial, el tarot se vuelve un juego de signos”.
Nacida en Chateau-Thierry, Francia, Marianne Costa viene de un hogar que define como de la “mediana burguesía intelectual francesa”. Padre funcionario, madre ama de casa que después actuó y cantó, por tanto ella creció en camarines y salas de espectáculos. En esa infancia de mixturas, anida la conexión con la Argentina. “Mis padres eran amigos de todos los argentos en el exilio. Juan Carlos Cáceres era amigo de mi mamá. Lo recuerdo destrozando el piano a milongas en casa de mi papá. Crecí muy rodeada de argentinos”. Tal vez por esa cercanía, su lectura sea así: “Argentina es un país donde la gente siempre se apaña, hace medio siglo, por hablar de un período, se apaña para encontrar felicidad y belleza en condiciones imposibles. Es un talento alucinante”. Entonces, las letras, el canto, la danza que aún hoy practica. “Yo amo bailar tango”, dice Marianne, tan segura de lo que resalta, como de haber dado con algo puntual que junta sus recorridos: la salida de las 78 cartas de tarot con figuras del tango, donde los 22 arcanos mayores fueron creados por artistas destacados. El mazo viene acompañado por un pequeño libro que las describe como un oráculo tanguero que fusiona “la simbología y la numerología del tarot con el universo del género rioplatense”.
Con este Tarot del tango, a la consulta mística se le sumará el viaje estético de estar frente a las variaciones de los arcanos mayores que hizo cada artista. Algunos de ellos: Claudia Melo, Max Rompo, Claudio Roncoli, Marcos López, Coco Cerrella, Ale Ros. Si bien la maestra en esta disciplina es Marianne Costa, ella refiere a la argentina Ana Groch, su discípula, como la hacedora. “Ella tuvo la iniciativa, junto a Claudio Pustelnik. La idea era crear un mazo que utilizara el tarot para mostrar el tango y el tango para enriquecer al tarot”, dice Costa. Por su parte, Groch, licenciada en Historia del Arte, jurado de artes escénicas en distintos premios nacionales, subraya los puntos en común de esos dos universos. “El tango y el tarot tienen muchísimo en común. La baraja nació como un juego y el tango en los prostíbulos y arrabales, siempre al margen, antes de expandirse al mundo entero”. La espiritualidad de las dos disciplinas, constituyen “un arte de la relación”. Implícita, entonces, en la necesidad de un vínculo (la danza es de a dos, igual que la tirada de cartas). Ahí está la vida, que se lee, también, en la sonrisa con la que Marianne Costa suelta el humo del cigarrillo frente a la pantalla del Zoom y queda recortada por las siluetas de las sierras del pueblo de Francia donde está. Pero se va de allí y llega de este lado de la pantalla con su pronunciación de español rioplatense. “Fui por primera vez a la milonga Gricel, en 2012, con mi mejor amiga argentina, la genia de Sandra Guida, que es mi coach de canto, y quedé fascinada. Cuando mirás la milonga ves el 10 por ciento de lo que sucede entre las personas y el 90 por ciento se queda en secreto. El tango de escenario te muestra el 90 por ciento y muchas veces lo que sucede es un 10. En la milonga estás en un conjunto social que es igual a cuando vas a un café y está la gente jugando a la tómbola o a cartas, pero también está ese elemento de intimidad absoluta que es la misma intimidad que se encuentra cuando lees el tarot a alguien. Es una circunstancia de naturaleza terapéutica: la persona a quien le leíste el tarot sale y se mueve de otra manera en la vida”.
Lo que toca, toca
Mezclar y tomar una carta. ¿Cuál llama a ser elegida? Dársela a quien la analizará y ver: los trazos del artista Max Rompo en la figura de El Papa/El Mago. Ni más ni menos que con un Pugliese triplicado sobre un fondo rojo –como los claveles sobre el piano antes de tocar–, los ritos dentro del rito para el hombre al que se lo nombra tres veces, porque es de buen augurio. “Me asignaron la carta y creo que hubiera buscado la excusa para poder ilustrarlo a él o a Goyeneche –afirma Rompo–. El Papa/Mago tiene esta propiedad de ‘medium’, de vinculante entre el mundo tangible y el de las ideas, creencias. El cielo y la tierra en él. Su representación de la fe en la vida cotidiana me interesó especialmente. Su mito excedió los límites del tango; es, quizá, un miembro más del club de las divinidades populares. Lo invocamos como a un patrón de la buena fortuna”.
