Una de las obra más reconocibles de la historia del arte se subastó ayer por 10,7 millones de euros; otra versión de esa pieza fue instalada durante el Centenario de la Revolución de Mayo en la Plaza del Congreso, donde aún permanece
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Se inclinaba hacia la ventana con vista al Sena, en el Quai d’Orsay. El codo apoyado sobre la pierna, el mentón en la mano, con gesto de reflexión. “Al igual que la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, El nacimiento de Venus de Botticelli y El grito de Edvard Munch, El pensador de Auguste Rodin se ha convertido en una de las obras más reconocibles con un estatus casi legendario en el canon de la historia del arte”, señaló Christie’s sobre esta escultura, fundida en bronce en 1928, incluida por Alberto Pinto en la decoración de un departamento en París y rematada ayer en la misma ciudad por 10,7 millones de euros.
Concebida alrededor de 1880 para las monumentales Puertas del Infierno inspiradas en la Divina Comedia de Dante Alighieri, la obra original integró un encargo del Estado francés para el Museo de Arte Decorativo de París. Si bien Rodin nunca lo completó, esa pieza que representa al poeta se independizaría del conjunto en 1888, crecería de 0,7 a 1,8 metros para exhibirse en 1904 en el Salón de París, y llegaría a convertirse en una de sus creaciones más famosas. Fue instalada frente al Panteón de la capital francesa desde 1906 hasta 1922, cuando se trasladó al Museo Rodin.
“Lo que hace pensar a mi Pensador -explicó el artista, considerado el “padre de la escultura moderna”- es que no sólo piensa con su cerebro, su ceño fruncido, sus fosas nasales distendidas y sus labios apretados, sino también con todos los músculos de sus brazos, espalda y piernas, con el puño y los dedos de los pies apretados”.
La obra ganó tanta fama que sus reproducciones se multiplicaron. Una de ellas puede verse en Buenos Aires, donde Rodin vivió dos años. Eduardo Schiaffino -pintor, crítico y fundador del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA)- le encargó en 1906 una de las ocho versiones ampliadas en bronce. Llegó desde París al año siguiente y fue instalada durante el Centenario de la Revolución de Mayo en la Plaza del Congreso, donde aún permanece.
Se sumó así a la escultura realizada por encargo en homenaje a Sarmiento, que generó polémica por su dudoso parecido al prócer. Entre varias que posee el MNBA se incluye El beso, otra de las más famosas; un obsequio de Rodin inspirado en el amor prohibido de Paolo y Francesca, los amantes del Infierno en la Divina comedia. En el Museo Nacional de Arte Decorativo, en tanto, se exhiben La eterna primavera y un proyecto de chimenea encargado por Matías Errázuriz para el Gran Hall del palacio, que no llegó a concretarse. Su creador, tal vez, se demoró pensando.