Entre el orden y el desorden, cómo son las bibliotecas de los escritores donde atesoran sus obras preferidas
Fue Borges quien dijo: “Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”. Diversos autores cuentan su relación con el preciado mueble en el libro Bibliotecas (Ediciones Godot)
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Mercedes Halfon
“El primer cúmulo de libros que tuve encimados uno junto a otro entraba en un estante largo ubicado arriba. de mi cama de niña. Libros infantiles o para adolescentes que leí de niña y adolescente, con los que no estaba especialmente apegada; por eso, luego de leerlos, los cambiaba por otros. Los veía como un instrumento para pasar el tiempo, algo transitorio, hoy el libro está aquí, mañana allá. Pero este hábito fue cambiando con los años; me encariñé, me volví conservadora. O di con la idea de que lo que se juntaba en una biblioteca hablaba de su dueña —mirar bibliotecas ajenas, qué placer morboso: envidia, admiración, encantamiento, deseos de hurtar—.
“El amor a algunos títulos hizo que tuviera que colocarse después un segundo estante. Pero una vez que empieza el acopio ya no se puede parar, por lo menos al principio. Poco después llegó un tercero. Ese virus fetichista y romántico, pretencioso y específico, ya me había sido inoculado. (...) Y así fue, hasta que me mudé a vivir sola y un carpintero de nombre Juan —John Carpenter lo llamábamos— me hizo otra igual, que coloqué al lado de la primera. Ese par de hermanas me acompañó mucho tiempo, casi demasiado. Las bibliotecas son caras, no es tan sencilla la decisión de dar un salto de calidad. Hubo material apelotonado, disperso por la casa, encimado, hasta que conté con el dinero necesario para hacer otra, de modesta melamina, pero que ocupaba toda una pared. Y ahí sí. Ahí sí. Mis dominios. Mi territorio.”
Reynaldo Sietecase
“Es importante explicar que los objetos que pueblan las bibliotecas también pueden leerse porque las constituyen y completan. En general no están dispuestos al azar, aunque su ubicación responda a motivos difíciles de explicar. La foto de mi madre joven y hermosa semisentada en una mesa de un lugar turístico, por ejemplo, está junto a los libros de Gabriel García Márquez. Es como si ella fuese un personaje que logró escapar de su temprano final, por obra y gracia del realismo mágico. Cerca de esa foto, se destaca un tucán de colores brillantes que compré en Nicaragua. Se muestra orgulloso frente a dos ejemplares de Viaje al fin de la noche de Louis Ferdinand Céline, probablemente el libro que más veces compré y regalé en mi vida. Aunque sé que es una manera extraña de destacar el impacto que me causó su lectura. (...)
“Mi biblioteca porteña tiene un cuarto de siglo y fue creciendo de manera exponencial. Seguramente, duplica a la de Rosario. Una pared cuando vivía en San Telmo, dos cuando me mudé a un departamento antiguo en Once, cinco muebles de distintos tamaños en el PH que ocupo actualmente en el límite entre Chacarita y Colegiales. Los libros están ordenados alfabéticamente, pero no tuve energía para clasificarlos y ficharlos. Alguna vez será.”
María Sonia Cristoff
“Fue nomás poner un pie en Buenos Aires y quedar capturada por las librerías de usados en las que inevitablemente recalaba en mis deambulaciones por la ciudad de los años 80. Compraba según el pulso de mi curiosidad, de mis ganas, no tenía ningún otro sistema. Incluso aplicaba esa lógica a la lista de libros que me obligaban a leer en la facultad, en la cual afortunadamente había muchos títulos que me intrigaban. Casi sin que me diera cuenta, con cada una de las nuevas mudanzas de aquellos tiempos, que fueron tantas y no siempre deseadas, no siempre felices, empezó a crecer el número de canastos de libros. Así, casi sin darme cuenta, empecé a armar mi biblioteca propia (...)
“Me gusta que en mi biblioteca convivan esas fuerzas complementarias, contradictorias: la del gasto, la del derroche, la del libro comprado por el puro gusto, con la del libro asociado a la disciplina, a la supervivencia material, a las demandas del mundo. Porque además no es cierto que esas fuerzas están tan organizadas según una cronología lineal, como acabo de decir: es más bien cíclicamente que convivo con ellas, que lidio con ellas. En ese sentido, mis libros son también mis maestros, y lo digo aunque se me derritan las uñas sobre el teclado por escribir un sintagma tan pomposo.”
- Aniversario. La publicación de este libro es la manera que eligió Godot de celebrar sus primeros 15 años. Es, además, su 200° libro e incluye textos inéditos de Katya Adaui, Selva Almada, Jazmina Barrera, Jorge Carrión, Luis Chitarroni, María Sonia Cristoff, Mercedes Halfon, Martín Kohan, Brenda Lozano, Carla Maliandi, Emiliano Monge, Dolores Reyes, Edgardo Scott y Reynaldo Sietecase. Cada uno ofrece un recorrido pasado y futuro de lecturas y recuerdos.