Una jugada impensada. El juego de mesa que suma fanáticos y tiene su propio Mundial
Alrededor de 150 competidores viajaron desde diferentes puntos del mundo para jugar. “No se trata de armar palabras lindas, sino de hacer muchos puntos”, aseguran
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Ceño fruncido, mirada fija, mueca de concentración. La atmósfera, que se parece a la de una mesa de examen, también está reflejada en el tono imperativo de los carteles en el salón: “Mantenga su celular en modo avión”, “No comer ni beber”. El scrabble es cosa seria. Se juega a cara de perro en máximo mutismo y genera una devoción sin fronteras: 150 competidores viajaron desde diferentes puntos del planeta a Buenos Aires para participar del vigésimo cuarto Mundial en español. Para colmo, en la primera fecha se disputa la modalidad duplicada, una estresante variante que requiere hiperatención para proponer la mejor jugada en solo tres minutos. Después de horas de cranear las palabras que dan más puntos sobre el tablero, pocos se quedan al acto protocolar de apertura. Se impone el agotamiento y el sueño.
En un salón gigante de un coqueto hotel céntrico, el silencio tiene acción. Durante una semana, todas las mañanas y las tardes, el mundo se transforma en un tablero verde con 225 casillas, una bolsa de scrabble con 100 fichas, un pequeño atril, un anotador, una lapicera y un celular para controlar el tiempo. Acá el único mundial que vale es el de scrabble. Los horarios de los partidos en Qatar o las lesiones que apremian en la previa a los futbolistas, eran un vago rumor sin importancia. En los descansos, solo se conversa de los puntos ganados, de los vaivenes de las partidas, de la palabra cruzada que metió el rival.
El Mundial en español del juego de mesa o “deporte de la mente”, como les gusta remarcar a sus acérrimos defensores, tiene su propia dinámica: desde 1997 se realiza cada año en una ciudad diferente; la Argentina, España y Venezuela son potencia; se desarrolla la modalidad clásica, la variante duplicada y la Copa de las Naciones y, además, en simultáneo hay torneos más amateurs; este año se lo bautizó como el Mundial del Reencuentro, luego del paréntesis abierto por la pandemia, y no es necesario ser oriundo de un país de habla hispana para participar. Sin ir más lejos, el último campeón mundial, Serge Emig (53), es un tímido y lungo francés de casi dos metros que habla un español básico estirando las erres, pero que venció a todos.
El VAR del scrabble
¿Cómo es el entrenamiento para el Mundial? Horacio Moavro (65), uno de los grandes impulsores del scrabble, coordinador del Comité Organizador del Mundial, sexto en el ranking argentino y décimo cuarto en el internacional, da pistas sobre la rigurosa preparación. Sostiene que el menú de ejercicios diarios incluye memorizar listados interminables de palabras –él mismo se armó hace años una serie de reglas mnemotécnicas para estudiar 3500 verbos y las más de 30 conjugaciones de cada uno– y que son de gran utilidad sitios web como Anagramador.com, la base de todo jugador de scrabble, que debe formar palabras a partir de una serie azarosa de letras. “Cualquier jugador avanzado es un anagramador en potencia. Cuando ve un auto Citroën, piensa en otras palabras que puede formar con las mismas letras: recinto, cetrino, cretino. No lo puede evitar”.
Otra página fundamental es Redeletras.com, donde todos participan escudados en un nickname. “El estado físico del futbolista se traduce acá como el conocimiento del vocabulario, aunque tampoco alcanza: no se trata de armar palabras lindas, sino de hacer muchos puntos”. Pero la aplicación estrella, el VAR del scrabble, que determina si la palabra formada en el tablero es válida o no, es el Lexicón. Creada por un grupo de especialistas, la app está basada en la última edición del diccionario de la Real Academia Española, la RAE. Como un aleph, ahí están las palabras que se aceptan: 667 mil en total.
Hace unos años, hubo un acontecimiento que pasó desapercibido para la humanidad, pero que provocó un tsunami que desestabilizó la corteza del planeta scrabble. De un soplido, la Real Academia borró 500 verbos y sus conjugaciones del diccionario, que dejaron de ser válidos en el juego. Las réplicas del temblor no se hicieron esperar: hubo borrón y cuenta nueva con muchos términos: “Marcó una revolución. Debimos desestimar miles de palabras, una acción que todavía es más difícil que estudiar”.
