Theo, hermano del artista holandés, le puso el mismo nombre a su hijo; como regalo, el recién nacido recibió una de las obras emblemáticas del museo de Ámsterdam, que celebra medio siglo
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La carta llegó desde Ámsterdam en enero de 1890 al asilo de Saint-Rémy, donde Vincent van Gogh estaba internado. Apenas dos años antes, en una de sus crisis y tras amenazar a Paul Gauguin con una navaja, el pintor se había cortado la oreja izquierda y se la dio a una prostituta envuelta en papel de diario. Ahora, otra noticia traía alegría: Theo, su hermano y principal sostén, acababa de tener un hijo con su flamante esposa, Johanna “Jo” Bonger. Y la pareja había decidido llamarlo Vincent, como su tío.
“Preferiría que le hubiera puesto a su hijo el nombre de papá, en quien pensé tan a menudo en estos días, en lugar del mío -escribió Vincent a su madre un mes después-, pero de todos modos, ahora que es así, inmediatamente comencé a hacer un cuadro para él, para que cuelgue en su cuarto. Grandes ramas de flor de almendro blanco contra un cielo azul”.
Fue una de las 150 obras que pintó en apenas un año, mientras luchaba por recuperarse. “¿Sabes lo que espero cada vez que me pongo a tener esperanzas? -le había escrito a su hermano desde allí, en septiembre de 1889-, que la familia sea para ti lo que es para mí la naturaleza, los montones de tierra, la hierba, el trigo amarillo, el aldeano; es decir, que encuentres en tu amor por la gente no solamente de qué trabajar, sino de qué consolarte y rehacerte cuando haya necesidad”.
No sabía entonces lo que la familia de Theo llegaría a significar para él mismo y su legado, que llegó a marcar récords millonarios en subastas. Tras la muerte de su hermano, apenas seis meses después de la suya, Jo Bonger se abocó a comercializar su obra. En 1914 publicó además la nutrida correspondencia entre ambos, y se ocupó de que el cuerpo de su marido fuera enterrado junto al de Vincent.
Poco más de una década después, Jo murió y la colección de arte de Vincent y Theo pasó a manos de su hijo, Vincent Willem van Gogh, apodado “el ingeniero” para diferenciarlo de su famoso tío. Él prestó esas obras al Museo Stedelijk de Ámsterdam en 1930, y las transfirió en 1962 a la Fundación Vincent van Gogh. A cambio, el Estado holandés se comprometió a construir el Museo Van Gogh, que en estos días celebra medio siglo con una muestra dedicada a la familia del pintor.
Y mientras el bisnieto de Theo presenta en Buenos Aires Meet Vincent van Gogh, exposición inmersiva inspirada en ese valioso legado, el cuadro que colgaba en el cuarto de su abuelo, Almendro en flor, ilustra la tapa del catálogo de obras maestras del museo que lleva su apellido.