La talentosa pintora que frecuentó a Kandinsky y que integró El Jinete Azul, célebre grupo que transformó el expresionismo alemán, es recordada por sus parientes en la Argentina
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Las postales cayeron del libro suizo que su alumna había traído a la clase de acuarelas. Kira Mamontoff reconoció de inmediato a esa pareja de mujeres sin rostro. Al darlas vuelta confirmó que eran reproducciones de una obra de Marianne Werefkin, tía bisabuela suya; una gran artista con fundación propia, alojada en el Museo Comunal de Arte Moderno de Ascona.
Museo suizo que había visitado otra alumna presente aquel día de marzo de 2021, en San Martín de los Andes. Esta última estaba casada con Pedro Werefkin, también descendiente de la familia de Marianne. “Comprobé que eso de que el arte une, no es solo una frase”, observa Mamontoff, fascinada con la vida de su antepasada.
Entre otros hitos integró El Jinete Azul, célebre grupo que transformó el expresionismo alemán, expuso en la Bienal de Venecia y pasó el verano de 1908 en Murnau, en los Alpes bávaros, pintando y debatiendo sobre arte con Vassily Kandinsky, Gabriele Münter y su pareja, Alexej von Jawlensky. Una investigación publicada en fembio.org asegura incluso que el biógrafo de Werefkin, Bernd Fäthke, demostró que Kandinsky “tomó muchas ideas” de la artista, sin mencionar la fuente, para escribir su ensayo De lo espiritual en el arte (1911).
Mención aparte merece Jawlensky, señado en diversos textos como un mujeriego que engañó a su mujer con la joven empleada doméstica, con quien tuvo un hijo. Y que se aprovechó de la buena voluntad de Werefkin para tener una vida acomodada y desarrollar su carrera a expensas de la de Marianne.
Se conocieron en 1892, en las clases dictadas por Ilya Repin, el llamado “Rembrandt ruso”. Jawlensky era un oficial que recién comenzaba a pintar. Cuatro años mayor, inteligente y talentosa, ella era un buen partido: descendiente de una familia aristocrática de Moscú y de un antiguo linaje principesco cosaco, comenzó a cobrar una pensión del Zar tras la muerte de su padre, en 1896. Entonces se mudaron a Munich, donde representantes de la vanguardia artística internacional frecuentaban su hogar. La guerra los forzó a emigrar a Suiza y allí se separaron, tras convivir durante 27 años.
“Marianne era hermana de mi abuelo –recuerda Tatiana Werefkin, abuela de Kira, que llegó a la Argentina en 1948-. Tuvo un accidente con un rifle, se perforó la mano derecha y estuvo diez años sin pintar; durante ese tiempo protegió a Jawlensky, que aprendió mucho de ella. Era alegre y muy buena, y solía decir: ‘Yo siempre estoy buscando algo que no está acá’”. Así, tal vez, llegó su legado a la Patagonia.