Obra maestra. El petróleo como bendición maldita: una selva negra en el Amazonas
En la novela Derrotero, el español Antonio Sánchez Gómez transporta al lector sedentario a un paraíso maldecido
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Un río negro cruza el Amazonas: la textura untuosa y el color oscuro no se deben a las aguas ni a los líquenes sino al petróleo. En Lago Agrio, un pueblo miserable de la Amazonía ecuatoriana, empieza el devenir errático de cuatro activistas del ambiente que, unas páginas adelante, se convertirán en saboteadores de la Exxon, la Shell o la YPF: cruza cimarrona de crónica y novela, Derrotero, la obra del español Antonio Sánchez Gómez recién publicada acá, transporta al lector sedentario a un paraíso maldecido por el petróleo, al que ya nadie llama oro negro, sino sangre del diablo.
La selva es un infierno. Plagada de yacimientos legales y campos clandestinos, ahí donde la civilización solo llega en forma de letrinas, putibares o calabozos, la Amazonía nos confirma como la raza más voraz del planeta: sacamos del fondo hasta la gota final. Aun a riesgo del panfletismo, en el libro se impone la aventura. La huida constante transmite la urgencia y el lenguaje barroco, la sensación de ahogo en el pulmón planetario repleto de humo (“la luminosidad favorece la tendencia de la naturaleza a la desproporción”). Sánchez Gómez es abogado especializado en derechos humanos y hace unos años se instaló en Lago Agrio para asesorar a los afectados por la petrolera Texaco en la demanda que prohibiría los mecheros petroleros de gas: puede imaginarse al español anotando sus impresiones en una libreta, las visiones de un río de petróleo y caucho devorado por el extractivismo. De allí surgieron Bruno, Lucindo, Oriana y Héctor, presumiblemente un alter ego del autor, los protagonistas de esta primera novela: el brasileño, el cofán, la boliviana y el ecuatoriano que sabotean a las empresas para interrumpir el bombeo del petróleo. En forma de diario, Derrotero narra los 20 días transformadores en la vida de un ambientalista tirabombas que escapa de un Fitzcarraldo con celular, gambetea la malaria y queda herido por un paisaje condenado al exterminio porque la riqueza es su mayor miseria.
Si es cierto que una incursión profunda en la selva transforma al visitante, del que se dice que entra de un modo y siempre sale distinto, este Derrotero conduce al citadino por el holocausto cauchero de esta época. Pero hay salida. Y el paisaje se viene con uno. Aunque no se mueva del sillón, el lector soñará con una selva negra en tanto haga propias de alguna manera las palabras de Bruno, el brasileño que daría la vida por el Amazonas: “A mí me sacaron de la selva, pero ya no sacaron la selva de mí”.
LISTAMANÍA: Las cinco mejores películas selváticas de la historia
1. King Kong, 1933
Según el British Film Institute (BFI), ninguna película moderna superó el drama original del simio gigante capturado en la Isla Calavera.
2. Tarzán, 1934
Encarnado por el nadador olímpico Johnny Weissmuller, ese Tarzán en blanco y negro es el más fiel a la novela de Edgar Rice Burroughs.
3. La muerte en este jardín, 1956
El genio surrealista de Luis Buñuel rodó esta película en México sobre un grupo de fugitivos que deben sobrevivir en la jungla.
4. El libro de la selva, 1967
Los dibujos de Disney superan en voluptuosidad la realidad: criado por lobos, Mowgli es el híbrido entre humanos y animales.
5. Apocalipsis Now, 1979
Vietnam, en el corazón de las tinieblas: el film que le costó un infarto a Martin Sheen y la cordura a Francis Ford Coppola.