La carta que tuvo a cargo Claudia Melo es La Papisa. Sobre su creación, un retrato con una estética muy de bailarina de tango, la artista dice: “La Papisa es representada como un personaje femenino, una abuela o una madre que transmite un ideal de pureza y alta espiritualidad. La figura que dibujé responde a las características presentes en algunas letras de tango: la madre abnegada, sabia y siempre comprensiva”. En cuanto al tratamiento estético, aparece la espacialidad de las artes. “El telón rojizo de fondo –sostiene–, el criterio lumínico y el personaje protagónico, son elementos que comparten tanto el teatro como las tanguerías”. Y agrega: “La postura corporal denota su modestia y recogimiento dada por su actitud orante. Su vestido azul simboliza cierto aspecto de lo divino”.
Musas y mensajes
Arte y espíritu parecieran no poder ir por separado. El lugar de la musa en la historia del arte. Cada cultura y época, un intento de explicación. Así entraron en tema y en mística: André Breton, Dalí, Leonora Carrington, Xul Solar, por nombrar a unos practicantes que pusieron su arte en juego. El lúdico Xul Solar fue por el lado de los signos zodiacales. Así, en su estética, Géminis es la carta de Los enamorados. La relación del arte con el imaginario colectivo. El artista Coco Cerrella trabajó sobre la figura de El Mundo. Un gran corazón en el centro, con una bajada como parte de la letra del tango. Sobre cómo lo creó, Cerrella dice: “Me pareció un cruce muy interesante el tango con el tarot, aunque no sabía nada de tarot, me puse a investigar. Amo el tango. Cuando me puse a pensar qué decir de El Mundo, apareció Discépolo, y afirmó que el mundo es una porquería, pero le sumé un signo de preguntas pequeño. Soy más bien optimista. En el centro, un astrolabio con un corazón. Y a las cuatro figuras de la esquina, que en la carta original simbolizan al aire, fuego, tierra y aire, en mi versión, la pava del mate para hablar del fuego con símbolos nuestros. Es la parte que más me divirtió”.
¿Y qué tienen para decir las cartas? ¿Cuál es el sentido de buscar una lectura? Las cartas tienen la fuerza de lo estético. Hay una predisposición a entrar en una sintonía con lo que las imágenes generan. “Todo empieza por un enamoramiento hacia las imágenes. Eso –remarca Costa–, en términos neurológicos, activa el cerebro derecho que no es el cerebro verbal, sino el mismo que maneja la compasión, el sentimiento de unión, la sensación del cuerpo, cierto sentido de la música. Creo que cuando estamos bombardeados de información, la mente regida por el cerebro izquierdo trata de encontrar soluciones en lo verbal, en lo racional y se encuentre frente a un muro porque la realidad está hecha por la coincidencia de los dos hemisferios. El tarot es una de las formas de volver a conectar con la otra parte cerebral y lo que tiene de lindo es que vas a tener que traducir las imágenes en palabras. Un ida y vuelta entre las dos partes del cerebro, una especie de meditación en acción, tal como es el baile. El tarot nos llama hacia la poesía, hacia la intuición y también nos convoca a no caer en la obsesión por la predicción”.
Aceptar, luego crear
Para Costa, el sentido del tarot es el de devolver al sujeto al camino existencial y espiritual. “Aprender a vivir, a morir. Pero eso no es para todos. Hay gente que simplemente se queda en lo poético, que ya es mucho. El tarot basado en una estructura que es espiritual en el sentido de aceptar lo que es tal como es en el momento y encontrar las soluciones justas para seguir en el flujo de la vida”. El gran desafío parece ser la aceptación. Y desde ahí, crear. Entonces, si se piensa en el trabajo artístico sobre estas cartas, ¿de qué modo se cruzó la propia espiritualidad del artista con el significado de la carta que le tocó ilustrar? “Cada artista tiene su grado de devoción espiritual –destaca Costa– y después está la interpretación individual artística dentro de su propia forma. A mí, lo que me impactó cuando vi las imágenes fue la idea de que fuera a enchufarse en el inconsciente colectivo artístico de la Argentina para expresar algo que es un arte a la vez popular y ahora también un arte mayor. Porque el tango es un arte mayor con los bailarines excepcionales que existen, y la mayor parte de ellos son argentinos. Esa era la idea: dar esos dos aspectos del tango dentro de un mismo mazo”.