Hagan juego
El clima en la segunda jornada es más tranquilo, pero no menos competitivo. Se lleva adelante la Copa de las Naciones. Los números: participan diez países, cada equipo tiene de tres a cinco miembros, de los cuales se eligen a los tres integrantes más inspirados del día para afrontar cada una de las siete rondas. Con cinco triunfos y una derrota, Argentina encabeza la tabla, cuando apenas queda una última fecha para proclamar al nuevo campeón. Pero más allá de los fríos números, Argentina está bien perfilada. Anfitriona y candidata, reúne a jugadores Top Ten y sumó al equipo a una de las grandes estrellas, el venezolano Benjamín Olaizola (43), radicado en Rosario en 2017, ya que, según las reglas, cada participante juega para el país donde reside.
En la tabla de posiciones, España, que trajo la copa y que busca revalidar el título, se ubica un peldaño más abajo que nuestro país. A la misma altura están Uruguay y Panamá, dando el batacazo del día. Venezuela, con una larga tradición en el scrabble que se promueve desde las universidades, no puede salir del último puesto. Con ganar una de las tres partidas ante España, Argentina se alza con la copa. Pero nunca hay que cantar victoria de antemano: uno a uno, los tres integrantes pierden sus respectivos combates y se desmorona el sueño mundialista. La desazón en el equipo argentino es total. “Fue una debacle”, resoplan sus integrantes.
Del otro lado, todo es celebración en el equipo español. Junto a Arantxa Delgado y Montse Sánchez, el andaluz Antonio Alvarez logró la épica perfecta en el último minuto. Sus credenciales rubrican un historial con el scrabble. Capitán del equipo, ha sido campeón del mundo, del Master, de Europa y es una pieza fundamental en el bicampeonato de España. Con una sonrisa de oreja a oreja, se lo escucha emocionado, pero conoce los códigos de humildad a la hora de las declaraciones: destaca el excelente nivel del team argentino y subraya que el triunfo fue una gran sorpresa hasta para ellos mismos. La disciplina ante todo: recién saldrá a celebrar a lo grande cuando termine la última jornada.
Con un premio mayor de 3 mil dólares, nadie llega al Mundial por la bolsa de dinero. Aquí, lo que mueve es la pasión. El evento aglutina a contadores, docentes, editores, médicos, arquitectos a un espacio lúdico, de competencia y de socialización. Afuera del salón, terminada la batalla, todos son fraternales amigos que se conocen desde hace años.
Reconocido por sus pares como uno de los mejores, el argentino Luis Picciochi (55), el único tricampeón, trabaja en un estudio de agrimensura, pero todos los años se toma una semana para jugar el Mundial. Esta vez, aunque vive en Buenos Aires, decidió alojarse durante siete días en el hotel porteño donde se celebra la competencia para respirar el clima mundialista. Un ping pong de preguntas y respuestas nos aproxima a su devoción.
-¿Existe un scrabble espectáculo y otro más cerrado?
-Sí, están marcadas las tendencias. La mía es ir al ataque, con muchas palabras en diferentes partes del tablero. Pero en realidad los partidos se dan de acuerdo a cómo vengas.
-¿Letra favorita?
-La jota. Es la más versátil y está sobrevaluada: le dieron demasiados puntos por lo fácil que es colocarla.
-¿Es más importante el vocabulario o la estrategia?
-La estrategia es fundamental. Con las palabras no alcanza.
-¿Otros juegos favoritos?
-Soy muy lúdico. Tengo todos los juegos de mesa que puedan existir.
-¿Qué dicen tus amigos de esta pasión?
-Me cargan. En la época en que también jugaba al fútbol con amigos, decían que iba a dejar la pelota por las letritas.
Ausente con aviso, “argumentó que no llegó a estudiar bien el español”, explican desde la organización, el neozelandés Nigel Richards (55) es un personaje fascinante. Considerado el mejor jugador de toda la historia, empezó a competir a los 28 años y se consagró campeón mundial en inglés en cinco oportunidades, un récord absoluto. Cuando se cansó de ganar de su lengua materna, decidió que era hora de ir por más. Se compró el diccionario de scrabble en francés, lo memorizó de punta a punta en nueve semanas y ganó el mundial sin hablar una sola palabra del idioma. Su extraordinaria memoria fotográfica, sumada a su fama de huraño, lo convirtieron en una figura con estatura mítica en los torneos, aunque en Buenos Aires no se lamenta tanto su ausencia. “Nos iba a humillar a todos”, comentan por lo bajo.
La invención de Butts
La historia del scrabble es tan original como el propio juego. Fue creado por el arquitecto norteamericano Alfred Mosher Butts cuando perdió su trabajo en la Gran Depresión de los años 30. Aficionado al ajedrez, a los crucigramas y los rompecabezas, ideó un juego vinculado a las palabras cruzadas, tomando como base la frecuencia con la que se usa cada letra, otorgándole un valor, potenciando la estrategia y el conocimiento. No le fue muy bien. Los fabricantes rechazaron su creación y recién 15 años después, cuando ya estaba jubilado, se produjo el milagro: el presidente de los almacenes neoyorquinos Macy’s se entusiasmó tanto al ver una partida que empezó a comprar 6 mil unidades por semana.
Con adaptaciones para niños y viajeros, con mundiales en diferentes idiomas y concursos televisivos, hoy se practica en 130 países, y su huella es tan fuerte que cada 13 de abril se conmemora el Día Mundial del Scrabble, fecha de nacimiento de su creador. En la Argentina, el fenómeno caló hondo. Actualmente, la Asociación Argentina de Scrabble despliega un circuito a nivel nacional, con torneos mensuales, metropolitanos, máster y repechaje, que clasifican para los regionales y el Mundial, además de torneos federales con plazas fuertes en ciudades como Concepción del Uruguay, Rosario, Córdoba, Bariloche, Bahía Blanca y Mar del Plata. Por eso sus jugadores defienden a capa y espada la idea que se trata de un deporte de la mente, con torneos nacionales e internacionales, un ranking local y otro mundial, bibliografía especializada y formas de entrenamiento.
Hay otras instancias, menos competitivas, donde el foco solo gira en torno a lo recreativo, a lo social y a la salud. Claudia Amaral (65) fue campeona en Panamá en 2004 y dirigió el Proyecto Cráneos, con talleres en colegios y en fundaciones para adultos mayores. “Como estimulador cognitivo, el scrabble es una herramienta muy poderosa: contribuye al vocabulario, la memoria, el lenguaje, la socialización, la toma de decisiones y los cálculos”. Otro participante, Rogelio Rivas, puede dar fe de los beneficios del scrabble: explica que lo ayudó desde el plano social y neurológico a recuperarse de un aneurisma que sufrió siendo muy joven, tras el cual había perdido la memoria a corto plazo. “Me salvó la vida”, resume.
La batalla final
Pura adrenalina: llega la definición en el Mundial individual. En la última jornada, se juega en 60 mesas. Las dos principales se ubican sobre una tarima, están ocupadas por los participantes mejor posicionados después de disputar 23 rondas y estas partidas se transmiten en vivo por WhatsApp. La palabra es plata y el silencio es oro en el salón. Apenas se escucha el tintineo de las fichas cuando los participantes revuelven la bolsa de scrabble. Hay dos punteros: el venezolano Benjamín Olaizola y el francés Serge Emig, primero y segundo del ranking mundial, respectivamente. Disputaron entre ellos dos partidos, con un triunfo para cada uno. El que gana ahora es campeón. Un poco en broma, un poco en serio, algún memorioso traza un paralelo con los antológicos partidos de ajedrez entre Bobby Fischer y Boris Spassky.
Promediando el juego, Serge aventaja por 70 puntos a Benjamín. Sobre el tablero, palabras tan inusuales como arreches, jiñes y entorila reflejan el vasto conocimiento del vocabulario de ambos. Benjamín hace magia: empareja con un scrabble, que otorga 50 puntos extra, cuando coloca las siete fichas en un solo turno, con la palabra lozanía, pero Serge devuelve gentilezas con trémolo. Al borde del knock out, el venezolano arriesga la palabra nutrera, pero es invalidada, y pierde su turno. La suerte está echada: 493 a 398 es el resultado final. A la hora de los premios, el francés, ahora bicampeón, un geniecillo que mide 1.92, que es profesor de tenis y que se volvió una celebridad en su país por ganar en programas de televisión sobre letras y números, agradece con un discurso brevísimo en un español afrancesado. Solo tiene una preocupación: prepararse para el siguiente Mundial, que se celebrará en Costa Rica el año próximo.